N.º 79

ENERO-MARZO 2013

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ROBERTO GONZÁLEZ VÁZQUEZ

«ROCKBERTO»

Málaga, 1951 - 2012

   

Por Javier Jaime Sánchez

   

   

   

 

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ecir Roberto González Vázquez es referirse al vocalista y líder de Tabletom, aquella mítica banda malagueña nacida en la década de los setenta, grupo de culto que supo sobreponerse a las modas, a los dictámenes del mercado musical y al devenir de los años. Rockberto, como era conocido por sus seguidores, era un alma libre de aspecto alborotado, una mente creativa, calificado como artista por grandes figuras consagradas de la música. Firme defensor de la anarquía que vivió su vida, jamás le dio valor al dinero, pues la libertad era su mayor tesoro. Era un personaje imprevisible, con gran sentido del ritmo y de la métrica, con un talento innato para el flamenco o el blue, alguien que llenaba los escenarios con su personalidad única e inconfundible. Su voz rasgada y aspecto descuidado, unidos a las perfectas armonías compuestas por músicos de conservatorio, lograron combinar a la perfección lo popular con lo culto, convirtiéndose en uno de los grandes iconos de la música moderna malagueña. Se calificaba a sí mismo como «un poeta que no sabe escribir y un músico que no sabe de música». Su carisma consiguió que la gente lo adorara, que todos lo respetaran y que varias generaciones de malagueños lo recuerden como una de las grandes señas de identidad de la cultura popular de su tierra.

Este texto trata de dar a conocer la figura de un cantante malagueño apreciado por muchos, pero, a la vez, desconocido por otros muchos; se pretende honrar a una persona que homenajeaba a su ciudad siempre que tenía oportunidad. En la páginas que siguen vamos a reencontrarnos, pues, con Roberto González Vázquez, figura de la más alta alcurnia callejera y subterránea, rey del rock malagueño disfrazado de mendigo, filósofo de plazas y tabernas; personaje querido y entrañable que se fue de este mundo, pero no de nuestro recuerdo.

  
                             
 

Roberto (en el centro) con los demás componentes del «Royal Group» (1967). 

 
  

Infancia y juventud

Roberto González Vázquez, hijo de Dolores, nacía el 20 de febrero de 1951, a pesar de que él siempre insistiera en que el día que llegó al mundo fue un 17 de aquel mismo mes. Fue en calle Cotrina, cercana a calle Mármoles, lugar donde lindan dos de los barrios más populares de Málaga, la Trinidad y el Perchel, zona de pescadores, de flamencos, de gente humilde; calles por las que pasaron grandes personajes populares como ‘El Piyayo’, ‘La Repompa’ o el escultor Juan Vargas, entre otros muchos artistas. Como cantara años más tarde, Roberto pasaría sus primeros años de chavea corriendo y jugando en el río Guadalmedina, comiendo pan de higo y floreciendo en las aceras frente al ‘cuartel de Natera’.

Sus primeros pinitos en la música

Desde muy pequeño, dejaría de interesarse por los estudios para hacer lo que siempre quiso y tomar la dirección que marcaría el resto de su vida: el camino de la música. Durante su época de quinceañero conoció a su amigo José, con el que compartiría intereses e inquietudes musicales y con el que arrancará los primeros acordes a su guitarra, tras largos ensayos en casa de Loli, madre del Roberto, que por aquel entonces regentaba una pensión en la explanada de Hoyos de Espartero.

La joven promesa estaba expuesta a todo tipo de influencias musicales. Se empapaba de las canciones de grupos como The Beatles, The Animals, The Kinks o Manfred Mann, que le ayudarían a formar un gusto musical en el que confluirían tanto sonidos eléctricos como el arte más flamenco de su entorno. Empezó en esta época a cultivar su gran idilio con la música, la más fiel compañera que tuvo, aquella que nunca lo abandonó aun en los peores momentos de su vida.

  
                             
 

En esta imagen, Roberto (guitarra) con los componentes de «Los Jone's» (1968).

