N.º 71

MARZO-ABRIL 2011

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LOS DIENTES Y EL RATONCITO PÉREZ

  

Por Sandra Martín Jiménez

   

  

  

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a moderna Antropología nos dice que las creencias mágicas o religiosas tienen su origen en los deseos, temores, pasiones y esperanzas de los hombres, y que los mitos constituyen un recurso de canalizar estos sentimientos por medio de cosas concretas e inteligibles. Rastreando, pues, la historia de la Humanidad, puede constatarse que no ha existido civilización o pueblo primitivo que no se haya interesado, de alguna manera, por el control de algunas especies animales, no sólo para emplearlos como elementos de ayuda en las faenas laborales pesadas, sino también por pensar que estos están dotados de ciertas cualidades esotéricas o mágicas que resultan beneficiosas para el hombre.

Una forma de ese interés por los animales la encontramos, por ejemplo, en el uso de amuletos elaborados con figuras de estos o con algún trozo de su anatomía (hueso, cuerno, diente...) para la consecución de un bien o prevención de algún mal. Y, en la actualidad, en muchas tribus o pueblos que viven ajenos a la civilización, aún pervive la creencia de las virtudes que tienen los mechones de pelo de rata, de ahí el uso ornamental que de ellos hacen frecuentemente los guerreros, con la esperanza de que les proporcione mayor vigor y más agilidad para la caza o el combate.

  

Los ratones y la agricultura

Frecuentemente se vincula al ratón con el hombre del mundo agrario. Existen exorcismos cuyo fin es el de preservar los campos de los ratones. Un tratado romano de agricultura da la siguiente fórmula con el fin citado anteriormente: «Yo os conjuro, ratones aquí presentes, para que no me hagáis daño ni consintáis que ningún ratón me lo haga. Os doy un campo allí, pero si agarro a alguno de vosotros aquí otra vez, por la madre de los dioses que le rajaré en siete pedazos».

Un ejemplo más actual. En la isla de Bali (una provincia de Indonesia), para acabar con los ratones que destruyen las cosechas de arroz, existe la costumbre de aplicar este procedimiento: primero se da caza a un buen número de ellos para luego arrojarlos al fuego y quemarlos; para mayor efectividad de la advertencia, se dejan en libertad dos de los ratones capturados y, mientras estos roedores liberados huyen, los campesinos se inclinan ante ellos, deseando que hayan aprendido la lección y que recuerden lo que les espera si vuelven.

 

El Ratoncito Pérez y otros roedores similares

En muchas zonas del mundo se tiene la creencia de que existe un ratón, un ratón con apellido propio, que se nos presenta como un ser dadivoso, si bien su nombre difiere, e incluso también su forma, de unos sitios a otros, tal como ocurre en las culturas del ámbito mediterráneo. Así, en España y muchos países de su influencia cultural en América, ese roedor que recoge los dientes de leche que han sido depositados por su infantil propietario bajo la almohada y deja en su lugar algo de dinero, es conocido como el Ratoncito Pérez.

En Francia, por el contrario, el mítico roedor que cumple las mismas funciones que el Ratón Pérez hispano recibe el nombre de Petite Souris. Sin embargo, en otros países, como es el caso de Suiza, Perú, Venezuela, Polonia, México o la India, esta tradición leyendaria tiene por protagonistas a ratones anónimos (entiéndase, que no tienen nombre).

 

El mito, de Alemania a Filipinas

Por su parte, en Alemania, cuando se caen los dientes de leche, se tiene por costumbre decir: «Ratón, déme su diente de hierro; yo le daré el mío de hueso». Y en una isla del Pacífico Sur llamada Rarotonga, perteneciente a las islas Cook (archipiélago libremente asociado a Nueva Zelanda), cuando se le extraía un diente a un pequeño, había que decir: «Gran rata, pequeña rata, aquí está mi viejo diente; os ruego que me deis otro nuevo».

En cambio, en los países de cultura anglosajona, como EE UU, Inglaterra, Australia y Filipinas, entre otros, la función de este peculiar roedor es llevada a cabo por el Hada de los Dientes (Tooth Fairy), mientras que en otros, como Bulgaria, esta tarea es responsabilidad de las abuelas.

