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EL LEGO DE JAMES CAMERON

Un acercamiento crítico a la película "Avatar"

   

Por Richard Montenegro

   

   

C

uando hablo del «Lego de James Cameron» no me refiero a que tenga falta de letras o de noticias, tal como lo define el DRAE en su vigésima segunda edición, sino que lo comparo con el más famoso producto de Dinamarca después de Hans Christian Andersen, el «Lego», el juego de bloques prefabricados de plástico interconectable. Cameron  tomó unas cuantas ideas básicas de la literatura de ciencia ficción y el mayor número de situaciones típicas del cine comercial, uniendo ambos componentes con alta tecnología y mucho color azul, si bien, como ocurre con todo artilugio compuesto de bloques Lego, de cerca se notan las uniones. Pero este recurso puede ser no objetable; lo negativo es encubrir el aporte o préstamo de elementos de distintos autores sin brindarles el respectivo reconocimiento, aunque al gran público, como cosa previsible, esto no le interesa y, hoy, hasta algunos que ayer fueron críticos cinematográficos solventes se deshacen en halagos por la ultima producción de Cameron, apelando hasta los clásicos griegos para justificar su juicio. A lo largo de este texto, mostraremos de dónde tomó Cameron los «bloques Lego» con que armó su película Avatar.

Durante mucho tiempo estuve esperando ver el resultado del proyecto secreto de James Cameron. Nunca había dejado nada en claro, y hasta se pensó que estaba preparando una versión de acción real de la novela gráfica Battle Angel Alita, de Yukito Kishiroun, publicada entre 1991 y 1995 en la revista Business Jump. Pues aparentemente fue todo un engaño, y nos presentó un producto digno de toda una franquicia capitalista, dándonos una puesta en escena de primera sustentada por una historia más que gastada. Si se tiene una cultura cinematográfica medianamente aceptable (en otras palabras, que sólo se haya visto cine norteamericano), es inevitable compararla y ver sus puntos de encuentro (o de plagio) con producciones como Un hombre llamado Caballo (película de 1970, dirigida por Elliot Silverstein y protagonizada por Richard Harris), Danza con Lobos (de 1990, dirigida y protagonizada por Kevin Costner), El último samurái (de 2003, dirigida por Edward Zwick y protagonizada por Tom Cruise) y Pocahontas (de 1995, dirigida por Mike Gabriel). Sí, estoy hablando de la cinta de animación de Disney. La mejor crítica que he podido escuchar me la dio un amigo al decirme: «Las imágenes son hermosas, pero ni aprendí ni me mostró nada nuevo; están bien para pasar un buen rato».

Al ver Avatar, uno se deja llevar de inmediato por las imágenes, único mérito que tiene la cinta, porque lo relacionado con la trama argumental es de lo más predecible y convencional. Apenas me adentré en la penumbra de la sala, de manera casi automática vi a Jake Sully como una versión picta o celta de John Dunbar en Danza con Lobos, película basada en la novela de Michael Blake. Incluso la escena de la confesión premonitoria se desarrolla de forma similar. En Danza con Lobos, John Dunbar dice a sus amigos indígenas lakotas (los conocidos sioux) que el hombre blanco vendrá y que serán tan numerosos como las estrellas del cielo. En Avatar, Jake Sully les explica a los na’vis que la gente del cielo vendrá y que serán tantos como gotas de lluvia. En ambas películas hay pueblos indígenas que habitan tierras codiciadas por extranjeros. En Danza con Lobos, los indígenas son los lakotas; en Avatar, el pueblo que va a ser despojado son los na’vis, una versión longilínea de color azul de los thundercats del Paleolítico. Como puede comprobarse, el paralelismo es innegable.

En cuanto a Un hombre llamado Caballo y El último samurái, vemos cómo un hombre ajeno a una determinada cultura es, en un primer momento, vejado y rechazado por miembros de ese grupo étnico, hasta que logra sobreponerse y ganarse el respeto de la comunidad que antes lo despreciaba, la cual, finalmente, acaba por acogerlo como uno de los suyos. Y los que recuerden a Pocahontas no deben olvidar que esta princesa indígena salvó a un extraño hombre llamado John Smith, venido allende los mares, del que luego se enamora (noten que las iniciales de Jake Sully y John Smith son las mismas: J. S.),  y, casualmente, en esta cinta animada existe el personaje de la Abuela Sauce, que muy fácilmente podemos relacionar con el Árbol de las Almas.

