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ESPAÑA, TRAS LA derrota en la contienda mundial de los
aliados y valedores del régimen, queda internacionalmente
aislada. El dictador se siente inseguro y encuentra en los
EE. UU. de América un nuevo valedor a cambio de un acuerdo
para instalar en el país bases militares norteamericanas, en
plena Guerra Fría, con el objetivo de neutralizar el poderío
militar y la influencia comunista de la URRS, su enemigo
común, lo que conlleva cierta apertura para una moderada o
simbólica adaptación al nuevo orden mundial. Se consigue, en
parte, con la entrada en la Organización de las Naciones
Unidas en diciembre de 1955, lo que da cierta aceptación
internacional al régimen.
A finales de los años cincuenta ya empiezan a aflorar
considerables brotes de disidencia política y una clara
tendencia, de gran parte del mundo intelectual, a confrontar
con el régimen, incrementándose a lo largo de los años
sesenta. La censura, en manos del clero y, sobre todo, de
ideólogos inconsistentes del sistema político, pasa de la
mano férrea a ser más condescendiente rayando, en ocasiones,
en lo absurdo. En cierto sentido despertaba la agudeza de
escritores y cineastas para conseguir burlarla, dándose
situaciones verdaderamente cómicas por la insolvencia y
obstinación del censor. Estamos, pues, en un contexto
dinámico, aunque muy sometido al absolutismo dictatorial del
régimen, que sigue sustentándose, en su esencia, en los
principios fundamentales del Movimiento Nacional.
En este contexto, Miguel Delibes empieza a desarrollar su
obra. De hecho, tras contraer matrimonio con Ángeles de
Castro (1946), inicia su carrera literaria y,
posteriormente, ejerce el periodismo en el diario “El Norte
de Castilla”, del que es nombrado subdirector en 1952. En
esa etapa comienza una amplia producción, llegando a
publicar, prácticamente, cada año una nueva obra: Mi
idolatrado hijo Sisí (1953), La partida (1954),
Diario de un cazador (1955), Un novelista descubre
América (1956), Siestas con viento sur (1957),
Diario de un emigrante (1958), La hoja roja
(1959), etc.
Tal vez su consagración definitiva en la narrativa española
de posguerra la consiguió con la publicación de El camino
(1950), donde narra el proceso que sufre un niño (Daniel) en
el descubrimiento de la vida y su infantil experiencia, en
un tránsito del campo a la ciudad, a la que ha de marchar
para estudiar bachiller por orden de su padre, en contra de
su deseo. Como curiosidad destacamos que el año en que nació
su hija, de nombre, precisamente, Camino, se llevó su novela
a la pantalla. |
Volviendo al contexto político y social, en ciertas esferas
de la intelectualidad existe la convicción y el propósito de
usar la literatura como un instrumento donde el narrador es
el testigo que denuncia la pobreza y la injusticia que
domina en los barrios bajos y las regiones más pobres y
miserables de España, lo que provoca la acción controladora
del censor para neutralizar ese discurso disidente, muy
contrario al oficial, sustentado desde los poderes del
Estado. La situación de represión y control de la libertad
expresiva daba mayor justificación a un modo realista de la
narrativa, adquiriendo esta una función documental,
informativa y difusora de la realidad social que pretendía
encubrir el régimen. Esta objetiva misión del compromiso
literario se sustenta en la convicción de que a la novela
corresponde informar, objetivamente, acerca de una realidad
silenciada por la prensa oficial.
En este sentido, en su obra, podemos vislumbrar un
compromiso ético con los valores humanos, la autenticidad y
la justicia social. Es un ejemplo de ingeniosa disidencia, a
pesar de haberse incorporado voluntario a las filas
nacionales para combatir en la guerra civil. Lo que le
lleva, en algunas ocasiones, a confrontar con los censores,
desarrollando el arte de burlar la censura. No obstante, al
considerarse un hombre del sistema, cuenta con amigos dentro
de ese ámbito, que le permite obtener con facilidad el visto
bueno a sus obras, al no ser sospechoso de rojo disidente,
lo que no le exime de tener algún que otro encontronazo con
ella, como ocurrió ya en 1949 por su obra Aún es de día,
dificultad extensible al ejercicio de su Cátedra de Historia
al explicar la Guerra Civil a sus alumnos. De hecho, sus
enfrentamientos con la censura se volvieron cada vez más
directos y frecuentes, situación que supo canalizar
adecuadamente manteniendo el espíritu de su creatividad. Su
responsabilidad en el diario también le ocasionó algún
quebradero de cabeza. |
Por tanto, no es Delibes un autor activo en la abierta
confrontación con el régimen, manteniendo su estatus social
y su prestigio dentro del mismo, lo que no quiere decir que,
a su manera, no sea crítico con él, pues no es impermeable
al ambiente de la época y a las novedades que se van
imponiendo. En su propia producción va implícita esa crítica
a través de la cruda exposición de una realidad que, por sí
misma, deja de manifiesto la injusticia y el despropósito
ideológico del régimen. Sin alinearse explícitamente con la
corriente neorrealista o el objetivismo narrativo, publica
en 1966 Cinco horas con Mario, una novela prodigiosa
y renovadora, que sorprende y deja admirados a los críticos,
ya que ofrece un realista retrato en negativo de la época,
contando con el amplio conocimiento de una sociedad donde
Delibes se movía a la perfección. Fernando Morán, en 1971,
se refería a Cinco horas con Mario como la más bella
y más terrible novela española de las dos últimas décadas.
