N.º 78

OCTUBRE-DICIEMBRE 2012

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EL CRISTO DEL PAÑO

La curiosa historia de un lienzo de Moclín

   

   

Por José Antonio Molero

   

   

   

M

oclín es otro de esos pueblos andaluces de gente alegre y trabajadora, hospitalaria y sencilla, que no deja indiferente al curioso viajero que gusta del tipismo y la belleza natural. Sus calles estrechas y el blanco de sus casas destilan ese añejo sabor morisco que se repite machaconamente en estas poblaciones que se derraman a sus anchas por nuestro sur peninsular. Situado al N.O. de la provincia de Granada, en la zona que hoy ha dado en llamarse los Montes Orientales, por su valle discurre plácidamente el río Velillos (también llamado Frailes), fiel a su prometido encuentro con el Genil. Aunque cuenta tan sólo con 4200 habitantes, tiene el título de villa y es un pueblo rico en historia. En tiempos pasados, su situación abrupta y escarpada, y a 1065 metros de altitud, propició en la Antigüedad la construcción de un fuerte cuya ubicación hacía de la fortaleza un faro desde el se dominaba toda la vega granadina. Esta estratégica situación del baluarte sería luego de gran importantísima en la defensa del reino nazarí de Granada, ya que fue utilizado de cierre fronterizo al paso de las tropas cristianas. En este periodo de la Reconquista, Moclín fue también Corte real, la Corte más diminuta para la reina más grande que ha tenido España, pues allí vivió con su séquito Isabel la Católica durante gran parte del tiempo que duró el cerco de Granada, mientras el rey Fernando hostigaba, con sus bien pertrechadas tropas, las huestes de la morisma andalusí.

  
                             

Moclín (Granada)

  

Cuenta la tradición que, cuando Moclín cayó en manos cristianas el 26 de julio de 1486, sus moradores se volcaron de tal manera en atenciones y agasajos con los Reyes Católicos que, una vez hubieron de partir estos para la ocupación de Granada, no solo la ennoblecieron con privilegios y distinciones reales, sino que la reina Isabel, agradecida por el entrañable cariño que le habían profesado aquellas gentes, hizo depositaria a la villa de una pequeña escultura de la Virgen de la Victoria, de la que la reina era tan devota, y de un hermosísimo lienzo con la imagen Jesús Nazareno.

Según queda constancia en antiguos manuscritos de Moclín que todavía se conservan, este lienzo de Jesús Nazareno había acompañado al Rey Católico en sus campañas como estandarte y había presidido la tienda real todo ese tiempo de guerra. Parece avalar lo dicho la manera como la pintura impregna el lienzo todo, de manera que puede enrollarse sin que la imagen sufra deterioro alguno.

La imagen representa a un Jesús de estatura natural, en el momento en que, con la cruz a cuestas, va camino del Calvario hacia su destino final en la tierra. Con la mano derecha sostiene la pesada cruz, que descansa sobre el mismo hombro, y, como señal inequívoca del terrible cansancio que debía aquejarle en ese trance, con la mano izquierda se apoya sobre el tocón de un árbol que ha sido cortado, haciendo ademán de levantar la rodilla de la pierna derecha, que sugiere haber sufrido una terrible caída en el suelo. Quedan al descubierto las dos manos, el pie izquierdo y el rostro, poblado de negra y espesa barba. Una cabellera larga y abundante cae sobre sus espaldas. La mirada es, al mismo tiempo, dulce e indagadora: penetra en el fondo del alma. Atada al cuello, lleva una cuerda. Todas las restantes partes del cuerpo quedan cubiertas por la túnica inconsútil, que después echarían a suerte los soldados romanos.

Las descripciones críticas llevada a cabo de la representación, aunque ninguna concluyente, son bastante objetivas y fieles a la realidad pictórica, y las opiniones que se han emitido al respecto son coincidentes en destacar lo sorprendente que resulta el realismo y expresividad de la sagrada imagen del lienzo, si se tiene en cuenta la época en que, según la tradición, hubo de ser pintado.

De igual manera, los estudios a que ha sido sometida la pintura han reconocido que, a pesar de faltarle los últimos retoques pictóricos, la imagen es, sin embargo, tan singularmente hermosa como amablemente severa. Asimismo, y a falta de documentos fidedignos, han puesto de manifiesto la imposibilidad de desvelar la identidad del autor, así como datar con exactitud la fecha en que fue pintada esta devota imagen. Sí han dejado constancia de que se trata de una pintura al óleo sobre lienzo, cuyo autor pudo haberse inspirado en la impresionante obra de Tiziano que se guarda en el monasterio de El Escorial y que representa a Jesús y al Cirineo, opinión que, de confirmarse, pondría en tela de juicio la histórica donación de los Reyes Católicos. El lienzo se halla encuadrado en un marco de plata que mide 2,64 m de largo por 2,21 m de ancho, y en él aparece grabada la fecha de 1779.

  
                             

Cuadro del Cristo del Paño, lienzo con el que Isabel la Católica quiso agradecer las atenciones que recibió de parte de los moradores de Moclín durante su estancia en la villa.