 

El mito y sus posibles efectos

Como hemos tenido ocasión de constatar, en muchas partes del mundo existe la costumbre de colocar los dientes que se caen naturalmente en determinados lugares, a fin de que puedan ser encontrados por un ratón o rata, u otra entidad, con la esperanza de que, por esa conexión que existe entre el diente y su propietario, el resto de sus dientes adquieran la firmeza de la dentadura de los roedores.

En el caso del ratón Pérez, algunos investigadores creen ver en ello una fórmula ritual iniciática, por el hecho de que se produce a una edad temprana, pero, aun así, en nuestra cultura ha perdido ya por completo tal significación. Sin embargo, es preciso dejar constancia de que, aunque se trate de una simple creencia, tiene un efecto liberador de la posible ansiedad que pueda generar en el pequeño la caída del diente.

  

Los sueños y la caída de los dientes

Desde hace bastante tiempo, entre las gentes sencillas ha existido la tendencia casi generalizada a interpretar los sueños relacionados con la caída de las piezas dentales. Así, soñar que se te caen los dientes es señal de mala suerte; si sueñas que se te caen las muelas y te duelen, es que se va a morir alguien de tu familia; soñar que no te duelen, es presagio de enfermedad o la muerte de algún conocido; según qué diente se caiga, presagia pérdida de amigo o muerte de algún ser querido; soñar que se te caen las muelas o dientes y soñar con carne y sangre, significa muerte, entre muchas otras.

En su fundamental obra La interpretación de los sueños, Sigmund Freud afirma que los sueños relacionados con los dientes tienen siempre el mismo sentido. Freud opina que «en los sujetos masculinos, era el placer onanista de la pubertad lo que constituía la fuerza provocadora de estos sueños». Nótese que, en alemán, arrancarse una, aparte de significar extracción dental, puede traducirse como masturbarse.

Existe también la opinión de que los sueños que tienen las mujeres relacionados con los dientes son indicio de que va a tener lugar un nacimiento.

  

El ratoncito Pérez y el padre Coloma

Al margen de todo esto, cabe destacar que el autor del cuento del Ratoncito Pérez es el jerezano padre Luis Coloma, su primera edición data de 1902 y su manuscrito se conserva, desde 1894, en la biblioteca del Palacio Real.

En cuanto al origen de este libro, hoy se sabe que la reina Cristina encomendó al padre Coloma la labor de escribir un cuento como regalo al pequeño Alfonso XIII por la caída de un diente a los ocho años. El cuento trata del viaje que llevan a cabo el pequeño Rey Buby (en realidad se trata del apelativo que la Reina Madre daba a su hijo) y el Ratón Pérez, transformado en un pequeño ratoncito, para descubrir cómo vivían sus pequeños súbditos. En se viaje Buby aprende valores como el buen gobierno de sus súbditos, la generosidad y la valentía.

Según el padre Luis Coloma, el Ratón Pérez es pequeño, con sombrero de paja, lentes de oro, zapatos de lienzo y una cartera roja, terciada a la espalda.

  

  

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

MORETA LARA, M. Á. y F. ÁLVAREZ CURIEL (1992): Supersticiones populares andaluzas. 1.ª ed., Ed. Arguval, Málaga.

   

   

Sandra Martín Jiménez (El Burgo, Málaga, 1984). Diplomada en Maestro en Educación Primaria por la Universidad de Málaga. Cursó los estudios de Magisterio en la Facultad de Ciencias de la Educación de esa Universidad de Málaga. 

    

    

GIBRALFARO. Revista de Creación Literaria y Humanidades. Publicación Bimestral de Cultura. Año X. II Época. Número 70. Enero-Febrero 2011. ISSN 1696-9294. Director: José Antonio Molero Benavides. Copyright © 2006, 2011 Sandra Martín Jiménez. © Las imágenes, extraídas a través del buscador Google de diferentes sitios o digitalizadas expresamente por el autor, se usan exclusivamente como ilustraciones del texto, y los derechos pertenecen a su(s) creador(es). Edición en CD: Director: Antonio García Velasco. Diseño Gráfico y Maquetación: Antonio M. Flores Niebla. Depósito Legal MA-265-2010. © 2002-2011 Departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura. Facultad de Ciencias de la Educación. Universidad de Málaga.

  

  

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