N.º 53

ENERO-FEBRERO 2008

10

   

 

   

   

  

EUROPA EN EL PENSAMIENTO

DE ORTEGA Y GASSET

Por Cristóbal Villalobos  

  

  

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ara reflexionar sobre la idea de Europa en la obra del genial filósofo español Ortega y Gasset es necesario partir de la idea de España y su problemática. Europa es la solución a los males españoles. Desde allí, a lo largo de sus escritos, Europa pasa de ser la solución del problema hispánico para convertirse, después de su famoso libro La revolución de las masas, escrito en pleno auge de los totalitarismos y de la II Guerra Mundial, en el propio problema. Por tanto, el tema que ahora nos incumbe es la decadencia de Europa y de la moral europea. Para Ortega, la solución no es otra que la creación de los Estados Unidos de Europa, precedente teórico de nuestra Unión Europea.

Pero avancemos paso a paso por este recorrido. Para ello, he dividido el artículo en tres partes: la primera parte trata sobre los intelectuales que le precedieron reflexionando sobre la  relación de España con Europa y los primeros escritos de Ortega sobre el tema, la segunda narra la evolución del pensamiento orteguiano sobre Europa, tomando como base la publicación de su obra La rebelión de las masas, y, para finalizar, se recoge el pensamiento europeo de Ortega desde la II Guerra Mundial hasta su muerte, utilizando como eje central la publicación de su Meditación de Europa.

  

España, Europa y Ortega

   
      

 

Joaquín Costa (1846-1911)

   

Cuando los regeneracionistas surgieron liderados por Joaquín Costa a finales del siglo XIX como respuesta a la crisis y a la decadencia del sistema canovista de la Restauración, abordaron sin complejos el problema de España. Este problema no era entonces nuevo, ni ha sido superado en la actualidad. Arrastrado durante siglos, es Joaquín Costa quien lo pone sobre la mesa. Pedro Laín Entralgo lo definiría como “la dramática inhabilidad de los españoles para sentirnos mínimamente satisfechos con nuestra constitución social, política y cultural”.

Una vez hecho el diagnóstico, los regeneracionistas se apresuraron a buscar soluciones. Así, Juan Costa es el primero en defender que los problemas de España y su atraso secular debían ser subsanados desde una perspectiva europea. De esta forma, España debería arrancar las cadenas que la sujetaban a la tradición y la perpetuaban en la añoranza de sus glorias pasadas para encaminarse hacia la modernidad y el futuro que representaba, para ellos, Europa.

Poniendo la mirada en Europa, ella nos facilitará las soluciones para la problemática situación de España. La doctrina propugnada por el regeneracionista Costa, que se ha denominado ‘costismo’, se resumía en “escuela y despensa”. Método por el cual, gracias a la mejora de la cultura de la población española,  se conseguiría el incremento de la calidad de vida, acercándonos de esta forma a nuestros vecinos europeos tanto en el ámbito cultural como económico.

El mismo Joaquín Costa acabó por ofrecer una figura política que pudiera llevar a cabo esta revolución, un “cirujano de hierro”. Concepto que alcanzaría bastante fama y sería tomado por el mismo Miguel Primo de Rivera, y así lo vería la mayoría de la población española cuando instauró, con el beneplácito de la Corona, un directorio militar para dar sosiego a la convulsa convivencia social española.

Pero si los regeneracionistas defendían la superación de nuestro declive nacional por medio de Europa, tras el desastre de 1898, y la pérdida de los últimos vestigios del imperio ultramarino español, la nueva generación de intelectuales, que ha sido denominada como “Generación del 98” por los especialistas, defendió lo contrario. Europa se salvaría gracias a España y se hacía necesario españolizar Europa en vez de europeizar España. El mayor defensor de esta teoría sería Miguel de Unamuno, para el que no era necesario buscar las soluciones fuera del propio solar hispano. Otro genio de las letras hispánicas, perteneciente a la misma generación, Valle-Inclán, abordaría el mismo tema en algunas de sus obras más conocidas como es el caso de Ruedo Ibérico o de Luces de Bohemia.

La Generación del 98, que acometería la situación española embargada en el más profundo pesimismo, decidió adentrarse en lo español mientras se alejaba de Europa, a la que sólo se recurriría para intentar españolizarla.

