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MITA CHABONES

   

Por Adriana Serlik

   

  

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acimos el mismo día y nos criamos juntos.

Mi padre era el dueño del Circo Rouge Chabones, de fama mundial. Dieciocho generaciones de artistas circenses.

Mi madre, Piti Chabones, era  la ecuyere*, dieciocho generaciones de ecuyeres.

Mi familia ha recorrido doscientas treinta y cuatro veces el mundo en sus carromatos y posee una finca de caballos en Minsk, una viña en la Provenza y un zoológico en Tandil.

No son muchos bienes después de tantos años de andar por caminos de piedra, tierra, arena y sal, pero, desde el momento de nuestro nacimiento,  los Chabones tenemos una función en el mundo: hacer divertir al mundo en general y a los niños en particular.

Todo iba bien hasta que nací yo.

Por qué no le pasó a mi hermano mellizo Gastón, no podría explicarlo. Quizá ese veintitrés de junio, noche de San Juan, habría visto mi madre un gato negro o una gallina y dio siete vueltas al pasar las doce de la noche, o se equivocó y, en vez de encender la vela verde, encendió la amarilla, o confundió el billete, que no era el de siempre, al meterlo en el caldero de cobre.

Lo cierto es que nacimos los tres a las dos de la madrugada, y sólo yo he tenido que sufrirlo.

A medida que iba creciendo, mis padres comprendieron que debían pasar el testigo a Gastón, transformarlo en Mita, la Ecuyere. He olvidado contarte que me llamo Mita.

El mundo esperaba a Mita y no tuvieron más remedio que cambiar los roles por esa tontería que me arruinó, a los pocos días de nacer.

—¿Te envuelvo los tomates?

Al principio, encontraron la solución antes de emprender el viaje, una gota de vodka y fueron aumentando la dosis a medida que crecía y, cuando llegué a los doce, la cantidad exacta de vodka cabía en una copa llena.

En esa época, mi hermano Gastón ya era en la pista la gran Mita. Desde los diez años, dejaron que su cabellera creciera hasta la cintura, cubrieron sus partes con una faja muy apretada y sobre ella vistió, como en las dieciocho generaciones anteriores, el tutú** rosado con ronchas de piedras y perlas.

Eso no solo marcó sus partes sino su vida futura. A los ocho años se enamoró del payaso Eufrasio, al que seguía por todas partes, y a los quince, perdió la cabeza por Ginés, el equilibrista, que también había salido del armario.

Ya sé que hablé de tres nacimientos. Ese día nacimos los mellizos y Castina, la osa, que estaba destinada a realizar espectáculos con Gastón y que heredé al pasar a ser Gastonit y su oso cantor, un número que gustaba a la gente pero sin el renombre y la fama de la ecuyere. Y así seguí hasta que conocí a Gesualdo, mi marido, el dueño de la verdulería.

Con él me he sentido amada y no le preocupa mi defecto: sufro de vértigo, me mareo no sólo en las alturas, también me pongo malísima cuando viajo en cualquier medio de transporte y no puedo vivir sin tomar una botella de vodka al día.

  

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NOTAS

*ecuyere. (del fr. écuyère) f. Amazona, caballista. Mujer que, a horcajadas, monta caballos en un circo. (Este galicismo no está admitido por la RAE).

**tutú. (del fr. tutu) m. Faldellín usado por las bailarinas de danza clásica.  

  
                                       
 

“Amazona en el Circo Fernando” (1888), óleo sobre lienzo de Henri de Toulouse-Lautrec.

 
  

   

     

  

 

Adriana Serlik (Avellaneda, Buenos Aires, 1945). Con nacionalidad española desde 1985, reside en Rascafría (Madrid) dedicada a la enseñanza y donde es la Secretaria de Paz del Registro Civil y Juzgado de Paz, al tiempo que ha retomado sus estudios de Musicoterapia y prepara un trabajo sobre Walter Benjamin. Ha cursado los estudios de Magisterio (Enseñanza Artística) y Bibliotecología. Ha sido directora de varias bibliotecas y ha dictado clases en el Curso de Ingreso a la Facultad de Filosofía y Letras de la UNBA y realizado la producción de programas de radio para Radio Municipal y Splendid de Buenos Aires, Radio Caritas y Comuneros de Asunción del Paraguay y la RAI (Italia). Ha colaborado con diversos medios periodísticos de Buenos Aires, Asunción del Paraguay y Madrid, y ha trabajado como correctora y traductora para diversas editoriales españolas.

Su carrera poética comienza en 1968 con la publicación de Improntus 6, que marca ya el estilo claro y directo de su poesía. De sus últimas obras cabe citar títulos como Andaremos, amor, andaremos (Pontevedra, 2005), El gran devorador y otros relatos (Pontevedra, 2006), La esfera dorada (Pontevedra, 2006) y Las sonrisas gastadas (Jaén, 2006), entre otros.

Administra la web personal «La Lectora Impaciente», donde nos da a conocer sus últimas creaciones.

    

    

GIBRALFARO. Revista de Creación Literaria y Humanidades. Publicación Trimestral de Cultura. Sección 1. Página 1. Año XIII. II Época. Número 85. Julio-Septiembre 2014. ISSN 1696-9294. Director: José Antonio Molero Benavides. Copyright © 2014 Adiana Serlik. © Las imágenes, extraídas a través del buscador Google de diferentes sitios o digitalizadas expresamente por el autor, se usan exclusivamente como ilustraciones, y los derechos pertenecen a su(s) creador(es). Depósito Legal MA-265-2010. © 2002-2014 Departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura. Facultad de Ciencias de la Educación. Universidad de Málaga.