JULIO-SEPTIEMBRE 2017  

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ANTONIO ONTIVEROS BLANCO

Antequera (Málaga), 1923 - Málaga, 1988

   

   

Por  José Antonio Molero

   

   

EN ESTE ANTEQUERANO de cuna y abderitano de adopción y padre de abderitanos concurren dos méritos: el primero, Antonio Ontiveros es uno de esos maestros que durante decenas de años han contribuido y contribuyen a la formación tanto de hombres como de mujeres; y el segundo, Ontiveros, con su impronta bohemia, algo descuidada pero con un ángel especial para la comunicación, empeñó, paradójicamente, su vida en la forja de estudiantes con éxito, de profesionales que se sintieran orgullosos de saber cosas más allá de los títulos, los certificados y los diplomas oficiales. Antonio Ontiveros fue, por otra parte, un hombre conocido por su amabilidad, su cercanía, su disposición dialogante y su respeto al prójimo, rico o pobre, poderoso o infortunado. Siempre vivió fiel a sus creencias, que nunca trató de inculcar en sus hijos ni de imponerlas a los demás, siendo de todos conocido el respeto que profesó por las reglas sociales y las ideas de la época que le tocó vivir, aunque no las compartía. Gran amante de la lectura, del ajedrez y de la música, se sintió especialmente inclinado por las Matemáticas, por eso que Antonio Ontiveros fuese, con toda razón, reconocido en su localidad de adopción como un “hombre Ilustre”. Porque Antonio Ontiveros es uno de los últimos profesores con saber en todos los ámbitos de la cultura y las ciencias.

    

  
             
 

Antonio y su mujer, a la puerta de su casa en Adra.

 
  

    

LA VIDA EN ANTEQUERA

  

Antonio Ontiveros Blanco nace en Antequera (Málaga) el 14 de enero de 1923. Su padre es Jerónimo Ontiveros Gémar y trabaja en el Ayuntamiento de esa localidad, y su madre, Carmen Blanco de Rodar, da clases de piano. Como veremos luego, la influencia de la madre en la afición musical de su hijo se determinante. Antonio es el mayor de cinco hermanos, Jerónimo, Rosario, Carmen y María. Además de estos cinco hijos, Jerónimo tiene una hija, Dolores, fruto de un matrimonio anterior.

El sueldo que entra en casa de los Ontiveros apenas si da para sacar adelante a una familia de tantos miembros y la familia pasa momentos de gran dificultad económica. Así, en un intento de incrementar los ingresos familiares, Jerónimo se propone sacarle provecho a la gran capacidad para el cálculo mental de que está dotado y deja su ocupación en el Consistorio antequerano para ocupar un puesto de crupier en un casino, pero el casino quiebra al poco tiempo y Jerónimo pierde su empleo. Esta contrariedad marca el comienzo de la etapa más difícil para la familia.

Con el fin de superar la precariedad de esta situación, sus hermanos María y Jerónimo deciden trasladarse al Protectorado Español de Marruecos junto a Dolores, que ya residía allí por estar casada con un militar destinado en ese dominio español. Allí, María contrae la tisis y fallece, y Jerónimo vuelve a Antequera. Los tiempos continúan siendo bastante difíciles.

El 18 de julio de 1936 estalla la Guerra Civil en España. Por este tiempo, Antonio, que cuenta con 13 años, goza ya de un merecido reconocimiento de prodigio intelectual entre sus convecinos, y se le concede la única beca de la provincia para estudiar en el Instituto Pedro Espinosa, donde cursará los estudios de Bachillerato con buenas calificaciones en todos los cursos.

El Instituto Pedro Espinosa había sido creado durante el Directorio Militar de Primo de Rivera, en 1928, con la finalidad de satisfacer la cada vez mayor demanda de plazas de alumnado que estaba experimentado la sociedad española desde comienzos de los años veinte, y era el segundo centro más antiguo de la provincia de Málaga.

  
             
 

Antonio (a la izquierda) y su hermano Jerónimo, en una celebración familiar.

