EMPEZÓ POR UN PELLIZCO DE sed nocturna. Cuando en mitad de la madrugada apareció una cucaracha bajo el frigorífico, domé el pie y, al impulso, me enfundé la capa del ecologismo para urbanitas necios y seguí a lo mío, que era de más urgencia, una garganta pidiendo socorro que la pobre e indefensa criatura.

Remojé el gaznate y la dejé allí, aunque alguna vez me desvelara pensando que la iba a encontrar en el otro extremo de la almohada.

A la mañana siguiente, durante el desayuno, tuve que revisar toda mi remesa de cruasanes cuando asomaron otro par de blatodeos* sobre la encimera. Como la otra noche, se quedaron allí paradas, diría que mirándome fijamente, apenas moviendo las antenas. Estuve a punto de ofrecerles café. A punto de verdad.

A la hora de la comida, ya no eran dos, sino cinco o seis las que se posicionaron hábilmente buscando un contrapicado mío, que supongo que debió quedar estupendo. Casi se me revuelve la sopa en las tripas cuando empezaron a seguirme por toda la cocina, pero no fueron más allá y respetaron la zona neutral. Tal vez fueran coreanas.

Apretó el hambre, pero me fui a la cama sin cenar. Principalmente por el desagradable sonido de varias decenas de pequeñas patas sobre mi suelo.

Fue por otro arañazo de sed en la noche. Medio dormido, cometí la imprudencia de dejarme llevar hasta la cocina. La luz encendida, como en esos programas amarillos de la tele en los que reúnen familias con un fogonazo, reveló al ejército, su ejército.

Esa vez, ni cuando más tarde he hecho memoria, me fue imposible contar a todas las cucarachas. Pero cualquiera me habría preguntado por mi alfombra nueva antes de poner una marcada cara de asco.

Una de ellas, más marrón y grande que el resto, se adelantó hasta casi rozarme el pulgar y se levantó como si, por un momento, se hiciese la bípeda. No sé muy bien por qué me agaché —educación, supongo; cortesía ante la potencia ocupante—, pero eso me sirvió para entender mejor el fino hilo que le hacía de voz.

—Oiga, ¿ustedes cuándo tienen pensado extinguirse?

 

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*Sí. Cucarachas.

  

  

   
     

 

   

  

  

  

  

  

  

  
          

Enrique Trenado Pardo (Granada, 1989). Estudiante de Derecho en la Universidad de Granada. Su labor creativa comprende, esencialmente, la narrativa corta, con la que abarca un variado abanico de géneros. Colabora de forma habitual en diversas publicaciones, tanto digitales como físicas. Es autor del libro Ciencias Aplicadas, aún inédito. Su campo de investigación comprende la “Matemática discreta” y otros aspectos similares.

    

    

GIBRALFARO. Revista de Creación Literaria y Humanidades. Publicación Trimestral. Sección 1. Página 3. Año XV. II Época. Número 94. Octubre-Diciembre 2016. ISSN 1696-9294. Director: José Antonio Molero Benavides. Copyright © 2016 Enrique Trenado Pardo. © La imagen incluida en esta publicación se usa exclusivamente como ilustración del texto, y los derechos de autor pertenecen en exclusiva a su(s) creador(es). Depósito Legal MA-265-2010. © 2002-2016 Departamento de Didáctica de las Lenguas, las Artes y el Deporte. Universidad de Málaga & EdiBez. Ediciones Digitales Bezmilina. Calle Castillón, 3. 29.730. Rincón de la Victoria (Málaga).

    

    

     

  

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