ENERO-MARZO 2016  

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EL AJEDREZ.

EL JUEGO Y UNA LEYENDA

   

Por José Antonio Molero

   

  

EL AJEDREZ ES UN JUEGO de ingenio que goza de enorme popularidad en algunas culturas orientales y que se diferencia de otros muchos, de una parte, por que su ejercicio requiere un importante esfuerzo intelectual y, de otra, por que en su desarrollo no interviene en absoluto el azar. El ajedrez, tal como hoy lo conocemos, tiene su origen en una variante del ‘chaturanga’ [1], y, aunque sus orígenes geográfico y cronológico resultan un tanto controvertidos, hay razones para pensar que empezó a jugarse en la India desde tiempo muy antiguo; de aquí pasó a Persia, de donde fue difundiéndose por el norte de África y la Europa oriental, conforme los musulmanes expandían su imperio por tierras de Occidente. No son ajenos a esta difusión los movimientos de población que suponía el retorno de los cruzados a sus países de origen a vuelta de Tierra Santa.

  

LA ESENCIA DEL JUEGO

  

En el ajedrez se enfrentan dos jugadores, cada uno de los cuales dispone de dieciséis piezas, que son de diferente color, negras o blancas; un jugador juega con las piezas blancas y otro con las negras. Cada grupo de piezas consta de un rey, una reina (o dama), dos alfiles, dos caballos, dos torres (o roques) y ocho peones. Se juega sobre un tablero dividido en 64 casillas (o escaques) de colores alternados (normalmente blanco y negro). El tablero se coloca ante los jugadores de tal modo que la casilla de la esquina situada a la derecha de cada uno de ellos sea blanca.

Al igual que el juego del chaturanga, el ajedrez simboliza la guerra entre dos reinos (como veremos, este simbolismo tiene una razón histórica que lo explica), por ello que el objetivo de cada jugador sea capturar (dar «jaque mate») al rey del adversario.

Las reglas y los principios básicos del ajedrez son fáciles de dominar, pero las sutilezas del juego exigen un estudio detenido de las posibilidades estratégicas y un alto grado de concentración. A pesar de sus exigencias, el ajedrez es un juego que gusta a todo el mundo, y, así, los jugadores inexpertos pueden disfrutar del juego tanto como dos maestros ajedrecistas en un torneo, si procuran competir con otros jugadores de su mismo nivel.

  
                                       
 

Dibujo del chaturanga indio, según un dibujante moderno.

 
  

LAS PIEZAS

  

Las piezas del ajedrez se han fabricado con materiales muy diversos a lo largo de los siglos, y pueden ser figurativas o abstractas. La madera, la piedra, el marfil, el hueso, la plata, el oro, el bronce, el alabastro, el cristal, el ónix o la porcelana son algunos de los materiales empleados por los maestros artesanos para elaborar sus juegos de ajedrez, muchos de ellos de belleza y valor incomparables. El ajedrez moderno es, generalmente, de madera o plástico, y el diseño de sus figuras responde al modelo conocido por ‘estilo Staunton’ [2], inventado en Gran Bretaña a mediados del siglo XIX y ya estandarizado.

La gran popularidad de que goza el ajedrez ha dado lugar a que incluso se fabriquen equipos de bolsillo para echar un buen rato de distracción durante los viajes en tren o en avión. A finales de la década de 1970, las modernas tecnologías hicieron realidad el ajedrez electrónico, que permite a los jugadores enfrentarse en la distancia a través del ordenador.

  

EL AJEDREZ EN LA LEYENDA

  

Las leyendas que se cuentan sobre el ajedrez han tenido su origen en las diferentes civilizaciones —casi todas ellas ya extinguidas— que estuvieron localizadas en el Medio Oriente. Esas narraciones habían ido transmitiéndose de forma oral de unas generaciones a otras en cada territorio en particular, pero una vez tiene lugar la anexión de la zona indo-persa al imperio musulmán (s. VII), los árabes, al tiempo que iban islamizando a sus pobladores, también fueron incorporando a su cultura la miscelánea de sus tradiciones, y, entre ellas, muchísimas en número, las referentes al ajedrez, que ellos fueron adaptando a su idiosincrasia.

Bastantes son las leyendas que circulan por la red digital con el juego del ajedrez como centro de interés. Unas refieren su origen, otras relatan anécdotas que han acaecido a sus jugadores, algunas otras refieren hipotéticos sucesos vinculados a su invento... y todas ellas, lamentablemente, un calco de las otras, con el consiguiente lastre de idénticos errores onomásticos, localizaciones geográficas no coincidentes y las mismas imprecisiones lexicográficas.

