N.º 78

OCTUBRE-DICIEMBRE 2012

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APUNTES SOBRE

«EL ESPADACHÍN ENMASCARADO»[1]

   

Por Manuel López Porras

   

   

  

L

a obra de Manuel Gago es espectacular por su fuerza y su enérgico e incluso violento sentido del movimiento. En cada viñeta te arrastra la acción sin necesidad de leer el texto. De igual manera, valiéndose de su extraordinaria habilidad en el trazo, sitúa a sus personajes en los más variados ángulos y perspectivas y en las posturas más forzadas y violentas.

Su obra es espectacular también gracias al sentido de la composición que domina siempre en sus viñetas. Personajes y decorado forman un todo épico y heroico. Manuel Gago fue un maestro del tebeo de acción y, dentro de este amplio género de la narrativa gráfica, es en el aspecto popularmente conocido como «de capa y espada» donde desarrolla su estética en la mejor tradición de los grandes maestros mundiales.

  
              

              
 

  «El Espadachín Enmascarado»

Portada del cuaderno N.º 1

 
  

Por alguna extraña ley, el hombre tiende a idealizar y a adornar de hermosas cualidades todo aquello que solo ha vislumbrado, aquello mismo que, percibido después en la realidad total que le brinda la cercanía, lo conduce frecuentemente a la desilusión o al desencanto, al comprobar que su imaginación había superado en mucho la objetividad prejuzgada en perspectiva. He comenzado con este comentario por la similitud que guarda con el momento en que experimenté mi primer contacto con la serie que voy a comentaros, «El Espadachín Enmascarado», aunque, en mi caso, tuvo un resultado contrario.

Hace ya bastantes años, la casualidad me brindó la oportunidad de ojear superficialmente los primeros números de esta colección de tebeos. Mi ojeada a aquellos cuadernos apaisados fue tan rápida como espontánea, pero la impresión que me causaron las imágenes que vi no pudo ser más positiva. De inmediato legué a la conclusión de aquellas viñetas en blanco y negro atesoraban una magnífica narración gráfica, una historia auténticamente innovadora en el campo de la aventura.

Conocida la obra en su totalidad, la apreciación no podía haber sido más correcta y positiva. En escasas ocasiones, he visto una utilización más correcta del lenguaje de la historieta en un guión tan bien estructurado en su trama como hilvanado magistralmente en sus episodios, hasta el punto de causar la impresión de proceder de una adaptación literaria que ha sido capaz de superar su traslado al medio de la imagen gráfica y hacer un uso adecuado de los recursos inherentes a la historieta, que, en ocasiones, podrá discutirse si son más o menos eficaces que los de la literatura escrita, pero nunca que son distintos.

El responsable primero de la serie no es ningún desconocido ni un recién llegado al medio, sino un hombre con un largo hacer en este campo y uno de los más prestigiosos autores nacionales, creador, entre otras series, de la mítica saga de «El Guerrero del Antifaz», narración épica cronológica y geográficamente ubicada en la España medieval.

Cabe decir que «El Guerrero del Antifaz» significó la consagración de su autor y la aparición de un nuevo concepto de narrar una acción y un drama en la historieta de aventuras en nuestro país. Además, y es lo que aquí más nos interesa, supuso el inicio de una evolución en su autor que, a lo largo de sucesivas series y otros personajes, acabará distinguiéndolo como un hábil narrador.

  
              

              
 

  «El Espadachín Enmascarado»

Portada del cuaderno N.º 121

 
  

En «El Espadachín Enmascarado», Gago nos ofrece apabullantes lecciones de asignaturas fundamentales como, por ejemplo, planificación y montaje, pero lo que en este trabajo suyo constituye un acierto definitivo, lo que hace de él un autor especial, es haber conseguido integrar esta suma de referencias en una secuencia de imágenes coherentemente trabadas en un argumento. Estamos, en efecto, ante un trabajo en el que lo fundamental es precisamente el desarrollo de una narración en la forma característica del arte secuencial. Gago crea sus propias reglas en cada trazo. El rasgo característico de Gago es su enorme personalidad, lo exageradamente reconocible de su huella.

