N.º 79

ENERO-MARZO 2013

14

   

   

   

   

   

   

   

«THE AVENGERS»,

LA PELÍCULA BAJO LA LUPA DE YILLY ARANA

   

Por Yilly Arana

  

  

  

«Si no podemos proteger la industria del

espectáculo… te juro que la vengaremos.»

  

  

  

M

i amigo John Mulder [1], que escribe como quien respira, me pide que le escriba una nota sobre la nueva película de superhéroes The Avengers (Joss Whedon, USA, 2012), éxito taquillero que ha recibido el favor de la crítica, del público y, encima, ha ganado montones de dinero en menos de un mes de exhibición a nivel mundial.

Como soy un insensato, voy y le digo que sí, que cómo no, que no faltaba más, que gracias por considerarme, para aparecer en tu columna, cuenta con eso mi brother, para cuándo la quieres y demás frases comprometedoras e indignas de un redomado vago como yo, a quien escribir le resulta una tortura china. En fin, que tratando de honrar el compromiso, aquí va lo que logré arrancarle a las teclas.

  
                             
  

En el principio fue D.C.

No, no estoy tan perdido en el tema. Lo que pasa es que mis procesos mentales son más enredados que un plato de espaguetis y, para poder escribir sobre un producto de Marvel, debo referirme primero a su Distinguida Competencia. Paciencia, que, como dijo alguien: «Hay método en mi locura».

Un poquito de historia para quienes llegaron tarde: Superman es el más famoso de los «superhéroes», ese subgénero típico del cómic estadounidense. Desde su nacimiento en 1938 en las páginas de la revista Action Comics (de la entonces National Periodical Publications, hoy día D.C. Cómics), cautivó inmediatamente al público porque fue el primer personaje de ficción capaz de violar impunemente las leyes de la Física. Luego, vinieron otros que, copiando el modelo, también saltaban más alto, pegaban más fuerte y corrían más rápido que cualquier atleta vulgar y corriente.

  
                             
  

El público compraba esas revistas baratas y especializadas (los denominados ‘comic-books’) para devorar las aventuras de todos estos asombrosos paladines. Varios centavos multiplicados por cientos de miles de ejemplares al mes demostraron que el asunto era un gran negocio, así que los editores repitieron la fórmula de esas aventuras hasta el cansancio mientras contaban montones de billetes. En algún momento, cuando ya tuvieron a varios personajes anclados en el gusto popular, rizaron el rizo y los unieron en una sola revista.

Así nació la Justice League of America (JLA), integrada por Superman, Batman, Wonder Woman, Green Lantern, Martian Manhunter, Hawkman, The Flash y The Atom, para hacer juntos lo que ya venían haciendo individualmente desde hacía años: partirle la crisma a los malos de turno. Estos, como no podía ser de otra manera, también se asociaban para conseguir lo que ya buscaban desde hacía años: conquistar el mundo (o sea, lo mismo que hacen a diario las transnacionales pero sin tanto melodrama).

  
                             
  

Pese a que en 1954 un auténtico científico loco, el inefable psiquiatra Frederick Wertham, unió sus fuerzas con unos cuantos malvados de carne y hueso llamados ‘Congresistas’ para prohibir los cómics con el burdo pretexto de ser una mala influencia para las tiernas mentes de la juventud yanqui. Los superhéroes se salvaron milagrosamente de la purga (gracias a una severa autocensura conocida como el Comics Code) y siguieron vendiéndose como pan caliente.

De esta manera, viendo D.C. que lo que había creado era bueno (para su bolsillo), descansó.

El cómic es grande y Stan Lee es su profeta

Y si no, que alguien me diga quién es el tipo que fue capaz de llevar el tema del cómic al Carnegie Hall, a ser materia de discusión en las cátedras universitarias de EE UU, a protagonizar reality shows

Siendo sincero, el hombre espectáculo del Noveno Arte nunca ha tenido la profundidad conceptual de Winsor McCay o el virtuosismo gráfico de Will Eisner, pero en lo que sí ha destacado siempre es en su sentido del drama y en su olfato comercial. Se ha dicho que su opera prima superheroica, Fantastic Four (1961), fue la respuesta de la editorial Marvel a la exitosa Justice League de su compañía rival; sin embargo, no lo parece así, puesto que todos los integrantes de esa serie marvelita fueron creados expresamente para la nueva revista.

