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EL NOBLE ARTE DE LA EDICIÓN

   

Por Eduardo Garrido

   

  

S

iempre había soñado con llegar a ser un buen escritor, famoso y todo eso, como a los que les publican las reseñas de sus libros en los suplementos culturales. Recordaba con cierta nostalgia aquellos encuentros, uno o dos a la semana, que compartía con antiguos amigos de profesión: maquetistas, escritores, ilustradores, editores, traductores, fotógrafos, correctores... Nadie hubiera comparado aquellas tertulias con una de las buenas, de las de verdad, como aquellas míticas del Café Gijón o la salmantina del Café Novelty [1], por citar sólo dos ejemplos. Para él, en cambio, cada una de aquellas veladas suponía una bocanada de aire fresco, un nuevo impulso, algo así como la confirmación de que estaba en el buen camino. Lo vivía como el preludio del futuro glorioso que, sin ninguna duda, estaba por llegar. ¿Qué escritor que se preciara no había participado en alguna de aquellas reuniones alrededor de una antigua mesa de mármol, copa tras copa, en un ambiente irrespirable por el humo?

Entre tanto continuaba con su rutina en la trinchera. Redactar una entradilla aquí, cortar o añadir tres líneas allá, escribir pies de foto y decidir, mano a mano con el maquetista, si aquella imagen mejor ponerla a dos o a tres columnas. Índices, apéndices, bibliografías, filetes y sangrías, galeradas y compaginadas, redonda, cursiva o versalita, notas a pie de página, unificar blancos, cuerpo y tipo de letra… Con el paso de los años y casi sin darse cuenta, se le escapaba entre las líneas aquella idea romántica (si es que todavía se puede utilizar esa expresión) que le había llevado a amar su profesión.

Aún recordaba a alguno de sus profesores, en cuya mesa se amontonaban los manuales de don José Martínez de Sousa, disertar sobre el noble arte de la edición. «Este oficio, que no trabajo, o se ama —declamaba enardecido— o uno se dedica a otra cosa. ¡Estamos haciendo libros, señores!»

No importaba en absoluto si era una enciclopedia, un coleccionable o una serie de libros, se trataba de todo un proceso creativo cuyo objetivo era sencilla y evidentemente hacer bien el trabajo (ahora lo llaman excelencia). Esa era la cuestión.

Si tuviera que definirlo de manera gráfica, la imagen sería la de uno de esos documentales en los que se muestra a cámara rápida el proceso de construcción de un rascacielos o de un superpetrolero. Decenas de personas, a la manera en que los niños construyen sus fortalezas con trozos de plástico, van ensamblando piezas en apariencia inconexas, aquí y allá, hasta que poco a poco la estructura comienza a tener forma y avanza paulatinamente hacia su culminación.

Parecía que habían pasado siglos desde aquella época en que para traducir una obra del italiano, pongamos por caso, para su posterior edición, se hablaba con el catedrático de filología italiana de tal o cual universidad. En pocos años, muy pocos en realidad, se había pasado de ese nivel de exigencia y profesionalidad, de disfrutar del proceso de hacer algo exquisito, al de «no te preocupes, yo tengo un amigo que ha estado en Italia un par de veces y te lo hace rápido y barato». De esta manera esquemática, quizá alguien pueda pensar que un tanto exagerada, se resume el deterioro y retroceso imparables que ha sufrido «el noble arte de la edición». Ha llegado a tal extremo el asunto que en nuestros días lo habitual, a excepción, claro está, de las firmas reconocidas por todos, es que el autor deba poner dinero de su bolsillo para que una editorial tenga a bien publicar su trabajo.

Cuestiones laborales cotidianas, política, proyectos y recuerdos eran los temas recurrentes, además de la literatura, por supuesto, en aquellas horas en las que empezaban a brillar las luces de los coches y la ciudad atenuaba su ritmo. Entre los habituales se encontraba algún que otro neófito en eso de darle a la tecla junto a poetas y escritores de cierto prestigio. Algunos de ellos argentinos, por cierto. Tenía la teoría, poco elaborada en realidad, de que el sector editorial en España había dado un salto de gigante debido, en buena parte al menos, a la incorporación de grandes intelectuales progresistas, de formación y cultura vastísimas, que llegaron desde el exilio huyendo de las dictaduras militares latinoamericanas.