La novela en sí muestra una originalidad sorprendente, ya
que rompe con el estilo clásico narrativo para ubicarnos en
una situación singular, donde, casi todo, se muestra a
través de los monólogos de Carmen, la esposa de Mario, que
permanece junto al féretro durante toda la noche, cumpliendo
con su deber de esposa, ya viuda, que acompaña a su marido
en el tránsito final.
A lo largo de sus monólogos, Carmen muestra la vivencia
íntima de una realidad de vida, en muchos aspectos
frustrante, donde va repasando la relación con Mario desde
el mismo momento en que comienzan sus primeros flirteos
amorosos, enmarcada en una sociedad sometida a
condicionantes políticos y religiosos que son la argamasa
que sustenta al sistema. En su discurso prevalecen las
sentencias y la exposición de ideas conforme a los
principios y valores que defiende el régimen. Machacona y
reiteradamente va juzgando la vida de su esposo, echándole
en cara todo aquello que la llevó a la frustración,
recriminándole o afeándole sus conductas disidentes o, al
menos, no muy afines al poder establecido.
El monólogo, expresado con cierta vulgaridad, propia de una
mujer de escaso nivel cultural, usa un sentido directo de
expresión orientado hacia Mario, donde, desde su sentimiento
de víctima entregada, conjuga la actitud maternal de esposa
sacrificada y dedicada a la familia, o el de madre solícita
y exigente con sus hijos y respetuosa con el marido, con un
proceder donde lanza puyas y reprocha al esposo por su
actitud en casi todos los aspectos de la vida y la relación
marital. Su crítica podría simbolizar el Juicio de Dios ante
la muerte del creyente, arrogándose ella el título de jueza,
que ejerce su función al amparo de la ley y el orden del
nacionalcatolicismo, donde se enmarca su propio credo y su
lealtad al régimen. |
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Miguel Delibes Setién, autor de la
novela objeto de nuestro estudio, había
nacido en Valladolid en 1920, donde también
falleció en 2010. Fue miembro de la Real
Academia Española desde 1975 hasta su
muerte, ocupando la silla «e», y su figura
ilumina la novelística española con títulos
tal celebrados como La sombra del ciprés
es alargada (1948), su primera novela;
La hoja roja (1959), Premio de la
Fundación Juan March; Las ratas
(1963), Premio de la Crítica; Los santos
inocentes (1981) y El hereje
(1998), que fue su último gran escrito. |
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Joseph Conrad, el escritor polaco afincado en Inglaterra a
finales del siglo XIX, sostiene que “el autor sólo escribe
la mitad de un libro. De la otra mitad debe ocuparse el
lector”; o sea, que el sentido final del mensaje que
transmite el autor está condicionado por la decodificación
que ejerza el lector según su criterio respecto al mensaje
y, cómo no, su nivel intelectual. En este caso, dado el
contenido ideológico y los cuestionables valores y
principios del sistema político, cabe aplicar con total
rotundidad ese apotegma, hasta tal punto que, según sea el
lector de la novela, tendrá más o menos consistencia la
argumentación de los monólogos. Este es uno de los factores
más llamativos de la obra, que tiene la habilidad de
expresar un panegírico, por boca de Carmen, que pudiera ser
interpretado como acertado para los adeptos al régimen y un
dislate para los críticos con el mismo, como ya se ha
referido.
Carmen es una mujer altiva y egocéntrica que se preocupaba
por su aspecto y presencia, pero, como mujer que presume de
casta y honesta, no abusa de potingues para resaltar su
belleza, sino que se apoya en los encantos que la naturaleza
le otorgó. Es bastante reiterativa la referencia a su “poitrine”,
término francés aplicado al busto, pero especialmente, en
este caso, a los pechos. Por ello, los hombres la miran y
piropean, lo que refuerza su valor como mujer virtuosa y
fiel a su marido. La mujer ha de despertar deseo en el
hombre, para, a través de resistir la tentación, confirmar
su virtud… “las santas feas no tienen ningún mérito y, por
tanto, no son tales santas”, expresa en uno de sus
monólogos.
