N.º 63

SEPTIEMBRE-OCTUBRE 2009

12

   

GIBRALFARO

  

MOMENTOS de la HISTORIA

   

   

   

   

   

LA DINASTÍA JULIA-CLAUDIA.

EL PRIMER IMPERIO

Por  María del Rocío Ruiz Gámez

A

 la muerte de Julio César (44 a. C.), único superviviente del primer triunvirato y aspirante a dictador vitalicio, comenzó de nuevo la lucha por el control del dominio político. Para evitar un vacío de poder en el gobierno de Roma, se formó entonces el segundo triunvirato (43 a. C.), integrado por Marco Emilio Lépido, Marco Antonio y Cayo Octavio, este último sobrino-nieto de Julio César. Como ya había sucedido durante el primer triunvirato, cada triunviro tenía una zona de influencia. Así, Sicilia y las provincias de África correspondieron a Lépido; las de Oriente, a Marco Antonio, y las de Italia, Galia e Hispania, a Octavio.

Sin embargo, aquel reparto pacífico del poder político no duró mucho tiempo, ya que Octavio no tardó mucho en percatarse de los peligros de segregación que entrañaba la división del poder sobre un territorio tan vasto como el que ya había alcanzado Roma e inició su lucha para controlar totalmente el poder del Estado.

Lépido abandonó voluntariamente la escena política en el año 36 a. C., dejando el poder de su parte en manos de Marco Antonio y Augusto. Pero las aspiraciones de Marco Antonio a emancipar su zona de influencia del resto de la República y formar un nuevo Estado junto con Cleopatra, la reina de Egipto, hizo que lo que en un principio se vislumbraba como una rivalidad personal por concentrar en una sola persona el poder se convirtiese en una guerra de secesión, que se veía inevitable en el año 32 a. C.

Octavio logró que el Senado declarase la guerra a Marco Antonio y Cleopatra, a los que venció definitivamente en la batalla de Accio (31 a. C.); de esta forma, el poder absoluto del Estado y del ejército quedaba en sus manos, y, con la política y la milicia a su disposición, el éxito de sus planes estaba garantizado. Con él y su familia iba a constituirse la dinastía Julia-Claudia al frente del Imperio.

    

Augusto y la fundación del Imperio

   
     

  

Cayo Julio César Octavio Augusto,

primer emperador de la dinastía Julia-Claudia.

   

Cayo Julio César Octavio asumió el poder de Roma el año 29 a. C. De manera muy generalizada entre los historiadores, se considera que es a partir de ese año cuando el Imperio queda fundado y que Octavio fue el primer emperador.

Antes que nada, conviene aclarar que la palabra ‘emperador’ no tenía entonces el mismo sentido que le atribuimos hoy. Dos son los matices que hay que evidenciar. Por una parte, en lo referente a la forma política del poder, un emperador no es lo mismo que un rey: en Roma, el rey heredaba de su padre (u otro familiar próximo) el poder del Estado, pero un emperador, no, al menos en los orígenes del sistema imperial romano. Y por otra, el término procede del nombre ‘imperator’, que hacía referencia, sencillamente, al grado de ‘comandante’, con un mando parecido al de su homónimo militar actual, ya que el ‘imperator’ romano sólo ostentaba el mando de una o varias legiones, pero nunca el de todo el ejército. Y así, muchos generales romanos fueron llamados ‘imperatores’, denominación que dejó de emplearse a partir de Octavio. A partir de él, sólo un hombre ostentaría cada vez ese título.

Dos años después (en el 27 a. C.), el Senado concede a Octavio el título de ‘Augusto’, índice indiscutible de la excepcional posición que había alcanzado el heredero de Julio César, formalizando de este modo el paso al Imperio y la superación definitiva de las estructuras republicanas, que habían entrado en una fase de franca decadencia. A la par, se le concede también el título de ‘Princeps’, es decir, Primer Ciudadano. Esta carrera imparable a la conquista del poder absoluto culmina cuando, en al año 10 a. C., se le concede el título de ‘Pater Patriae’ (Padre de la Patria). Cayo Julio César Augusto era ya el dueño absoluto de toda Roma. A partir de entonces, a Octavio se le conocerá como Octavio Augusto o, simplemente, como Augusto.

