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EL PIANO

   

Por Cecilio del Peso García

   

   

  

P

rimer día de clase. Un niño lleno de ilusión, pero a la vez nervioso e intranquilo, va a comenzar sus estudios musicales en el Conservatorio de Música. Entra a clase y conoce a la que va a ser su profesora durante largos años de trabajo. Es una profesora alegre, cariñosa y con una sonrisa que desborda simpatía. Su primera lección: el picado, una forma de pulsar la tecla de piano mediante un ataque, pero con la suavidad y dulzura que se le debe aplicar a un instrumento así.

Los años pasan y este niño va avanzando de forma rápida y fácil. Va apreciando la música al tiempo que cada vez la siente más dentro de sí. Llega, por fin, su primer concierto. Nuevamente afloran los nervios, pero no puede echarse atrás porque sabe que ha trabajado mucho y que familiares y amigos que confían en él van a ir a verle. Sube al escenario y toca. Al principio, lo hace con cierta inseguridad, pero poco a poco va tomando confianza y llega, por fin, al final de su actuación. Los aplausos inundan la sala, a la vez que el niño se llena de alegría al ver que su esfuerzo es reconocido.

El niño, ya convertido en adolescente, sigue avanzando. Llega a los cursos superiores de segundo grado. Continúa disfrutando con su música, aunque cada vez requiere de más entrenamiento, pues el nivel es más alto y le exige mayor sacrificio. No obstante, y a pesar de tener otras obligaciones, como el colegio, encuentra tiempo e incluso sacrifica momentos de diversión con sus amigos. Pero todo eso merece la pena, pues está haciendo lo que le gusta e incluso ha pensado más de una vez dedicarse a ello. Quiere dar clases a otros niños que empiezan ahora como él empezó antes. Quiere dar los consejos que le dio su profesora y transmitir el cariño que a él le fue transmitido.

Sin embargo, en el penúltimo curso del segundo grado, le cambian de profesor. A pesar de sentir una enorme pena, pues ha estado con la misma profesora durante ocho años, se lo toma con optimismo y acepta el cambio de buen grado.

Nuevamente vuelven los nervios. ¿Cómo será el nuevo profesor? El joven entra a una nueva clase con una profesora recomendada por la anterior. No es lo mismo, pues su forma de enseñar presenta, como es natural, algunas diferencias con el sistema de la anterior docente, pero, no obstante, ambos sujetos (profesora-alumno) congenian satisfactoriamente.

Termina el año con buenos resultados, y tanto profesor como alumno hacen planes para el año siguiente. Hablan de cómo será el curso, el programa que va a seguir...

Por desgracia, el curso siguiente la profesora es trasladada a otro centro, donde el joven ya no puede ir a dar clase. Tiene que elegir a otro profesor.

Después de preguntar a otros alumnos, elige el que él cree más conveniente. Además, el joven, a pesar de oponerse al comienzo, inicia una carrera universitaria; los padres consideran que debe tener algo más, aparte de lo que aprenda en el conservatorio. Esto desemboca en peleas y discusiones, pero, finalmente, el joven accede. «No tiene por qué ser malo pertenecer a un ambiente universitario».

Nuevo curso y primer día de clase. El profesor no es como los anteriores. Este no le sonríe ni mantiene conversaciones con él. Siempre está serio. Critica al joven por su poco conocimiento en algunos temas, le amonesta por cada error que comete y no le transmite el mismo entusiasmo. El joven no está acostumbrado a esta forma de actuar del profesor. Considera que siempre se le ha tratado bien y se pregunta por qué este profesor procede de esta manera.

En casa deja de practicar. Es entonces cuando los problemas con los padres crecen. Consideran que el joven no se está comportando correctamente. ¿No era lo que te gustaba? El joven deja de ir a clase. No quiere verle la cara a ese profesor que le trata de esa manera. Prefiere salir con sus amigos. Esos con los que no pudo salir cuando era más pequeño, puesto que tenía que ensayar.

Termina el año y tiene que repetir. El profesor le entrega las notas. Esta vez sí le sonríe. El joven le devuelve la sonrisa, aguantándose las lágrimas en los ojos. Ha suspendido piano. Tiene, por lo tanto, que repetir.

Nuevo año con nuevo profesor. Este es más cariñoso y trata al joven con delicadeza. Es un profesor tierno, que intenta enseñarle con amabilidad. Este profesor sí sonríe y no le recrimina nada. Sin embargo, el joven ha cambiado. Ya no quiere enseñar música en un futuro. Ya no quiere dar el cariño que recibió al principio. Esta vez, es el joven todavía niño quien ha perdido la ilusión.

  
              

              

   

   

Cecilio del Peso García (Málaga, 1986). Titulado en Educación Musical por el Conservatorio Profesional “Manuel Carra”. Diplomado en Maestro de Educación Física, cuyos estudios ha realizado en la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Málaga.

    

    

GIBRALFARO. Revista de Creación Literaria y Humanidades. Publicación Trimestral de Cultura. Sección 1: Narrativa Breve (III). Año XII. II Época. Número 82. Octubre-Diciembre 2013. ISSN 1696-9294. Director: José Antonio Molero Benavides.  Copyright © 2013 Cecilio del Peso García. © Las imágenes, extraídas a través del buscador Google de diferentes sitios o digitalizadas expresamente por el autor, se usan exclusivamente como ilustraciones, y los derechos pertenecen a sus creadores.  Depósito Legal MA-265-2010. © 2002-2013 Departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura. Facultad de Ciencias de la Educación. Universidad de Málaga.