VIRGINIDAD

  

Dame una noche amor, solo una noche,

y la tibieza de tu cuerpo en mi cama,

quiero ver nuestra imagen prisionera

en el reflejo de la luna astillada del espejo

                  una y mil veces multiplicada.

 

Dame una noche amor, solo una noche,

y como esa imagen tantas veces repetida,

gozarás de mis labios la ambrosía,

y, en ardiente lujuria,

la osadía de abrir la puerta del recinto aún sellada,

donde se esconde cual perla preciosa

la virginal y dulce rosa

                 hasta ahora nunca desflorada.

  

  

  

  

  

  

AHORA NECESITO

 

Ahora que la alondra ya no canta en mi ventana,

que la chicharra es grito de la noche acuchillada

                                                    [por la hoz de la luna.

Necesito tu vieja música almacenada en libretas

                                                     [ajadas por el tiempo.

 

Ahora que el silencio es huésped de las paredes

y las sombras nocturnas son ángeles caídos del cielo,

necesito el sonido de tu voz, grave, pausada,

susurrando un te quiero monocorde y repetitivo.

 

Ahora que mis soledades ocupan el lado izquierdo de mi cama

y el café de la mañana sabe más amargo que el acíbar,

necesito esa vaga presencia tuya entre mis sábanas.

 

Ahora que las catedrales de los recuerdos se derrumban

frente a realidades crueles y sueños inacabados,

necesito tu mirada perdida en esa melancólica nostalgia

que daba ese tono incierto semejante a tardes de lluvia.

 

Ahora que en mis manos las caricias son como

                                                           [hojas marchitas

y mis labios orillas de un río reseco,

necesito esa cadena de besos con sabor a nicotina,

                                                                 [descolgándose

desde mi cuello a mi espalda, cayendo hasta mis nalgas

apretadas a tu cuerpo rígido y sudoroso.

 

Ahora que ya no suben tus manos por mis costados

como fértiles enredaderas hasta colgarse de

                                                    [los balcones de mi pecho,

extraño esa loca manera de poseer cada parcela de mi cuerpo,

enredando azucenas en mis piernas y mordiendo

                                                       [magnolias en mi vientre.

 

Ahora que tu boca dejó de ser cántaro

para convertirse en cáliz seco y olvidado,

extraño la húmeda senda dibujada por tu lengua,

                                                                      [serpenteando

desde la rosa abierta de mi boca hasta la cruz

                                                                [del sur de mi sexo.

 

Ahora que ya no se realizan rituales entre

                                                        [las columnas húmedas

que se levantan rígidas sosteniendo mi cuerpo,

necesito del ceremonial bendito convocado

en la cueva sagrada de mi centro,

donde tu esperma era la ofrenda divina a la vida.

  

  

  

  

  

  

NUESTROS NOMBRES PROHIBIDOS

 

       Florece en mis labios, letra a letra,

el nombre que en mi alma se ha metido

como un ruiseñor que con sus trinos

me despierta todas las mañanas

susurrando su canto en mi ventana,

murmurando su nombre en mi delirio.

 

     Me es prohibido amarlo con locura

y es prohibido llamarlo por su nombre

aunque nadie sepa que este hombre

se adueñó de mi alma con premura;

musito su nombre con dulzura

cada vez que mi alma se derrama

y su recuerdo en cada madrugada

es la llama que quema mi amargura.

 

     Amargura de saberlo en otros brazos

bebiendo de otros labios los licores,

sintiendo en otro cuerpo las pasiones

que gozaría dulcemente en mi regazo,

sabiendo que ahoga en un gemido

las letras de mi nombre que Él adora,

              y en esta pasión arrolladora

terminarán nuestras almas su destino,

en el infierno cruel que es tan temido

por ser solo dos almas pecadoras.

  

 

     

  

  

  

¡NOSOTROS, LOS POETAS!

 

                  Nosotros, los poetas,

hombres y mujeres como tantos,

ni ángeles de cristal, ni arcángeles de barro,

ni demonios, ni dioses misericordiosos.

 

Simples hombres de pies descalzos

y alas invisibles para volar muy alto,

pero, al fin, seres como cualquiera,

vivimos, reímos, lloramos, amamos,

y un día mudamos a un universo

desconocido y nuevo.