No obstante, de ellas hemos seleccionado una, la que nos ha parecido más atractiva y se ha prestado más que otras a una comprobación de los datos históricos que maneja; además, es también una de las más conocidas en nuestro contexto occidental.

  
                                       
 

Tablero y figuras del chaturanga. Modelo actual.

(Imagen: Blog "El Doble Uno").

 
  

LEYENDA DEL TRIBUTO

 

Las fabulaciones más conocidas sobre el ajedrez nos han llegado a Occidente a través del poeta persa Firdawsi [3]. En los fantasiosos relatos que recoge en su obra, en los que el poeta se esmera en hilvanar con datos históricos relacionados con los antiguos monarcas de la Persia imperial, Firdawsi se refiere, en unos casos, a los orígenes del chaturanga [4] y a las diferentes maneras en que fue derivando con el transcurso del tiempo y, en otros, como el que paso a relataros, relata con detalle exóticos desafíos de ocurrencia histórica más que dudosa.

En esta historia, que, como ya sugiere el título que le hemos dado,  guarda relación con la exigencia de un tributo, el poeta atestigua una de las transformaciones que iba a experimentar el chaturanga indio al ser llevado a Persia, adonde pasó con la denominación de ‘chatrang’.

Firdawsi, en su obra titulada Libro de los Reyes, cuenta que el chatrang fue enviado al emperador Cosroes I [5] por Harsha Vandhana, rajá de Karnauj. La forma como tuvo lugar tal evento fue recogida en el libro mencionado por el poeta, quien dice que, en cierta ocasión, el emperador persa aceptó recibir en su salón del trono de palacio una embajada del soberano indio, por entonces tributario del gran imperio sasánida.

En homenaje a su soberanía, el embajador depositó a sus pies un tablero de ajedrez primorosamente construido, junto con un determinado número de figuritas de marfil y ébano artísticamente fabricadas. El tablero venía acompañado de una carta escrita de puño y letra del monarca indio. En dicha carta podía leerse:

 

«Carta del rajá de Karnauj a Cosroes I Anurschirawan, el Justo y el Grande.

¡Oh, Poderosa Majestad, dueño y señor de muchos pueblos y muchas tierras! Es nuestro deseo que viváis tanto tiempo como las estrellas continúen dando vueltas.

Pedimos a Vuestra Imperial Majestad que examine este tablero y que lo presente a las personas de su reino más distinguidas por sus conocimientos, sus destrezas y su sabiduría. Haga luego que deliberen con cuidado unos con otros y oblígueles a que adivinen el uso de las diversas piezas: cómo debe moverse cada una de ellas y en qué casilla deben colocarse; asimismo, que procuren descubrir las leyes que rigen las evoluciones de este ejército mímico, y las reglas aplicables a los peones, elefantes, guerreros, caballos, al general y al rey en ellas representados.

Si lograsen descubrir los principios e interpretar la práctica del juego, otórgueles el derecho a ser contados en el número de los sabios, y, como justa contrapartida, por la presente Nos quedaríamos comprometido a reconocernos, como hasta aquí, tributario perpetuo de Vuestra Imperial Majestad.

Pero, de acontecer lo contrario, si todos los sabios del Imperio juntos no acertasen a descubrir la naturaleza y los principios del juego, ello será una prueba evidente de que no son nuestros iguales en sabiduría, y, por consiguiente, Vuestra Imperial Majestad no tendrá, de aquí en adelante, ningún derecho a exigirnos tributo ni contribuciones.

Asimismo, consideraremos justo exigiros a Vos el mismo tributo que hasta ahora estamos rindiendo, pues la verdadera grandeza del hombre consiste en la sabiduría y no en su mayor o menor número de territorios, tropas y riquezas, porque todo esto está expuesto a perderse».

  

Cuando Cosroes I hubo leído la carta del soberano indio, meditó seriamente el sentido de aquel escrito. Examinó con cuidado el tablero y las piezas, y, acto seguido, dirigió algunas preguntas al enviado en relación con el uso y la naturaleza de ellas.

—Señor —respondió respetuosamente el mensajero, aunque de manera vaga e imprecisa—, lo que Vuestra Imperial Majestad desea saber solamente puede aprenderlo jugando el juego. Lo único que puedo decir es que el tablero representa un campo de batalla y que las piezas son las fuerzas de los rivales empeñados en la contienda.