En definitiva; en «El Espadachín Enmascarado» encontramos algunas de las cosas por las que vale la pena ser aficionado al tebeo, todas ellas, por otro lado, constantes en la obra de Gago, y que son fuerza gráfica y calidad narrativa, consagradas ambas a la culminación de la aventura.

Quienes han pretendido desvirtuar el arte de este autor, recargando malintencionadamente de una ideología política y de una moral que no tiene la más celebrada de sus obras, «El Guerrero del Antifaz», silencian los títulos de otras creaciones suyas que encarnan la prueba de su infundio, como son ejemplos «El Pequeño Luchador», «Purk, el Hombre de Piedra» o la que nos ocupa, obras política y moralmente asépticas y que, al igual que ella, son, antes que nada, una narración épica y, sobre todo, una narración visual.

Quizá lo más admirable en Gago fue su asombrosa capacidad de síntesis, sobre todo la que atañe al binomio guión-dibujo, donde este dibujante hace brillar con luz propia su peculiar capacidad de transmitir gran cantidad de ideas en muy pocas de imágenes.

  
              

              
 

  «El Espadachín Enmascarado»

Portada del cuaderno N.º 191

 
  

Notorio es también en esta obra el protagonismo que adquiere la imagen en toda la narración gráfica. Los diálogos tienen sin duda su interés, pero es solo a través de la imagen como Gago trata de expresar los sentimientos que jalonan los comportamientos de los personajes, destacando así las posibilidades que el montaje y la misma viñeta le ofrecen: los diálogos quedan al servicio de unos dibujos suficientemente adecuados a lo que nos está contando.

Siempre he considerado que el abuso de textos de apoyo o el uso de diálogos superfluos no hacen más que constatar que un autor no ha sido capaz de comprender que la historieta, o cualquier narración gráfica, es un medio autónomo, con unas posibilidades y unos límites propios muy distintos de los de otros medios de comunicación. Quizá haya quienes consideren discutible esta consideración o que, incluso, afirmen que la calidad de un tebeo viene dada, ante todo, por su calidad literaria; es probable, pero también doy por supuesto que todo el mundo está de acuerdo en que si un autor nos obsequia con unos enormes diálogos, estos han de estar dotados de expresividad y de una determinada calidad lingüística, obviando lo farragoso y las vaguedades literarias.

Por lo considerable de su obra, por haber creado personajes que han traspasado las fronteras geográficas y cronológicas, sentando las bases de un modo personal de dibujar, el trabajo de Manuel Gago se inscribe, por derecho propio, en la historia de la buena novela gráfica.

  
              

              
 

  Pierre de Drumond, joven de la guardia real de Luis XIV, oculto tras su máscara para recuperar el honor que le ha sido arrebatado, se convierte en

«El Espadachín Enmascarado»

 
  

Ficha técnico-artística

FICHA TÉCNICO-ARTÍSTICA

·        Título: «El Espadachín Enmascarado»

·        Guión: Manuel Gago García & Pedro Quesada Cerdán.

·        Dibujo: Manuel Gago García.

·        Personajes: Pierre de Drumond, Paulina, la Capitana Escorpión, el Barón de Rambaix y el Marqués de Bremat.

·    Género: Acción. Aventuras. Drama.

·        Editorial: Valenciana (Valencia).

·        Año de aparición del primer número: 1952.

·        Formato: 252 cuadernos apaisados de 10 páginas en B/N y portada en color. Completan las aventuras 2 números extraordinarios (almanaques).

Breve reseña argumental

La colección nace a partir de un cuaderno que Manuel Gago y su hermano Pablo presentan, en 1947, ante el editor de la Editorial Valenciana [2]. Por razones varias, no será hasta 1952 cuando se inicie la publicación completa de serie, de cuyo guión, a partir del número 2, se encargará Pedro Quesada.

Como en tantas ocasiones, el motor de la acción aventurera es la recuperación del honor perdido, lo que hace de la serie una inspirada adaptación a la estética del tebeo de las novelas folletinescas ambientadas en la Francia de Luis XIV, el «Rey Sol», que tanta fama dieron a Alejandro Dumas.

