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Hola, querido cuevacho/a, tú no me conoces personalmente,
pero has oído hablar de mí. Te han contado tantas y tantas
cosas, y tan diversas, que puede que estés confundido/a. Te
hablaron de diablos y demonios que vivían en la cueva, de
guardianes de tesoros escondidos en sus profundidades, de un
personaje extraño que deambulaba a determinadas horas por el
pueblo, de aspecto sombrío y circunspecto, con sombrero
calado y oscuro ropaje camino de la sierra.
Pero todo ello no es más que manifestaciones fantasiosas de
la gente que me fue viendo según su propia percepción, su
fantasía, como un espejismo surgido de sus miedos y
supersticiones. Yo existo, pero soy otra cosa, soy el
espíritu de la tierra, ubicado en la sierra, que habita en
la Cueva Belda. No te sorprendas ni te maravilles, porque te
lo voy a explicar.
Empezaré diciéndote que la naturaleza es la madre de la
vida, la tierra es lo que la alimenta... y eso tú lo sabes y
lo ves en el día a día. El cielo cargado de nubes permite
que el agua riegue las cosechas, que la tierra, conjugando
el agua y el sol, haga crecer la vida de las plantas para
alimentar a una infinidad de seres que, luego, serán
nutrientes de otros, dentro de la escala alimentaria, hasta
llegar al ser humano, que es omnívoro. Por tanto, la tierra
es la madre de la vida y, como buena madre, vela por sus
hijos.
Yo soy el espíritu de la tierra, de vuestra madre, que
vigila y os protege de los males, que vive para alimentaros
en una perfecta armonía ecológica. Soy viejo, por no decir
antiguo, como es lógico. Fui testigo de miles de aventuras
de vuestros ancestros, porque Cuevas de San Marcos es un
pueblo surgido de la sierra, de la Cueva Belda. Ahí
habitaron los primeros seres humanos, el hombre primitivo,
que buscó refugio en la propia cueva para crecer y
desarrollarse, como el niño se nutre y alimenta en el útero
materno. La cueva es ese útero que dio a luz a los ancestros
de Cuevas, donde vivieron protegidos de alimañas y
depredadores, mientras vigilaban el paso de las manadas de
animales expuestos para la caza.
Allá se tallaban las flechas y hachas de sílex como armas
defensivas y de caza, vivía la tribu con todos sus
componentes, se guardaban y aderezaban los alimentos y se
hacían los ritos para invocar a los espíritus protectores y
alejar a los maléficos. Yo, siempre, estuve presente para
protegerlos. |
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Yo existo, pero soy otra cosa, soy el espíritu de la tierra, ubicado en la sierra, que habita en la Cueva Belda. No te sorprendas ni te maravilles, porque te lo voy a explicar. |
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Luego fueron viniendo otras tribus y pueblos diversos que
lucharon entre ellos por dominar la zona. Descubrieron el
cultivo de la tierra en Los Llanos, rico lugar de abundante
agua, y fueron domesticando animales para asegurar su
alimento. Pasaron de sus rústicas armas a otras más
sofisticadas, hachas, lanzas, arcos y flechas, espadas,
etc., de la piedra al bronce y luego al hierro, siendo cada
vez más mortíferas.
Os contaré que, desde la sierra, fui observando invasiones y
batallas. La civilización más importante que pasó por estos
lugares en la Edad Antigua fue la romana. El Imperio romano
se extendió por toda la península al derrotar a los
cartagineses, y se adueñaron de estas tierras, que eran
ricas en minerales como hierro, plata, cobre y oro, que
arrastraba en su corriente el río Sigiles (Genil), en forma
de pepitas. Fue un tiempo de prosperidad para los hijos de
la sierra.
Cuando el Imperio romano cayó tras las invasiones bárbaras,
esta tierra fue tomada por los conquistadores germanos,
siendo los vándalos los que pasaron por la zona para después
acabar en África, dejando este espacio a los visigodos.
Luego, allá por los años 711 a 718, vi asentarse a los
árabes. Habían roto la defensa del rey visigodo Don Rodrigo
en la batalla del Guadalete y se fueron expandiendo por toda
la península sin demasiada resistencia, salvo al norte.