Quedó pensativo el monarca al oír tan singular contestación; sin embargo, considerando un desafío una propuesta en tales términos, repuso:

—Sea tal como propone el rey, tu señor. Pido, sin embargo, la mediación de un plazo de siete días completos con sus noches para la averiguación del enigma que parece regir este juego; llegado el octavo día, quedamos comprometidos a celebrar una partida con tu señor, y, si la ventura nos fuese adversa en el pleito y no descubriésemos el secreto, fijamos por juramento reconocer nuestra inferioridad intelectual y aceptar, en su consecuencia, las condiciones interpuestas.

  
                                       
 

El "Libro de los Juegos", de Alfonso X el Sabio.

(Imagen: Blog "La Nación", Buenos Aires, Argentina).

 
  

Considerado el plazo como admisible, el embajador indio rindió su obediencia al jerarca persa y se retiró con su séquito a los aposentos que tenían preparados.

Sin más dilación, el emperador mandó comparecer a su presencia a todos los hombres sabios e inteligentes de su corte. Expuso ante ellos el tablero y las piezas y les explicó el contenido de la carta que le había escrito el soberano indio. La respuesta del cortejo de sabios fue unánime: todos ignoraban de manera absoluta el mecanismo de aquel juego tan extraño.

—Si nada sabéis, pues, de este raro juego del que jamás he tenido noticias, entregad vuestro tiempo y vuestros saberes a desentrañar las reglas a que obedecen los movimientos de sus figuras —ordenó tajantemente el monarca.

Cada uno de los sabios trató de descubrir, según sus conocimientos, el misterio de aquel enigma que, por momentos, parecía irresoluble: unos proponían una cosa, otros otra completamente distinta, y todos hicieron numerosos ensayos con las piezas moviéndolas en todos los sentidos posibles.

Los días del plazo acordado pasaban inclementes y el esfuerzo de los sabios no arrojaba un resultado positivo. Cuando el enigma parecía ya imposible de ser resuelto y estaban a punto de extinguirse los momentos del día sexto, Buzurjmihr, primer consejero imperial, que hasta ese instante había permanecido apartado, se ofreció a resolver el misterio.

—¡Oh, gran Señor digno de toda alabanza!, yo me empeño en descubrir, en el espacio de una noche y un día, el secreto de este extraño y admirable juego.

     —Tal será mi encargo —ordenó el rey con evidente alegría—, pues conozco bien que superas a todos en claridad de talento y en penetración de juicio. El rey de Karnauj, en un acto de soberbia inadmisible, ha supuesto que en nuestros dominios no contamos con ningún hombre capaz de descubrir el misterio de este juego, y si nos viésemos obligados a reconocer nuestra inferioridad, mancillaríamos con un eterno borrón la gloria de nuestro imperio. Confío, pues, en ti, noble y fiel Buzurjmihr.

Buzurjmihr se llevó entonces el tablero y las piezas a una cámara reservada. Allí, apartado del ruido cortesano y sentado en una silla de duro asiento un día y una noche, aplicó el poder de su penetrante inteligencia a investigar los principios y la práctica del juego. Examinó cuidadosamente el tablero, escrutó con sumo cuidado la situación probable de cada pieza y se adentró en las posibilidades de su funcionamiento.

  
                                       
 

Piezas de un juego de ajedrez modelo Stauton.

(Imagen: Blog "El Doble Uno").

 
  

Las horas pasaban... Por  fin, toda la verdad se reveló tan nítida a sus ojos como un amanecer. Lamentablemente, los siete días acordados estaban a punto de expirar. Buzurjmihr salió entonces precipitadamente de su solitaria estancia y se dirigió a la presencia del monarca.

—¡Oh, gran rey de victorioso destino!, he examinado minuciosamente el tablero y sus piezas y, para gloria de Vos y vuestro Imperio, he llegado a descubrir la naturaleza de este juego. Sabed que es la más astuta y fiel representación de un campo de batalla, cosa que conviene sea conocida por Vuestra Imperial Majestad. Al mismo tiempo, y puesto que estamos en el día octavo, mandad que el embajador indio comparezca ante Vos con los más distinguidos de su séquito, así como también varios de los sabios y expertos de vuestra corte, para que sean testigos fidedignos de que hemos sabido desentrañar la naturaleza del juego en el plazo fijado y tal como nos propuso el rajá de Karnauj.

