N.º 69

NOVIEMBRE-DICIEMBRE 2010

17

    

   

  

   

   

   

   

AL OTRO LADO DE LOS RECUERDOS:

MARTÍNEZ OSETE Y "THORIK EL INVENCIBLE"

   

  

Por Manuel López Porras

   

   

  

C

uesta trabajo empezar a escribir cuando no se entiende muy bien aquello a lo que uno piensa referirse, pero esa dificultad se multiplica por mil cuando lo que sucede resulta absolutamente incomprensible.

    

                                             

  

¿Alguien puede pensar eso?

Martínez Osete es quien parece no merecer ni una sola línea entre los cien autores más destacados del género para la Historia de los Cómics de Toutain Editor. Como otros autores de la primera época del género tebeístico de posguerra, la que comprende entre 1940 y 1960, Martínez Osete ha caído en un prematuro olvido para los estudiosos del medio, que no para el aficionado.

El caso de Martínez Osete es un caso más, pero muy ilustrativo del devenir profesional de esos señores que un día blandieron el lápiz y se lanzaron pletóricos de ideas y buenas intenciones a la conquista de corazones populares para la causa historietística.

Juan Martínez Osete (Totana, Murcia, 1921) empezó a garabatear sus dibujos desde muy joven. Y ya desde muy joven empezó a publicar regularmente, y, como otros tantos dibujantes españoles, hubo de pasar (este canon artístico parecía inexcusable) por infinidad de estilos: esto ha sido siempre la ley de supervivencia del historietista en España; el vía crucis de cada uno de ellos. Desde el lejano Oeste hasta la ciencia ficción, Martínez Osete ha recorrido todos los caminos habidos y por haber en su, a veces, ingrata profesión. Quizá este arranque nos dé algunas claves para entender su estilo gráfico y narrativo.

En este último punto creo que ha habido pocos que hayan llegado a cotas tan altas de comunicación como las alcanzadas por sus entrañables tebeos. Solo por esto, esta creador de ficciones merece estar entre los grandes nombres del tebeo patrio. Su categoría artística y comunicativa no palidece un ápice por su poliédrica trayectoria, más bien al contrario, al lado de los maestros de la historieta ya consagrados. Pocos como él han llegado tan lejos a la hora de transmitir inquietudes, de comunicar sentimientos, de participar sensaciones… en definitiva, de hacer lo que entendemos por tebeo.

  

Un artista irrepetible

Martínez Osete, uno de los más prolíficos dibujantes de la historieta española, junto al mil veces recordado todavía Manuel Gago, estuvo entre los mejores, cuando menos para el lector aficionado, que no por la crítica (si exceptuamos entre a Francisco Tadeo Juan en su COMICGUIA, N.º 19), en el panorama español de posguerra.

   
     

  

Thorik el Invencible es un producto que contiene un buen dibujo, una buena planificación, una excelente historia y unos interesantes personajes.

   

Su obra está lejos de los academicismos de otros autores, sus páginas nunca fueron farragosas, complejas o indescifrables. Martínez es poseedor de una línea muy clara, atractiva y limpia.

Para muchos lectores, el nombre de Martínez Osete va asociado fundamentalmente a las series de El Príncipe Dani, El Poder Invisible, Rock Robot, Red Dixon o El Puma. Otros más veteranos recordarán sin duda su trabajo en el campo del humor. En suma, uno de aquellos autores que crearon un mundo mágico que nos llenó de imágenes luminosas tantas horas grises y tantas tardes de penurias. Un autor que nos hizo crecer alimentando nuestros sueños poco a poco, semana a semana. Sus héroes hicieron soñar a toda una generación de la juventud española.

Prácticamente, todas sus creaciones fueron un éxito, aunque no todas tuvieran un mismo nivel de calidad. Sus tiras de dibujos, al igual que cuantos se dedicaron a la historieta en esa época, son un trabajo pensado en la inmediatez y, desde luego, sin más documentación que la imprescindible para no atentar contra el decoro artístico y, aun así, sorprende la calidad que supieron depararnos aquellos artesanos del tebeo nacional.

  

“Thorik el Invencible”. Ficha técnica

Dentro de su abundante producción hay una serie de obras que destacan entre las demás por méritos propios. Para nosotros, aparte de sus colaboraciones en El Capitán Trueno y El Jabato, con unos trabajos de calidad a las órdenes de Víctor Mora, el más destacado de sus personajes lo encontramos en Thorik el Invencible.

