En una era de Moradillo de Roa, Burgos, estaba yo
leyendo sobre el cruzamiento entre una Drosophila
hembra con ojos rojos y un macho de ojos blancos,
del que se obtiene en la primera generación filial
sólo ejemplares con ojos rojos, tanto machos como
hembras, y en la segunda generación, el 75% de los
individuos tiene los ojos rojos y el 25% los tiene
blancos, pero estos últimos son todos machos,
cuando, de repente, oí relinchar, despedir o emitir
su voz el relindo caballo blanco de Eva, lanzando
por los aires, al mismo tiempo que flameaba sus
patas delanteras, a sus primas Ana e Isabel,
quienes, por suerte, cayeron sobre yerba, flores y
juncos sin hacerse daño alguno de consideración.
Yo creo que al caballo le picó una mosca de esas que
llaman “cojoneras”, o que vio alguna rata gris, que
le pareció un conejo de orejas largas, o que rebuznó
un asno que andaba a la husma de una jumenta por el
camino que va hacia Fuentenebro, pasado el Charco de
las Ranas, donde, según cuentan los del pueblo, el
asno montó a la jumenta con puntualidad y exactitud,
fiel y exacto en el cumplimiento del deber,
mostrándose como el fenómeno que es de entre los
seres vivientes.
La gente del pueblo vino y se arremolinó por saber
qué es lo que había sucedido, preguntando si las
jóvenes habían sufrido algún daño. El caballo era
alto de relieve, y las jóvenes resaltaban muy
marcadamente que no habían sufrido en la caída. Eva
ciñó más estrechamente su caballo, lo montó y, como
una potestad que gobierna y dirige un animal tan
lindo, marchó hacia La Sequera, moviéndose con el
viento, mostrándose excelente en sus acciones.
Al día siguiente, Ana e Isabel sintieron el dolor de
alguna costilla que se lastimaron en el accidente.
Ahora, en este instante, estaban ayudando a su
abuela a llenar de carne picada o de otros
ingredientes, Ana un ave; Isabel, un pastel.
Mientras tanto, yo machacaba la punta de un clavo en
la pared después de haberlo clavado a martillazos
para darle mayor firmeza y para que no pudiera dañar
alguna prenda que estaba colgada en el perchero.
El abuelo y los demás habían marchado a las Viñas a
trabajarlas con fatiga y afán, “como Dios manda”,
como decía la abuela.
Daniel de Cullá
(Vallelado, Segovia,
España, 1955) es
escritor,
poeta y fotógrafo. Es
miembro de las
agrupaciones Asociación
de Escritores Españoles,
Caucus Internacional de
Escritores de la Tierra,
Poetas del Mundo,
Autores Internacionales,
Arte Surrealista, entre
otras entidades
literarias y
culturales. Es director
de las revistas Gallo
Tricolor Review y
Robespierre Review. Ha
participado en numerosos
festivales de poesía y
teatro en Madrid,
Burgos, Berlín, Minden,
Hannover y Ginebra. Sus
creaciones pictóricas
han sido expuestas en
numerosas galerías de
Madrid, Burgos, Londres
y Amsterdam. Se mueve
entre North Hollywood,
Madrid y Burgos. Entre
sus libros publicados,
cabe citar Ojos de
gato, Setas de cardo de
Páramo de Mora, Blues de
perro curto,
Buenos Días, Cada uno de
los setenta prelados,
Del emperador Carlos V
hasta el 2000, Frente
popular de Segovia,
Martillo rompedor de
cante jondo, Pero Díaz
(español e inglés),
Un Vuelo por Segovia,
Sin más acá ni más allá,
Chatarra, ¿Qué Veo?
(español e inglés),
Atapuercano y
Live on Earth
(inglés). Ha colaborado
y colabora en revistas
de Arte y Cultura
nacionales y
extranjeras, entre las
que se encuentra
Gibralfaro, donde se le
profesa gran estima por
sus excelentes y
originales
contribuciones.