Por otro lado, al ser mujer y sin estudios, no tenía voz ni
voto en su familia. Sin embargo, Mario era un intelectual,
un catedrático de instituto, además de escritor y reconocido
periodista, que se preocupaba de asuntos del intelecto, más
allá de lo meramente material. He ahí una de sus
frustraciones, al no haber conseguido el estatus quo que
ella debería disfrutar como esposa del catedrático; la
vivienda es pequeña, no tienen coche, el marido va en
bicicleta y no vestido en consonancia con su rol, etc.
Comparativamente, para ella, su familia es de más alcurnia
que la de Mario, cuyo padre era prestamista y de estirpe más
vulgar. En el fondo se casó con él porque lo vio tan poquita
cosa que se dijo, en un acto de soberbia, “este chico me
necesita”.
La novela se inicia con la familia en la casa y el féretro
expuesto, recibiendo las condolencias de los amigos y
conocidos que acuden ante la inesperada tragedia. Carmen, en
un estado casi de sopor, va viendo pasar a los visitantes
mientras le muestran su pesar por tan importante pérdida, a
la par que el narrador los va presentando y describiendo.
Sobresale la escena de su concuñada Encarna, viuda del
hermano de Mario, exteriorizando en exceso su dolor y
despertando en Carmen los celos que ya albergaba por la
relación que esta mantenía con su marido tras la muerte de
Elviro... “parecía que la viuda fuera ella”, le dice al ya
ausente Mario. |
A lo largo de la obra, Carmen toca casi todos los palos y
habla de la familia, de la relación de pareja, de
fidelidades y sexualidad, de su visión clasista de la
sociedad, de religión y política, de educación de los hijos,
del amor y del rol de la mujer en un contexto de virtuosa
honestidad y entrega a la familia, y va dejando perlas que
puntualizan su posicionamiento e ideas respecto a la vida,
la ética y moral, la obediencia y sumisión al sistema.
Veamos algunas:
Con relación a la familia plantea claramente la diferencia
entre la propia y la de Mario, realzando la suya y
denostando o descalificando a la de su marido. Exalta la
sabiduría y competencia de su padre, así como alude,
sistemáticamente, al buen criterio de su madre, mujer
ejemplar que siempre la cubrió de buenos consejos. Sin
embargo, describe la parte negativa de la familia de Mario,
donde su hermana no tiene mucho atractivo y es roñosa, como
su padre; aludiendo a su cuñada como un marimacho que
zarandeaba a su padre como si fuera un niño chico, cuando lo
cuidaba por estar imposibilitado, y se lo hacía todo encima…
lo que le sirve a Carmen Sotillo como excusa para no
implicarse en el cuidado del suegro, con Encarna bastaba y
sobraba; en este caso, pone también como ejemplo a su madre
que, antes de llegar a ese extremo, hubiera dejado de
alimentarse para morir y no pasar por esa vergüenza. De su
fallecido hermano Elviro dice que era poco hombre para
Encarna y, además, con ideas izquierdosas. Sin embargo, casi
no alude a su hermana, que marchó con un pintor deshonrando
a la familia, lo que significó un gran dolor para su madre,
del que, de alguna forma, ella asume la reparación con su
conducta ejemplar; de hecho, ella también fue objeto de
deseo del pintor italiano, pero no le dio pie a
extralimitarse, dada su honesta integridad. En el fondo
subyace un frustrado deseo de vivir la aventura de su
hermana, pero ella sólo se atreve a un beso de Paco, que la
hechizó con su coche y su porte, quedando, por tanto,
exonerada de culpa y de pecado. Veamos algunas de las frases
que merecen atención sobre este aspecto: |
• “Tu hermana no tiene mucho atractivo… y además es roñosa,
como tu padre…”.
• “¿Te imaginas un Sotillo en mono? Que me aspen si te
entiendo… que la vocación es muy respetable, de acuerdo,
pero hay vocaciones para pobres y vocaciones para gente
bien, cada uno en su clase…”. En respuesta a cuando Mario
comenta que si los hijos no quieren estudiar, que trabajen
con las manos.
• “…tu cuñada, cariño, es que es un marimacho”. Aludiendo a
Encarna, la cuñada viuda de Elviro, hermano de Mario.
• “…zarandeando a tu padre! Como un niño chico, Mario, no
digas, lo traía y lo llevaba y, luego, como él no notaba la
necesidad, qué olores, hijo mío, no salían ni con ozonopino,
que estaba aquella casa como una cochiquera”.
• “…y todavía tú que iba poco, y ¿a qué iba yo a ir si puede
saberse? Con Encarna bastaba y sobraba”.
