N.º 70

ENERO-FEBRERO 2010

12

   

   

   

   

   

   

   

VECINOS ‛PER VERSOS’*

   

Por Gustavo Marcelo Galliano

   

   

   

E

l documento de identidad no es falaz. En él se puede aún leer claramente, a pesar del sepia creciente de sus hojas, Nicéfora Aquilina Bedetodo. Pero ella se había encargado minuciosamente de que casi nadie se enterase. Decía llamarse Nissette, por sus abuelos franceses, tan lumínicos como ilustrados. Según su historia, según su histeria. Y gustaba de que la llamaran Niza. Fino y delicado, tan dulce y recatado. Como la vida deseada, allá de joven, en aquellas horas de carne trémula y Corín Tellado.

Desde pequeña fue educada para cuidarse de los males de este mundo, de los vicios y sus vecinos, de la lujuria y su embrujo, de los hombres y los nombres, de las voces y los roces, de la noche y el derroche, de la mirada y la sonrisa, del qué dirán y pensarían.

Y fue un enorme esfuerzo, una tarea delicada, un trabajo dedicado el mantenerse pura y recta. Es que a veces por las noches, envuelta en sus frazadas, la carne le reclamaba por las ansias reprimidas. Pero su madre le había dicho que la piel es traicionera. Que si es propia, es gran pecado; más aún, si es ajena.

Y los rezos, y el silencio y los ojos aprisionados, rogando una oscuridad que oscurezca hasta el llanto. Y ese manto se hizo eterno con el paso de los días, y la tersura fue ave que presurosa volando le adormeció el almanaque a cambio de sus arrugas.

Fue entonces cuando se percató de que merecía compañía. No importaba si él era bello, dulce o considerado. Su madre le había explicado que los hombres eran calcados. Que se guiaban por el deseo y no pensaban demasiado. Por ello, debía encontrarse a alguien mayor que ella: a más años, menos llama; a menos llama, menos fuego; a menos fuego, más calma, y a más calma, más consuelo. En lo posible honesto, o, al menos, parecerlo. Eso decía su madre, y si lo decía ella, pues debía ser cierto.

También, que fuere propietario. Un inmueble o un negocio, respaldo de futuros años. Y ella, hallar trabajo; en lo posible, a diario, para estar más tranquila y no deber soportarlo. La tempestad del tiempo termina apagando la posibilidad efímera de que una brasa subsista y reavive un incendio. Eso decía su madre... por ello, debía ser cierto.

Y así fue como ella lo hizo, y se casó con Hortensio. Trabajador y callado, conservador y sumiso, pero ante todo: converso. Tan dócil y manejable como una mascota vieja; con respetable apellido y un respaldo financiero. Distancia durante el día. A la noche, solo calma. Sin velos ni más desvelos. Tranquilidad en la cama.

Pero sus problemas eran otros. Eran sus nuevos vecinos. Siempre fueron los vecinos. Hoy, los de la casa de enfrente, con sus cuatro malditos críos. Todo el día que entran y salen, y su puerta que hace ruido. Que la mayor es muy aguda y la menor, estridente; que el del medio es travieso y con un vozarrón agobiante. Y de padres permisivos… «¡Ay, si los viera mi madre!», pensaba desconsolada. Si hasta por las noches percibe unas extraña vibraciones, casi imperceptibles salvo para su agudeza, colándose por la ventana, ¿será que acaso respiran con demasiada resonancia? Malditos nuevos vecinos, siempre vienen a destrozar la calma.

¿Y los escandalosos de al lado? Lujuriosos, pervertidos… seguramente promiscuos, que jadeantes se babean. Los gemidos por las tardes se vuelven insoportables y por las noches, terribles, pareciera no se cansan. ¿Acaso es que los jóvenes siempre gozan... y no descansan? Y, a escasos cincuenta metros, ¡Dios me salve!, un colegio mixto, bulliciosa Secundaria. Adolescentes que adoran comportarse como simios. Mujercitas convertidas en hembras de la jauría. Los gritos de esos imberbes que se esparcen por el aire. Sus grotescas risotadas... sus corridas resonantes...  sus burdos ecos machacando las veredas, produciendo desniveles cual riscos en la pendiente. Delincuentes en potencia, que los nervios le han crispado. Viciosos, maleducados.

   
      

  

Y, apostada cual vigía, parapetada y encubierta, controla a los invasores desde la trinchera de su cortinado.

