JULIO-SEPTIEMBRE 2017  

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Eros y cupiditas en Trilce IX, de César Vallejo:

un cántico de orfandad y una entrega imposible

   

  

Por  Carmen María López López

   

   

«El jabalí que con sus colmillos mató al bello joven Adonis

encarna un erotismo que se manifiesta como locura y

exceso. Se cuenta que, después de la muerte de Adonis,

el jabalí dijo que con sus “dientes erotizados” (erotikous

odontas) de ningún modo había pretendido causar daño

al cuerpo de Adonis, porque su propósito era acariciarlo.»

   

BYUNG-CHUL HAN, La agonía del eros (2014: 31).

  

  

1. INTRODUCCIÓN. UNAS NOTAS SOBRE LA POÉTICA DE CÉSAR VALLEJO

  

Quizá no haya otro poeta en la historia universal de la literatura que haya plasmado la orfandad con mayor fortuna que César Vallejo. Sus poemas son un canto a la soledad y al desarraigo, al deseo de entrega y a la imposibilidad de consumar esa entrega y, en definitiva, toda su poesía se corona como un cántico que universaliza la experiencia y soporta los embates del tiempo generación tras generación. Así pues, en este estudio se propone analizar el poema IX de Trilce, con el fin de vislumbrar cómo el poeta expresa esa imposible entrega carnal al otro:

    

Vusco volvvver de golpe el golpe.
Sus dos hojas anchas, su válvula
que se abre en suculenta recepción
de multiplicando a multiplicador,
su condición excelente para el placer,
todo avía verdad.

  

Busco volvver de golpe el golpe.
A su halago, enveto bolivarianas fragosidades
a treintidós cables y sus múltiples,
se arrequintan pelo por pelo
soberanos belfos, los dos tomos de la Obra,
y no vivo entonces ausencia,
ni al tacto.

  

Fallo bolver de golpe el golpe.
No ensillaremos jamás el toroso Vaveo
de egoísmo y de aquel ludir mortal
de sábana,
desque la mujer esta
¡cuánto pesa de general!

  

Y hembra es el alma de la ausente.
Y hembra es el alma mía.

  

                      (Vallejo, 1982: 125)

  

En este poema de Trilce IX, el sujeto lírico nos presenta el Eros en su dimensión más carnal (cupiditas). El deseo erótico del poeta es eterno. Si nos remontamos al referente mitológico, Eros era hijo de Caos, e iba acompañado de Hímero (el deseo). Por lo tanto, el tópico fundamental del poema es la búsqueda frustrada del Eros, la escisión de la unidad simbolizada, como veremos, en el número dos.

César Vallejo articula el poema en tres secciones diferenciadas, marcadas estructuralmente por las variantes ortográficas de los fonemas B y V, que harán procesar gradualmente el sentimiento del sujeto lírico, quien finalmente no hallará refugio en el Eros. La primera sección es la de la BÚSQUEDA (“Vusco volvvver”); la segunda, la de la SEPARACIÓN (“Busco vol ver”); y la tercera, la del FRACASO (“Fallo bolver”). El poema concluye con dos versos, que funcionan como síntesis epigramática, revelándonos el sentido último de esta composición poética, cerrando el  círculo de la carnalidad e introduciendo motivos etéreos, no tangibles: con la imbricación cuerpo-alma. Lo que visualmente más llama la atención es el juego con la consonante bilabial labiodental V, que, gráficamente, representa la vulva o sexo femenino. Así, podríamos establecer un contraste con el miembro viril de Trilce XX, que, mediante la A (mayúscula), representa el símbolo fálico: «Bulla de botones de bragueta, / libres, / bulla que reprende A vertical subordinada» (Vallejo, 1982: 132).

Las modificaciones gráficas tienen una función estructural, y, aunque Trilce IX no pretende ser un caligrama, lo cierto es que muchas de las claves interpretativas del poema se hallan, como veremos, en esas variantes ortográficas:

  

(Mujer)   V   A   (Hombre)

  

Dentro de la Poética del guarismo o del número, de capital importancia en Trilce, en este poema Vallejo se sirve del número 2 para simbolizar la búsqueda (del otro), la separación (del otro) y el fracaso (en la unidad con el otro).

En el acto del amor (único momento en que la búsqueda coincide con el encuentro) es cuando el vacío descubierto pretende ser llenado, aunque finalmente se nos diga: «Yo no vivo entonces ausencia / ni al tacto» (Vallejo, 1982: 125). Solo aquí el sujeto lírico podrá encontrar la unidad (en Trilce LXXI): «Nadie sabe mi merienda suculenta de unidad» (Vallejo, 1982: 171).

