N.º 79

ENERO-MARZO 2013

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EL SECRETO DEL AGUA

   

Por Francisco Morales Lomas

   

   

  

L

a única forma de que la humanidad alcance su sentido último es su transformación en agua. Aquellas palabras procedían de Peter Water en un congreso que reunió en Londres a lo más granado de la humanidad para hablar de los avances de la ciencia y el agua. Luego, un colega me lo presentó y, desde el primer momento, aquel hombre enjuto y de labia fácil creó en mí una gran curiosidad. Deberías venirte conmigo al sur, le dije en un momento de entusiasmo.

Presentía que Peter Water era un hombre que encerraba un secreto que estaba dispuesto a compartir y me aferré a sus palabras, que deambulaban tanto en la historia de los sentimientos como de la química. Si logramos alguna vez unir ambos, habremos alcanzado el sentido último. No sabía ciertamente adónde quería llegar, pero la música de sus palabras sonaba muy bien. Después de su conferencia supe que no había otro hombre en Londres que me sedujera más. Algo debí de importarle yo también porque, durante la semana que coincidimos, no dejó ni un momento de perseguirme y de buscar mi compañía.

Había una canción de Los Fabulosos Cadillacs que decía que éramos agua de río mezclada con mar. Peter Water, que en su apellido llevaba escrito su destino, sabía que éramos agua, pero, durante muchos años, trató de explicarse por qué no nos convertíamos en ella, por qué nuestra existencia no acababa siendo agua y de este modo volver a surgir de nuevo en los demás, creando el ciclo de la vida desde el inicio: el eterno retorno. Algunos colegas lo tomaban por loco, pero él se afanaba en la fórmula que permitiera que las tres cuartas partes de agua fueran al fin el cien por cien. Si el agua es el ochenta y cinco por ciento de la sangre y el setenta y cinco por ciento del cerebro, solo había que dar un último paso, y esto solo lo podía conseguir el amor.

No sabía adónde quería llegar Peter Water, pero puedo decir ahora, que ya no está, que aquellos días fui la mujer más feliz del mundo. Logré encontrar un sentido a mi vida: hallar al hombre que tanto tiempo había estado buscando. Nuestra existencia comenzó en una cuna de líquido amniótico y desde ahí debíamos darle un sentido último a nuestros días. Así debe ser también nuestra muerte. En el agua se realizan los procesos químicos celulares y solo podemos vivir poco tiempo sin ella. Sin embargo, nada tendría sentido sin el amor. El amor, decía Peter, es el mejor aliado del agua. Unas palabras que ahora, al cabo del tiempo, han aclarado su misterio, pero no entonces.

Peter se vino conmigo al sur. Vivimos en una casita cercana al mar y fuimos muy felices el tiempo que aquello duró. Desde primeras horas trabajábamos en un laboratorio que nos habíamos preparado ex profeso y desde él se podía contemplar la extensión marina en toda su plenitud. Peter se quedaba extasiado contemplando la singladura de las olas, su fuerza, su poder de seducción. Y entonces nos abrazábamos y nuestros líquidos se unían en una perfecta simbiosis. Aquí debía de estar el milagro, decía misteriosamente, en nuestra saliva llena de sentimiento y de amor.

  
                             
 

Estábamos contemplando una puesta de sol en el lago y los rayos se reflejaban en él provocando una extraña sinuosidad de colores y matices fantasmagóricos.

 
  

Antes de aquel suceso, en los días precedentes, andaba frenético, entusiasmado. Por la noche, lo oía como chapotear en la cama y, cuando lo despertada inundado en sudor, me decía que se había soñado agua. Que también los sueños son agua porque pueden ser vida.

—¿Y la muerte? —le preguntaba.

—Ahí está mi secreto, descubrir su metamorfosis en agua —y sonreía como un niño travieso.

El día que sucedió aquello me dijo que saliéramos de excursión al lago donde de vez en cuando acampábamos. Hacía un tiempo primaveral y llegamos muy de mañana. Lo percibía feliz. A cada instante, se acercaba y me besaba. Sabía que estaba enamorado y en sus gestos, en su mirada luminosa percibía ese sentimiento profundo. De modo que solo ahora puedo comprender el sentido de sus palabras cuando dijo: «Llegó el día».

Estábamos contemplando una puesta de sol en el lago y los rayos se reflejaban en él provocando una extraña sinuosidad de colores y matices fantasmagóricos. Nos besamos profundamente, un beso que duró mucho tiempo, mientras el sol nos adentraba extrañamente en el agua y yo percibía que él cada vez se hacía más acuoso. Así que, cuando traté de darme cuenta de hasta dónde había logrado darle sentido a su existencia, yo me hallaba en mitad del lago y solo tenía entre mis manos su camisa. Había desaparecido. Lo había logrado. Había dado sentido último a su existencia. Ya era agua.

   

   

     

   

   

FRANCISCO MORALES LOMAS (Campillo de Arenas, Jaén, 1957). Licenciado en Filosofía y Letras y doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Granada. Licenciado en Derecho por la Universidad de Málaga. Profesor de la Universidad de Málaga y catedrático de Lengua y Literatura Españolas.

Poeta, narrador, dramaturgo, ensayista, columnista y crítico literario, ha publicado una cincuentena de títulos hasta el momento, y traducido a varios idiomas.

Ha participado como ponente en congresos de literatura española nacional e internacional e incluido en varios estudios de literatura contemporánea: Poesía española (1975-2001) (Ed. Aljaima), de Alberto Torés; Literatura en Andalucía. Narradores del siglo XX (Consejería de Educación y Ciencia), de Varios Autores; y 21 de Últimas. Conversaciones con poetas andaluces (Ed. Huebra), de Rafael Vargas. Ha sido finalista del «Premio Nacional de Literatura (Ensayo)» en 2006 con la obra Narrativa andaluza fin de siglo, y en los años 1998, 1999 y 2002, finalista del «Premio Nacional de la Crítica» con Aniversario de la Palabra, Tentación del aire y Balada del Motlawa; finalista también en 1998 del «Premio Andalucía de la Crítica».

Su labor en el ámbito de la literatura ha sido reconocida con el «Premio Joaquín Guichot» de la Consejería de Educación y Ciencia de la Junta de Andalucía, el «Premio de Periodismo» del Ministerio de Economía, el «Premio Doña Mencía de Salcedo» (Teatro) y un Accésit del «Premio Internacional de Teatro Moreno Arenas».

Presidente de la Asociación Andaluza de Escritores y Críticos Literarios. Presidente del jurado que concede el Premio Andalucía de la Crítica. Vicepresidente de la Asociación Andaluza de Dramaturgos, Investigadores y Críticos Teatrales. Vocal de Literatura en el Ateneo de Málaga.

Podéis conocer sus últimas creaciones a través de su web «MORALESLOMAS» y el blog «MORALESLOMAS».

 

 

 

    

    

GIBRALFARO. Revista de Creación Literaria y Humanidades. Publicación Trimestral de Cultura. Año XII. II Época. Número 79. Enero-Marzo 2013. ISSN 1696-9294. Director: José Antonio Molero Benavides. Copyright © 2013 Francisco Morales Lomas. © Las imágenes, extraídas a través del buscador Google de diferentes sitios o digitalizadas expresamente por el autor, se usan exclusivamente como ilustraciones, y los derechos pertenecen a sus creadores. Diseño Gráfico y Maquetación de la edición en CD: Antonio M. Flores Niebla. Depósito Legal MA-265-2010. © 2002-2013 Departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura. Facultad de Ciencias de la Educación. Universidad de Málaga.