  

 

"Avatar"
Dirección y guion: James Cameron.
Música: James Horner.
Fotografía: Mauro Fiore.
Reparto: Sam Worthington, Zoe Salda-na, Sigourney Weaver, Stephen Lang, Michelle Rodríguez.
Producción: 20th Century Fox.
EE UU, 2009. 

  

En definitiva, la película no dice nada nuevo. James Cameron aplica en ella una fórmula ya conocida, descubierta por él en Titanic (1997), consistente en tomar una historia de amor simple y sazonarla con un recuento histórico, en el caso del trágico hundimiento del trasatlántico, o con un alegato ecologista, en el caso de la princesa indígena. Es necesario hacer notar que la trama de Titanic se inspiró en un episodio de El mundo submarino de Jacques Cousteau, que mostraba el descubrimiento y exploración de los restos del HMHS Britannic. Esta expedición contaba con Sheila Macbeth Mitchell, una sobreviviente del hundimiento, que compartió sus recuerdos del suceso y que incluso llegó a internarse en las aguas del Egeo en un minisubmarino para contemplar los restos del barco. En esta expedición se recuperaron algunas piezas del pecio, pero no se pudo rescatar un reloj despertador que Sheila ansiaba recuperar y que había dejado en el camarote al abandonar el barco. Es fácil ver el paralelismo entre la enfermera Sheila Macbeth Mitchell y el personaje de Rose Dawson Calvert. Ambas son jóvenes que buscaban salir de la encorsetada sociedad de principios del siglo XX, solo que una es real y la otra, un personaje fílmico.

El HMHS Britannic era un navío gemelo del fatídico Titanic que había sido convertido en buque hospital al estallar la Primera Guerra Mundial y que fue hundido frente a las costas de la isla Kea, en el mar Egeo, el 21 de noviembre de 1916. La inmersión de Sheila Macbeth Mitchell tuvo lugar en 1976, cuando ella contaba con 86 años.

De igual manera, Cameron toma también elementos de otras películas, como Gorilas en la Niebla, cinta de 1988 dirigida por Michael Apted, en la que Sigourney Weaver da vida a la zoóloga Dian Fossey, firme defensora de los gorilas de montaña, que terminará siendo asesinada por los cazadores furtivos. En Avatar, el personaje representado por Weaver es una botánica, pero la asunción de una firme y obsesiva actitud protectora y defensora ante su objeto de estudio, en aquel caso, de los gorilas, y en este, de los indígenas extraterrestres na'vis, es la misma.

El enfrentamiento final entre el coronel Quaritch y Jake Sully me hace recordar la última lucha ente Ellen Ripley manejando un montacargas antropomorfo y la Reina Alien de la película Aliens, el regreso, de 1986. Y el final es el mismo, los buenos ganan y Cameron se autocanibaliza.

Hasta el momento, hemos obviado el aporte de dos películas que tratan la misma temática, la de las culturas diferentes que chocan sin remedio, como son Jugando en los campos del Señor (basada en novela de Peter Matthiessen, publicada en 1965 y llevada al cine en 1991 por Hector Babenco) y La selva esmeralda (dirigida por “el Stanley Kubrick de los pobres”, John Boorman, en 1985, sobre un guion de Rospo Pallenberg). Ambas películas ubican su acción en la selva amazónica y muestran la incompatibilidad de las formas de ver la vida de los indígenas y de los criollos. Les recomiendo ampliamente la película de Boorman. Es curioso ver lo poco conocidas que son estas cintas; quizás si los indígenas amazónicos hubiesen sido azules, otro gallo cantaría.