Aunque el Augusto mantuvo en vigor la constitución republicana hasta el año 23 a. C., en realidad el poder tribunicio y el imperium militar (o mando supremo sobre el Ejército) fueron revestidos con una autoridad muy similar a la real. Al menos en teoría, el Senado conservaba el control de Roma, de la península Itálica y de las provincias más romanizadas y pacíficas, mientas que las provincias fronterizas estaban a cargo de legados, nombrados y controlados directamente por Augusto.

Augusto conquistó, entre otros territorios, el norte de la Península Ibérica (19 a. C.), pacificó las provincias de Oriente y consolidó las fronteras del Imperio. Emprendió diversas campañas contra los germanos y a punto estuvo de someter todos los territorios situados al Este del Rin, sumando así toda Germania a dominio imperial, si las legiones romanas al mando del general Varo no hubiesen sufrido una severa derrota en la selva de Teotoburgo (9 a. C.), revés que obligó a establecer la frontera del Imperio, de manera definitiva, a lo largo del Rin.

La obra del primer emperador fue profunda y abarcó todos los ámbitos de la vida civil del Imperio: elaboró un sistema político en el que todo el poder se concentraba en el emperador y terminó de hecho con las magistraturas, si bien éstas continuaron manteniendo oficialmente la denominación y funciones que habían tenido en la época republicana; del mismo modo, el Senado perdió también su protagonismo y tuvo un poder más simbólico que real; reformó las estructuras sociales, afianzando la importancia de la moral pública; intentó combatir las costumbres licenciosas de la época y recuperó festividades religiosas que se hallaban en desuso, y estableció la ‘dinastía’ como forma sucesoria al trono del Imperio (que, posteriormente, a partir del año 96 d. C.), pasaría a basarse en el ‘sistema de adopción’. Augusto destacó también en el terreno de las obras públicas, como puede aún contemplarse en la zona del Foro romano, donde quedan muestras de diversas construcciones del periodo. Asimismo, fue una etapa dorada para las letras y las artes romanas, gracias a la ayuda de relevantes colaboradores, como, por ejemplo, Agripa, gran estadista, y Mecenas, memorable protector de artistas y literatos.

El periodo de gobierno de Augusto es conocido también como la Pax Augustea —la Paz de Augusto—, pues constituyó un periodo inusualmente pacífico, después de un siglo de constantes enfrentamientos internos y externos.

Al gobierno de Augusto, y de los emperadores que le sucedieron, desde Tiberio (14 d. C.) a Probo (muerto en el 283), se le designa con el nombre de ‘Principado’ (palabra derivada del título ‘Princeps’ concedido por el Senado), y, a partir del 284, ya con el emperador Diocleciano (284-313), pasa a llamarse ‘Dominado’ (de ‘Dominus’), ya que el emperador empezó a ser considerado como la encarnación del Estado y los ciudadanos pasaron a ser súbditos del emperador, al que llamaban ‘Dominus Noster’ (Nuestro Dueño).

La sucesión de Augusto experimentó sucesivas modificaciones a causa del prematuro fallecimiento de sus sucesores. Con el fin de garantizar el sistema sucesorio, el emperador nombró coherederos a Agripa Póstumo, tercer hijo de Agripa, su general más allegado, y a Tiberio, hijastro por su matrimonio con Livia, pero esta doble designación hizo que estallara la rivalidad entre ambos aspirantes.

La cuestión sucesoria quedó zanjada cuando Octavio Augusto fallece en Nola el año 14 de nuestra era y, antes de que tuviese lugar la asunción de poderes por los designados, Póstumo es víctima de una conspiración, probablemente auspiciada por Livia, quien dejó así expedito el camino al trono del Imperio a su hijo Tiberio como único titular.

    

Tiberio

A Augusto le sucedió en el trono imperial, en el 14 d. C., su hijo adoptivo Tiberio Claudio Nerón César, quien, en un principio, tuvo que hacer frente a la oposición de algunas legiones fronterizas que se oponían a su nombramiento.