Pero la poética del número 2 se convierte en Trilce en una poética negativa. En la obra ensayística del escritor mexicano Octavio Paz, titulada El laberinto de la soledad, encontramos una definición del amor que podemos aplicar al sentido de Trilce IX. Para Octavio Paz, el amor es “la revelación de dos soledades”, de ahí que el amor sea también un acto antisocial, un acto que, al tiempo que reúne a los amantes en comunión carnal, los separa del resto, condenándolos a una soledad dual, en la que cada uno es ajeno de sí mismo y del otro (Paz, 1993:  342-347).

Esta poética del guarismo asociada al número 2 la encontramos también en Trilce V, cuando se nos dice “grupo dicotiledón o bicardiaco” (Vallejo, 1982: 122). Así, el número 2, aparentemente perfecto e indivisible, en César Vallejo nunca se consagra. Se convierte de nuevo en símbolo de la escisión, de la soledad, de la orfandad, del mundo descoyuntado.

En cuanto a aspectos formales, Vallejo no se atiene a patrones métricos. Se deja llevar intuitivamente en una poesía carente de rima, en la que encontramos versos de medidas diversas: alejandrinos, heptasílabos e incluso eneasílabos.

  

  
           
 

César Abraham Vallejo Mendoza (Santiago de Chuco, Chile, 1892 – París, 1938), poeta y escritor peruano autor de «Trilce», obra a la que pertenece el poema estudiado.

 
  

2. BÚSQUEDA

  

Ya desde esta primera microsección se introduce el motivo del golpe, que se repetirá a lo largo de todo el poema dentro de la estructura versal paralelística: «Vusco volvvver», «Busco vol ver» y «fallo bolver». El golpe simboliza el efecto que se produce por el encuentro repetido y violento entre dos cuerpos. Así, estas embestidas que “golpean” al sujeto lírico no son tan solo de orden existencial, metafísicas, como en los heraldos negros, pues son golpes físicos. El golpe está resemantizado: tiene una connotación sexual, garante verbal de la imagen visual de la embestida. Asimismo, “de golpe” es un modificador adverbial que viene a colmarse de este sentido: súbitamente, de una vez.

El poeta sugiere fonéticamente lo que se afirma semánticamente: el golpe procurado es respuesta a otro anterior y en sentido inverso: buscar volver es “de-volver” el golpe. Ese «Vusco volvvver» también es sinónimo de «busco la vulva». El sujeto poético hace referencia a sus “dos hojas anchas” (Vallejo, 1982: 125), término arquitectónico que integra los valores simbólicos de la morada en que se resguarda el hombre. Igual que la casa materna, el órgano sexual también es, en un principio, refugio y unidad para los amantes, aunque de forma nefasta lleve a su ulterior alejamiento.

“Válvula” favorece la asociación con “vulva” en el nivel fónico, y en un plano simbólico se liga al miembro de la anatomía genital femenina. Además, “válvula” deriva de “valva”, que significa “puerta”, por lo que denota acceso a un espacio distinto de aquel donde se está, pero también su separación. Si la puerta nos une e integra en un espacio, también nos separa del espacio precedente.

El sexo de la mujer está dilatado, dispuesto para el acto carnal. Es un sexo propio, y así lo muestra el sujeto lírico, pues «se abre en suculenta recepción» (Vallejo, 1982: 125). El acto del Eros es un acto sicalíptico, impulsivo y venéreo. En este instante del poema convergen la V de la vulva de Trilce IX y la A mayúscula de Trilce XX. Se busca esa unión de los amantes, aunque, finalmente, todo quede en búsqueda, en no encuentro, en no ágape.

De nuevo, el motivo de la vulva (el “vusco volvvver”) nos remite a la isotopía de la oquedad, constante en Vallejo. La isotopía simbólica del Eros carnal nos permite enlazar términos como “recepción”, “placer”, “se abre”, “halago”, “pelo”, “tacto”, “ludir”, “sábana” y “mujer”.

El Eros en su faceta más carnal aparece también en Trilce XIII: «Pienso en tu sexo» (Vallejo, 1982: 127). Pero aquí el poeta lamenta tener que vivir conforme a los dictámenes de la sociedad y de la conciencia pública, que exigen que el lecho de amor sea el del matrimonio. También lo encontramos en Trilce VIII, cuando el yo poético nos habla de una «pareja / de carnívoros en celo» (Vallejo, 1982: 124). En el poema hay toda una isotopía gráfica del sexo femenino: la “válvula”, las “dos hojas”, “belfos”.