  
                             
  

La verdadera contrapartida de la popular serie de D.C. Comics fue The Avengers (1963) que, me parece, fue la coronación de una estrategia de negocios muy bien elaborada. Me explico: Fantastic Four contó con la inmediata aprobación de  los lectores por razón del nuevo modelo narrativo ensayado por Stan Lee en sus historias. A sus pretensiones de literato se deben las parrafadas grandilocuentes y los monólogos internos de sus personajes, que son la marca de la casa. Sus personajes eran sacudidos tanto por las palizas de sus enemigos de turno como por sus propias debilidades de carácter o sus complejos, por su hybris, como dijera Aristóteles.

Sólo en los cómics de Marvel, un superhéroe podía luchar contra sus enemigos y, al mismo tiempo, filosofar sobre la inutilidad de la violencia (el caso de Silver Surfer), lamentarse por su mala suerte en el amor (Spiderman), amenazar o maldecir épicamente (Namor, The Submariner) o hacer amargas alusiones a la soledad y la incomprensión, mientras destroza a puñetazos montones de máquinas de guerra (The incredible Hulk). Al contrario, los personajes de D.C. Cómics de aquel entonces eran parcos en sus expresiones, sus diálogos eran más del estilo telegráfico y sus actuaciones más estereotipadas. Basadas en un modelo maniqueo, en que los buenos eran muy buenos y los malos, malos porque sí, sus aventuras podían ser protagonizadas por cualquier héroe sin mayores consecuencias ya que, si bien eran físicamente distintos, su discurso era el mismo para todos.

  
                             
  

Y dijo Kirby: «Hágase la lucha». Y la lucha se hizo

Por otra parte, la complejidad psicológica de las creaciones de Stan Lee —un auténtico catálogo de psicosis y neurosis varias— no hubiese sido suficiente atractivo sin la explosiva estética de los dibujos de Jack Kirby, genio de la composición dinámica que revolucionó la puesta en escena del comic de acción y que todavía hoy sigue influenciando la narrativa de miles de artistas en todo el mundo. Sus páginas estallaban en la cara de los lectores con reclamos impresionantes: imposibles muecas de dolor, onomatopeyas que cruzaban viñetas, cuerpos despedidos hacia el espectador, golpes que hacían vibrar los márgenes y líneas cinéticas vertiginosas que volvieron adictos al Universo Marvel a incontables seguidores.

Así, al combinar historias más complejas que la media con una imaginería visual sin precedentes, Stan Lee y sus editores dieron con la clave para aumentar las ventas de sus productos, llegando a superar en ocasiones a su rival más cercano. El truco: la creación de un universo coherente en el que los argumentos de varias revistas de la editorial se interconectaban formando una cronología interna. Para los lectores significaba seguir varios títulos distintos en lugar de uno, con tal de no perder la visión del conjunto. Y Marvel ganó dinero del bueno.

  
                             
  

Entre 1961, año de publicación de Fantastic Four, y 1963, en que vio la luz el primer número de Avengers, Stan Lee y diversos artistas de Marvel crearon las series de The invincible Iron Man (con Don Heck), The mighty Thor (con Kirby, basado en los mitos nórdicos y como réplica a la Wonder Woman de D.C. Comics, que estaba inspirada en la mitología griega), The incredible Hulk (con Kirby, de nuevo), The amazing Spiderman (con Steve Ditko) y Dr. Strange, Sorcerer Supreme (otra vez con Ditko), entre otros.

De este modo, habiendo hecho populares a varios personajes por separado y juntándolos luego en una publicación —calificándola en su cabecera, además, como «Los héroes más poderosos de la tierra»— la ‘Casa de las Ideas’, como también se conoce a Marvel, respondió con creces al modelo de los supergrupos ideado por su competidora D.C. Comics. Dato interesante: El grupo original de Avengers estuvo integrado sólo por superhéroes diseñados Jack Kirby.

  
                             
  

Joss Whedon es mi pastor; nada me faltará

De esta manera, llego al final de mi compromiso de escribir unas líneas acerca de la película. Aquí van:

Me gustó.

Me gustó mucho.