Casi olvido esa joya que es La Princesa Mononoke (1997), de Hayao Miyazaki. En esta animación japonesa se retrata la lucha que entablan, en el Japón medieval, la naturaleza y un mundo que poco a poco se va tecnificando. Enmarcando esta situación, una historia de amor entre la princesa Mononoke y Ashitaka, un joven Ainu venido de muy lejos.

En el mundo de la literatura de ciencia ficción, la película de Cameron tiene un evidente parecido (algunos ya lo catalogan de plagio) con un relato de Paul Anderson, publicado en 1957 y titulado Llámame Joe (Call me Joe), en el que un investigador biofísico parapléjico se conecta telepáticamente con un pseudojoviano: una forma de vida artificial con aspecto de centauro felino azulado y cola prensil que vive en las selvas de Júpiter.

Este relato, que prácticamente está descatalogado en castellano en la actualidad, ha sido publicado en diversas ocasiones, en Obras maestras. La mejor C. F. del siglo XX (Colección Nova, Ediciones B, 2007), y en las revistas Nueva Dimensión, 108; Valis, 17, y Velero, 25. Espero que esta situación favorezca que una parte del público se acerque a la obra de Paul Anderson.

En cuanto a la idea de un terrestre que se cuela camuflado en una sociedad más primitiva de otro planeta para estudiarla, cabe advertir que se trata de la premisa del relato de los rusos Arkadi y Boris Strugatski Es difícil ser Dios, publicada en español por la editorial Acervo en 1975, y que fue llevada al cine en Europa por Peter Fleichmann como El Poder de un Dios, en 1990.

Tampoco hay que olvidar las similitudes con una novela de Ursula Kroeber Le Guin, titulada El nombre del mundo es Bosque, de 1976, en la que los crichis (athstianos), habitantes del planeta llamado Nueva Tahití, de un metro de estatura y de piel verde, poseen cualidades oníricas más allá de la comprensión de los terrícolas. Para ellos, la realidad es un todo continuo que combina sus sueños y su vida diurna.

Las demás similitudes o contrastes evidentes vienen por añadidura. Los athstianos son verdes y de un metro, los na'vis son azules y de 2,5 a 3 metros. Los terrícolas llegan a Nueva Tahití para llevarse los recursos, arrasando el entorno y, al final, estalla una revuelta de los nativos contra los invasores. Es fácil ver la conexión entre esta novela y la película de Cameron. Aunque la primera persona que plagió a Ursula K. Le Guin fue George Lucas en El Retorno del Jedi, cinta de 1983, en la que los ewoks son un calco de los crichis. Casualmente, los ewoks viven en una luna que orbita un enorme planeta gaseoso llamado Endor, nombre muy similar al de Endtor, un poblado de los crichis. Pandora, el hogar de los na'vis, también resulta ser la luna de un planeta gaseoso llamado Polifemo. Y este detalle para quienes no han visto todavía la película de Lucas: los ewoks, con flechas y troncos de arboles, vencen a el tecnificado imperio.

También ha habido cierto revuelo en España por la similitud de la trama con una novela del catalán Albert Sánchez Piñol, publicada en el 2005. En dicha novela, unos exploradores europeos descubren en África un yacimiento de oro y diamantes debajo del cual vive una extraña raza llamada tecton. La codicia hace que combatan las dos razas, y, cosa extraña, surge el amor entre un explorador y una mujer tecton. La novela, aunque su trama no es muy original que digamos, casualmente se llama Pandora en el Congo. Me imagino que Sánchez Piñol estará preparando una demanda por plagio y sacar así una buena tajada de las ganancias de Avatar.

Un aspecto que no hemos tocado todavía es el de la dirección artística; en concreto, el referente a la creación de los paisajes de Pandora. Pues bien, también en esto los ambientes mostrados son muy similares a los creados por varios ilustradores fantásticos de los años 70 y 80. Específicamente podemos hacer mención al trabajo del diseñador y arquitecto Roger Dean. Quizás para muchos el nombre no signifique mucho, pero él es el diseñador de las portadas de reconocidos de grupos musicales como Yes, Asia, Uriah Heep, Gentle Giant, Budgie, etc. Al revisar sus trabajos, es evidente percatarse de las similitudes existentes con la dirección artística de Avatar. Una de las marcas personales de Roger Dean en sus paisajes fantásticos son las islas flotantes.