Intensa fue la vida en esos tiempos. Fueron años de
asentamiento y dominio del lugar por gente venida de otros
lares, que traían otra fe y cultura.
Más tarde, en el siglo X, los árabes tuvieron una “guerra
civil” o rebelión. Omar ben Hafsum, nacido en Parauta, una
aldea pequeñita enclavada en el corazón de la Serranía de
Ronda, acaudilló un importante ejército de descontentos con
el emir de Córdoba y su gobernanza, llegando, incluso, a
poner en peligro al propio emir Abderramán III, que
posteriormente proclamaría el Califato de Córdoba.
En estos tiempos se produjeron los hechos más lastimosos,
sangrientos y tristes de la historia de la ciudad de Belda,
ubicada a lomos de la sierra, donde convivían musulmanes y
cristianos. ¡Ay, cuánto sufrí con esta guerra! El ejército
del emir cercó la fortaleza de Belda y pidió su rendición;
les dio la oportunidad, a sus habitantes, de salir y salvar
la vida, amenazando con pasar a cuchillo a los que se
resistieran. Salieron los musulmanes y quedaron los
seguidores de Omar dispuestos a dar la batalla. Fue un
asalto cruento y terrible, un asedio por sed y hambre, que
acabó con la entrada del ejército del emir dando muerte a
todos los habitantes, mujeres, ancianos o niños. |
Posteriormente, y hasta 1212, en que los cristianos ganan la
batalla de las Navas de Tolosa, una relativa paz reinó por
estos lares. A partir de aquí, los cristianos fueron
conquistando el Sur y practicando la guerra de razias e
incursiones para diezmar el poder de los reinos musulmanes.
Los últimos reyes de la Casa de Borgoña y los primeros
Trastámara fueron arrebatando territorio a los musulmanes,
conquistando sus ciudades y campos o haciéndolos vasallos y
tributarios.
Todo concluye en otro momento de duelo y sangre en que Belda
es conquistada e incorporada por Pedro de Narváez a la
ciudad de Antequera. Una vez más vi y viví la guerra, y
cómo mis hijos de Belda sufrían de penalidades y muerte. En
1424, reinando Juan II, Belda es atacada y destruida para
evitar nuevos asentamientos que la repoblaran, pasando a ser
una mera dehesa antequerana. Perdió su identidad y se diluyó
en la administración de Antequera, como una pedanía de esa
poderosa ciudad, siendo identificada como Cuevas Altas.
En los siglos XVI al XVIII se fue repoblando y creciendo,
algo olvidada y anclada a la falda de la sierra. Cuevas
Altas crecía y su fe cristiana se afianzaba, construyendo su
iglesia de San Marcos y pasando a tomar el nombre de su
patrón, convirtiéndose en Cuevas de San Marcos con su
independencia de Antequera.
Múltiples leyendas fueron arropando la consolidación
cristiana. Una de ellas, tal vez la más conocida y
divulgada, fue la del demonio de la cueva, que todos
conocéis. Un intrépido fraile se le enfrentó y lo mandó al
averno exorcizándolo con una jaculatoria y sellando el acto
al atar un jaramago a la entrada de la cueva. Se comentan
tantas cosas y fábulas respecto al asunto, que sólo
vosotros, como hijos de la villa, conocéis detalles
transmitidos de padres a hijos a través de la palabra. Yo,
desde mi atalaya, viví tantas cosas, unas veces verdad y
otras inventadas, que no podría describirlas en tan poco
tiempo. El demonio de la Cueva Belda nunca existió, sólo es
una leyenda que fortalece la fe de los cristianos y que
embellece la devoción a su patrón, San Marcos, al atar los
jaramagos, los romeros, el 25 de abril. |
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Vista parcial de
Cuevas de San Marcos. El pueblo donde nació el
autor de este escrito y de quien ahora lo
publica. El color grisaceo de la foto representa
al pueblo tal como muchos lo conocimos en otra
época y tal como queremos recordarlo. |
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Al fin, en 1806, Cuevas Altas encuentra la
liberación de Antequera. Ahora, Cuevas de San
Marcos, inicia su singladura desde su propia
identidad. Crea su ayuntamiento y son sus
regidores los propios hijos del pueblo, sin
escapar de los avatares que sufrió nuestra
España en el siglo XIX.