La unión carnal de los amantes es un acto ancestral, connatural al hombre, origen de su vida e ideal buscado. Esta búsqueda entronca la tradición antiquísima de una estructura mítica fundamental. Así, el poema, desde el inicio con “Vusco”,  se inscribe en un universo arcaico, primigenio en una dimensión sexual. Esta concepción del acto sexual como un rito febril y atávico se ve apoyado en la temporalidad de los verbos. Todos ellos están en presente reiterado, excepto la alusión al imperfecto “avía” y al futuro “no ensillaremos”. Este presente es propio de las acciones que se desarrollan en un tiempo mítico, despojado de su pasado y sin solución de continuidad (fallo bolver).

  

  
           
  

3. SEPARACIÓN

  

En la segunda microsección no es necesario remarcar el fonema bilabial labiodental V, pues poco a poco el yo poético ve como imposible la unión sexual. En esta segunda microsección, el sujeto lírico se hunde y asfixia sexualmente en esas “fragosidades bolivarianas” (Vallejo, 1982: 125). Se entrega al amor carnal con ella, entrando primero por la selva para llegar al tesoro que podría esconder esa unión.

Novalis decía que el hombre busca por doquiera el absoluto, mas solo encuentra fragmentos, cosas. Esta cita cifra bien el problema existencial y carnal de la no-unidad. “Vol ver” connota dualidad, separación; es imposible hablar aquí de “grupo dicotiledón” (Vallejo, 1982: 125). El mundo descoyuntado de César Vallejo llega también a su dimensión más tangible y física, expresada mediante la pasión sexual. El verbo “vol ver”, separado en sílabas, es un recurso gráfico, caligramático que materializa la unidad rota ya expresada en otras vertientes. El Eros está escindido. No hay guarismo posible. El dos es un ideal perdido en esa búsqueda del absoluto.

En todo el poema encontramos imágenes que hacen referencia a la ciencia y a la técnica (golpe, hojas, válvula, multiplicando, multiplicador, cables). De este modo, el sujeto lírico utiliza una lengua técnica pero que está despersonalizada, desautomatizada de su uso habitual, traída a una dimensión erótica. El uso de estas imágenes técnicas, puramente mecánicas, quizá sean acto volitivo de Vallejo por mostrar una faceta del sexo puramente mecánica: son imágenes deshumanizadas. Por eso, aunque la unión sexual es connatural al hombre y es lo más humano, aquí se recubre de cierto mecanicismo.

Aparecen otras imágenes del ámbito de la anatomía y la fisiología animal como “ludir mortal” (símbolo del apareamiento), el “toroso vaveo” o la “hembra”. Otras imágenes son de orden existencial: “La ausente”, “el alma” o “el egoísmo”. El vocablo “enveto” se asocia fonéticamente con “embisto”. Hay por ello una relación entre la lucha y la fiera, con la imagen vigorosa del golpe, en todo un ejercicio lingüístico de violencia sexual.

Los versos «Y no vivo entonces ausencia, / ni al tacto» (Vallejo, 1982: 125) simbolizan el clímax buscado (con él concluye y culmina la acción). Vivir la ausencia es evidenciar la separación. Ausencia es lo opuesto a presencia. El tacto, como la puerta (imagen de la válvula), une lo diferenciado pero a su vez confirma su separación.

  

  

4. FRACASO

  

En esta tercera microsección, el poeta ya no vusca, sino que falla. Se muestra una visión negativa del placer sexual, una imposible unión. El fracaso se adscribe a la búsqueda, o mejor, al malogro del golpe unificador. El “toroso vaveo” simboliza la imagen de la embestida. Viene a ilustrar la fuerza indomeñable de una acción plagada de egoísmo, que, además, es mortal. Este “toroso vaveo” alude al descontrol instintivo de la pasión y su egocentrismo. Además, el acto sexual se concibe como “ludir mortal”: es un juego, un solazarse por puro placer. “Toroso vaveo” también puede ser un neologismo por las inversiones fonemáticas, dando lugar al BABOSO TOREO: rito sangriento, sexual. Imagen taurina explotada por Vallejo en su artículo «El arco del triunfo» (1927) con el significado de embestida.

El eros es “ludir mortal”: al tiempo que da la vida, mata a los amantes. El homo ludens se solaza: los amantes juegan, retozan en esas “sábanas”, que participan de la actividad lúdica de tinte erótico de la pareja. La sábana también juega, se mueve, se ondea al tiempo que los amantes se convierten en Eros.

En esta tercera microsección la no-unidad se torna fracaso. El acto poético y erótico del sujeto lírico a lo largo del poema muestran una imposible unidad del yo: ni siquiera se enfrenta a un cuerpo, sino solo a objetos instrumentales (dos hojas anchas, la válvula o los belfos), mediante los cuales se consuma el rito.