Me gustó mucho porque tiene el espíritu de los cómics de Marvel, destilado y empacado en forma soberbia. Y Whedon resultó ser una elección acertada, ya que a su amor y conocimiento del Universo Marvel (¿Hay alguien que no sepa todavía que el tipo fue guionista de una serie de los X-Men?) se suma una correcta utilización de los recursos disponibles para regalarnos, durante casi dos horas y media, con acción trepidante bien filmada (nada de la aborrecible técnica “videoclipera” de montaje fracturado que lo vuelve todo incomprensible), grandiosa puesta en escena, las consabidas puyas verbales y las salvajes peleas entre los distintos Vengadores. Todo eso, junto a la nota postmoderna de no tomarse muy en serio su propio discurso, brinda un grato revivir de lecturas pasadas.

  
                             
  

No voy a dar más detalles por si acaso alguien no la ha visto todavía. Muchos ya han escrito sobre sus virtudes, que son muchas, y sobre sus defectos, que también los tiene; así que sólo haré constar que, a mi juicio, la ‘Casa de las Ideas’ repitió exitosamente la estrategia que ya le funcionó en el pasado. Que esta vez lo haya hecho en la gran pantalla y en un plazo de cuatro años, presentando a una nueva generación de espectadores cinco películas de muy buena factura (Iron Man, The incredible Hulk, 2008; Thor, 2009; Iron Man 2, 2010, y Captain America, The First Avenger, 2011), más una superproducción (The Avengers, 2012), que cierra —por el momento— un argumento eficazmente continuado a lo largo del metraje de cada una, demuestra su claridad de visión comercial y, al mismo tiempo, su dominio de las actuales narrativas que involucran al consumidor desde distintas plataformas mediáticas (cómics, cine, videojuegos, etc.).

  
                             
  

Puesto que ya hay anuncios de continuar la saga cinematográfica (se habla de Captain America 2 para 2013 y Thor 2 para 2014, además de una nueva serie de televisión de Hulk), será una agradable tarea comprobar hasta qué punto puede superarse la estrategia… O si, por el contrario, todo termina en una mezcla irreconocible. Me gustaría creer lo primero.

   

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NOTA

1. JOHN MULDER (Caracas, Venezuela). Escritor, dibujante, fotógrafo creativo y redactor periodístico de los cómics en general, vive entregado, desde hace más de 25 años, al estudio de la Mitología en el llamado arte secuencial, y en este campo ha concretando su atención en la historia del cómic moderno y del cómic latinoamericano. Administra el blog «MULDER-COMICS» y participa en «Zuplemento» (edición digital) y en «Étnica Antología de Cómics Latinoamericana», de la que es editor asociado. Asimismo, es colaborador ocasional de nuestra revista «GIBRALFARO.uma.es». Katatumbo y Norberto El Xombie, entre otros, son hijos de su imaginación creadora.

   

   

 

YILLY ARANA (Venezuela en alguna fecha entre el 1500 y el 2000). Columnista invitado, guionista y dibujante de cómics, presume de «Bandolero del cómic», donde por años ha desatado una ola de asaltos a la creatividad en importantes publicaciones dedicadas a las viñetas en el país de los colorados, suelto por las regiones centrales del país, donde, junto con otra legendaria mente maestra de la creación, Ramón Siverio, asolan el territorio con su creatividad e ideas con Muntazer Comics y su galería de personajes, así como su participación, junto con otros criminosos del cómic nacional, en montar la bomba que mueva los cimientos de la gente por una tierra cubierta de cómics hechos en Venezuela, eterno maquinador y adorador de la vieja escuela y el buen cine. Si lo ve, denúncielo con J. Jonah Jameson, porque, por otros medios, ni coquito…

    

    

GIBRALFARO. Revista de Creación Literaria y Humanidades. Publicación Trimestral de Cultura. Año XII. II Época. Número 79. Enero-Marzo 2013. ISSN 1696-9294. Director: José Antonio Molero Benavides. Copyright © 2013 Yilly Arana. © Las imágenes, extraídas a través del buscador Google de diferentes sitios o digitalizadas expresamente por el autor, se usan exclusivamente como ilustraciones del texto, y los derechos pertenecen a su(s) creador(es). Edición en CD: Director: Antonio García Velasco. Diseño Gráfico y Maquetación: Antonio M. Flores Niebla. Depósito Legal MA-265-2010. © 2002-2013 Departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura. Facultad de Ciencias de la Educación. Universidad de Málaga.