• “…yo pienso que tu padre hubiera estado mil veces mejor
internado”.
• “…si mamá, que en paz descanse, hubiera llegado a los
extremos de tu padre, hubiese dejado de comer, me apuesto lo
que quieras, antes moriría de hambre que hacérselo, date
cuenta”.
• “Por la memoria que te hizo papá te dieron la plaza de
profesor”.
Como puede observarse, son un conjunto de “perlas” que
muestran su ególatra soberbia y su clasismo, donde va
dejando en evidencia a su marido y a la familia de este en
comparación con la solvencia y clase de la suya.
Con respecto a su relación de pareja, también aflora su
desacuerdo con la conducta de Mario, recriminándole
determinadas actitudes y desconsideración con su esposa. Se
infiere una relación matrimonial muy estructurada en los
principios y roles que determinaban el compromiso marital de
la época, donde la mujer, desde un segundo orden, cuida la
casa asumiendo el servilismo a sus hijos y marido, pero, en
este caso, y dada su clase, mediante una chica de servicio
que le da prestigio social a ella. El marido, con su estatus
social y su actividad profesional, es quien ha de colocar en
el nivel adecuado a la familia, cosa que ella le recrimina a
Mario por no haber respondido a las expectativas que se creó
con el matrimonio. Es clarificador el argumento que expone
para casarse con él; no se trata de amor, sino de lástima o
de compasión, de otorgarle el privilegio de su ayuda y
sostén para forjar una buena familia. He aquí algunas citas: |
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Fotograma (1/2) del célebre monólogo de la
adaptación que se hizo de la novela para su
representación teatral “Cinco horas con
Mario”, en la que la actriz Lola
Herrera da vida a Carmen Sotillo,
viuda de Mario, papel que interpretó
magistralmente durante más de 40 años.
(Imagen ©
Galería Madridiario, edición del
03/05/2016 ) |
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• “ese chico me necesita” por ti, lógico, y ella, “nena, no
confundas el amor con la compasión”, figúrate la pobre…”.
Frases entresacadas de una conversación con una amiga a la
que explica las causas por las que acepta su relación de
noviazgo.
• “…muchas poesías, pero para la novia la copla de siempre…
amor mío y cariño”. Reprochándole que nunca le dedicó un
poema de los que escribía.
• “Estoy solo, Carmen”, decía él en su depresión. “…¡Qué
enfermedad ni qué niño muerto! Los hombres os quejáis de
vicio… que somos unas tontas pendientes de vosotros…
Soberbios, que sois unos soberbios… que a ti te querría ver
yo con mis jaquecones, eso es sufrir… Si me devolvieran el
dinero de las medicinas, me compraría un Seiscientos”.
Comentario ante el sufrir de Mario en su depresión. El tema
del Seiscientos es recurrente. Una de sus frustraciones
básicas; una mujer de su estatus social debe tener al menos
un Seiscientos.
• “Mario, eres culillo de mal asiento, como tu hermano. El
espíritu de la contradicción”.
• “Que no conozco mujer que no haya influido menos en su
marido que yo”.
La relación de pareja queda marcada por los roles imperantes
de marido y mujer, pero donde no hay mucha comunicación,
como puede desprenderse de sus reproches a Mario, tal vez
por la diferencia en el nivel intelectual, posicionamiento
político y concepción del modelo social. En el proceso
evolutivo del desarrollo de la pareja y de la individualidad
de cada cual, no hay paralelismo, ya que ella sigue anclada
a los principios incuestionables del régimen, mientras él
sube al carro del proceso evolutivo que la sociedad inicia
desde el mundo intelectual.
Sobre la fidelidad y la sexualidad emite algunos juicios
interesantes, que la enmarcan en los principios que
establecía y defendía la Sección femenina, encargada de
conformar y adoctrinar a las mujeres en esos aspectos: |
• Ella es honesta, todos los hombres admiran su pechera, su
“poitrine”, y presume de ello, sin embargo él es inexpresivo
e indiferente a este encanto.
• A ella no le importa el sexo, pero le duele que él no la
busque en la cama, dejando de manifiesto que está en
disposición de cumplir con sus obligaciones conyugales, tal
como está establecido por la Santa Madre Iglesia. Además, es
mujer apetecible, como demuestran otros hombres, que la
piropean y la desean, descalificando así al marido que no se
siente estimulado por ella; si no hay sexo no es por su
culpa, sino porque él no la busca.
• “…mírame a mí, es que ni se me pasa ni por la imaginación…
porque ocasiones, ya ves Eliseo San Juan, qué persecución la
de ese hombre, “qué buena estás, qué buena estás, cada día
estás más buena””, le refiere a Mario remarcando sus
encantos, pero a la vez mostrando su férrea y fiel voluntad
que la reafirma como mujer decente.