Colección: Torik el Invencible

Fecha de publicación: 1959

Editorial: Marco (Barcelona)

Colección: 20 números

Formato: 17 x 24 cm

Dibujante: Juan Martínez Osete

Guionista: Probablemente, el propio Martínez Osete

  

Características artísticas más relevantes

Se podría empezar diciendo que Thorik el Invencible es un producto que contiene un buen dibujo, una buena planificación, una excelente historia y unos interesantes personajes. Además podríamos hablar de un excelente montaje y de su magnífico ritmo.

En general, la obra presenta unas características artísticas y argumentales que se concretan en un montaje interesante y en un magnífico ritmo:

Un buen dibujo: Como casi todo en esta serie, el dibujo de Martínez Osete podría calificarse de excelente; es un dibujo que se adapta a la perfección a lo que se nos está narrando.

    

     

Un buen dibujo: Como casi todo en esta serie, el dibujo de Martínez Osete podría calificarse de excelente; es un dibujo que se adapta a la perfección a lo que se nos está narrando.

 
   

Una buena planificación: Presenta destacados aciertos relacionados con esta. Decididamente, la planificación es buena. En las secuencias de acción, donde la continuidad es crucial, se observa, de manera clara, el dominio del medio de este autor.

Una excelente historia: Digamos que la historia, como excusa argumental, es mucho más que aceptable.

Interesantes personajes: Aunque no dejan de ser arquetipos, están bien construidos y consiguen ser creíbles.

Releo las entregas de Thorik y vuelve a mí aquella impresión de narrativo. No hace falta mucho saber historietístico para diagnosticar que lo más destacable de esta obra, reside en la planificación del guión. Tampoco hace falta poseer un ojo muy crítico para observar la brillantez gráfica y estilística de toda la obra; fácil es concluir que las prisas a las que estaban sometidos los dibujantes de esta época, no era óbice para que nos ofrezca un trabajo más que agradable, ya que esta colección posee puntuales elementos de interés estilístico y originalidad narrativa.

Sirva todo lo anterior para tomar conciencia de las luces que hubo en la carrera profesional de uno de los máximos exponentes de mal e injustamente calificado «cómic del franquismo», apelativo con el que ha pretendido encasillar, desde hace no muchos años, todo un cúmulo de (la mayor parte) buenos títulos de excelentes narraciones gráficas, con más afán de desprestigiar todo lo referente a una época que de pronunciar una crítica intencionadamente acertada. Luces en las que irremediablemente hay que reconocer (basta con echarles una ojeada) una vitalidad creadora que resulta envidiable y una más que meritoria capacidad de entrega ilusionada a la labor artística. Y eso, en unos tiempos en los que todo invitaba al desánimo y a la desidia creativa.

  

El tebeo, una narración atractiva y gratificante

Dejemos de mirar la fecha de edición de un producto y fijémonos en si es divertido, interesante, gratificante… El tebeo de esa época ―me refiero al publicado durante la dictadura― tenía como objetivo primordial contar una historia de la manera más clara y amena posible, lejos de baldíos esteticismos y retóricas innecesarias, habilidad para la que Martínez Osete estaba especialmente dotado.

Quizá sea Thorik una de esas historias mil veces contadas y con un buen porcentaje de ocasiones en que ha merecido la pena volver a leerla. Resulta gratificante comprobar que, de vez en cuando, aún se pueden reencontrar estupendos tebeos que no ofendan la inteligencia del lector.

En Thorik el Invencible todo resulta muy manido (pariente que quiere acceder al trono rapta al hijo del rey...), es cierto, pero, al menos, se sigue el curso de una historia y no se recurre a diálogos deliberadamente estúpidos.

   
     

  

Vibrante y emotiva, hace que uno se enganche rápidamente a unas imágenes que, desde el principio, ofrecen acción de la buena.

   

Vibrante y emotiva, hace que uno se enganche rápidamente a unas imágenes que, desde el principio, ofrecen acción de la buena. Se consigue con ello una espectacularidad que supera con creces las múltiples explosiones que adornan las supuestas epopeyas que hoy día nos invaden. Y los personajes, perfectamente delimitados, con malvados inteligentes y no neuróticos, y con circunstancias personales que complican la trama a pesar de la sencillez de su planteamiento. Su gran mérito consiste en no exigir al lector otra atención que la impaciente curiosidad de lo que va a suceder.