«¡Cuánto pesa de general!» (Vallejo, 1982: 125) es una imagen de poder hacia la mujer, que se contrapone con su descripción impotente en el resto del poema. Hay un simbolismo material en lo femenino, una escisión instintiva del cuerpo y del idealismo abstracto de la mente. El poder de la mujer es la fuerza de lo femenino en el hombre. Se muestra, por ello, la impotencia por no poder aplacar ese deseo: «No ensillaremos jamás el toroso vaveo», bordeando el sentido de la negatividad, el jamás de la unión erótica.

En Trilce IX, el Eros se muestra egoísta: es un toroso vaveo de “egoísmo”. Por ello, el acto sexual en la poética de Vallejo es un acto de ausencia, un vacío, una oquedad que produce impotencia. El amor sexual, según César Vallejo, no saca al hombre del laberinto de la soledad. Antes bien lo condena a un laberinto de mayor soledad que el primero.

  

  
           
  

5. COLOFÓN FINAL: SÍNTESIS EPIGRAMÁTICA

 

La disposición estructural del dístico final, presidido por la conjunción copulativa Y recuerda al poema El poeta a su amada inserto en Los heraldos negros, donde la síntesis final se realiza sirviéndose de esta misma conjunción.

A lo largo del poema asistiremos al desmontaje de la antinomia AUSENCIA / PRESENCIA. Si en la segunda sección el sujeto lírico cantaba: «y no vivo entonces ausencia, / ni al tacto» (Vallejo, 1982: 125), en el dístico final el sentimiento de vacío, la oquedad provocada por la ausencia alcanzará la condición de un sujeto escindido, de víctima pasiva.

El sujeto lírico de Trilce IX se condena a la soledad por huir de la soledad. El paraíso se encuentra cuando se renuncia a recobrarlo. Trilce es el fracaso de la búsqueda edénica, que obliga a la palabra a auto-trascenderse en el silencio o en el hombre. Al tender el hilo de Ariadna hasta el meollo profundo de su enigma, nuestra conciencia se libera de su propio laberinto. El mundo de Trilce IX está quebrado: el deseo de unidad en el acto erótico, finalmente, no se consagra, termina fallando. El sujeto lírico no puede, finalmente, recobrar el paraíso perdido, ni evadirse en el “halago” sutil de la vida, en la fragosidad incitante e irresistible del deseo.

La figura femenina de la amante está ausente. El problema se produce cuando en el último verso el sujeto lírico afirma que es su propia alma también es hembra. En esta ruptura, separación final, el propio sujeto poético se ha convertido en una ausencia, consecuencia lógica de la no-unidad “buscada” a lo largo del poema. Esa antinomia PRESENCIA / AUSENCIA nos permite introducir otra dicotomía CUERPO /ALMA.  Las categorías lógicas se rompen. El cuerpo ya no es presencia ni ausencia. Al adscribir el alma a una categoría femenina el sujeto poético, participa de la otredad (ausente) de la amada. El sujeto se pierde al querer reconocerse en la otra, en la ausente. Su alma sesgada por la atribución de “hembra” se pierde para siempre en el laberinto de la soledad.

  

  

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Y WEBGRÁFICAS

HAN, Byung-Chun (2014): La agonía del Eros. Madrid, Herder.

PAZ, Octavio (1993): El laberinto de la soledad. Madrid, Cátedra.

VALLEJO, César (1982): Obra poética completa. Madrid, Alianza.

  

  

      

     

Carmen María López López. Graduada en Lengua y Literatura Españolas (con Premio Fin de Carrera) por la Universidad de Murcia. Becaria de Colaboración (2012-2013) en el Departamento de Literatura Española, Teoría de la Literatura y Literatura Comparada (Universidad de Murcia). Ha cursado un Máster en Literatura Comparada Europea (2013-2014), indagando en la interpretación de mitos, las relaciones entre Cine y Poesía, los Estudios Culturales y Crítica Postcolonial. Actualmente, se dedica a la investigación y prepara su tesis doctoral sobre narrativa española contemporánea.

    

    

GIBRALFARO. Revista de Creación Literaria y Humanidades. Publicación Trimestral de Cultura. Sección 4. Página 9. Año XVI. II Época. Número 97. Julio-Septiembre 2017. ISSN 1696-9294. Director: José Antonio Molero Benavides. Copyright © 2017 Carmen María López López. © Las imágenes, extraídas a través del buscador Google de diferentes sitios o digitalizadas expresamente por el autor, se usan exclusivamente como ilustraciones, y los derechos pertenecen a su(s) creador(es). Depósito Legal MA-265-2010. © 2002-2017 Departamento de Didáctica de las Lenguas, las Artes y el Deporte, adscrito a la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Málaga & Ediciones Digitales Bezmiliana, Callillón, 3, Rincón de la Victoria (Málaga).