A la Generación del 98 le sucedería la llamada Generación del 14. Esta nueva generación de intelectuales españoles volvería a tratar, como no podía ser de otra manera, el problema de España. Entre estos pensadores destacaba un joven filósofo, se trataba de José Ortega y Gasset, que, en 1909, a sus veintisiete años, es  catedrático de Metafísica de la Universidad Central, con sede en Madrid. Ortega difiere de los escritores de la Generación del 98 para conectar con los postulados regeneracionistas. Para él, España era un problema que sólo puede solucionarse a través de Europa. De esta forma, durante el año 1910, Ortega publica varios artículos en los que defiende la tesis antes mencionada.

Así, en la revista Europa del 27 de febrero de ese mismo año, Ortega define a España como “una posibilidad europea”. Para él, la europeización de España no significa que ésta acabe pareciéndose a Francia o a alguna de las otras grandes potencias europeas, sino que significa la creación de una ‘interpretación española’ del mundo, interpretación que no será posible sin superar el atraso español, utilizando para ello las herramientas que nos da Europa. Esas herramientas son la cultura, en general, y las ciencias como la filosofía, la física o la filología, creadas desde Europa, ante las que España se ha mantenido indiferente durante siglos. De esta forma, los horizontes de nuestro país se extenderán hasta el infinito aupados en la cultura europea.

Ese mismo año, en la publicación Nueva Revista del 27 de abril de 1910, nos transmite su concepto de Europa. Para él, Europa es la negación de la España de su tiempo. Para él, Europa es decirles a los organismos universitarios españoles que son troglodíticos y que llevan a la despiritualización del pueblo español; es también denunciar el sistema parlamentario español, con sus compras de votos, sus caciques, y es asimismo contemplar nuestra cultura y nuestro arte y disfrutarlos con respeto, como hacen en Europa.

En el mismo artículo arremetería con el patriotismo estático, aquel patriotismo que se basa en la extasiada contemplación de los tesoros de la patria. Frente a este patriotismo, improductivo para Ortega, el patriotismo positivo, aquel que lleva, por medio de la crítica, a mejorar y renovar a la propia patria.

Para Ortega, continúa el artículo, Europa constituye un método casi científico para atacar la chabacanería española, constituye el espíritu renovador que logrará una nueva España. De esta forma, se terminaría también con los exotismos y los extranjerismos. Europa nos salvaría de la extranjerización. Así, frente al influjo de las culturas francesa, inglesa o alemana, de la que importamos los términos y, sobre todo, las ideas y los avances, podremos exportar nuestra propia cultura a Europa.

Asimismo, Europa es símbolo de colaboración. En España, todo atisbo de colaboración es inexistente, y, en la mayoría de los casos, esa colaboración se dirige hacia proyectos poco honorables. Por eso puede considerarse complicidad más que colaboración. En cambio, en Europa, la colaboración caracteriza la forma de vida.

   

      

Miguel de Unamuno

(1864-1936)

 
   

Estas primeras líneas del pensamiento de Ortega sobre el concepto de Europa fueron realizadas en 1910, pero estas opiniones no se encontraban solas en el contexto cultural e intelectual de la España de la época. Entre los grandes pensadores que apoyan las tesis europeístas de Ortega destacan el doctor Marañón, Ramón Menéndez Pidal, o los historiadores Américo Castro y Sánchez Albornoz, entre otros.

Muchos de estos pensadores estaban ligados a las corrientes intelectuales y filosóficas alemanas; de hecho, la mayoría de estos autores tradujeron obras germanas al español, como es el caso de Fernando de los Ríos, traductor de Jellineck, o como García Morente, que tradujo al español la obra de Spengler titulada La decadencia de Europa, libro que tuvo una enorme influencia en la Europa de principios del siglo XX. No olvidemos también cómo el propio Ortega completó su formación académica en varias universidades alemanas; concretamente, entre 1905 y 1908, en las universidades germanas de Leipzig, Berlín y Marburgo, donde asistió a las clases del neokantiano Hermann Cohen. De esta generación, sólo Manuel Azaña no estaba vinculado, de alguna forma, a la cultura alemana; sin embargo, era francófilo y apostaba por los sistemas políticos y sociales de Inglaterra y, fundamentalmente, de Francia, para instaurarlos en España.