Con el siglo XX, vuelvo a sufrir con la suerte
de los hijos de la sierra. Se vivieron momentos
difíciles y una guerra civil volvió a sembrar de
dolor y sangre los campos y casas de mi pueblo.
Digo mi pueblo, porque sois hijos de la Cueva
Belda, de la sierra del Camorro, que veló por
vosotros y sufrió con vuestro sufrir, de lo cual
yo fui testigo al encarnar el alma de esa
tierra, el maternal espíritu de la cueva que os
vio nacer desde tiempo inmemorable.
Ahora, en el siglo XXI, las cosas pueden cambiar
y yo os exhorto a procurarlo. Sembrad los
valores que dignifican a los seres humanos.
Llenaos de humanismo y de concordia para que la
paz y el amor reinen en vuestras casas, para que
la comprensión y la armonía os permitan ser
felices y yo pueda dormitar al fondo de la cueva
sin preocupaciones por vuestro futuro y buen
gobierno, descansando en paz, como todo buen
espíritu merece.
Que San Marcos os siga protegiendo. Que la
armonía del cosmos os inunde… Y recordad, sois
hijos de la tierra, de la sierra; y la Cueva
Belda es el útero materno que os dio a luz, en
la prehistoria, para crecer y desarrollaros como
seres humanos. Yo, el espíritu de la Madre
Tierra, seguiré velando por vosotros. |
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Antonio
Porras
Cabrera
(Cuevas
de
San
Marcos,
Málaga,
1951),
como
tantos
otros
jóvenes
de
la
época,
emigra
en
1967
a
Barcelona,
donde
compatibiliza
el
trabajo
con
los
estudios
nocturnos
de
bachillerato
en
el
colegio
de
los
Jesuitas
de
calle
Caspe
y,
posteriormente,
de
enfermería,
obteniendo
el
título
de
ATS
en
el
año
1977,
año
en
que
se
traslada
a
Málaga
y
sigue
compatibilizando
el
trabajo
con
los
estudios.
En
la
Universidad
de
la
capital
malagueña
convalida
el
título
de
ATS
por
el
de
Diplomado
en
Enfermería,
a la
vez
que
se
especializa
en
ATS
Psiquiátrico.
Más
tarde,
se
licencia
en
Psicología
y
completa
los
cursos
de
doctorado.
En
este
campo
cabe
destacar
su
activa
participación
en
la
reforma
psiquiátrica
de
Andalucía
de
finales
de
los
años
70 y
principio
de
los
80,
desarrollando
los
sistemas
de
atención
de
enfermería
en
la
Psiquiatría
Comunitaria,
integrado
en
los
equipos
multidisciplinares.
Ha
ejercido
durante
muchos
años
como
enfermero
en
el
Servicio
Andaluz
de
Salud,
donde
ha
ocupado
distintos
cargos
en
el
campo
asistencial
y de
gestión
como
supervisor
general
y
subdirector
de
enfermería.
Igualmente,
ha
tenido
una
intensa
actividad
docente
en
la
Universidad
de
Málaga,
en
la
que
ha
sido
profesor
titular
en
la
Escuela
Universitaria
de
Ciencias
de
la
Salud,
de
la
que
fue
subdirector.
Tras
su
jubilación,
sigue
con
su
actividad
docente
como
profesor
colaborador
en
la
Facultad
de
Ciencias
de
la
Salud.
Mantiene
una
actividad
muy
importante
en
el
campo
de
la
creación
literaria,
participando
en
numerosos
encuentros
de
grupos
poéticos
a
nivel
nacional
e
internacional
y
publicando
poemas
en
sus
antologías.
Escribe
habitualmente
en
su
blog
“Cosas
de
Antonio”
sobre
diferentes
temáticas,
como
ensayos,
reflexiones,
relatos,
crónicas
viajeras,
poemas,
etc.
Se
define
como
librepensador,
siendo
la
publicación
literaria
una
forma
de
expresar
ese
librepensar.
Ocasionalmente
ejerce
de
conferenciante.
En
la
actualidad
es
presidente
de
ASPROJUMA
(Asociación
de
Profesores
Jubilados
de
la
Universidad
de
Málaga).