Actualmente, Cameron tiene pendiente una demanda por las presuntas similitudes entre una película de animación titulada Delgo. El filme fue realizado por Fathom Studios en 2001 y estrenado en 2008, resultando un desastre de taquilla. Ya por la red circulan fotogramas comparativos entre ambas películas en los que se pone de manifiesto el parecido substancial que se da en bastantes secuencias.

  

 

 

James Francis Cameron (Kapuskasing, Ontario, Canadá, 1954). Director, guionista y productor de cine canadiense, conocido por películas como "Terminator" (1984), "Titanic" (1997) y "Avatar" (2009). Estas dos últimas encabezan la lista de películas con mayor recaudación en taquilla en la historia. Ha sido ganador de tres premios Óscar, cuatro Globos de Oro y nominado a seis premios BAFTA.

  

Ahora bien, ¿es raro que le suceda esto a James Cameron? Esta cuestión cobra sentido si recordamos su emblemática película, Terminator (1984). En su elaboración, Cameron se inspira en dos episodios de una serie de televisión, transmitida entre los años 1963 y 1965, llamada The Outer limits, conocida en Latinoamérica como Rumbo a lo desconocido, y, en España, como Más allá del límite. El estudio no había colocado en los créditos estas fuentes, pero a Cameron se le fue la lengua en una entrevista y el famoso escritor de ciencia ficción Harlan Ellinson, que había escrito estos episodios, demandó a Cameron y logró ser incluido en los créditos de la película y en cualquier derivado de ella.

Tiempo después, Cameron volvió a ser demandado por una pareja australiana, Filia y Constantinos Kourtis, que afirmaba, en 1987, haber creado el concepto de un personaje que cambiaba de forma y era capaz de reconstruirse para un filme llamado The Minotaur. Los Kourtis contrataron a William Green para que escribiese un guion, pero, supuestamente, el material fue compartido con James Cameron, que usó la idea en Terminator 2: Judgment Day. Pero, ¿cómo llegó Cameron a conocer este material? Hoy se sabe que los Kourtis habían enviado el guion a varias productoras de Hollywood. Una de ellas, la ICM, le hizo llegar el guion a Cameron, quien se puso en contacto con la pareja manifestándole su interés en desarrollar el proyecto The Minotaur, aunque, finalmente, no hubo acuerdo. Como vemos, es frecuente en James Cameron olvidar agradecer y mencionar las fuentes donde se nutre. Puedo decir que, técnica y visualmente, Avatar es una joya, pero también es un remozamiento de una historia muchas veces contada.

Hay que reconocer el trabajo de Paul Frommer en la elaboración del idioma de los na'vis, si bien ya existe un precedente similar en el cine: la experiencia desarrollada por Marc Okrand al crear la lengua de los klingons en Viaje a las Estrellas, aunque ni de cerca llega al nivel de excelencia de los idiomas creados por J. R. R. Tolkien, que cobrarían vida en El Señor de los Anillos. Es irónico que el idioma de los na’vis tome elementos de algunas lenguas africanas. Todos hablaremos de ecología, pero no renunciaremos a nuestros efectivos y baratos artilugios electrónicos olvidándonos convenientemente de los conflictos africanos.