 

                        Nosotros, los poetas,

hombres y mujeres de carne y hueso,

espíritu y razón…

transitamos la vida portando quimeras.

Ego y soberbia llevamos por moneda

¿Humildad?, apenas un centavo en las venas.

 

No somos ni más ni menos que mortales,

buscamos la eternidad llevando por bandera

la pluma, los sueños, la palabra,

                  ¡Nosotros los poetas!

   

  

  

  

  

  

CUÍDATE DE LOS ÁNGELES

 

Esos seres divinos, vestidos de blanco,

pálidos, rubicundos, parecen hijos del sol.

 

Te digo alertándote:

                      —Ten cuidado de ellos,

algunos desterrados andan descalzos,

con la cara sucia y ojos asombrados,

caminan por las calles contaminadas de smog.

Solo saben estornudar,

alérgicos al humo de los caños de escape.

 

                      —Ten cuidado de esos seres,

saben de pureza, de vigilias,

de evangelios y oraciones permanentes;

rezan rosarios interminables

y miran con infinita ternura.

 

Alados cual palomas, bregan por la paz del mundo.

Pero amor, tienen un defecto,

aman platónicamente,

únicamente con el alma.

 

Su piel delicada no soporta besos ni caricias,

bajo su efluvio se incineran cual mariposas,

bajo la luz de la lámpara.

 

Por eso:

            —¡Ten cuidado de los ángeles!

Pueden contagiarte su forma de amar;

entonces, tu cuerpo morirá de inanición

a falta de besos y caricias.

Sin su calor te extinguirá el frío

                amortajando tu piel.

 

Amor, cuídate de ellos,

prefiero el aquelarre del infierno

a su cándida y pura forma de amar

                 en el paraíso prometido.

  

  

  

    

    

   

     

           

Ángela Teresa Grigera (Argentina, 1953). se define a sí misma con una sentencia simple, tan simple quizás que solo puedan descifrarla quienes la conocen mucho porque, en la exacta dimensión de las palabras, ángela teresa es, simplemente, una mujer de tantas, de tantas mujeres que, a su condición de tales, añaden la de madres, hijas, esposas, hermanas, hacedoras de milagros con un pedazo de género, enfermera de sus enfermos, sudante del pan ganado con su frente, sus manos, sus pies y sus horas de obstinación para vencer el cansancio y las frustraciones aledañas, simplemente mujer. enamorada del amor, de la pasión del amor, que es la pasión de la vida, y del sentir intensamente todo el tiempo, cada segundo.

ha participado en varios foros poéticos y colaborado en dos antologías, una editada en españa por el foro “la esquina de las letras” (ediciones malberte, 2003) y la otra, por ediciones lulu (2008).

en 2004 es distinguida con una mención especial en el iii concurso de “la poesía del mundo diplomático”, en washington d.c., con el poema sin brújula ni sextante. ese mismo año recibe reconocimiento en facebook con su poema titulado nuestros nombres prohibidos, como «el mejor poema con rima». en 2014 participó con una selección de poemas en “grito de mujer”, en el evento organizado en miami por eliluc, así como en su segunda antología poética editada por mery larrinua en  ediciones lulu.

colaboradora habitual de «argentinauuniversal.info», es titular de los blogs «Poemas para mi Amor» y «En Memoria de tu Amor», en los que mantiene informados a sus lectores de su continua producción lírica.

   

   

GIBRALFARO. Revista de Creación Literaria y Humanidades. Publicación Trimestral. Edición no venal.. Sección 2. Página 8. Año XVIII. II Época. Número 102. Enero-Marzo 2019. ISSN 1696-9294. Director: José Antonio Molero Benavides. Copyright © 2019 Ángela Teresa Grigera Moreno. Diseño y maquetación: EdiBez. © Depósito Legal MA-265-2010. © 2002-2019 Departamento de Didáctica de las Lenguas, las Artes y el Deporte. Facultad de Ciencias de la Educación. Universidad de Málaga & Ediciones Digitales Bezmiliana. Calle Castillón, 3. 29.730. Rincón de la Victoria (Málaga).

   

   

       

  

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