N.º 72

MAYO-JULIO 2011

16

    

   

  

   

   

   

   

«EL COLOSO»,

EL PÉPLUM MÁS ORIGINAL DEL TEBEO ESPAÑOL

   

Por Manuel López Porras

   

   

  

L

a generación nacida en el transcurso del periodo de tiempo comprendido entre el inicio de la década de los 40 y los años primeros de la de los 50 fue la promotora de un cambio en la vida de la juventud de la época que se desarrolla durante el estadio medio de la Dictadura de Franco. La influencia de su afán por el cambio, particularmente en los hábitos sociales, comienza a dejarse notar a comienzos de la década de los 60: aquel aire fresco que, en forma de libros, discos y escapadas al país vecino, nos entraba del Norte a través de los Pirineos se había tornado cada vez más irrefrenable no obstante el recrudecimiento de la censura del régimen, dando origen a nuevas y más numerosas formas de ocio entre la juventud española, una de cuyas primeras consecuencias se concretó en que el tebeo, hasta esos años único medio de dar escape a nuestra fantasías infantiles y juveniles, fuera cediendo progresivamente el puesto de evasión.

     
     

   

Una década que se nos fue y en la que yo dejé de leer tebeos. Leer tebeos por esos años, al igual que ahora, estaba mal visto, y más aún, si has rebasado ya una edad que la gente considera como “límite” para dedicarse a la pérdida de tiempo que supone «deslizar tus conspicuas pupilas sobre unos monigotes».

Cumplidos los veinte años, yo atendía asuntos demasiado terrenales como para prestarles la debida atención a los héroes que habían sido compañeros inseparables de infancia y adolescencia: novia, fútbol y un trabajo (la verdad, realizado con desgana y que compaginaba con los estudios) copaban todos mis empeños.

Siguió pasando el tiempo. Encontrándome en mis treinta y un años, y ya recién casado, la Editorial Valenciana reeditó a todo color El Guerrero del Antifaz. La nostalgia, los sueños proporcionados por aquellos entrañables tebeos que parecía haberse difuminado en el tiempo, hizo resurgir en mi yo más profundo unos recuerdos en los que tenía un lugar predominante el héroe enmascarado, que volvía así a entrar en mi vida. Al Guerrero siguieron Purk, el Hombre de Piedra; El Pequeño Luchador; Yuki, el Temerario y Piel de Lobo.

El calendario siguió su inexorable recorrido. Y a los cuarenta años, conocí en mí al más vital, entusiasta y desprendido coleccionista de tebeos. El mundo de la imagen en blanco y negro que había dominado mi vida desde una niñez penetrada por los tebeos se concentró en una maravillosa tebeoteca.

Gracias a esto, me di a la tarea de leer y releer. Desfilaron ante mis ojos viñetas que yacían en el baúl de los recuerdos y conocí otras muchas de las que ni tan siquiera sabía que habían existido. Y descubrí un escenario donde los recuerdos brotaban en ese mismo lenguaje que me había conquistado hacía ya muchísimos años.

     

     

«El Coloso»

Portada del número 1 de la colección.

 
   

Así empezó todo. Por eso, escribo hoy sobre El Coloso, y, por eso, sonrío mientras tecleo estas líneas. Hace cuarenta y cuatro años que lo había conocido y no había reparado en su valía, en su valor como personaje del mundo clásico y en el valor del hombre que lo creó: López Blanco, quien desarrolla con maestría una trama en que la aventura es lo primordial, un mundo de aventuras en el que tiene cabida sutil y finísimo sentido del humor muy difícil encontrar hoy en día.

¿Por qué un tebeo conserva, renueva o potencia su capacidad de comunicación a través del tiempo? ¿Cómo los integrantes de una nueva generación, creados y criados en nuevos contextos, con diversos entornos culturales, pueden disfrutar o reflexionar, o ambas cosas a la vez, con un tebeo concebido cuarenta y pico años atrás? ¿Qué magia explica esa maravilla?

Más allá de la barrera idiomática, la historieta es arte secuencial y visual. El saber usar las herramientas del lenguaje de la historieta es indispensable y en eso la mayoría de dibujantes de posguerra eran unos maestros. Sus viñetas se desarrollaban claras, con personajes definidos, con fondos claros, y en donde cada viñeta se concatena claramente con la otra. En sus páginas se nos invitaba a viajar por un mundo plagado de fantasía: historias de terror, leyendas, monstruos, hadas, gnomos, personajes de ciencia-ficción, etc. En la época dorada de los tebeos, lo que importaba era la historia, la acción y la aventura.

El espíritu del folletín pervive en la historieta de aventuras, como se puede observar de forma diáfana en tantos de nuestros queridos cuadernillos aquí en nuestro país.

     
     

  

«El Coloso». Portada del número 8.

   

A mi juicio, eso de las reediciones está bien, muy bien, y aplaudo y alabo a las editoriales que llevan a cabo tal empresa. Porque, por un precio bastante razonable, nos permiten disfrutar de una gigantesca cantidad de material que, de no ser así, estaba condenado al más injusto de los olvidos. A mí me ha servido para valorar en su justa medida a una serie de autores antes inadvertidos y, en general, para reencontrarme con un mundo que yacía borroso por el inexorable paso del tiempo.