 
  

Roberto pronto se une con varios amigos para versionar canciones de los grupos más famosos de la época y crear la primera banda de rock de la que formara parte, Los Cúcanos. Este nombre, ocurrencia de nuestro protagonista, hacía alusión a que los chicos tocaran en el local de ensayo y con los instrumentos de otro grupo (Los Robots), cual cuco que guarda su huevo en el nido de otra ave. Pero el hecho de compartir instrumentos y local, más que enfrentar a los grupos, hizo que se unieran en uno nuevo, en 1967, llamado Royal Group. Un año más tarde, Roberto y su amigo de la infancia José Víctor Otero pasarían a formar parte de Los Jone’s, donde cantara acompañado de una guitarra; grupo que llegaría a actuar en escenarios como la plaza de toros de La Malagueta, la Feria de Málaga, en clubes, hoteles, tabernas e incluso en el restaurante Port du Peche de Casablanca, en Marruecos, a pesar de la minoría de edad de los chicos, que solo pudieron salir del país bajo el previo consentimiento firmado de sus progenitores.

Entrada ya la década de los setenta, y tras vivir un tiempo en Francia junto a su familia, Roberto pasa a formar parte de un nuevo conjunto musical, Fresa y Nata, acompañado por Manuel Sierra, Julio y Enrique García (hoy día, este último, uno de los mejores lutieres de guitarras en la provincia de Málaga). En 1972 creó el grupo Sabor Band para tocar exclusivamente en el Dining Room del hotel Holiday Inn de Málaga, donde amenizaban cenas con vestimentas de mariachis e incluso con atuendos propios del estilo country del sur de Estados Unidos.

En esa misma época, Roberto trabaja durante un año en una sucursal bancaria en Torremolinos, su único empleo conocido, siguiendo los consejos de su madre, que siempre le sugería buscar un trabajo bueno y “normal”. Pero esta etapa no duró demasiado, pues el estilo de vida de papeles y oficina no casaba con los intereses y peculiar manera de ver el mundo del joven artista. Según el propio cantante, esta etapa de su vida fue la causante de su tremenda aversión por el dinero, la cual llegó a durar hasta sus últimos días de vida. Paralelamente, Roberto conoce a Reijki, una joven holandesa de la que queda tan prendado que llegó a casarse con ella ese mismo año y con la que decide hacer las maletas hacia el país de los tulipanes, donde recorre calles y bares cantando, acompañado por su guitarra. Pero la relación no termina por cuajar y nuestro protagonista decide volver a la tierra que le vio nacer.

  
                             
 

Roberto y los hermanos Ramírez. El proyecto que más tarde acabaría conociéndose con el nombre de «Tabletom» comienza a gestarse.

 
  

Los comienzos de Tabletom

En 1975, Roberto, afincado ya en Estepona, acude a la llamada de un grupo de gibraltareños que buscaba vocalista y realiza una prueba que sorprendió gratamente a los allí presentes cuando arrancó a cantar. Este grupo se dedicaba a tocar todos los veranos en un camping de Manilva, Málaga, bajo el nombre de The Glass World Creation. Es aquí cuando conoce a Pedro Ramírez Maestre, “Perico”,  gran guitarrista y, actualmente, profesor del  conservatorio profesional de Málaga, que, en aquel entonces, contaba con tan solo quince años. Pedro era hermano de José, virtuoso flautista, también profesor de conservatorio, el cual se uniría con posterioridad a ellos, además de colaborar con artistas de renombre, para empezar a fraguar el proyecto que más tarde acabaría conociéndose con el nombre de Tabletom.

En 1976, estos y otros músicos de gran talento vivieron durante un tiempo en una especie de comuna hippy, en Campanillas, donde tuvieron lugar agradables anécdotas y por la que pasaron artistas como el gran Camarón de la Isla, el cual mantuvo una estrecha relación con los componentes de Tabletom durante buena parte de su trayectoria musical. Este engranaje de músicos tuvo una clara influencia del sonido Canterbury, caracterizado por la incorporación del jazz y la improvisación, por el equilibrio entre sonidos británicos y bluseros, sin dejar de lado, además, el rock progresivo y las raíces andaluzas de todos los allí presentes. Fue esta, según sus allegados, una época de plena creatividad para Roberto, en la que no dejaba de narrar historia, de reír y disfrutar de la vida.