En 1913, Ortega organiza un homenaje de desagravio a Azorín, debido al rechazo de la Real Academia Española a concederle un sillón vacante en esta institución. Allí volvió a cargar, como había hecho antes bastantes veces, contra la clase política de la Restauración, volviendo a situar a Europa como punta de referencia para salvar a España, no sin antes criticar duramente al máximo artífice de la Restauración, Antonio Cánovas del Castillo, responsabilizándolo de los males de la nación española.

Al año siguiente publica, en el Escorial, la primera de sus grandes obras. Se trataba de Las Meditaciones del Quijote. En esta obra, el genial filósofo vuelve a plantearse qué es España y ofrece su solución al problema hispánico: Europa.

Durante los años siguientes, además de realizar una notable labor docente en instituciones como la recién fundada Residencia de Estudiantes, en la que impartió clases a Buñuel, Dalí o a Lorca, llevó a cabo una importantísima actividad periodística. A parte de publicar artículos en innumerables medios escritos, fue fundador de varias publicaciones: en 1917 fundó el diario El Sol, en 1915 fundaría la revista España y en 1923 la Revista de Occidente.

En todas estas publicaciones, que sirvieron para aumentar su influjo y su magisterio entre los intelectuales españoles, inició una importante labor política persiguiendo un cambio en España. Entre la multitud de temas tratados en estos textos es recurrente el que aquí tratamos, el de España y Europa. Buena parte de estos artículos se recopilaron en los ocho volúmenes de El espectador, publicados entre los años 1916 y 1934.

  

La rebelión de las masas

Durante esta época escribiría la más importante de sus obras. Nos referimos a La rebelión de las masas, el libro más famoso y difundido de Ortega. La rebelión de las masas fue publicado por medio de artículos periodísticos a partir del año 1926 y apareció como libro en el año 1930, siendo traducido a innumerables lenguas y obteniendo para su autor el máximo reconocimiento internacional. En 1937, Ortega agregó a su obra un Prólogo para franceses y, en 1938, un Epílogo para ingleses, con los que completaría la obra.

En este libro, Ortega difunde las claves de su pensamiento filosófico. Enuncia y explica sus teorías sobre la vida humana y sobre la vida en sociedad, destacando en ellas las ideas de masa y de minoría, de las que surge el tipo humano que caracteriza nuestra sociedad; según Ortega, este tipo humano es lo que llama el “hombre-masa”,  modo de vida al que se opone la “vida noble”, o lo  que él denomina “noblesse oblige”, una forma de vida por la que, para algunos hombres, la vida es un constante esfuerzo de superación personal.

Pero este sistema filosófico tan original y que revolucionará la filosofía de su época, no sólo se limitaba a la reflexión sobre la vida del hombre moderno y de la de su sociedad. La segunda parte del libro se dedicaba a reflexionar sobre lo que él denomina el mando europeo.

   
      

 

José Ortega y Gasset (1883-1955)

   

Es el primero en preguntarse si Europa manda en el mundo y si lo hará en un futuro; además, reflexiona sobre la decadencia europea que tantos autores habían proclamado en esos años. De esta forma, escribe sobre la desmoralización de Europa.

Durante siglos, en el continente europeo se había formado un sistema de normas que el tiempo había demostrado efectivas. Estas normas, según él, no eran perfectas, pero eran las mejores hasta que no surgieran otras que las superasen. Sin embargo, lo que él llama el “hombre-masa”, es decir, la mayoría de sus contemporáneos, había decidido renegar de esta cultura europea sin ofrecer a cambio otras normas que rijan la convivencia del continente. Esto es, para Ortega, una consecuencia de la pérdida del poder de Europa en el mundo. De esta forma, no existe ningún sistema de poder capacitado para sustituir el mandato de Europa ya que las dos potencias emergentes de la época, o sea, la Unión Soviética y los  Estados Unidos, son consideradas, por el propio autor, como sucursales de la cultura europea.

Para Ortega, un ejemplo de esos intentos por acabar con la cultura europea es el comunismo. Sin embargo, el comunismo no constituye para él una verdadera moral o civilización, es una “no moral” surgida de lo mismo que ellos quieren atacar, es decir, de la misma civilización europea.