Como era habitual en los tebeos de esos años, todos los hallazgos son rápidamente relevados en sus páginas. Este sentido de lo inesperado, como algo que no puede fallar. ¿Qué ocurre entonces? ¿Qué va a pasar en esos momentos que los perversos llevan las de ganar?

Nunca se sabía qué iba a pasar. Comprar el tebeo era encontrarte con la sorpresa. Era la peripecia, la aventura, la ilusión… a veces, el desencanto. Nunca te quedabas indiferente. A lo máximo que podías jugar era a imaginar el desenlace de la historia, y, a menudo, te quedabas corto, quizás porque eras un adolescente, quizás porque todavía el medio era joven, igual que tú, y se podía experimentar y encontrar caminos novedosos.

  

El fin de Thorik el Invencible…

Pero un día, tristemente, se acabó. Lamentablemente, un trabajo tan cuidadosamente tratado y en el que Martínez Osete había puesto todo su cariño, por ser un tema que le apasionaba, no conoció el éxito que merecía y hubo que precipitar el fin de la serie.

Thorik el Invencible es una historieta extraordinariamente valida, aunque insatisfactoria por las expectativas que nos creó y no culminó, ya que, casi sin darnos cuenta, llegamos al final de colección en su primera parte, en la que se nos anuncia una segunda, En busca de un nuevo continente, que nunca se llegó a publicar.

Hoy en día, la pregunta fundamental sigue en pie: ¿Cuál fue la clave del escaso éxito de Thorik el Invencible, un producto a priori más original que otros muchos?

  

…Y el declive del tebeo español

La respuesta quizá podamos hallarla en esa irrupción tan rápida como arrolladora que, a mediados de los años 50, tuvo lugar en nuestros hogares de algo que, sin necesidad siquiera de pasar unas páginas, lo proporcionaba todo: aventuras, viajes, lugares exóticos, amor… La televisión había entrado a saco en nuestras vidas con paso firme y estaba abriéndose paso a marchas forzadas en nuestra sociedad, y, así, en todo lo relacionado con ella: la pequeña pantalla había iniciado su imparable y demoledor proceso de transformar nuestras vidas. Lógicamente, la lucha entre un medio tan acomodaticio como la televisión y el tebeo como medio de entretenimiento no admitía dudas sobre el vencedor.

    

     

Lógicamente, la lucha entre un medio tan aco-modaticio como la tele-visión y el tebeo como medio de entretenimien-to no admitía dudas so-bre el vencedor.

 
   

La década de los 50 fue también el comienzo de la época dorada de los grandes cambios juveniles en la música: el disco de vinilo hizo más asequible la música pop y el rock and roll entró en el alma de la juventud arrasando todo vestigio musical anterior. A partir del grupo de Liverpool, en España proliferó la formación de conjuntos: Los Relámpagos, Los Brincos, Los Pekenikes, El Dúo Dinámico… La discografía como forma de entretenimiento, como influencia de la nueva cultura juvenil, atrajo hacia sí a una masa enorme de jóvenes ávidos de novedad, recreo y expansión. Otro rival más para el tebeo y… para la lectura en general. La sociedad española había empezado a cambiar sus gustos.

Añádase a todo esto, el auge que empezó a tomar por estos años la importación de tebeos extranjeros (que comenzaron a ser llamados ‘comics’, como un primer indicio diferenciador), principalmente norteamericanos, editados en color, muy en consonancia con el cine y la música, en los que se sustituía el caballo por la nave espacial y la espada por la pistola de láser. Esta entrada de nuevas orientaciones en el mundo de la narración gráfica hubo de influir notablemente en la producción de nuestra industria editorial, contribuyendo al desfase de nuestros temas de años y, en general, al retroceso del tebeo genuinamente español.

A esta competencia arrolladora hay que sumarle la indiferencia y en ocasiones el desprecio que los sectores consumidores de cultura literaria sintieron por la historieta, a la que consideraban un género menor o una lectura de entretenimiento para niños. Porque, si divierte, si entretiene, no puede ser algo serio Si lo lee todo el mundo, no puede ser bueno.

A todo lo citado, entre otros factores, se añadió la acción trasnochada de una censura tardía para el momento en que ya se vivía, todo lo cual hizo que el tebeo fuese cediendo progresivamente puestos en el gusto de los niños y jóvenes españoles.