Cosroes se alegró mucho al oír las palabras de su sabio e ingenioso ministro, y lo abrazó como a la más preciada joya de su corte. Luego, mandó una diputación de nobles para traer a su presencia al enviado del rey de la India. Llegado el embajador, Buzurjmihr le pidió que dijese en público el mensaje que le había confiado su soberano. El embajador repitió detalladamente el contenido de la carta dirigida al monarca persa, y, cuando hubo acabado, Buzurjmihr colocó el tablero y las piezas ante el monarca y los sabios allí convocados.

—Todos habéis oído las palabras de Harsha Vandhana, señor de Karnauj y Gran Rey de las Cinco Indias. Fijaos ahora en lo que voy a deciros.

Y, en presencia de aquella asamblea multitudinaria, Buzurjmihr fue exponiendo detalladamente el valor estratégico de aquel tablero de sesenta y cuatro casillas, el sentido de sus colores y el ordenamiento de las piezas y sus movimientos.

  
                                       
 

Tablero y piezas de ajedrez según el diseño Stauton.

(Imagen: Blog "El Doble Uno").

 
  

Cuando el consejero persa hubo explicado las posibilidades de las piezas y las estrategias de sus evoluciones, toda la asamblea quedó muda de admiración y sorpresa. El embajador indio, perplejo ante la clarividencia de la exposición de la que había sido testigo, consideró a Buzurjmihr un hombre de inteligencia superior a la de los simples mortales, y se retiró a su tierra, asumiendo, en nombre del monarca al que representaba, las condiciones acordadas.

Firdawsi concluye su narración, afirmando que Cosroes I reconoció públicamente la sin par sabiduría de su primer consejero, a quien regaló, como muestra de agradecimiento, el más precioso vaso de su palacio lleno con las joyas más raras, juntamente con un caballo de guerra ricamente enjaezado y una bolsa llena de monedas de oro [6].

      

CONSIDERACIÓN FINAL: LLEGADA DEL AJEDREZ A EUROPA

 

El juego de ajedrez se introduce en Europa entre los siglos VIII y XIII, a través de dos vías de penetración: una, desde al-Ándalus, una vez los árabes se adueñan del ya muy debilitado Reino Visigodo de la Península Ibérica (711), y otra, por medio de los contingentes militares de cruzados que retornaban a sus países desde Tierra Santa.

Iniciado en España el proceso de la Reconquista y creados los reinos cristianos peninsulares, el juego no cae en el olvido entre los musulmanes andalusíes; antes bien, traspasa fronteras y se instala en los incipientes reinos cristianos de Asturias, Navarra y Aragón, en donde su práctica fue muy del gusto de los nobles y clérigos. Por otra parte, se tiene constancia de que los normandos que habían intervenido en las Cruzadas eran conocedores del juego a su regreso de Tierra Santa, ya que en la excavación de una sepultura normada hallada en la costa sur de la península de Bretaña se encontró un juego de ajedrez junto a los restos del difunto, y en la región francesa de los Vosgos se descubrieron unas piezas de origen escandinavo correspondientes al s. X, que respondían al modelo árabe tradicional.

Durante la Edad Media, España e Italia fueron los países en los que más se practicó el ajedrez. En España se jugaba de acuerdo con las normas árabes descritas en los diversos tratados de que fue traductor y adaptador Alfonso X el Sabio [7], según las cuales la reina y el alfil son piezas relativamente débiles, que solo pueden avanzar de casilla en casilla. Durante los siglos XVI y XVII, el ajedrez experimentó un importante cambio, convirtiéndose la reina en la pieza más poderosa, en cuanto a su movimiento se refiere, del tablero. Fue entonces cuando se permitió a los peones avanzar dos casillas en su primer movimiento y se introdujo la regla conocida como en passant (‘al paso’), que permite capturar el peón que sigue su marcha y no come la ficha que se le ha ofrecido por una determinada estrategia.

Con el tiempo, los jugadores italianos comenzaron a dominar el conocimiento del juego, arrebatándoles la supremacía a los españoles. Los italianos, a su vez, fueron desbancados por los franceses y los ingleses durante los siglos XVIII y XIX, cuando el ajedrez, que había sido hasta entonces el juego predilecto de la nobleza y la aristocracia, pasa a los cafés y a las universidades [8].

  
                                       
 

Encuentro de ajedrez entre alumnos de la institución educativa Attendis.

(Imagen: Web Attendis.com).