Para Ortega, la nación significa una empresa, un quehacer común, una unidad de destino. Critica el nacimiento de los nacionalismos, que, en contra de una empresa  y una nación europea, crean naciones diminutas y sin importancia y que sólo logran que las atmósferas de las naciones se conviertan, según sus palabras, en atmósferas provincianas que dificultan todo proceso cultural, moral y técnico.

La solución a esta decadencia de Europa, causada por la renegación de los mismos europeos a su cultura por medio del comunismo, de los nacionalismos o de otras teorías políticas, sólo puede superarse, según Ortega, por medio de una gran empresa que instaure una nueva moral europea, un nuevo programa de vida. Para Ortega, esa empresa es la unidad Europea. Sólo mediante una misión como ésta, los europeos podrán sentirse unidos, realizando una tarea digna y restaurando la moral de Occidente. Esta gran obra se manifestaría en la creación de unos Estados Unidos de Europa, creando así una sola gran nación con el grupo de los pueblos continentales europeos, con la cual Europa volvería a creer en sí misma, se disciplinaría y seguiría avanzando hacia el futuro y el progreso. Compara el proyecto con un gran enjambre de abejas en el que todas vuelan en la misma dirección.

Asimismo, esta supranación no significaría acabar con la pluralidad de las diversas naciones. Estas diferencias se conservarían, por ser positivas, pero son más las cosas que unen a las naciones europeas que aquellas que las diferencian y en las que los distintos nacionalismos hacen hincapié. De esta manera, Ortega diferencia entre dos planos por los cuales se mueve el hombre europeo; por un lado, un sistema de usos europeos, o una civilización europea, y, por otro, unos usos particulares que Ortega denomina diferenciales.

La obra se completa con un Prólogo para franceses, en el que se vuelve a defender esa unidad europea y la necesidad de una supranación europea que incluya a los estados nacionales, y termina con un Epílogo para ingleses, escrito en 1938, en el que se defiende que no basta solamente no hacer la guerra para vivir en paz, sino que, para ello, resulta necesaria la creación de unos sistemas y unas herramientas internacionales con los que las naciones puedan solucionar los conflictos sin desembocar en otra guerra. Así, critica a la Sociedad de Naciones, que constituía hasta la fecha el único intento de crear un sistema similar al que Ortega preconizaba. Sin embargo, para Ortega, este organismo sólo contribuyó, con su diplomacia, a la desmoralización de Europa.

Toda la obra, a excepción del epílogo y del prólogo, fue publicada en 1930. Entonces Ortega se encontraba inmerso en una lucha política en la que le acompañaba buena parte de los intelectuales de la Generación del 14 y de otros grupos intelectuales. Esta lucha perseguía la instauración en España de un régimen republicano, una lucha que no era otra cosa que el deseo de europeizar España instaurando un sistema político democrático.

  

Meditación de Europa

Así fue como, tras la caída de la dictadura de Primo de Rivera, y ante la decisión del rey Alfonso XIII de otorgar el gobierno al general Berenguer, escribió un artículo el 15 de noviembre de 1930 en el diario El Sol. Este artículo se publicaría bajo el título de “El error Berenguer” y terminaba con la frase latina, que pasaría a la historia, “Delenda est monarchia”, con la  que Ortega animaba a acabar con el régimen monárquico, que terminaría por caer el 14 de abril del año siguiente. El respaldo de Ortega al republicanismo supuso un enorme apoyo para esta causa, apoyo que se mantuvo con la creación de la Agrupación al Servicio de la República, el 10 de febrero de 1931, junto con otros dos grandes intelectuales de su generación, Marañón y Pérez de Ayala. De esta forma, llegó la República a España y Ortega fue diputado.

Pronto, la joven República avanzó por senderos que no eran compartidos por el filósofo. Después llegaría la Guerra Civil, que pasó exiliado en diversos países europeos afirmando su europeísmo y defendiendo las ideas expresadas en La rebelión de las masas. Es en esta época cuando incluye, en esta obra, el Epílogo para ingleses. Pero sus ideas de supranación europea y de sistemas que acabaran con las guerras, expuestos en este epílogo, no impidieron la catástrofe de la II Guerra Mundial.

   

      

Antonio Macado, Gregorio Marañón, Ortega y Gasset y Pérez de Ayala.