 
  

El buen ambiente académico de este instituto se le presenta al joven Antonio como el marco idóneo que propiciará su inclinación a la docencia y donde comienza a gestarse su vida vocacional como futuro profesor. Durante estos años de bachiller, percibe su primera retribución, cuando, en sus ratos libres, da clases de apoyo a sus propios compañeros y a los que tenían asignaturas pendientes, lo cual, unido a la excelencia de sus calificaciones, da lugar a que le apoden “el Sabio”. En este instituto gana el “Premio Velar” por la redacción de un trabajo sobre la alimentación.

Su inquietud por saber más le motiva a trasladarse a Granada para cursar la carrera de Medicina, pero la penuria económica que aqueja a la familia le obliga a alojarse en una pensión poco acondicionada e incómoda, circunstancias que le obligan a abandonar los estudios al concluir el primer curso, en el que, no obstante, obtiene excelentes notas, entre ellas, varias matrículas de honor. Por esta época su adicción al tabaco se hace más que manifiesta, hasta el punto de que —según contaba el mismo Antonio—, para satisfacer su dependencia, recogía tabaco del que había plantado en la Vega granadina, lo trituraba manualmente y lo liaba formando cigarrillos.

Una de las peores experiencias de su vida le acontece prestando el servicio militar. Durante un traslado, el camión que lo llevaba sufre el infortunio de despeñarse por un puente y se fractura la séptima vértebra de la columna. Afortunadamente, no hubo mayor consecuencia, pero se vio obligado a guardar reposo durante los meses que estuvo escayolado. Sobre este asunto, el propio Antonio contaría después que, para hacer más soportable el chaleco de yeso, recurría a rellenarlo de algodón.

En estas circunstancias habría de sobrevenirle una desgracia más. Fumador empedernido como queda dicho, un día tiene la fatalidad de que una colilla mal apagada le caiga dentro de la escayola, prendiendo el algodón. Antonio, hombre de prontos recursos, supo reaccionar en ese momento tan delicado y se acurrucó para taponar todas las entradas de aire de la escayola, evitando así la combustión del algodón y, con ello, graves quemaduras.

    

  
             
 

Junto a su mujer y un grupo de amigos de Adra, compartiendo una comida en Málaga.

 
  

  

ANTONIO ONTIVEROS EN ARENAS

  

Acabada la Guerra el 1 de abril de 1939, el padre de Antonio encuentra un empleo como cobrador de morosos en Arenas, un municipio de la Axarquía malagueña, y toda la familia se traslada allí.

Antonio es un enamorado de la música, pasión que comparte con su madre desde siempre, y, gracias a la música, va a tener la oportunidad de conocer a Lourdes Ortega López, hija de una familia con recursos, en una de cuyas propiedades se aloja la familia Ontiveros en régimen de alquiler.

Lourdes era viuda. Su marido, maestro de profesión, había sufrido los excesos de la Guerra Civil a manos de un grupo de milicianos incontrolados de extrema izquierda. Ahora está cursando los estudios de Magisterio en la Escuela Normal de Málaga, y Antonio se presta a darle clases de piano. Sus frecuentes contactos facilitan que Antonio y Lourdes se enamoren.

  

  

TRASLADO A BARCELONA

  

A principios de los 50, Cataluña se ofrecía como la tierra de promisión a los ojos de una zona tan desfavorecida como Andalucía. Un tío materno de Antonio vivía en Barcelona, el cual consigue un trabajo para toda la familia como vendedores de libros, y los Ontiveros se trasladan a la Ciudad Condal.

Para evitar la separación, Lourdes intenta convencer a su novio de que estudiase Magisterio, cosa que no consigue y este marcha a Barcelona con su familia. A pesar de la distancia, el noviazgo continúa.

  

  
             
 

En la boda de un familiar de Málaga. Antonio (a la derecha), luciendo una camisa sahariana, su vestimenta favorita.