 
  

A partir de esas fechas, la afición por el ajedrez ha ido creciendo extraordinariamente y el nivel del juego mejorando de manera notable, al tiempo que comenzaron a crearse escuelas de aprendizaje y, con ello, a organizarse partidas y torneos cada vez con mayor frecuencia.

 

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NOTAS de AUTOR

 

1 El ‘chaturanga’ es un antiguo juego originario de la India, del cual parece provenir el ajedrez tal como se conoce hoy en día, así como otros juegos, como el ‘shogi’, el ‘janggi’ y el ‘makruk’. La referencia más antigua del chaturanga se encuentra en el Mahabharata (texto épico-mitológico de origen indio del siglo III a. C.). El término ‘chaturanga’ se acuñó a partir del vocablo sánscrito ‘chatur’ (que significa ‘cuatro’) y ‘anga’ (‘miembros’), es decir, los cuatro miembros que integran un ejército: caballería, infantería, elefantes y carruajes. Por otra parte, en el Harsha-Charita, una biografía de Harsha Vandhana (606-647), rajá de Karnauj, renombrado “Gran Rey de las Cinco Indias”, escrita por Baná Bhatta hacia el 640, se encuentra otra mención del chaturanga, cuando el autor se refiere a un poco habitual periodo de paz que da comienzo con Harsha, durante el cual las guerras solo se realizaban sobre un tablero de ajedrez. El chaturanga, por tanto, era una suerte de enfrentamiento pacífico entre dos facciones opuestas en el que los contrincantes daban rienda suelta a sus instintos bélicos pero sin consecuencias cruentas. El chaturanga es el antecesor directo del ‘shatranj’, una variante del juego bajo cuya forma el ajedrez llegó a la Europa medieval.

 

2 Las piezas de ajedrez Staunton (más sencillamente, “piezas Staunton”) responden a un estilo particular de elaborar las piezas de este juego cuyo diseño se atribuye al inglés Nathaniel Cook. Curiosamente, las piezas llevan el nombre de un maestro ajedrecista del siglo XIX, también inglés, llamado Howard Staunton, a cuya iniciativa se debe la elaboración de los primeros quinientos juegos, muchos de los cuales fueron firmados y numerados por el propio Staunton. Este estilo de piezas empezó a fabricarse, de manera comercial, a partir de 1849 por Jaques of London y, rápidamente, se convirtió en el diseño estándar; es el que se ha utilizado y se utiliza en todo el mundo desde entonces.

 

3 Firdawsi “el Paradisíaco”, nombre por el que era conocido el poeta de origen persa Abdu’l Kasim Mansur (c. 940-1020), fue el autor de Xwaday Namag o Shahnamah (Libro de los Reyes), un poema épico, compuesto por cerca de 50.000 versos, cuyo manuscrito se conserva aún. Según nos cuenta el mismo Firdawsi, empleó 35 años en componer su poema, cuya tarea terminó a la edad de 71 años, justamente el día 25 de febrero de 1010. La obra contiene las viejas tradiciones y los legendarios anales de los antiguos monarcas de Persia hasta la invasión árabe en el 651, y su redacción se debe al príncipe Mahmond, hijo del califa Sebekieghin, de la dinastía abasida, quien convocó al efecto a los principales poetas de su reino, entre los cuales eligió a Firdawsi por ser el único que reunía las condiciones necesarias para llevar aquella obra a cabo.

 

4 Firdawsi, al referir en su Libro de los Reyes el origen del ‘chaturanga’, se basa en una de las tradiciones del momento, según la cual el juego se creó con motivo de una polémica victoria (o derrota) surgida entre dos hermanos, tras una guerra de sucesión al trono. Para arrojar luz sobre la cuestión, un grupo de sabios decidió reproducir dicha batalla colocando, en un suelo de escaques labrados con madera de teca oscura y marfil blanco, las estatuillas que representaban dos grupos de infantes en fila, detrás del grupo de infantes se colocaron ordenadamente el rey, su general, dos elefantes, dos carruajes y dos caballeros con sus respectivos equinos. A cada estatuilla le fue atribuido el papel que había jugado en la batalla, cuyos embates ellos representaron mediante diferentes movimientos sobre las casillas. Así, el general no se podía mantener alejado de su rey más de una casilla, el elefante se desplazaba verticalmente tres casillas, el caballero podía desplazarse tres casillas en diagonal y los soldados de infantería se desplazaban una sola casilla hacia adelante.