Además
de
diversas
publicaciones
relacionadas
con
su
actividad
profesional
en
la
especialidad
médica
de
la
Psiquiatría,
es
autor
de
múltiples
publicaciones
de
diverso
género,
entre
las
que
cabe
citar:
Poesía:
Eclosión
(2013);
Cuevas
de
San
Marcos,
entre
fotos
y
versos
(2015),
UniVersos
en
papel
(2018)
y
Destellos
de
luna
clara
(2021).
Relatos:
Relatos
y
remembranzas
(2018).
Ensayos:
Microensayos
sobre
la
vida
y
las
ideas
(2018)
y
Reflejos
de
pensamiento
político
(2021).
Novela:
Micción
imposible,
novela
corta
bilingüe,
inglés-español
(2021).
Asimismo,
es
coautor
de
la
novela
Estupor.5
(2022),
un
interesante
experimento
literario
donde
cinco
autores
construyen
un
relato
novelístico
en
clave
de
thriller
a
modo
de
carrera
de
relevos.
En
2022
publica
Locos
de
desatar,
un
relato
sobre
sus
vivencias
durante
el
periodo
de
la
Reforma
Psiquiátrica
de
Málaga
(1977-87)
ya
aludida,
en
el
que
aflora
su
implicación
con
la
misma
y el
componente
ideológico
y
profesional;
una
narración,
en
primera
persona
que
pretende
expresar
las
vivencias
de
aquella
etapa
para
una
mejor
comprensión
de
las
jóvenes
generaciones
actuales.
Su
última
publicación
ha
sido:
Muy
reales
máximas,
aforismos
y
apotegmas
(2023),
una
recopilación
de
más
de
doscientos
pensamientos
o
aforismos.
Como
poeta,
ha
participado
en
24
antologías
y en
las
revistas
“Azahar”,
“Dos
orillas”,
“Sur.
Revista
de
literatura”,
“Álora
la
bien
cercada”
y
“Saigón”;
colabora
también
en
“Gibralfaro”
con
artículos
de
crítica
literaria
y de
cine.
Hasta
su
desaparición,
fue
columnista
del
periódico
digital
“El
Faro
de
Málaga”
y,
en
la
actualidad,
colabora
con
artículos
en
el
diario
malagueño
“La
Opinión
de
Málaga”.
Su
creación
literaria
ha
sido
reconocida
con
el
primer
accésit
de
relatos
por
la
Asociación
Malagueña
de
Escritores;
y,
en
otros
certámenes
poéticos,
ha
sido
distinguido
con
el
segundo
premio
“Poetas
de
Bailén”
y el
tercer
premio
“Olivo
Mítico”.
Ha
sido
miembro
consultor
de
la
“Cátedra
Francisco
Ventosa”
para
el
Fomento
y la
Difusión
de
la
Investigación
en
Cuidados
en
el
ámbito
de
la
Salud
Mental
Comunitaria
de
la
Universidad
de
Alcalá
de
Henares.
Ha
formado
parte
del
consejo
de
redacción
de
la
revista
“Presencia”
(Enfermería
de
salud
mental).
Forma
parte
de
numerosos
grupos
poéticos
en
las
redes
sociales,
donde
es
especialmente
activo,
con
varios
miles
de
seguidores.
Es
miembro
de
ACE-A,
Ateneo
de
Málaga,
AEESM,
ASPROJUMA,
CEDRO
y
Peña
Cultural
Flamenca
Juan
Casillas,
de
Cuevas
de
San
Marcos,
donde
organiza
el
Solsticio
poético.
Distinguido
como
Visitante
de
Honor
de
la
ciudad
de
Piriápolis
(Uruguay)
en
el
17.º
Encuentro
Poetas
y
Narradores
de
las
Dos
Orillas
y
7.º
Congreso
Americano
de
Literatura
(2018). |
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GIBRALFARO. Revista de Creación Literaria y Humanidades. Publicación Trimestral.
Edición no venal. Sección 6. Página 16. Año XXIV. II Época. Número 122.
Enero-Marzo 2025. ISSN 1696-9294. Director: José Antonio Molero Benavides. Copyright © 2024 Antonio Porras Cabrera.
© Las imágenes han sido aportadas por el autor del texto y se usan exclusivamente como ilustraciones. En todo caso, cualquier derecho
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corresponde a su(s) creador(es).
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