• “Las santas feas no tienen ningún mérito y, por tanto, no
son tales santas”. En ese sentido, al considerarse atrayente
y objeto de deseo, su resistencia a la tentación refuerza su
virtud y honestidad.
• “Cuando dos hermanos habitan el uno junto al otro y uno de
los dos muere sin dejar hijos, la mujer del muerto no se
casará con un extraño; su cuñado irá a ella y la tomará por
mujer”. (Deuteronomio 25:5). “¡Ya decía yo! Desde el mismo
día que mataron a Elviro, Encarna andaba tras de ti, Mario,
eso no hay quien me lo saque de la cabeza”. Los celos sobre
su concuñada Encarna, afloran en más de una ocasión, incluso
apoyados en la propia Biblia.
• “Dios me perdone, pero para mí que Encarna se la jugaba,
ya ves tú, que Elviro era demasiado poco hombre para ella”.
Sin embargo, en otro instante la define como marimacho.
• En un momento dado, estando en la parada del Bus, su amigo
de juventud, Paquito, la invita a subir a su auto, un
flamante Tiburón con el que presume ante ella, y la conduce
a un pinar donde detiene el coche para “conversar…”.
Justifica su pasividad ante el beso que hubo en que Paquito,
con su verborrea, la hipnotizó; además, ampara el impulso
del amigo en la socialmente aceptada poligamia de los
hombres, sembrando la duda, incluso, sobre el mismo Mario:
“los hombres sois polígamos”.
• “No pasó nada con Paco, sólo un beso y me abrazó, pero no
pasó nada, te lo juro, pero mírame, no pasó nada, yo estaba
como hipnotizada, pero él un caballero... Pero mira, por
favor, Mario”, reiterando su exculpación… |
La sociedad, para ella, es clasista y así lo va mostrando en
su discurso reiteradamente, bien aludiendo al servicio, a
los pobres, a los locos, incluso al hábito o forma de
vestir. Sobre el servicio, reivindica la sumisión y el
agradecimiento de la criada por estar acogida y alimentada
en casa y critica sus conductas:
• “Antes, el servicio era más fácil… con veinte duros
estabas arreglada… esa es otra conquista de “El Correo” de
la que estaréis orgullosos, dichoso “Correo” que no sabe más
que calentar la cabeza de los pobres y ya estás viendo los
resultados, mil quinientas pesetas una criada… estas
mujeronas están destrozando la vida de familia… los bares,
los pantalones, van al cine a butacas como las señoras… a
veces me da por pensar que estas son señales del fin del
mundo y me da escalofríos”.
• “Que si la bomba atómica pudiera distinguir y matase sólo
a los que no tienen principios, el mundo quedaría como una
balsa de aceite”. Una terrible afirmación que muestra su
talante.
• “…porque emplear dinero en un manicomio nuevo es una
sandez, Mario, convéncete, ¿es que no te das cuenta del
derroche, de que es tirar el dinero? ¿qué sabrán esos
desgraciados, borrico, si el edificio es nuevo o viejo, si
hace frío o hace calor? Si estás en el manicomio, es porque
estás loco y si estás loco, es porque no te enteras de
nada”. Es su respuesta ante el apoyo de Mario, en “El
Correo”, a la construcción de un manicomio nuevo.
• “La caridad solo debe llegar donde no llega la justicia”.
Le recuerda el pataleo que se organizó en su conferencia,
cuando Mario defendió ese argumento, siendo, para muchos de
los asistentes, una frase disruptiva.
• “A los intelectuales deberían prohibirles ir a la playa,
que así tan flacos y eruditos, resultan más inmorales que un
bikini”. Recordando un día de playa y a la vista de los
cuerpos jóvenes y de Mario leyendo bajo la sombrilla.
• “Critican la ropa que llevas, si vas como un obrero
vestido te toman por obrero. El hábito no hace al monje,
pero ayuda”. Mario suele ir sin corbata, con jersey, y ella
lo desaprueba.
• “Si el talento no sirve para ganar dinero ya no es
talento”. Una afirmación que la posiciona en el materialismo
pragmático de una sociedad de ostentación, donde el dios
dinero es el valor principal.
Sus comentarios sobre política y autoridad dejan de
manifiesto un amplio anclaje de su adhesión a los principios
absolutistas del régimen y lo va manifestando, a lo largo de
sus monólogos, en forma de sentencia o axioma indiscutible. |
• “El mundo necesita disciplina y mano dura”.
• “Para que un país marche, disciplina cuartelera”.
• “… siempre ha de haber uno que diga esto se hace y esto no
se hace y ahora todo el mundo a callar y obedecer,
únicamente así pueden marchar las cosas”.