El discurso ecologista está campante en el mundo desde los años 60. Tiene una presencia importante, aunque no mayoritaria, en muchos medios. La versión de un mundo conectado no es nueva. Podríamos contrastar su exiencia unos cientos de años en el pasado, pasar por las palabras del jefe indio Seatlle y llegar a la teoría Gaia elaborada por James Lovelock, quien afirma que la Tierra es un sistema autorregulado para mantener la vida. Muchos estudios afirman que gran parte de las catástrofes que están sucediendo actualmente se debe al desequilibrio natural originado por la tecnología. Y, paradójicamente, Avatar existe por y gracias a la tecnología. La causa primordial que logró crear el prodigio visual de Avatar son los 4.352 computadores HP Proliant BL2 × 220c G5 Blade, que están dotados de condensadores elaborados a partir de coltan. Por consiguiente, el pretendido discurso conservacionista o ecologista de Avatar no se autosustenta. Actualmente se libra una guerra en África por el coltan, específicamente en el Congo y los países limítrofes. Este mineral, conocido como el oro gris, es fundamental para elaborar los condensadores electrónicos de los teléfonos móviles y las computadoras. Los componentes elaborados con este mineral tienen una gran eficiencia y este ha sido uno de los factores en la mejora sustancial de estos artefactos electrónicos. Más de 5,5 millones de personas han muerto en África a causa de la explotación de este mineral. En las minas de extracción se trabaja en condiciones infrahumanas y gran parte de los trabajadores son niños. Cada uno de nosotros lleva un poco de sangre humana en su móvil, sea Nokia, Motorola, ZTE o Vtelca, y nos manchamos las manos cada vez que hacemos una llamada o navegamos por la red.

James Cameron exprimirá hasta el tuétano a su Avatar. Ya existe un videojuego, libros de arte, el detrás de las cámaras, la tecnología que va a vender y dos o más películas para explotar este filón de oro azul, aunque yo diría que es pirita azul y todos sabemos que la pirita es conocida como el ‘oro de los tontos’.

Si de algo podemos estar seguros es de que Cameron está dotado de una gran maestría técnica y de que, además, es un buen mercader. Sabe qué darle a la gente: nada que sea muy elaborado ni complejo en cuanto a la historias, pero, eso sí, en buen empaque y predigerida, si es posible. Es algo así como lo que venden las telenovelas clásicas de Latinoamérica: la misma historia de siempre con vestuarios y actores diferentes. O, como sucede con los niños cada vez que se les relata una historia en las noches, que siempre debe ser idéntica a la anterior. Quizás sea ese el éxito arrollador de Avatar, que se ha convertido en la película más taquillera de la historia. O quizás sea el hecho de que te hace creer que, con arcos y flechas, puedes vencer a un enemigo que usa aviones y tanques. Los europeos, al llegar por vez primera a la tierra que luego llamaríamos América, tenían menos que eso y todos conocemos el desenlace del encuentro.

Pero lo mejor que pueden hacer es ir al cine, juzgarla por ustedes mismos y ver si, fuera del aspecto técnico, Avatar merece tanta alharaca. La decisión final es de ustedes.

   

   

 

RICHARD MONTENEGRO CARICOTE (Venezuela). Escritor y crítico literario, ha formado parte de plantilla de redacción de las revistas de creación literaria Nostromo y Ojos de perro azul, y de la revista universitaria de cultura Zona Tórrida, de la Universidad de Carabobo.

Es autor del libro 13 fábulas y otros relatos, (Ed. El Perro y la Rana, 2007 y 2008), y coautor de Antología terrorista del Grupo Li Po (Ed. El Perro y la Rana, 2008) y Mundos: Dos años de Ficción Científica (Portal Ficción Científica, 2014).

Sus crónicas y relatos han aparecido en publicaciones periódicas venezolanas, como Tiempo Universitario (semanario editado por Universidad de Carabobo), la revista Letra Inversa (diario Notitarde), El Venezolano, Diario de Guayana; en las revistas electrónicas españolas, como Alfa Eridiani y Valinor, y en diversos portales o páginas web, como la española Ficción Científica, la venezolano-argentina Escribarte y la colombiana CosmoCápsula.

Es colaborador del blog del «Grupo Li Po».

   

   

GIBRALFARO. Revista de Creación Literaria y Humanidades. Publicación Trimestral de Cultura. Año XII. II Época. Sección 4. Página 9. Número 84. Abril-Junio 2014. ISSN 1696-9294. Director: José Antonio Molero Benavides. Copyright © 2014 Richard Montenegro Caricote. © Las imágenes, extraídas a través del buscador Google de diferentes sitios o digitalizadas expresamente por el autor, se usan exclusivamente como ilustraciones, y los derechos pertenecen a sus creadores. Edición en CD: Depósito Legal MA-265-2010. © 2002-2013 Departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura. Facultad de Ciencias de la Educación. Universidad de Málaga.