‘Rockberto’ y Tabletom: historias paralelas

A finales de los setenta y entrando en la década de los ochenta, tras varias formaciones, el grupo Tabletom se consolida con el nacimiento de su primer trabajo, «Mezclalina», que ve la luz en 1980, gracias a la producción de Ricardo Pachón, editor de grandes artistas como Manuel Molina, Lole y Manuel, la Familia Montoya, Kiko Veneno o Pata Negra, entre otros muchos. También, uno de los grandes artífices de «La Leyenda del Tiempo», con la que Camarón de la Isla llega a romper los moldes de la ortodoxia flamenca en 1979.

El propio Pachón cuenta que en momento alguno llegó a variar un ápice la esencia del grupo malagueño, grabando su música tal como estaba compuesta originariamente, sin hacer arreglos rítmicos o armónicos y respetando plenamente su idiosincrasia, como ellos desearon. Fueron tiempos en los que compartieron carteles con artistas como María Jiménez, Alameda, el sevillano Silvio o Camarón de la Isla, llenando plazas de toros y auditorios con audiencias de miles de personas que enloquecían con las letras improvisadas de Roberto, con las que calaba hondo el ánimo del auditorio allí donde iba.

  
                             
 

Con «Tabletom» llega la popularidad y la fama». Fueron momentos de alegría, de desmadres y excesos, «un sueño que tienes y se cumple», según el propio Roberto, que por primera vez se hospeda en hoteles de cinco estrellas, donde, precisamente, hubo de afrontar algún que otro problema para entrar debido a su descuidado aspecto.

 
  

El grupo malagueño participa, a principios de los ochenta, en la Fiesta de la Autonomía, también conocida como la gira histórica, recorrido que hizo por toda Andalucía el entonces presidente de la Junta, Rafael Escuredo, para promover la participación y el voto a favor de la autonomía andaluza, acompañado de un plantel de artistas de primer nivel que se movía en la vanguardia musical.

Para Roberto y los hermanos Ramírez, esta gira supuso la primera toma de contacto con el gran público, bajo colosales montajes de luz y sonido capaces de impresionar a los propios músicos. Fueron momentos de alegría, de desmadres y excesos, «un sueño que tienes y se cumple», según el propio Roberto, que por primera vez se hospeda en hoteles de cinco estrellas, donde, precisamente, hubo de afrontar algún que otro problema para entrar debido a su descuidado aspecto. Es también el momento de su vida en el que Roberto empieza a cobrar a diario por su música, a relacionarse con grandes personalidades de la música, a vivir un enriquecedor intercambio artístico que lo marcaría para siempre.

Los expertos musicales de la época no tardaron en encasillar a Tabletom dentro del movimiento musical conocido como «rock andaluz», muy de moda en aquellos años con la irrupción de grupos como Medina Azahara, Triana o Smash, aunque ellos mismos siempre procuraron quitarse esa etiqueta y se definieron como un grupo de fusión en el que se mezclaba una gran variedad de estilos musicales, apoyados por letras inverosímiles y muy malagueñas.

Pero mantenerse fiel a estas características y permanecer al margen de las directrices de la mercadotecnia musical, hizo que la banda quedara desahuciada de la compañía discográfica RCA, una de las más importantes de la época en nuestro país, cuando esta se negó a seguir promocionándola, lo cual generó grandes dificultades a los malagueños para promocionarse y, poco a poco, acabaron por convertirse en un grupo casi olvidado más allá de los límites de la ciudad malacitana, aunque muy querido dentro de ella gracias al boca a boca de sus seguidores.

  
                             
 

Los expertos musicales de la época no tardaron en encasillar a «Tabletom» dentro del movimiento musical conocido como «rock andaluz», muy de moda a finales de los 70 y a lo largo de los 80.