No faltaban las anécdotas con las que un día sí y otro también alguien amenizaba la velada. Una de las buenas, sin duda, era aquella en la que el editor en cuestión narraba con todo lujo de detalles cómo, producto de su incontenible creatividad, había colado en una señora enciclopedia, de las más prestigiosas del país, la apasionante trayectoria vital de un filósofo, matemático y naturalista británico, cuya azarosa vida transcurrió a caballo entre los siglos XIX y XX. Héroe de la primera guerra mundial, sus trabajos científicos destacaron hasta tal punto que pasó a formar parte de la ilustre Royal Society of London, en cuyo museo permanece su excepcional legado. O aquel otro que explicaba la sensación extraña que había padecido cuando le encargaron escribir la «Autobiografía» de una de las plumas de mayor prestigio y reconocimiento de nuestra literatura contemporánea. Me costaba mucho ponerme en su lugar, comentaba mientras propinaba interminables tragos de su copa, ¿cómo expresar, por ejemplo, lo que sentiría aquel señor ante un cuadro? Yo no tenía ni idea, por supuesto, pero llegué a tal punto de identificación con mi «personaje» que en más de un momento de, cómo decirlo, paroxismo creativo infinito sentía y vivía en mi interior lo mismo que él. Este síndrome está ya descrito, con toda seguridad, por algún investigador ruso de nombre impronunciable.

   

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NOTA del EDITOR

1. El Café Novelty se fundó en 1905 y es el más antiguo de Salamanca.  El Café Novelty ha sido desde sus orígenes un enclave fundamental de la vida social, política y cultural de Salamanca. Abierto y plural, por sus veladores han pasado y pasan cuantos personajes ilustres visitan la ciudad y es un referente obligado como lugar de encuentro , tertulia y vida social de la Plaza Mayor. En sus largos cien años de vida, el Café ha tenido diferentes actividades. Ha sido Restaurante de lujo, Café Cantante, Botillería, Salón de Billares y muchas más cosas. Aquí se fundó en 1936 Radio Nacional de España y La Unión Deportiva Salamanca, y se han escrito infinidad de artículos, reseña y novelas en las que aparece el Café Novelty. Ahora es, sin duda, el establecimiento más conocido de la ciudad. El Café Novelty sirvió banquetes a notables personajes históricos como, Alfonso XIII, y ha sido lugar de encuentro y cita de numerosos escritores, artistas, políticos y todo tipo de gentes que acuden a él movidos por su fama y hospitalidad. Unamuno, Carmen Martín Gaite y Gonzalo Torrente Ballester, cuya escultura está sentada en un velador a tamaño natural fueron algunos de sus clientes más célebres. Hoy, el Café Novelty continúa siendo un lugar público lleno de vitalidad y ánimo, con un variado cartel de actividades culturales con tertulia y revista propias y un gran servicio de hostelería.

(Extracto de la página web Café Novelty).

 

  
                             

                             

   

   

     

    

Eduardo Garrido (1961). Realizador, cámara y editor, ha sido durante casi veinte años colaborador y editor de buena parte de las más conocidas empresas editoriales de este país (RBA, Círculo de Lectores, Planeta, Grijalbo, Mondadori, Salvat, Paidós, etc.), labor que realizó en Barcelona. Actualmente reside en Valencia. Director y responsable de innumerables proyectos editoriales, los últimos años en que estuvo vinculado al sector desempeñó el cargo de redactor jefe de la prestigiosa revista Historia y Vida. Una vez se desvincula del mundo editorial,  emprende una actividad empresarial. A pesar de todo, su interés por la literatura, el cine, la música, la poesía… nunca han dejado de formar parte de su trayectoria vital. Es asimismo un amante de los viajes, en una época fue editor de las conocidas guías de viaje Le Guide du Routard (Hachette, París), actividad a la que se entrega entusiasmado a la menor oportunidad. De hecho, actualmente se halla comprometido en la redacción de un libro basado en sus impresiones y experiencias personales vividas durante su viaje a Papúa Nueva Guinea.

    

    

GIBRALFARO. Revista de Creación Literaria y Humanidades. Publicación Trimestral de Cultura. Sección 1. Página 1. Año XIII. II Época. Número 86. Octubre-Diciembre 2014. ISSN 1696-9294. Director: José Antonio Molero Benavides. Copyright © 2014 Eduardo Garrido. © Las imágenes, extraídas a través del buscador Google de diferentes sitios o digitalizadas expresamente por el autor, se usan exclusivamente como ilustraciones, y los derechos pertenecen a su(s) creador(es). Depósito Legal MA-265-2010. © 2002-2014 Departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura. Facultad de Ciencias de la Educación. Universidad de Málaga.