FÍJENSE EN QUÉ cosas extrañas ocurren cuando uno se empeña,
dijo a los turistas el pastor bávaro. Yo, hasta hace cuatro
días, tenía el rebaño más rebelde que se puedan ustedes
imaginar. Era un caos, un desastre. Poco orden, poca
motivación, ¿se puede hablar de motivación con ovejas?
Bueno, continuó el pastor, y, en fin, los lobos me sangraban
bien. Me iban a arruinar. Con todos los años que tengo, yo
no podía hacerme con estas criaturas.
»Pero, fíjense, un día, así por casualidad, llegué a una
idea tonta. Tonta porque, con todos los años que tengo, yo
no solía hablar a las ovejas; con los perros solía tener
bastante. Y con el palo, claro. El palo. Aunque se me partió
un par de veces, ¿saben? Jejeje. Las obligué a entender el
alemán, ¿saben? Sílaba a sílaba, sonido a sonido, a estas
criaturas tan estúpidas, pero estúpidas de verdad, ¿eh?,
tanto que, al solo grito de “Vorwärts! Raus, raus!”, algunas
de esas más morenas obedecieron muy mansamente y se
despeñaron de mala manera por aquel barranco.
»Pero, oigan, sacrificios aparte, ya lo ven. Se cuadran como
si fueran una formación del ejército, y ninguna bala hasta
que no se lo digo yo. Todo va como la seda, miren, y los
lobos son cosa del pasado. En fin. Nada como un poco de
autorität, ¿eh? Ja! ¡Al Este, chiquillas! |