 
  

Un periodo de sombras

Tabletom experimenta entonces un período de sombras ante las dificultades para dar a conocer su música, de ahí que su bajista decidiera abandonar el conjunto en busca de mejor suerte, motivo por el cual la banda decide separarse en 1985 para reagruparse en otra llamada Rockberto y los castigos, compuesta por los hermanos Ramírez y Roberto González, que no acabó por fructificar en lo musical.

Fue entonces cuando los componentes de la banda empiezan a sentirse incomprendidos por una industria discográfica que no sabía apostar por la fusión de estilos y gran personalidad de la formación, la cual no supo ni quiso adaptarse a las tendencias musicales de aquellos años, marcados por el auge del rock andaluz o la movida madrileña. Esta tendencia negativa hizo que muchos vaticinaran el fin definitivo de Tabletom.

Sin embargo, la situación no se prolongaría mucho tiempo y, en 1990, los hermanos Ramírez y Rockberto volvían a reunirse para emprender una nueva etapa en la que la discográfica Nuevos Medios, del fallecido Mario Pacheco, apuesta por ellos y edita dos nuevos discos, «Inoxidable» y «La Parte Chunga», que los devuelven al panorama musical y hacen que el grupo malacitano emprenda la gira Rock Andaluz con «Ayer y hoy», un espectáculo creado para la conmemoración de la Expo de Sevilla de 1992, que se paseó por las ocho provincias andaluzas y en el que participaron varias de las agrupaciones musicales más señeras y representativas de la música moderna hecha en Andalucía.

  
                             
 

Para Roberto y los hermanos Ramírez, esta gira supuso la primera toma de contacto con el gran público, bajo colosales montajes de luz y sonido capaces de impresionar a los propios músicos.

 
  

En 1996, la banda de rock extremeña Extremoduro, en su disco «Agila», versiona «Me estoy quitando», una de las canciones más populares de Tabletom, logrando que el grupo malagueño experimente el mayor éxito comercial de su trayectoria musical, gracias a los derechos de autor generados por esta. Roberto y su gran amigo Salvi Laporte escriben la canción como homenaje a Camarón de la Isla, con letra inspirada en las confesiones que el mismo cantaor sevillano hiciera sobre sus vicios, iniciativa que alcanza un notable éxito y propicia que los malagueños empiecen a ser conocidos más allá de las tierras andaluzas. Dos años más tarde, sale a la luz el disco «Vivitos y coleando», en el que colaboran con el guitarrista Raimundo Amador o los malagueños Javier Ojeda y Lito.

Tabletom, con Roberto a la cabeza, pasa con éxito el umbral del siglo XXI. En 2002, edita el disco «7000 Kilos», con la colaboración de varias figuras del rock español y realiza una gira a nivel nacional (Madrid, Bilbao, Barcelona, Valencia…), además de sonar en todas las radios del país. En 2004, graban su primer disco recopilatorio en formato libro-disco con los temas más representativos del grupo. Cuatro años más tarde, el grupo malagueño saca al mercado el que va a ser el último de sus diez discos, «Sigamos en las nubes», con motivo de su trigésimo aniversario, celebrando los treinta años de carrera artística que el trío de la Costa del Sol lleva a sus espaldas, aunque, como era ya lógico, en esta ocasión se cede el protagonismo artístico al virtuosismo musical de los hermanos Ramírez ante el cada vez más acentuado deterioro físico del carismático vocalista. En su estado de salud empezaban a hacer mella los excesos, una vida llena de humo y alcohol que poco a poco ha ido dejándole implacablemente sin voz. En esta época de su vida, el principio del fin se hacía evidente: la decadencia de Rockberto, tanto física como artística, era ya un hecho inevitable.

