—ZAPEC, REVISA LOS SEMBRADÍOS. Las huestes requieren
de suficiente abastecimiento para poder sostener la
invasión.
—Comprendido, Majestad. El Reino de Tybor tendrá
finalmente su nuevo lugar de asentamiento. Descuide,
llevo un riguroso control gnésico sobre la evolución
de las algas y los deflectores de irradiación
compensan el grado de salinidad de las mismas.
—Sí, pero no todos los lugares han resultado
propicios. Deberemos consolidar los reservorios y la
distribución de los mismos. Los lugares de descenso
de las naves deben contar con accesos rápidos y
seguros. Ya hemos observado interferencias de los
humanos.
—No, Majestad. No habrá injerencias extrañas.
Tenemos desplegados mutantes como avanzada, insertos
en las comunidades más próximas. Algunos, revistan
como científicos de un Centro especializado con sede
en lo que ellos llaman Puerto Madryn, paralelo 42,
en el golfo donde hemos plantado en 1992 las
primeras semillas. Otros, con morfología
subacuática, están abocados al desarrollado de
grandes plantíos en la ría de Puerto Deseado, en el
paralelo 47° 45’. Ellos han estudiado el suelo
marino y la salinidad de la cuenca. Ya lograron
colonizar el intermareal cercano a la Isla Quinta.
Los esporofitas ya se han fijado al fondo rocoso.
Con otros mutantes nos hemos introducido en grandes
embarcaciones de carga y así estamos logrando que el
tráfico naviero sea la forma de expandirla a otras
áreas geográficas, fijando el alga al casco de los
buques. Así hemos procedido en áreas denominadas
Japón, Corea y China, donde los humanos tratan de
incorporarla para su propio consumo. Ya estamos
ensayando también en el Mediterráneo, en Nueva
Zelanda, Tasmania y Australia, otros probables
lugares de asentamiento cuando se produzca el Gran
Desplazamiento de nuestra especie. Asimismo, otros
mutantes, han ocupado ya cargos en los puestos de
control que ellos llaman Parlamento o Legislatura y
también cerca de la cabeza del gobierno. Siempre
tendremos influencias nuestras en las decisiones que
tomen, ya sea para alentar el cultivo como para
disiparles dudas sobre su procedencia o las
consecuencias que puedan traerles.
—¿Consecuencias? —replicó con furia Su Majestad—.
Siempre existirán consecuencias cuando una
civilización compita por el espacio con otras más
primitivas. Esta es la ley universal de la
evolución. Así pasó, años luz atrás, en muchos
sistemas solares como en la estrella Antares y en
Alfa del Centauro. Los “Segers” no pudieron
adaptarse a los bruscos cambios que soportaron en el
planeta binario Syros de la estrella Antares y
también debieron migrar hasta Alfa, como nosotros a
esta Tierra, debiendo “reubicar” a sus moradores.
—¿Reubicar? —preguntó Zapec, consternado.
—Sí. Siempre habrá una redistribución de tareas
cuando aparezca una nueva civilización dominante.
Así pasó aquí en visitas anteriores que hemos
realizado cuando ayudamos a los pobladores del
antiguo Egipto o al pueblo Azteca, acá en esta parte
del planeta. Pero ahora es el turno de que nos
ayudemos a nosotros mismos. En este caso, ellos
podrán continuar como nuestros recolectores de
algas...
—Sí, Majestad. Usted ordena. ¿Y ya pensó qué nombre
tendrá nuestro alimento cuando el mismo alcance su
mayor grado de maduración?
—Pues, Zapec, verás; hemos de honrar a nuestro lugar
de origen y, como esta planta representa el elixir
que nos asegurará una vida universalmente eterna, le
pondremos como nombre el de nuestra estrella:
«unitaria». |