Recordemos que los finales de los cincuenta y, sobre todo, la década de los sesenta fueron años de cambios culturales profundos y el tebeo no salió airoso de esas transformaciones.

  

Recapitulación

   
     

  

Es esta obra la que marcó una cumbre artística, donde se aprecia en toda su medida el talento de Martínez Osete como dibujante.

   

Y es una lástima, porque Thorik el Invencible es, hablando en términos de calidad-cantidad, una de las mejores series que ha realizado este autor. Es esta obra la que marcó una cumbre artística, donde se aprecia en toda su medida el talento de Martínez Osete como dibujante. Sin embargo, una serie de circunstancias la han relegado a un olvido absolutamente injustificado. Su sintaxis narrativa se adscribe a las convenciones contemporáneas más propositivas, pues emplea recursos característicos de la historieta de arte o de autor: variaciones y cambios notables de la dimensión de la viñeta, lo que le imprime dinamismo a la composición de la página; cambios de enfoque y perspectiva. Si le sumamos los recursos del oficio, el manejo de la técnica narrativa y los cuadros magistrales de fulano nos encontramos frente al gran salto de calidad de las historietas del dibujante murciano.

Cuando retrocedemos en el tiempo y miramos el pasado, tal vez lo hacemos hallar respuestas a preguntas todavía sin contestar, tal vez para revivir buenos y malos momentos, o tal vez para buscar un tiempo perdido, como puede ser este el caso. Cabe la posibilidad. Pero lo que sí es cierto es que cuando avanzas y avanzas en la lectura de muchos de los tebeos actuales, quieres retroceder y buscar lo que te gustó en un principio de todo esto. La historieta, pues, no fue solo ese mundo de humor, aventuras, romances, fantasías, violencia y melodrama que aparecía en las viñetas, sino una fuerza que se extendía a otros ámbitos.

Dejamos aquí estas reflexiones, pues no pretendemos entrar en disquisiciones filosóficas en esta página sobre la historieta española. No somos estudiosos del tema, sino «degustadores». Lo que sí queda bien claro es que el tebeo no solo fue un medio de «entretenimiento». Fue un medio que durante años funcionó como opción ante la escasez de lugares de esparcimiento y recreación.

Hemos disfrutado y disfrutamos con muchos tebeos y muchos autores y guionistas. Pero uno de los autores que más hemos disfrutado ha sido a Juan Martínez Osete, a Martínez Osete, como rezaba su firma. Sus tebeos representaron algunos de los más entrañables y queridos momentos de evasión y diversión de nuestra infancia. Un autor que, con sus creaciones, logró comunicarnos los sentimientos que más valoramos: el amor, la solidaridad, la amistad y la alegría de vivir.

Que Martínez Osete ha sido uno de los pilares básicos del tebeo de aventuras español es una realidad innegable, pero su mérito alcanza una cota inigualable cuando consideramos cómo fue capaz de concebir y de plasmar en el papel semejantes historias en un contexto inadecuado y en unas condiciones verdaderamente lamentables. He aquí su genialidad. Y es su genialidad lo que todavía hace que seamos capaces de tragarnos páginas y páginas de sus colecciones como si nada. Volver a la infancia y recordar cómo engullíamos los tebeos con la misma avidez que aquellas meriendas a base de pan y chocolate es vivir la vida una segunda vez.

Sirvan estas líneas como el homenaje que todos los aficionados al tebeo le debemos a este autor, a Martínez Osete.

  

                                       
 

"EL PUMA", colección compuesta de dos series, y desarrollada en el marco del Oeste americano, fue otro de los grandes éxitos de Martínez Osete.

 

   

   

     

Manuel López Porras (1941), jubilado en la actualidad, es, desde siempre, un entusiasta de los tebeos, que alegraron su infancia en aquellos grises años como a tantos otros muchos españoles. Desde hace unos años, colabora en la revista “El Boletín”. del amigo Carlos González.

   

   

GIBRALFARO. Revista de Creación Literaria y Humanidades. Publicación Bimestral de Cultura. II Época. Año IX. Número 69. Noviembre-Diciembre 2010. ISSN 1696-9294. Director: José Antonio Molero Benavides. Copyright © 2010 Manuel López Porras. Edición en CD: Depósito Legal MA-265-2010. Diseño Gráfico y Maquetación: Antonio M. Flores Niebla. © 2002-2010 Departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura. Facultad de Ciencias de la Educación. Universidad de Málaga.

  

  

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