  

La primera misa que se celebró en el Moclín cristiano la ofició fray Hernando de Talavera, obispo de Ávila y confesor de la reina, en el edificio de una mezquita, después de haber sido purificada. En 1501, el edificio, en su construcción original, fue consagrado como iglesia de la villa y se puso bajo la advocación de Santa María de la Concepción por Diego Hurtado de Mendoza, arzobispo de Sevilla. La antigua mezquita que había sido utilizada como templo cristiano fue derruida medio siglo más tarde para edificar sobre el solar una iglesia, cuya construcción comenzaría en 1551, en las postrimerías del reinado del emperador Carlos V.

Para el culto del Cristo se fundó en 1695 una Hermandad con 72 hermanos, número fijado en conmemoración de los otros discípulos que Jesús designó y envió, de dos en dos, para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde él debía ir.

Pero fue durante el siglo XVII cuando empezó a florecer el culto popular a la imagen del Cristo del lienzo, a consecuencia, según se dice, de la milagrosa curación de un sacristán que padecía cataratas, mal por aquellos tiempos era conocido por «enfermedad del paño». A raíz de tan insólito prodigio, el Cristo de Moclín empezó a ser conocido como el «Santo Cristo del Paño».

Durante la Guerra Civil, Moclín quedó en plena zona de vanguardia. Para evitar que sufriese algún deterioro o su posible extravío, el lienzo del Cristo del Paño fue extraído de su marco y, enrollado, se escondió en el ático del mismo templo. Sin embargo, al objeto de evitar la eventualidad de que cayese en manos adversas al hecho religioso y quemado o de ser destrozado por los efectos de la artillería, y de someterlo a un retoque en las partes que habían sufrido daños al recortarlo del marco, el arzobispo de Granada ordenó que fuese llevado a la capital, concretamente a la Santa Iglesia Catedral, en donde permaneció expuesto al culto en una de las capillas laterales los tres años que duró la contienda.

Fue tal la devoción y el fervor que despertó la imagen en los ciudadanos granadinos, que muchos no quisieron que el lienzo retornase a Moclín, pero la demanda de la villa fue tan extrema que el obispado granadino decidió el encargo de una copia lo más fiel y exacta posible para su veneración en el templo catedralicio, copia que hoy se puede contemplar en el templo metropolitano de Granada.

Esta devota rivalidad por la posesión del lienzo quedó zanjada definitivamente el 28 de septiembre de 1939, cuando el cuadro del Santo Cristo del Paño fue trasladado de la catedral de Granada a la iglesia del pueblo que lo tenía como propio. Con todo, no mucho después de esa fecha, empezó a circular un rumor de origen anónimo pero que nadie ha sabido acallar, asegurando que la verdadera imagen del Cristo del Paño es la que se custodia en la catedral y no la que se venera en Moclín.

Por desgracia, el excesivo fervor religioso de los moclineños ha dejado en el lienzo una impronta lamentable que todavía aqueja al cuadro. Todo se originó en el momento mismo en que hizo su entrada en el pueblo el acompañamiento del Señor del Paño procedente de Granada. El otoño no había hecho más que empezar y el cielo presagiaba una pronta tormenta. Por más empeño que se puso, no pudo evitarse que aquella multitud de gente, enardecida de su amor hacia a aquel Cristo tanto años ausente, desliase el lienzo y lo llevase extendido horizontalmente y hacia arriba en medio de una lluvia torrencial. Al no haberse restaurado el lienzo, aún puede percibirse a simple vista el daño que causó la precipitación del agua sobre el cuadro, cuya imagen se vio afectada con mucha pérdida de pintura en sus partes más significativas, particularmente en el rostro, las manos, los pies y la túnica.

  
                             

Procesión que tiene lugar durante la fiesta en honor del Santo Cristo del Paño, de Moclín, a la que acuden todos los años una ingente cantidad de devotos de todas partes.

  

Unos días más tarde, el 5 de octubre de 1939, se celebraron en Moclín unas fiestas en conmemoración del retorno y en honor del Señor del Paño, a las que asistió una nutrida representación de las autoridades granadinas en todos los órdenes y una cantidad de peregrinos realmente extraordinaria. Desde aquella fecha, la fiesta continúa celebrándose como culto al Señor del Paño y cada año cuenta con la presencia de miles de personas.

   

   

     

     

 

José Antonio Molero Benavides (Cuevas de San Marcos, Málaga, 1946). Diplomado en Maestro de Enseñanza Primaria y licenciado en Filología Románica por la Universidad de Málaga. Es profesor de Lengua, Literatura y sus Didácticas en la Facultad de Ciencias de la Educación de la UMA. Desde que apareció su primer número, está al frente de la dirección y edición (en su versión web) de GIBRALFARO, revista digital de publicación bimestral patrocinada por el Departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura de la Universidad de Málaga.

    

    

GIBRALFARO. Revista de Creación Literaria y Humanidades. Publicación Trimestral de Cultura. Año XI. II Época. Número 78. Octubre-Diciembre 2012. ISSN 1696-9294. Director: José Antonio Molero Benavides. Copyright © 2012 José Antonio Molero. © Las imágenes, extraídas a través del buscador Google de diferentes sitios o digitalizadas expresamente por el autor, se usan exclusivamente como ilustraciones del texto, y los derechos pertenecen a su(s) creador(es). Edición en CD: Director: Antonio García Velasco. Diseño Gráfico y Maquetación: Antonio M. Flores Niebla. Depósito Legal MA-265-2010. © 2002-2012 Departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura. Facultad de Ciencias de la Educación. Universidad de Málaga.