La trama se desarrolla, pues, en el siglo XVII, cuando el joven oficial Pierre de Drumond es falsamente acusado de traición ante el rey por un grupo de ambiciosos cortesanos encabezados por Paul de Bremat, otro oficial de la Corte. Condenado a muerte por su rebeldía a ser procesado injustamente, el noble escapa e idea cubrir su rostro con un antifaz para combatir con más eficiencia a los causantes de su infortunio. Diestro como nadie con la espada, valeroso por su convicción de inocencia y escurridizo como su propia sombra, «El Espadachín Enmascarado» tendrá en jaque a la Corte del rey en defensa de algo que estaba por encima de su vida: restablecer su honor, acontecimiento que tiene lugar cuando es rehabilitado en su puesto de oficial, a partir de cuyo momento se convertirá en espía al servicio real.

En tanto logra este afán suyo, el joven, con la faz enmascarada, batirá su espada con incontables enemigos, matará a muchos enemigos y será herido por otros, y va a vivir emocionantes e intrépidas aventuras, que transcurren en Europa y América, acompañado de Paulina.

Últimas reflexiones

Como ya he dicho, he vuelto a leer el drama personal y las aventuras del joven oficial Pierre de Drumond, el «Espadachín Enmascarado», en una reedición que llevó a cabo la Editorial Valenciana a comienzos de la década de los ochenta. Esta historia, considerada una de las mejores creaciones del maestro, es una de las obras a la que el tiempo ha causado poca mella y a cuya relectura nos invita pasado no mucho tiempo. Estas razones nos inducen a plantearnos la siguiente pregunta: ¿Es «El Espadachín Enmascarado» una obra maestra? Analicemos primero la obra y propongamos por fin una conclusión.

  
              

              
 

  «El Espadachín Enmascarado»

Portada del cuaderno N.º 205

 
  

La publicación «El Wendigo» ha establecido un conjunto de condiciones para que un tebeo o cómic pueda considerase «obra maestra». Según, pues, la mencionada fuente, los requisitos mínimos que han de estar presentes en una de estas manifestaciones del arte secuencial son los siguientes: (1) una buena historia; (2) un buen guión; (3) una buena realización gráfica en sus dos vertientes: «estilo» y «narración»; (4) perfecta conjunción entre texto y dibujo; y (5) que sus imperfecciones sean tan evidentes y/o geniales que rompan moldes y marquen pautas a otras obras posteriores.

En nuestra evaluación, no debemos olvidar lo que implica la palabra «maestro» en sus valores de educador, instructor, orientador, profesor, guía y ejemplo, entre otras cosas. Y, concretándonos al caso que nos atañe, hemos de tener presente que estudiamos un tebeo, esto es, una manifestación artística que se desenvuelve en el contexto de la comunicación verbo-icónica, la cual logra su expresión sobre la base de sus dos componentes: el dibujo y el texto.

Así pues, intentaremos valorar la serie que nos ocupa a la luz de los parámetros ya descritos.

El análisis

Si analizamos cada uno de los apartados en que «El Wendigo» divide el término, resulta evidente que si no nos encontramos ante una obra maestra, es lo que más se le asemeja, especialmente en los apartados de «historia» y «guion», e incluso los otros dos de «diálogos» y «textos de apoyo», por la sencilla razón de que si no son sublimes, sí son buenos, hasta el punto de que, sin duda, la obra sirvió de paradigma a otros autores. Analicemos algunos extremos.

a) El dibujo. Por más que nos esforcemos, resulta una tarea harto difícil encontrar algo en los dibujos de Gago, aun en sus momentos más bajos, a lo que se le pueda poner alguna objeción en lo que a la narración y al estilo se refiere. Conocemos casi toda la obra de este dibujante, y nuestra apreciación de él lo ha catalogado entre los autores capaces de llevar a cabo con éxito  cualquier trabajo, especialmente los llamados de «capa y espada».

  
              

              
 

  «El Espadachín Enmascarado»

Portada del N.º 252, último cuaderno de la colección

 
  

Basta con hacer una pequeña incursión crítica en la obra para percatarse de que sus mejores viñetas son las que describen desafíos personales, enfrentamientos grupales, carreras; en una palabra, acción; son viñetas que firmaría cualquier gran dibujante de la historieta. «El Espadachín Enmascarado» es una creación dotada de personalidad, una trama notable, una narración con fuerza para destacar por su propia valía…; en fin, un trabajo capaz de crear escuela, y, de hecho, fue origen de secuelas. Y qué decir de aquellas otras viñetas en las que, con total ausencia de acción, los personajes denotan sin embargo tener vida, estar dotados de movimiento. Esta afirmación es plenamente contrastable en cualquiera de los tebeos de la serie.