 
   

Tras la guerra, Ortega seguía creyendo en la unidad europea. Lejos de desilusionarse, acudió, en 1949, al Berlín dividido de  posguerra. Allí, como en buena parte del mundo, era una auténtica autoridad. La conferencia se tituló De Europa meditatio quaedam en la que, veinticinco años después de La rebelión de las masas y, después de la II Guerra Mundial, vuelve a proponer la necesidad de la creación de unos Estados Unidos de Europa; incluso justificó la necesidad de la creación de un mercado común europeo. Estos pensamientos fueron defendidos  mediante el análisis de la historia de la  sociedad europea y del concepto de nación. Para él, Europa no es algo que halla que construir, sino que está ahí con anterioridad a las diferentes naciones.

Esta conferencia fue revisada y ampliada por el propio Ortega con el fin de publicar un libro. No pudo terminar el trabajo, pero, junto con otros textos sobre el tema europeo, fue publicada en una obra que se tituló Meditación de Europa.

No fue la única conferencia que Ortega impartió durante estos años versando sobre  estas mismas ideas. En 1953, dictó una conferencia en Munich que se tituló ¿Hay una conciencia de la cultura Europea? y que se publicó en alemán bajo el nombre de Cultura europea y pueblos europeos, en la ciudad de  Stuttgar, al año siguiente.

Ortega y Gasset contribuyó de forma inestimable a la unidad de Europa con sus textos y conferencias. Obviamente no fue el único que tomó partido por esta causa, pero teniendo en cuenta el influjo que suscitó entre los intelectuales contemporáneos, su aportación fue inestimable.

Un año después de dictar su famosa conferencia en Berlín nacería un organismo que iniciaría la senda propuesta por Ortega. Se trataba del Consejo de Europa, creado en 1949. Tres años más tarde, en 1951, se fundaría  la Comunidad Económica del Carbón y del Acero. Esta comunidad sentaría las bases, partiendo por las económicas, de la futura Comunidad Económica Europea, que derivaría en la actual Unión Europea.

Ortega no pudo ver la Unión Europea, ya que falleció en 1955, pero debemos tener presentes sus escritos para no interrumpir la marcha y seguir avanzando hacia una convergencia europea más profunda.

Hoy, más que nunca, la obra de Ortega se encuentra vigente.

  

  

  

PARA SABER MÁS:

DE ROUGEMONT, D. (1963): Tres milenios de Europa. Revista de Occidente, Madrid.

MARÍAS AGUILERA, J. (1976): Historia de la Filosofía. Revista de Occidente, Madrid.

ORTEGA Y GASSET, A.: La rebelión de las masas. Espasa Calpe, Madrid, 1972.

ORTEGA Y GASSET, A.: Meditación de Europa. Revista de Occidente, Madrid, 1966.

ORTEGA Y GASSET, A.: Antología. Ed. Doncel, Madrid, 1967.

PEÑA GONZÁLEZ, J. (2004): Evolución en el ámbito del pensamiento de las relaciones España-Europa. Instituto de Estudios Europeos de la Universidad San Pablo-CEU, Madrid.

  

  

CRISTÓBAL VILLALOBOS SALAS (Málaga, 1985) estudia 5.º de Historia en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Málaga. Desde el año 2006 es columnista de opinión de los diarios digitales ‘Siglo XXI’ y ‘Periodista Digital’ y ha publicado numerosos artículos en diferentes medios de prensa nacional y local. Durante el año 2007 fue uno de los ganadores del concurso de trabajos de investigación “Hablemos de Europa”, promovido por el Ministerio de Asuntos Exteriores y la Universidad de Málaga, con un trabajo sobre el concepto de Europa en la obra de Ortega y Gasset. Desde el curso 2007/08 es Redactor Jefe de la sección de Cultura del periódico universitario ‘Aula Magna’.

  

  

  

GIBRALFARO. Revista de Creación Literaria y Humanidades. Año VII. Número 53. Enero-Febrero 2008. ISSN 1696-9294. Director: José Antonio Molero Benavides.  Copyright © 2008 Cristóbal Villalobos Salas. © 2002-2008 EdiJambia & Departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura. Facultad de Ciencias de la Educación. Universidad de Málaga.

  

  

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