• “No le hables a un muchacho de la guerra, Mario, y yo sé
que la guerra es horrible, cariño, pero, al fin y al cabo,
es oficio de valientes”.
• “Te pegó por tu bien, como se hace a un niño para que
aprenda”. Ante una infracción y la discusión con un guardia,
este le dio un sopapo a Mario y ella le recrimina a él y da
la razón al guardia.
• “No me explico para qué piensan como si hubiera algo que
arreglar, pero yo no sé de nada que esté estropeado”. Alude
a un comentario de su amigo Armando.
• Entiende que, en su clase social, vale más pedir favores a
las autoridades para conseguir, por ejemplo, el piso, que
reunir los requisitos exigibles, es decir “bailarles al
agua”, porque el nepotismo funciona en este sistema que
premia a su gente y los atrapa con favores, por lo que si te
es concedido el favor confirman que eres de los suyos y
estás comprometido con la causa, cosa que él detesta.
En cuanto a la religión y la sumisión al credo católico,
deja también, algunas consideraciones que merecen reflexión:
• “… de los españoles… no hay país en el mundo que nos
llegue a los talones… “máquinas, no; pero valores
espirituales y decencia para exportar””. “… que somos los
más católicos del mundo y los más buenos…”.
• “…lo que no se puede es enmendar la plana al
Todopoderoso… ¿Es que también era mala la Inquisición,
botarate?... el mundo necesita autoridad y mano dura…”, “es
preciso callar y obedecer, siempre, toda la vida, a ojos
cerrados, que buena perra habéis cogido con el diálogo…”.
• “En España todos católicos a machamartillo… no como esos
extranjerotes que ni se arrodillan para comulgar ni nada…”.
“Todo esto de las playas y el turismo está organizado por la
Masonería y el Comunismo para debilitar nuestras reservas
morales”.
• “Cáritas, por mucho que tú la defiendas, lo que ha hecho
es impedirnos el trato directo con el pobre y la oración
antes de óbolo, que yo recuerdo con mamá, antiguamente,
rezaban (los pobres) con toda devoción y besaban la mano que
los socorría”. He aquí una perla, en su opinión, sobre
Cáritas y su intrusismo en el ejercicio individual de la
caridad como acto reparador del alma. |
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Fotograma (2/2) de
“Cinco
horas con Mario”.
(Imagen ©
Galería Madridiario, edición del
03/05/2016 ) |
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Finalmente, vemos algunas de sus apreciaciones sobre la
educación y el saber, sobre los libros y la necesidad de
desarrollo académico e intelectual de la mujer y el rechazo
al mundo de la intelectualidad, para concluir con una
singular descripción del ideal de la feminidad.
• “La instrucción, en el colegio; la educación, en casa”.
• “Mira Mario, veintidós años y todo el día de Dios leyendo
o pensando, y leer y pensar es malo, cariño, convéncete…”.
“… la mayor parte de los chicos son hoy medio rojos, que yo
no sé lo que pasa, que tienen la cabeza loca, llena de ideas
estrambóticas sobre la libertad y el diálogo y esas cosas de
que hablan ellos”.
• Sobre su hijo Mario: “...el día que le oí defender el
estado laico casi me desmayo”.
• “…por nada del mundo quisiera tener un hijo intelectual,
una desgracia así, antes que Dios se lo lleve, fíjate”.
• “Tanto librote si no son más que almacenes de polvo como
yo digo”.
• “Eso sí para libros siempre había dinero, en cambio un
Seiscientos, ya ves que cosa más tonta, un lujo”.
• “Los hijos mientras estén conmigo han de pensar como yo
mande”.
• “¿Para qué va a estudiar una mujer? Una mujer que va a la
universidad es un marimacho, sin femineidad”.
• “Saber pisar, saber mirar y saber sonreír, no cabe resumir
el ideal de la feminidad en menos palabras”.
Concluyo mis alusiones al contenido de su monólogo con esta
parte final, donde ella le refiere que, sin decirle nada a
él, tomó una cuartilla escrita de su puño y letra y la
entregó a la grafóloga del periódico, para someterla a su
experta opinión, con objeto de establecer su perfil
personal: |
•
“…y no es que lo diga yo, que ya lo dijo, y bien claro,
Gardenia, ¿recuerdas?, la grafóloga que hubo en “El Correo”
antes de venir don Nicolás, cuando “El Correo” se podía
leer, que daba gusto, pues la mandé una cuartilla tuya sin
que lo supieras, y te retrató… la misma Valen, ya ves, hija,
es que le retrata, tronchada, y venga de leerlo,
«perseverante, idealista y poco práctico; alimenta ilusiones
desproporcionadas», ¿qué te parece?, tú pon testarudo, donde
dice «perseverante», iluso donde dice «idealista» y holgazán
donde pone «poco práctico» y tendrás tu ficha completa…”. Si
mutamos los calificativos por los que ella propone, su
perfil quedaría así: “testarudo, iluso y holgazán; alimenta
ilusiones desproporcionadas”. Es un buen resumen de lo que
ella piensa de Mario.