 
  

  

LA VIDA EN ADRA

  

En 1952, Antonio regresa de Barcelona para contraer matrimonio con Lourdes, quien, ese mismo año, había terminado los estudios de maestra en Educación Primaria y aprobado las oposiciones a Maestra Nacional. El primer destino de Lourdes es el colegio público Fuente Santilla, situado en el barrio Puente del Río de la localidad de Adra (Almería), y allí se traslada el joven matrimonio.

En 1953 nace Antonio, el primer hijo, al que seguirán María, Santiago y Enrique.

Durante esos primeros años de estancia en el Puente del Río, Antonio, aunque no está titulado, da clases particulares en varios colegios de Balerma, localidad correspondiente al distrito municipal de El Ejido, adonde acude diariamente en bicicleta. Un tiempo después, Antonio Castro, un maestro abderitano, le pide que lo sustituya temporalmente en una escuela. Son años en que tanto él como su mujer viven dedicados plenamente a la enseñanza.

A los nueve años de vivir en el Puente del Río, se trasladan a Adra a una casa de maestros, que todavía existe, ubicada en la calle Manresa. Por este tiempo, se asocia con varios profesores de Adra que tenían una academia para estudiantes en la casa del Marqués, ubicada en la calle Estrella. Maestros como don Rufino, Manuel Molero y José Avilés figuran en la nómina del profesorado.

Antonio compagina este trabajo con clases en otros centros, como la Casa de la Fundición San Andrés, la Escuela de Formación Profesional, la Escuela Hogar y el Instituto de Bachillerato, y, en todos ellos, Ontiveros imparte clase de las asignaturas más diversas, aunque se le recuerda por su dominio de las matemáticas.

Quienes fueron sus alumnos recuerdan su increíble versatilidad: pasaba de una clase de latín a otra de literatura, para continuar con otra de álgebra y luego otra de geografía, clases en las que ponía de manifiesto no solo su conocimiento de la materia, sino también su gran habilidad para adaptarse a todos los niveles de enseñanza.

A mediados de los 60, el matrimonio abre su propia academia en el céntrico edificio Viurba III de Adra, hoy ya inexistente. Mientras tanto, Antonio inicia, como alumno ‘no presencial’, los estudios de la licenciatura en Matemáticas en la Universidad de Granada, al tiempo que, sin tener todavía la titulación, continúa impartiendo clases de esta asignatura no solo en su academia, sino también en las calles o en la barra de un bar, lo que dio lugar a que, en más de una ocasión, comparan su actitud con la Aristóteles. Más que un profesor, Antonio Ontiveros Blanco era un formador de formadores.

  

  
             
 

Edificio Viurma III, antes de ser declarado en ruinas en 2007 y derruido en 2012.

 
  

  

REGRESO A MÁLAGA

  

En 1973, Antonio y Lourdes deciden cerrar su academia en Adra y trasladarse a Málaga ciudad. El matrimonio se instala en el tercer piso del número 6 de la calle Beatas, en pleno casco antiguo de esta capital andaluza. En Málaga encuentra trabajo como profesor en el colegio Cerrado de Calderón, por esa época uno de los barrios más distinguidos y prestigiosos de la ciudad. Pronto se da cuenta de que allí no se encuentra a gusto. No era ni su sitio ni su ambiente. Su método didáctico, más progresista y liberal, chocaba de lleno con la filosofía del colegio. Así que, al cumplir un curso de trabajo, abandona el centro e imparte clases en la Academia Luis Vives, centro privado ubicado en la plaza Uncibay, muy cercana a su domicilio.

En 1975, a los dos años de su llegada a Málaga, alentado y convencido por Lourdes, Antonio decide preparar las oposiciones al Cuerpo de Maestros, aunque él pensaba que no eran unas oposiciones la mejor manera de valorar la capacidad de una persona. En las oposiciones, Ontiveros obtiene el número uno de su promoción, y, aunque gozaba de mejores posibilidades, solicita ser destinado, para el ejercicio de su profesión, a uno de los colegios más marginales y desfavorecidos de Málaga, el colegio público Manuel Altolaguirre, en el barrio de La Palma-Palmilla, pues, según él, era ahí donde más lo necesitaban.