  

Ficha técnico-artística

  

Título: El Coloso

Guión: Juan Antonio de la Iglesia

Dibujo: Manuel López Blanco (1924-1992)

Género: Mundo clásico. Ficción

Editorial: Maga (Valencia)

Año de aparición: 1960

Formato: Cuadernillos de 15 x 21 cm

Colección: 83 números

  

«El Coloso» y el Mundo Clásico

  

A la sombra del péplum ‘made in Italia’, nace El Coloso, colección de aventuras gráficas enclavadas en lo más clásico y genuino del mundo mitológico greco-latino, genialmente dibujadas por López Blanco, uno de los mejores dibujantes españoles de posguerra.

El Coloso, que, a mediados de la colección, cambiará su título por el de Príncipe de Rodas, nace y se desarrolla paralelo a las sagas cinematográfica de Hércules y Maciste. Así, nos encontramos con parábolas y transposiciones mitológicas, toda una amalgama de situaciones de la Antigüedad, donde la aventura da paso a lo irreal para fundirse en un solo plano, llegando nuestro héroe a enfrentarse al mismísimo semidiós Hércules para liberar a Hipólita, reina de las Amazonas.

     

     

«El Coloso»

cambia su título por el de

«El Príncipe de Rodas»,

a partir del número 36 de la colección.

 
   

La mitología de la antigua Grecia, con su multitud de pintorescas deidades, pasó a la cultura occidental como fuente de inspiración artística y literaria durante el periodo históricamente conocido como Renacimiento. La religión constituyó para los griegos un lazo de unión y el mundo de los dioses alcanzó casi categoría de real a través de la obra de Homero, autor de La Ilíada y La Odisea, y Hesíodo, que escribió la Teogonía, sobre la genealogía de los dioses, y El escudo de Heracles.

De estas y otras muchas bondades se va nutriendo la historia en cada momento, proporcionando al lector ingredientes suficientes como para mantener un interés creciente. Otro de los aciertos del guión es el hecho de que, a medida que la serie va avanzando, se va perdiendo el individualismo del héroe, potenciándose así el protagonismo de sus compañeros al tiempo que sus respectivas tramas paralelas.

Imaginativa hasta la subversión formal, El Coloso destila un alto sentido de irónica parodia del péplum tan de moda en las pantallas cinematográficas en aquellos años. Por otra parte, en este péplum gráfico, a diferencia del cómic actual, no encontramos violencia gratuita, no hay falsa espectacularidad, no hay lagunas de guión. En El Coloso encontramos dosis de aventura y una sugestiva fantasía. Un tebeo que escapa a las clasificaciones y esquemas; una serie cuya total ausencia de verosimilitud es lo que le confiere una personalidad diferenciada.

El Coloso es una novela gráfica de evasión narrada y dibujada con pulso firme. El Coloso es, en definitiva, una saga para leer, ver y disfrutar, ya que con ella tenemos garantizadas horas de diversión.

  

Estilo gráfico

  

En lo gráfico, el estilo de López Blanco aparece lleno de contrastes, pero destaca en domino con soltura del estilo cinético. Obsérvese sus rocas, sus pasadizos, sus cavernas y el uso magistral de las secuencias. El Coloso constituye un claro ejemplo de la capacidad de sorprender que caracterizaba a este autor. Esta capacidad de adaptación de López Blanco al magnífico guión, permite que podamos disfrutar de una de las mejores obras de los años dorados del tebeo español. Sus páginas nos invitan a viajar por un mundo plagado de fantasía.

        
     

     
  

«Huracán», otra de las series dibujadas por López Blanco.

 
     

  

La originalidad y frescura de su trazos

  

Sin duda alguna, López Blanco fue uno de los dibujantes más interesantes de nuestra posguerra. Sus obras presentan dosis de constante calidad e interés, lo que le hacía tener ganada de antemano la afición del lector, y no obstante desarrollar temas tocados hasta la saciedad, la originalidad y frescura de su trazos los hacía nuevos a nuestros ojos. Una simple mirada a la labor que nos dejo hecha, demuestra que su obra debe ser recordada.

En resumen, El Coloso nos ofrece un tebeo de aventuras bien hecho y mejor escrito, que se lee con sumo agrado y también hay que decirlo, con nostalgia.

  

Otras obras de López Blanco

  

López Blanco se dio a conocer cuando la madrileña Editorial Rollán lo llama para continuar el trabajo de Luis Bermejo en las Aventuras del FBI. En 1961, aparece Montana, la otra colección que dibujó para Rollán. De aquí pasa a la Editorial Maga, donde, en colaboración con el guionista Juan Antonio de la Iglesia, dibuja dos series: Huracán (1960) y El Espíritu de la Selva (1962).

   

   

     

Manuel López Porras (1941), jubilado en la actualidad, es, desde siempre, un entusiasta de los tebeos, que alegraron su infancia en aquellos grises años como a tantos otros muchos españoles. Desde hace unos años, colabora en la revista “El Boletín”, del amigo Carlos González.

   

   

GIBRALFARO. Revista de Creación Literaria y Humanidades. Publicación Bimestral de Cultura. II Época. Año X. Número 72. Mayo-Julio 2011. ISSN 1696-9294. Director: José Antonio Molero Benavides. Copyright © 2011 Manuel López Porras. © Las imágenes, extraídas a través del buscador Google de diferentes sitios o digitalizadas expresamente por el autor, se usan exclusivamente como ilustraciones del texto, y los derechos pertenecen a su(s) creador(es). Edición en CD: Director: Antonio García Velasco. Diseño Gráfico y Maquetación: Antonio M. Flores Niebla. Depósito Legal MA-265-2010. © 2002-2011 Departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura. Facultad de Ciencias de la Educación. Universidad de Málaga.

  

  

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