Indudablemente, la obra está cargada de una fina ironía
crítica, de ingenio y sagacidad, que revierte el contenido
de los monólogos de Carmen haciendo de Mario un buen hombre,
como ya se ha referido. Es una novela que te otorga gran
libertad interpretativa. Incluso una segunda lectura, al
cabo de un tiempo, te permite detectar nuevos matices no
percibidos antes. Tal vez, esos matices, no estén tanto en
la novela como en el cambio perceptivo del propio lector
que, a lo largo de los años, ha ido mutando en su personal
proceso evolutivo, modificando los esquemas y su
posicionamiento con respeto a la temática que nos muestra el
libro. |
En mi caso, la lectura primera, allá por finales de la
década de los sesenta, si no recuerdo mal, significó un
latigazo emocional para un joven que se iniciaba en los
nuevos pensamientos sociales y políticos, pues confrontaba
los principios y valores que sustentaban el viejo sistema
con la nueva concepción de los tiempos, mas el impacto no
era por lo que decía, sino por cómo lo decía y quién lo
decía, ridiculizando al régimen a través de una línea
argumental inconsistente elaborada por una incondicional, lo
que en sí mismo significaba una transgresión del ayer para
romper con ese anacrónico pasado. Ello me desvió aún más de
cualquier argumento que hilvanara al sistema político
imperante.
Hoy, en esta lectura desde el sosiego crítico, me deleito y,
desde la distancia cronológica, resulta desvestida de las
emociones puntuales que viví en aquella ocasión, para
otorgarle el valor que se desprende de una madurez personal
que condiciona y cualifica la percepción y el análisis de la
obra en su componente histórico. A esto, en cierto sentido,
me refería con la alusión a la frase de Joseph Conrad: “…De
la otra mitad del libro debe ocuparse el lector”. Pero el
lector de hace cincuenta años ya no es el mismo lector que
ahora y la obra tampoco es la misma, al menos en lo
referente al aspecto interpretativo de ese lector. En todo
caso, será interesante, querido lector, cómo escribes tú esa
segunda parte que te corresponde cuando leas la novela. |
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Antonio
Porras
Cabrera
(Cuevas
de
San
Marcos,
Málaga,
1951),
como
tantos
otros
jóvenes
de
la
época,
emigra
en
1967
a
Barcelona,
donde
compatibiliza
el
trabajo
con
los
estudios
nocturnos
de
bachillerato
en
el
colegio
de
los
Jesuitas
de
calle
Caspe
y,
posteriormente,
de
enfermería,
obteniendo
el
título
de
ATS
en
el
año
1977,
año
en
que
se
traslada
a
Málaga
y
sigue
compatibilizando
el
trabajo
con
los
estudios.
En
la
Universidad
de
la
capital
malagueña
convalida
el
título
de
ATS
por
el
de
Diplomado
en
Enfermería,
a la
vez
que
se
especializa
en
ATS
Psiquiátrico.
Más
tarde,
se
licencia
en
Psicología
y
completa
los
cursos
de
doctorado.
En
este
campo
cabe
destacar
su
activa
participación
en
la
reforma
psiquiátrica
de
Andalucía
de
finales
de
los
años
70 y
principio
de
los
80,
desarrollando
los
sistemas
de
atención
de
enfermería
en
la
Psiquiatría
Comunitaria,
integrado
en
los
equipos
multidisciplinares.
Ha
ejercido
durante
muchos
años
como
enfermero
en
el
Servicio
Andaluz
de
Salud,
donde
ha
ocupado
distintos
cargos
en
el
campo
asistencial
y de
gestión
como
supervisor
general
y
subdirector
de
enfermería.
Igualmente,
ha
tenido
una
intensa
actividad
docente
en
la
Universidad
de
Málaga,
en
la
que
ha
sido
profesor
titular
en
la
Escuela
Universitaria
de
Ciencias
de
la
Salud,
de
la
que
fue
subdirector.
Tras
su
jubilación,
sigue
con
su
actividad
docente
como
profesor
colaborador
en
la
Facultad
de
Ciencias
de
la
Salud.
Mantiene
una
actividad
muy
importante
en
el
campo
de
la
creación
literaria,
participando
en
numerosos
encuentros
de
grupos
poéticos
a
nivel
nacional
e
internacional
y
publicando
poemas
en
sus
antologías.