En 1988, cumplida la edad de 65 años, y con solo 13 años de ejercicio como funcionario, Antonio Ontiveros se jubila. Aunque la pensión que se le reconoce es de escasa cuantía, el matrimonio no se siente económicamente agobiado, pues cuenta también con los honorarios que percibe Lourdes como maestra todavía en ejercicio, y, aunque esta se jubila dos años más tarde, consideran suficiente lo que perciben para llevar con dignidad la última etapa de su vida.

Previamente, el 23 de enero de 1988, sus alumnos y compañeros del colegio Manuel Altolaguirre le habían rendido un homenaje, que aceptó con sumo agrado, aunque él, hombre modesto y poco dado a las celebraciones, había procurado huir siempre de toda ceremonia oficial, de distinciones y homenajes.

Sus últimos años están marcados por varias enfermedades de las vías respiratorias a causa de su adicción de toda la vida: el tabaco, que por fin logra abandonar cuando los médicos le advierten del peligro que corre su vida. Pero el 12 de marzo de 1988, contando 75 años de edad, Antonio Ontiveros muere como consecuencia de un enfisema pulmonar. Sus restos reposan en el Parque Cementerio de Málaga.

    

  
             
 

Fachada principal del Instituto de Enseñaza Secundaria Pedro Espinosa de Antequera. Foto actual. 

 
  

  

ANTONIO ONTIVEROS, EN LA MEMORIA

  

Antonio fue siempre maestro las veinticuatro horas del día, trescientos sesenta y cinco días al año; un maestro que logró inculcar a sus alumnos que amaran el saber por el simple hecho de saber, más allá de los diplomas y certificados oficiales. En todos los centros en los que impartió docencia fue un hombre muy querido de sus alumnos, por su facilidad de palabra y por su interés sin límite por el ser humano. Antonio pensaba que la pobreza era un lastre que no permitía estudiar a las personas carentes de recursos aunque fuesen inteligentes, así como que gozar de una cómoda posición social facilitaba el estudio, en muchas ocasiones, a personas poco dotadas para el ejercicio intelectual. Aún hoy se recuerda con cariño a Antonio, el maestro, el profesor que sabía hacer fácil lo difícil y que transmitía perfectamente los conocimientos.

   

  

  

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Y WEBGRÁFICAS

El texto biográfico ha sido elaborado sobre una síntesis redactada por Marina Gutiérrez Carrera (Málaga, 1981), alumna de Magisterio, basada en una redacción más amplia y completa de Juan Antonio Segovia y Páez, Antonio Ontiveros Blanco, publicada anteriormente en la web de la “Fundación Antonio Segovia Lobillo”, Tenerife, Islas Canarias, hoy inexistente, y cuyo texto estaba inspirado a su vez en la web “Adra en Línea”, tampoco disponible hoy.

 

   

   

 

      

     

José Antonio Molero Benavides (Cuevas de San Marcos, Málaga, 1946). Diplomado en Maestro de Enseñanza Primaria y licenciado en Filología Románica por la Universidad de Málaga. Es profesor de Lengua, Literatura y sus Didácticas en la Facultad de Ciencias de la Educación de la UMA. Desde que apareció su primer número, está al frente de la dirección y edición (en su versión web) de GIBRALFARO, revista digital de publicación trimestral patrocinada por el Departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura de la Universidad de Málaga.

    

    

GIBRALFARO. Revista de Creación Literaria y Humanidades. Publicación Trimestral de Cultura. Sección 4. Página 10. Año XVI. II Época. Número 97. Julio-Septiembre 2017. ISSN 1696-9294. Director: José Antonio Molero Benavides. Copyright © 2017 José Antonio Molero Benavides. © Las imágenes se usan exclusivamente como ilustraciones, y los derechos pertenecen a su(s) respectivo(s) creador(es). Depósito Legal MA-265-2010. © 2002-2017 Departamento de Didáctica de las Lenguas, las Artes y el Deporte, adscrito a la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Málaga & Ediciones Digitales Bezmiliana, Callillón, 3, Rincón de la Victoria (Málaga).