N.º 79

ENERO-MARZO 2013

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HOMBRE Y GUSANO

   

Por Luis Antonio Ródenas

   

   

  

E

staba harto de comprar abono y de no conseguir que ciertas plantas crecieran como era debido. Los tomates se nos dan francamente bien, pero los pimientos casi no crecen; ni los ajos, ni las cebollas, ni las calabazas ni, sorprendentemente, los calabacines, que se dan a mares y casi en cualquier terreno. Luego, cuando llega el otoño, con sus bruscos cambios de temperatura entre el día y la noche, y a causa de tanto retraso, se nos estropea todo sin haber adquirido el tamaño necesario. Eso sí, la calidad es indiscutible. Pocos placeres superan al de degustar un tomate de tu propia cosecha regado con aceite de oliva virgen y adornado con pimienta en grano molida y un poco de albahaca, también casera.

Así que aquel día, cuando casualmente detecté entre los anuncios del panfleto de un conocido supermercado que había una compostera en oferta, ni lo dudé. Además, era de las que no precisaban obligatoriamente actividad orgánica, sino que creaba el producto por descomposición térmica.

Aproveché uno de mis viajes a la capital, entré a sus instalaciones, compré lo que consideré necesario para la nevera… y me la llevé. La afición a la horticultura iba enganchándome poco a poco y, dada la enorme crisis que estamos padeciendo, me sirve de consuelo y desahogo.

A causa de mi trabajo, escaso, pero, a fin de cuentas, trabajo, tardé aún varios días en montarla, los que aproveché para ir depositando determinados residuos de la cocina en un amplio cubo de plástico, en lugar de tirarlos al de la basura, con el objeto de echarlos luego dentro de mi nueva adquisición y comenzar a fabricar humus. Había que empezar el proceso cuanto antes, para que en primavera pudiéramos abonar ya el huerto con nuestro propio e inagotable material.

Una mañana, por fin, pude hacerlo. Leyendo las cortas y sencillas instrucciones, me percaté de muchas cosas; por ejemplo, de que la naturaleza es muy sabia, y que la destrucción orgánica, a fin de cuentas, es también construcción. A mi modo, me sentí un creador… Fue cuando supe que ciertos sobrantes culinarios no servían para fabricar compost, así que me enfundé los guantes y me puse a clasificar los que tenía apartados en el caldero, separando carnes fritas y pan estropeado de los restos de verduras.

En esas andaba… cuando me encontré con un visitante inesperado: un gusanito. De primeras, lo habría matado sin más, pero entonces pensé que ya había ido llenando el depósito con restos del césped recién cortado justo la tarde antes, un poco de ayuda profesional no me vendría nada mal. Así pues, lo cogí entre mis dedos, cuidando de no aplastarlo, y caminé casi treinta metros, hasta la esquina del fondo de nuestra parcela, para, abriendo la tapa, depositarlo allí.

  
                             
 

En esas andaba… cuando me encontré con un visitante inesperado: un gusanito.

 
  

El animalejo, lógicamente asustado, se defendió como hacen tantos otros en la naturaleza, quedándose muy quieto, semienroscado, a la espera de su fatal destino… Confiaba en que el gusanito haría su silenciosa labor en el vergel que, inesperadamente, y a cambio de la muerte, se había encontrado. También esperaba que el proceso de descomposición no generara demasiado tufo.

No le di mayor importancia a este asunto, hasta que una mañana…

 

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Soy un gusano. Sí, puedo hablar y escribir. Todas las especies se comunican a su manera y entre sí, y nosotros, por supuesto, también.

La vida de un gusano es aburrida. Con nuestras cortas patitas, andamos muy despacio, envueltos siempre entre la maleza protectora, entre la oscuridad. Somos chatarreros, y nuestra labor es sumamente importante, pues nos dedicamos a reciclar todo lo inservible para que el ecosistema perdure por los siglos. Nos enterramos bajo tierra, ya que Gea nos protege, y, además, la temperatura y la humedad son las idóneas para vivir con relativa comodidad. Por cierto, soy vegetariano.

Hace unos días viví una experiencia milagrosa. Yo vi a Dios.

En esas andaba… cuando, inesperadamente, noté que el mundo a mi alrededor se agitaba con violencia. Pensé que era el Fin de los Tiempos, así que recé lo que supe para que mi alma, libre e ingenua, fuese acogida por Gaia…

Al principio, creí que se trataba de un demonio gigante, uno de esos de los que se habla en la Religión de las Especies; un ser destructor que pisotea por placer todo lo que se le pone por delante. Pero no, luego supe que, en realidad, fue una visión divina…

No supe bien lo que estaba presenciando, pero sé que levité. ¡Sí, levite! Los gusanos no volamos, y yo volé. No había nada que pudiera hacer para impedirlo. ¡Tenía tanto miedo…! Hice, pues, lo que cualquier lombriz haría, enroscarme sobre mí mismo y esperar mi fatal destino. Del nerviosismo, me desmayé…

Desperté, y no podía creer lo que estaba presenciando. Un fabuloso vergel se abría ante mí, repleto de hierba fresca, hojarasca, ramitas, tierra para poder construirme una nueva gruta, desperdicios… ¡El Jardín del Edén era real! Yo pensaba que estas cosas sólo le sucedían a las abejas y animales similares, que se dedican al pastoreo, pero, por lo que se ve, por mis cortas entendederas, parece que eso no tiene por qué ser así, que puede ocurrirle a cualquiera, aunque sólo a unos pocos privilegiados, los que tenemos la suerte de saber ver más allá… Me sentí uno de ellos, y le di Eternas Gracias a Gaia por haberme brindado tan fabuloso destino.

No sé qué meritos he podido hacer durante mi monótona vida, pero sé que la Madre Naturaleza no es tonta, sino muy sabia, y que no siempre construir es destruir…

   

   

     

 

   

   

LUIS ANTONIO RÓDENAS COLLADO (Colmenar Viejo, Madrid, 1965). Arquitecto técnico, criado en Aranda de Duero (Burgos), actualmente reside en Valladolid. Fue guionista del episodio La hermandad de la Espada, aventura de resurrección de EL JABATO, famoso personaje de tebeo español de los años 60 y 70, publicada por Ediciones B en 2008 con motivo de la celebración de su cincuentenario, así como autor del libro de temática medieval La Mirada del Unicornio. También colabora como articulista en páginas web como Tebeos Clásicos y Suite101, y en el blog El Sonido del Trueno.

    

    

GIBRALFARO. Revista de Creación Literaria y Humanidades. Publicación Trimestral de Cultura. Año XII. II Época. Número 79. Enero-Marzo 2013. ISSN 1696-9294. Director: José Antonio Molero Benavides. Copyright © 2013 Luis Antonio Ródenas Collado. © Las imágenes, extraídas a través del buscador Google de diferentes sitios o digitalizadas expresamente por el autor, se usan exclusivamente como ilustraciones, y los derechos pertenecen a sus creadores. Diseño Gráfico y Maquetación de la edición en CD: Antonio M. Flores Niebla. Depósito Legal MA-265-2010. © 2002-2013 Departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura. Facultad de Ciencias de la Educación. Universidad de Málaga.