Por otra parte, las historias narradas por Gago están pobladas de personajes con entidad personal propia: cada uno de ellos tiene una personalidad, un temperamento, un carácter, una actitud ante la vida que lo singulariza de los demás. Ampliando el análisis a los personajes femeninos, nos hallamos ante una sucesión de mujeres con entidad diferenciada, con personalidad propia, capaces de transmitir emociones.

A la vista de lo anteriormente considerado, ¿puede afirmarse que en la obra estudiada existen indicios de «maestría»? A nuestro parecer, si no es así, mucho se les aproxima.

b) Lo narrativo: En Gago, «verbo» y «acción», palabra e imagen, se complementan, lo que significa que ninguna de las posibles formas de expresión que puedan darse en una y otra fórmula resulta superflua o innecesaria, como tampoco tendremos ocasión de constatar síntomas de contradicción entre el contenido de los textos y la significación icónica de las imágenes.

c) El guion: Una de las grandes bazas de la serie es, sin lugar a dudas, el guion. Es probable que haya quien eche en falta una cierta trascendencia en la trama o aduzca la ausencia de profundidad argumental. No estamos del todo de acuerdo con ambas afirmaciones en lo que tienen de negación absoluta: la serie tiene la trama y el argumento necesarios para amenizar un buen rato de lectura y trasladarnos, mediante el ejercicio de la imaginación, a una época ya pasada de la historia de Francia; por otra parte, no debe olvidarse la etapa de nuestra historia en que se editó. Con todo, lo que no admite ningún género de duda es que la narración contiene los ingredientes necesarios para mantener latente el interés del lector, sea joven o adulto.

  
              

              
 

  «El Espadachín Enmascarado»

 
  

Conclusión

Sobre la base de lo considerado, ¿puede considerarse «El Espadachín Enmascarado», de Manuel Gago, una «Obra Maestra»? Puede que no, pero, como ya hemos argumentado, es lo más parecido a lo que la crítica tiene por tal, cuando menos en sus ciento y pico primeros números, y no hago esta afirmación por un efecto de nostalgia de una niñez ya pasada.

     

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NOTAS

1. Sin perjuicio del sentido que su autor dio al texto, que se mantiene, la redacción original, publicada el 20 de julio de 2009 en el blog «¡Voto a Bríos!», ha sido actualizada y completada en alguna de sus partes por Antonio D. Gómez Ramírez y el editor de esta revista.

2. Esta práctica era habitual por entonces: para proponer la publicación de una nueva serie, se hacía necesario que los autores (dibujante y guionista) hiciesen entrega a la empresa editora, a modo de prueba, de uno o varios episodios de la colección propuesta. Este primero de «El Espadachín Enmascarado» es archivado por el editor Juan Puerto, dueño de la editora Valenciana, por no ver en él perspectivas de mercado.

   

   

     

MANUEL LÓPEZ PORRAS (1941), jubilado en la actualidad, es, desde siempre, un entusiasta de los tebeos, que alegraron su infancia en aquellos grises años como a tantos otros muchos españoles. Desde hace unos años, colabora en la revista «EL BOLETÍN» del amigo Carlos González.

   

   

GIBRALFARO. Revista de Creación Literaria y Humanidades. Publicación Bimestral de Cultura. II Época. Año XI. Número 78. Octubre-Diciembre 2012. ISSN 1696-9294. Director: José Antonio Molero Benavides. Copyright © 2012 Manuel López Porras. © Las imágenes, extraídas a través del buscador Google de diferentes sitios o digitalizadas expresamente por el autor, se usan exclusivamente como ilustraciones del texto, y los derechos pertenecen a su(s) creador(es). Edición en CD: Director: Antonio García Velasco. Diseño Gráfico y Maquetación: Antonio M. Flores Niebla. Depósito Legal MA-265-2010. © 2002-2012 Departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura. Facultad de Ciencias de la Educación. Universidad de Málaga.