   

Y para colmo de sus males, han derribado en la esquina el viejo restaurante italiano y construirán en breve un moderno edificio, que, de seguro, será enorme, como una muralla china, obstruyendo luz y el aire. Si hasta casi puede sentir el ahogo. El sofocarse de pronto. Y serán demasiadas nuevas voces, demasiadas nuevas risas, demasiados nuevos llantos. Todo ese gran gentío respirando, conversando, contaminando, dentro de esas cajitas que llaman apartamentos. Infinidad de ventanas. E infinitos pensamientos. Demasiada luz de noche, ¡qué derroche!, demasiada sombra de día. «¿Serán justos mis reproches?». Y de seguro que ahora estacionarán sus coches,  robándonos el espacio que nos perteneciera por años a los antiguos, los de este lado. Se hurtan nuestros derechos, pisotean nuestro pasado. Niza suele añorar: «¡Ay, si mi madre viviera!».

No termina de comprender cómo nadie se da cuenta. El porqué no se procede contra la turba infame. Cómo pueden tolerar tanto desorden, tanta fanfarria. Tanta insulsa algarabía, tanta alegría por nada. No termina de entender por qué parecen felices. Ser feliz es perder tiempo, aunque el tiempo ahora no valga nada. Derrocharlo es pecado, sufrirlo es nuestro cargo.

Niza siempre está atenta. Aun al llegar el descanso. Ha optado por jubilarse, no volverá al trabajo. Ahora tiene todo su tiempo para estar sola en la casa. Para cuidar de lo suyo. Para hacer suyo el cuidado. Y, apostada cual vigía, parapetada y encubierta, controla a los invasores desde la trinchera de su cortinado.

Conoce todos sus horarios, los pasos y los descansos, hasta distingue los dejos de suspiros extraviados, el retumbar de tacones, el tintinear de sus llaves. Nadie podría engañarla, ella perdura atenta. Cuidándose de los perversos. Protegiéndose de los extraños. De sus vecinos. Se repite una y otra vez: «Nadie debe sorprenderme». Por ello, el despuntar del alba ya la encuentra en su ventana, controlando movimientos, a los niños o a los extraños. De ella nadie escapa.

Acaso sin comprender que se ha abarrotado de gula y de avaricia, de lujuria y pecado, de codicia y desidia, de maldad y de tristeza, de pensamientos extraños, de odio a los humanos. Y que el peor de sus defectos, que por años ha acrecentado, es que ha olvidado que vida hay una sola, que soñar es algo preciado. Que la vida es mucho más simple y bella siendo cauto, y no, un mal pensado. Que, al buscar dobles sentidos, su soledad se ha duplicado.

Mientras tanto, su esposo pasea, pasea y pasea al perro, desde hace mucho, mucho, mucho tiempo. Si hasta ha comenzado a pensar que se ha convertido en un anciano muy, muy pero muy extraño.

  

  

  

*Narración galardonada con el Primer Premio en el II Concurso Internacional de Cuento y Poesía Rosario 2006, organizado por el Ciclo Narradores y Poetas de Rosario, el 8 de abril de 2007, en la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe, República Argentina.

   

   

     
       

Gustavo Marcelo Galliano (Gödeken, Santa Fe, Argentina). Escritor, poeta, docente e investigador Universitario, su incorporación al campo de las letras data de hace sólo unos años. Su obra creativa sido distinguida con numerosos premios y reconocimientos nacionales e internacionales, tanto en poesía como en narrativa breve. Ha sido seleccionado para participar en numerosas antologías literarias internacionales y sus escritos se han publicado en prestigiosas revistas literarias nacionales e internacionales, tales como Nueva Época - Cultura de Veracruz  (México), El País Literario (España), Sinalefa (New York, EE UU), Diez Dedos (Tuluá, Colombia), La Zorra y el Cuervo (Washington, EE UU), Amalgama (Cádiz, España), Cañasanta (Toronto, Canadá), La Buhardilla (Rosario, Argentina), Espacio Latino (Montevideo, Uruguay), LinterNet.Bg (Bulgaria), entre otras, y sus colaboraciones han sido muy bien recibidas por la crítica, que ha elogiado su particular estilo de escritura, en la que realza el romanticismo, las emociones y los valores, plagándolos de metáforas. Para saber más, puedes consultar la web «Red Mundial de Escritores en Español».

   

   

GIBRALFARO. Revista de Creación Literaria y Humanidades. Publicación Bimestral de Cultura. Año X. II Época. Número 70. Enero-Febrero 2011. ISSN 1696-9294. Director: José Antonio Molero Benavides. Copyright © 2011 Gustavo Marcelo Galliano. © Las imágenes, extraídas a través del buscador Google de diferentes sitios o digitalizadas expresamente por el autor, se usan exclusivamente como ilustraciones, y los derechos pertenecen a sus creadores. Edición en CD: Depósito Legal MA-265-2010. Diseño Gráfico y Maquetación: Antonio M. Flores Niebla. © 2002-2011 Departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura. Facultad de Ciencias de la Educación. Universidad de Málaga.

   

   

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