 

5 Cosroes I Anurschirawan (537-579) fue uno de los monarcas más importantes de la dinastía sasánida del segundo Imperio persa. Fue el artífice de la expansión del Imperio hasta el mar Rojo por el Este y el río Indo por el Oeste, y, en su avance hacia el Mediterráneo, llegó a enfrentarse al Imperio bizantino por el control del Oriente Próximo. Sus acometidas fueron tan contundentes que el emperador bizantino Justiniano tuvo que comprar la paz mediante el pago de un tributo de 3000 piezas anuales.

  

6 La misma antigüedad de los escritos de Firdawsi (el siglo XI) ha propiciado que la duda germine en torno a la veracidad histórica de los acontecimientos en que el poeta afirma que están basados los hechos bélicos que se representan en el juego. Así, muy pocos son los historiadores que conceden alguna fiabilidad histórica a este relato de Firdawsi, toda vez que el rajá Harsha Vandhana (606-647) no pudo jamás haberle enviado embajada alguna a Cosroes I (537-579), proponiéndole el enigma del juego del ajedrez, ni Cosroes I volverle la pelota, porque hacía 27 años que el monarca persa había dejado de existir cuando Harsha Vandhana subió al trono del reino de Karnauj. El relato no tiene otro sentido que confirmar la opinión que los persas tenían de sí mismos con respecto a la inferioridad de la inteligencia de los indios, opinión ratificada por todos los historiadores y viajeros de la época. Sea como fuere, lo que importa es que hace muchos siglos en la India se manejaba un juego que representaba una guerra en un tablero.

  

7 Nos referimos aquí al Libro de los juegos, o Libro del axedrez, dados e tablas, obra que se debe a la grandiosa labor de Alfonso X “el Sabio” (1221-1284), quien, aparte de su labor política y económica, y de haber continuado la empresa reconquistadora, llevó a cabo una activa y beneficiosa labor literaria, científica, histórica y jurídica, merced a su mecenazgo de sabios de las tres culturas de la España medieval (cristiana, árabe y judía), que se culminó en los valiosísimos trabajos de traducción y redacción de la Escuela de Traductores de Toledo. El Libro de los juegos fue redactado entre los años 1251 y 1283, consta de 98 páginas ilustradas con 150 miniaturas que muestran las posiciones de los juegos, y es el tratado de ajedrez más antiguo que se conserva en Europa. El libro es, sin duda, uno de los documentos más importantes para la investigación de los juegos de mesa antiguos, y el único original conocido se encuentra en la biblioteca del Monasterio de El Escorial, cerca de Madrid. Una copia de 1334 se conserva en la biblioteca de la Real Academia de la Historia. El libro documenta el estado y las reglas del ajedrez medieval en la época en que se introduce en los reinos cristianos procedente del islam. Básicamente, el ajedrez del siglo XIII es distinto del actual; por esa época se trataba de un juego más lento, con menos posibilidades de obtener una victoria por jaque mate.

 

8 Durante la Edad Media se escribieron al menos cuatro obras sobre el ajedrez, todas ellas atribuidas a autores judíos. El más interesante de ellos es el Poema de ajedrez, atribuido a un rabino sefardí Abraham ibn Ezrah (1092-1167). El ajedrez era considerado juego de nobles y su práctica estuvo prohibida al pueblo.

  

   

   

      

     

José Antonio Molero Benavides (Cuevas de San Marcos, Málaga, 1946). Diplomado en Maestro de Enseñanza Primaria y licenciado en Filología Románica por la Universidad de Málaga. Es profesor de Lengua, Literatura y sus Didácticas en la Facultad de Ciencias de la Educación de la UMA. Desde que apareció su primer número, está al frente de la dirección y edición (en su versión web) de GIBRALFARO, revista digital de publicación trimestral patrocinada por el Departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura de la Universidad de Málaga.

   

   

GIBRALFARO. Revista de Creación Literaria y Humanidades. Publicación Trimestral de Cultura. Sección 4. Página 8. Año XV. II Época. Número 91. Enero-Marzo 2016. ISSN 1696-9294. Director: José Antonio Molero Benavides. Copyright © 2016 José Antonio Molero Benavides. © Las imágenes que se usan como ilustraciones se han tomado a través del buscador Google y los derechos pertenecen a los creador(es) cuyos orígenes de indican. Depósito Legal MA-265-2010. © 2002-2016 Departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura. Facultad de Ciencias de la Educación. Universidad de Málaga.