Escribe
habitualmente
en
su
blog
“Cosas
de
Antonio”
sobre
diferentes
temáticas,
como
ensayos,
reflexiones,
relatos,
crónicas
viajeras,
poemas,
etc.
Se
define
como
librepensador,
siendo
la
publicación
literaria
una
forma
de
expresar
ese
librepensar.
Ocasionalmente
ejerce
de
conferenciante.
En
la
actualidad
es
presidente
de
ASPROJUMA
(Asociación
de
Profesores
Jubilados
de
la
Universidad
de
Málaga).
Además
de
diversas
publicaciones
relacionadas
con
su
actividad
profesional
en
la
especialidad
médica
de
la
Psiquiatría,
es
autor
de
múltiples
publicaciones
de
diverso
género,
entre
las
que
cabe
citar:
Poesía:
Eclosión
(2013);
Cuevas
de
San
Marcos,
entre
fotos
y
versos
(2015),
UniVersos
en
papel
(2018)
y
Destellos
de
luna
clara
(2021).
Relatos:
Relatos
y
remembranzas
(2018).
Ensayos:
Microensayos
sobre
la
vida
y
las
ideas
(2018)
y
Reflejos
de
pensamiento
político
(2021).
Novela:
Micción
imposible,
novela
corta
bilingüe,
inglés-español
(2021).
Asimismo,
es
coautor
de
la
novela
Estupor.5
(2022),
un
interesante
experimento
literario
donde
cinco
autores
construyen
un
relato
novelístico
en
clave
de
thriller
a
modo
de
carrera
de
relevos.
En
2022
publica
Locos
de
desatar,
un
relato
sobre
sus
vivencias
durante
el
periodo
de
la
Reforma
Psiquiátrica
de
Málaga
(1977-87)
ya
aludida,
en
el
que
aflora
su
implicación
con
la
misma
y el
componente
ideológico
y
profesional;
una
narración,
en
primera
persona
que
pretende
expresar
las
vivencias
de
aquella
etapa
para
una
mejor
comprensión
de
las
jóvenes
generaciones
actuales.
Su
última
publicación
ha
sido:
Muy
reales
máximas,
aforismos
y
apotegmas
(2023),
una
recopilación
de
más
de
doscientos
pensamientos
o
aforismos.
Como
poeta,
ha
participado
en
24
antologías
y en
las
revistas
“Azahar”,
“Dos
orillas”,
“Sur.
Revista
de
literatura”,
“Álora
la
bien
cercada”
y
“Saigón”;
colabora
también
en
“Gibralfaro”
con
artículos
de
crítica
literaria
y de
cine.
Hasta
su
desaparición,
fue
columnista
del
periódico
digital
“El
Faro
de
Málaga”
y,
en
la
actualidad,
colabora
con
artículos
en
el
diario
malagueño
“La
Opinión
de
Málaga”.
Su
creación
literaria
ha
sido
reconocida
con
el
primer
accésit
de
relatos
por
la
Asociación
Malagueña
de
Escritores;
y,
en
otros
certámenes
poéticos,
ha
sido
distinguido
con
el
segundo
premio
“Poetas
de
Bailén”
y el
tercer
premio
“Olivo
Mítico”.
Ha
sido
miembro
consultor
de
la
“Cátedra
Francisco
Ventosa”
para
el
Fomento
y la
Difusión
de
la
Investigación
en
Cuidados
en
el
ámbito
de
la
Salud
Mental
Comunitaria
de
la
Universidad
de
Alcalá
de
Henares.
Ha
formado
parte
del
consejo
de
redacción
de
la
revista
“Presencia”
(Enfermería
de
salud
mental).
Forma
parte
de
numerosos
grupos
poéticos
en
las
redes
sociales,
donde
es
especialmente
activo,
con
varios
miles
de
seguidores.
Es
miembro
de
ACE-A,
Ateneo
de
Málaga,
AEESM,
ASPROJUMA,
CEDRO
y
Peña
Cultural
Flamenca
Juan
Casillas,
de
Cuevas
de
San
Marcos,
donde
organiza
el
Solsticio
poético.
Distinguido
como
Visitante
de
Honor
de
la
ciudad
de
Piriápolis
(Uruguay)
en
el
17.º
Encuentro
Poetas
y
Narradores
de
las
Dos
Orillas
y
7.º
Congreso
Americano
de
Literatura
(2018). |
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GIBRALFARO. Revista de Creación Literaria y Humanidades. Publicación Trimestral.
Edición no venal. Sección 3. Página 15. Año XXIII. II Época. Número 120.
JuLio-Septiembre 2024. ISSN 1696-9294. Director: José Antonio Molero Benavides. Copyright © 2024 Antonio Porras Cabrera.
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