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CRUZANDO FRONTERAS
Casi tres meses después recibimos la ansiada noticia: ya
podíamos volver a cruzar la frontera. Nunca antes una
frontera había despertado tantos deseos de ser cruzada.
En aquella ocasión, la frontera separaba a familias que
vivían a escasos kilómetros. Aquella línea invisible
hacía ya más de ochenta días que les negaba un abrazo,
una mirada, una sonrisa compartida, un beso… Sólo era
una frontera interprovincial, pero el miedo a aquella
pandemia y las medidas sanitarias extraordinarias
adoptadas para combatir al “enemigo” la habían
convertido en infranqueable. Pero, como dice el refrán,
“no hay bien que cien años dure ni mal que lo resista”.
Casi noventa días después podíamos volver a cruzar
aquellas fronteras. Pero no sólo podíamos cruzar la
invisible línea que nos separaba de la provincia
colindante, también cruzaríamos la frontera que separaba
la desconfianza de la esperanza, el desánimo de la
ilusión, la soledad de la compañía… Aquellos ansiados
encuentros harían que el tortuoso camino hacia la meta
se hiciera más llevadero, especialmente para aquellos
que llevaban en sus alforjas la pesada carga de la
soledad. |
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DESESCALANDO
La escalada había sido dura, muy dura. Por el camino se
nos quedaron alegrías, ilusiones, proyectos y vidas...
muchas vidas. Nunca una escalada se había cobrado tan
alto precio. Pero ya habíamos alcanzado el pico más
alto; era cuestión de empezar la desescalada. Nunca la
altura nos había provocado tanto vértigo. Miramos hacia
abajo con mucha cautela; deseábamos llegar al
“campamento base”, pisar suelo seguro de nuevo, pero
teníamos dudas sobre cómo acometer el descenso con
seguridad, asumiendo el mejor riesgo. Y también teníamos
miedo, mucho miedo. Una recaída suponía volver la vista
atrás, recordar el tortuoso camino hasta el pico más
alto. Ansiábamos recuperar las alegrías perdidas,
renovar las ilusiones, retomar nuestros proyectos. Pero
las vidas perdidas… Todo es recuperable, todo... menos
la vida. Un error en la bajada equivalía a volver a
empezar, a perder lo recuperado. Lo sabíamos. Como
sabíamos que el segundo golpe siempre hace más daño que
el primero, que cuesta más levantarse tras cada nueva
caída… Pero aun así, volvimos a confiar, a creer. Aunque
nunca una desescalada se nos haría tan cuesta arriba. |
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MASCARILLAS Y SONRISAS
Se vieron obligados a llevar mascarilla. Primero fue por
prevención, para proteger su salud y la de los demás.
Pero unas semanas después, deberían llevarla por
imposición legal. Hacía tiempo que les costaba sonreír.
Eran demasiadas las muertes, demasiados los miedos. El
futuro era incierto, los pronósticos sombríos y aquella
tristeza parecía ganarles el espacio a la alegría. Pero
siempre hay una razón para sonreír, incluso en las
circunstancias más adversas. El ambiente en las calles
era de pesimismo. Las mascarillas no animaban
precisamente a sonreír, pero no hay mascarilla que pueda
esconder una sonrisa. Porque más que a los labios, la
verdadera sonrisa se asoma a los ojos. Y pasaron los
días. Y, poco a poco, fueron recuperando sus vidas
anteriores. Y el ambiente en las calles se fue tornando
más alegre. Y las sonrisas afloraban con espontaneidad
tras las incómodas mascarillas. La esperanza y la
alegría estaban de vuelta. Aún faltaba tiempo para
desprenderse de las mascarillas, pero las sonrisas
habían vuelto para quedarse en los labios y, sobre todo,
en los ojos de aquellas gentes. |
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NOTA
de EDITOR
Vivir en tiempos de
Covid-19
es, ante todo, una antología literaria
compuesta de seis narraciones breves, pero,
también, el testimonio personal de los tres
largos meses de reclusión forzosa en sus
casas que sufrió más de media humanidad,
atemorizada por la posibilidad de contraer
una enfermedad de la que se sabía poco más
que afectaba de forma letal a la vías
respiratorias. En esta primera entrega,
someto a vuestra consideración la memoria
esos noventa días, con la lectura de 3 de
los 6 relatos que componen este opúsculo
literario-testimonial del escritor Sánchez
Arjona, todos ellos con dramas personales
que se desenvuelven en un contexto
de desinformación, miedo y fatalidad.
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Francisco Sánchez Arjona
(Paco Sánchez) nació en
Iznájar (Córdoba) en 1963 y
actualmente reside en
Antequera (Málaga). Por
razones varias, ha residido
también en Marbella,
Almería, Murcia y Navarra, y
en las localidades francesas
de Narbona y Burdeos.
Los libros son la eterna
pasión de su vida, primero
como lector y después como
escritor. Se inició en la
escritura literaria en la
pubertad, cuando empezó a
escribir poemas. Unos años
más tarde, empieza a
escribir relatos y
microrrelatos, género que
domina con maestría.
Muchos de sus textos se han
publicado en el magacín
Inland Solution, que se
publica en español y en
inglés, y las revistas
Antequera Es, ya
extinta, y Revista Azahar
(publicación digital
editada en Conil, Cádiz). Es
autor de la novela Las
golondrinas nunca regresan
en otoño, publicada en
enero del 2019, muy bien
recibida por la crítica.
Como autor de relatos, ha
participado en diferentes
certámenes literarios, en
los que ha sido distinguido
con el Primer Premio en el
XVI Concurso de Relato Corto
de Iznájar (Córdoba),
celebrado en 2015, con el
relato El fantasma del
pantano, y el Primer
Premio en el V Concurso de
Relato Corto “El Mundo del
Perro”, de Archidona
(Málaga), también en 2015,
con el relato Lamiendo
heridas.
Su labor creativa aborda
también los artículos. Desde
hace unos años, en la
sección “A solas con Paco
Sánchez”
en la página 2 del periódico
local Viva Las 4 Esquinas,
que él ha creado para la
ocasión, apara cada lunes un
artículo de opinión suyo.
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GIBRALFARO. Revista de Creación Literaria y Humanidades. Publicación Trimestral.
Edición no venal. Sección 1. Página
5. Año XXIV. II Época. Número 122.
Enero-Marzo 2025. ISSN 1696-9294. Director: José Antonio Molero Benavides. Copyright © 2025
Francisco Sánchez Arjona.
Diseño y maquetación: EdiBez. Depósito Legal MA-265-2010. © 2002-2025 Departamento de Didáctica de las Lenguas, las Artes y el Deporte.
Facultad de Ciencias de la Educación. Universidad de Málaga
& Ediciones Digitales Bezmiliana.
Calle Castillón, 3. 29.730. Rincón de la Victoria (Málaga). | |
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