   

     

Tiberio Claudio Nerón César

 
   

A consecuencia del ambiente conspirativo que se había instaurado en la corte imperial, Tiberio abandona Roma el 26 d. C. para retirarse, primero, a la región de Campania y, luego, a la isla de Capri. Como responsable de la marcha de los asuntos del Imperio quedó su favorito, el prefecto de la guardia pretoriana Lucio Elio Sejano, que estableció un gobierno de terror en la capital. La carrera de Sejano, sin embargo, no duró demasiado. En el año 31, el emperador descubre un complot tramado por éste para asesinarlo y hacerse con el trono, y manda ejecutarlo junto con sus partidarios.

Aunque su reinado fue menos brillante que el de Augusto, el poder de Roma siguió creciendo y afianzándose, pese a que durante dos décadas (las primeras) no se anexionaron nuevos territorios; es más, Roma se vio forzada a reprimir sublevaciones en las regiones de Panonia, Germania y Galia.

Tiberio actuó, durante el primer periodo de su reinado, como un gestor eficaz, mejorando los servicios civiles, imponiendo una disciplina estricta en el Ejército y reestructurando las finanzas del Imperio. Sin embargo, la política que siguió hasta el final de su vida fue considerablemente errática y la última época de su reinado estuvo marcada por continuas conspiraciones palaciegas y un elevado número de ejecuciones de cortesanos y antiguos partidarios.

El reinado de Tiberio coincidió con la crucifixión de un rebelde galileo, conocido como Jesús el Nazareno, que durante varios años predicó en Palestina y que acabaría dando origen a la religión cristiana, pero no hay constancia de que la noticia de estos sucesos llegara a Roma.

Tiberio vivió hasta el año 37, si bien los últimos años de su gobierno son poco reseñables, pues las enfermedades no paraban de acosar a menudo su castigado cuerpo de antiguo soldado de campaña.

   

Calígula

A Tiberio le sucedió su sobrino-nieto Cayo César Augusto Germánico, joven desequilibrado y falto de escrúpulos que convirtió el gobierno del Imperio en una sucesión de despropósitos.

   
     

  

Cayo César Augusto Germánico, que ha pasado a la Historia con el apodo de "Calígula".

   

Su padre, el famoso general Germánico, hizo que le acompañara, desde muy temprana edad, en sus expediciones militares por Germania, donde, para comodidad en sus desplazamientos, se aficionó a calzar las ‘caligas’ de los legionarios, quienes le dieron el apodo afectuoso de «Calígula» (el ‘Botitas’).

Si bien al principio se mostró clemente y generoso con el pueblo, una crisis mental que se apoderó de él a los seis meses de su entronización lo convirtió en un verdadero demente.

El conocido lema de «panem et circenses» (‘pan y circo’) alcanzó su cenit durante este periodo, pues Calígula organizó de manera continua espectáculos públicos para mantener alejado el peligro de revueltas.

Calígula dilapidó su fortuna, procedente, en gran medida, de las confiscaciones de bienes a que sometió a los miembros del Senado, quienes sufrieron de modo especial su desprecio e inquina. Por otra parte, en apenas cuatro años, esquilmó las arcas del erario imperial, acabó de manera violenta con la mayor parte de los miembros de la familia Julia-Claudia, y, entre otras excentricidades, nombró cónsul a su caballo Incitato y se proclamó dios con el mismo rango divino que las deidades del Olimpo.

Tal fue el grado de depravación alcanzado por Calígula que su propia guardia, al mando de Casio Querea, organizó una conspiración y lo asesinó en el año 41.

 

Claudio

Si bien la primera intención de los asesinos de Calígula no queda clara (parece que estaba en el ánimo de algunos conjurados restablecer la República), finalmente eligieron un nuevo emperador, en la persona de Tiberio Claudio Druso Nerón Germánico, tío del fallecido, hombre que padecía numerosas taras físicas, pero que poseía una mente despierta y notables conocimientos para la época.

   

     

Tiberio Claudio Druso Nerón Germánico

 
   

Durante su mandato, se completó la conquista de Britania hasta el límite con Caledonia, la actual Escocia (43 d. C.), una empresa iniciada 100 años antes por Julio César. Claudio continuó las obras públicas y las reformas administrativas iniciadas por César y Augusto y, en este sentido, fue uno de los mejores gobernantes de toda su dinastía.

No obstante, el gobierno de Claudio se resintió de la mala influencia ejercida por su entorno, pues, de acuerdo con los historiadores de la época, su esposa Mesalina tomó pronto las riendas de Roma, practicando el nepotismo y la extorsión a la clase patricia. Pese a todo, el reinado de Claudio fue un periodo próspero en términos tanto civiles como militares.

Además de Britania, Claudio incorporó como provincias romanas Mauritania, en el norte de África; Judea, en el Próximo Oriente; y Tracia, al norte de los Balcanes, afianzando el dominio del Imperio sobre casi todo el orbe conocido. Entre sus obras públicas más perdurables destaca el acueducto claudiano.

Su matrimonio con Mesalina acabó de forma dramática, pues en el año 48 ordenó su ejecución tras descubrir que le había sido repetidamente infiel. Después, contrajo matrimonio con su propia sobrina, Agripina la Menor, que ejerció sobre Claudio un influjo aún más dañino que su antecesora.

El propósito fundamental de la última esposa de Claudio se hizo evidente desde un principio: instalar a su propio hijo en el trono, para lo cual, primero, obligó a Claudio a desposar a su hija Octavia con Nerón, el hijo de Agripina y, luego, forzó al emperador a apartar del camino al trono a Británico, hijo de su matrimonio con Mesalina, y a designar en su lugar al psicológicamente inestable Nerón.

El matrimonio de la hija del emperador con Nerón y el designio de éste como sucesor al trono imperial, en el 53 d. C., dejó sellada la suerte de Claudio, que murió un año después, se supone que envenenado por Agripina.

La figura de Claudio, ridiculizada durante siglos a causa de sus deficiencias de su anatomía, ha experimentado una considerable revalorización en las últimas décadas, y la historiografía actual tiende a considerarlo un gobernante de notable perspicacia.

   
     

  

Nerón Claudio César Druso Germánico, último represen-tante imperial de la dinastía Julia-Claudia.

   

   

Nerón

Nerón Claudio César Druso Germánico inició su gobierno en el año 54 d. C. bajo los sabios auspicios del filósofo cordobés Lucio Anneo Séneca, y parecía que con él iba a iniciarse un periodo de prosperidad política y militar para Roma, pues, a ojos del Senado, se trataba de un joven sensible e inquieto.

Sin embargo, en poco tiempo dilapidó su crédito y comenzó a comportarse como un verdadero tirano; asesinó a todos sus rivales políticos (hermanastros, patricios, etc.) y, en el año 59, una vez se creyó afianzado en el trono, llegó a deshacerse, por métodos violentos, de su propia madre. Incluso el que había sido su preceptor y maestro, el propio Séneca, se vio obligado a suicidarse (año 65) por haber contrariado los deseos del emperador.

El incendio que sufrió Roma en el año 64, atribuido al capricho del propio emperador, que fue causa de la destrucción de diez de sus catorce distritos, y la posterior persecución organizada contra los cristianos, primera de la historia, han quedado como otros tantos desmanes de su gobierno. En el 68, el general Galba, al frente de un potente ejército, se subleva en la Galia, y Nerón, desesperado, se suicidó.

Con él termina el periodo de gobierno de la dinastía Julia-Claudia, quizá el más brillante, pero también uno de los más ajetreados de toda la historia romana.

   

   

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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María del Rocío Ruiz Gámez (Las Palmas de Gran Canaria, 1983). Titulada en Técnico Superior en Gestión Comercial y Marketing por el I. E. S. ‘Miguel Romero Esteo’ de Málaga y Diplomada en Maestro en Educación Primaria por la Universidad de Málaga, cursó los estudios de Magisterio en la Facultad de Ciencias de la Educación de esa universidad.

   

   

GIBRALFARO. Revista de Creación Literaria y Humanidades. Publicación Bimestral de Cultura. Año VIII. Número 63. Septiembre-Octubre 2009. ISSN 1696-9294. Director: José Antonio Molero Benavides. Copyright © 2009 María del Rocío Ruiz Gámez. © 2002-2009 Departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura. Facultad de Ciencias de la Educación. Universidad de Málaga.

   

   

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