Roberto: rey disfrazado de mendigo

Llama la atención constatar que Roberto, no obstante la buena posición económica que disfrutaba, siempre vivió casi sin nada y prácticamente con lo puesto; sin hipotecas, sin deudas, pero sin casa propia. Era habitual en él que, tras los conciertos, no acudiera a recoger el dinero que le correspondía. Sus amigos cuentan cómo el notario que gestionó el traspaso de la pensión que había heredado de su madre tuvo que ponerse en contacto con sus compañeros de grupo, ya que Roberto no mostraba ningún interés en cobrar el dinero de la venta. Hubo momentos en los que algunos de sus familiares llegaron a llamar a los hermanos Ramírez, preocupados, ante la ausencia de movimientos de su cuenta bancaria desde hacía meses. Esto demuestra hasta qué punto Rockberto era una persona despreocupada de todo lo relacionado con el dinero, porque él, para vivir, solo necesitaba música, algo de lectura y, todo hay que decirlo, algún que otro vicio. A pesar de lo que muchos pudieran pensar, Roberto era un hombre culto: en creación literaria, siempre estuvo interesado por la poesía de Neruda, Rubén Darío, Valle-Inclán o Baudelaire. Rockberto era una persona con gran experiencia que vagaba por las calles de su ciudad mientras atendía las numerosas muestras de respeto y admiración de aquellos que lo conocían, pero que, desgraciadamente, también fue objeto de miradas por encima del hombro de parte de algunos que, llevados del juicio que les merecía su apariencia haraposa, desconocían su verdadera identidad, su auténtica personalidad.

  
                             
 

«Tabletom», con Roberto a la cabeza, pasa con éxito el umbral del siglo XXI. 

 
  

Sus últimos años

El paso de los años, la secuela de sus excesos y el rock and roll pesaban ya demasiado para Rockberto. En los escenarios apenas recordaba las letras de las canciones y hacía grandes esfuerzos para tenerse en pie, por lo que, vista la gravedad de la situación, el conjunto malagueño se ve obligado a cancelar todos los conciertos previstos para esa temporada de 2011 y 2012. Su voz y su vida iban apagándose. Los maltrechos pulmones del cantante no podían soportar ya tal cantidad de alquitrán. Sus músculos eran incapaces de aguantar el peso de su cuerpo. Su paso por el mundo se acababa. El final se veía venir.

Ante esta situación, la banda se plantea la disolución definitiva del grupo con una gira de despedida, pero, lamentablemente, esta idea no pudo convertirse en realidad, pues el día 12 de junio de 2012, Roberto González, «Rockberto», fallecía a los 60 años de edad, después de varios días de ingreso en el Hospital Clínico de Málaga.

Familiares, amigos y numerosos artistas se reunieron en el Parque Cementerio de San Gabriel para expresarle a Rockberto su sentir, su admiración y su respeto como artista y como persona. Una actuación, improvisada, de los hermanos Ramírez en la propia capilla del cementerio dio el último adiós al buen amigo que siempre quiso ser.

«El día que yo me muera, que me echen 3 en 1, porque yo me quiero ir sin hacer ruido ninguno», declaraba en tono jocoso Rockberto años antes en una entrevista. Pero no consiguió cumplir su deseo, ya que su muerte movilizó a todos sus amigos y seguidores para organizar una amplia lista de homenajes, documentales, programas de televisión, artículos de prensa, conciertos, charlas y exposiciones en memoria del artista malagueño. Además, no hace todavía un año, el Ayuntamiento de Málaga inauguraba en agosto de 2012 la «Calle Tabletom», con la intención de reconocer la trayectoria del grupo y la figura de Roberto González Vázquez.

Moría un artista que vivirá eternamente en la memoria de varias generaciones de malagueños, un personaje que siempre llevó su ciudad por bandera; desaparecía, en fin, el patriarca del rock malagueño, inigualable seña de identidad cultural de su tierra que ya descansa en paz junto a los grandes.

  
              

              
 

Rockberto vuelve a las calles.

Músicos de Málaga se dan cita el 28 de junio de 2013 en «La Cochera Cabaret» con el fin de recaudar el dinero necesario para levantarle un busto al rockero malagueño, que se instalará en la plaza de San Pedro de Alcántara.

 
  

   

   

REFERENCIAS WEBGRÁFICAS Y BIBLIOGRÁFICAS

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JAVIER JAIME SÁNCHEZ (Málaga, 1986). Diplomado en Educación Musical por la Universidad de Málaga. En la actualidad cursa los estudios de Psicopedagogía en la Facultad de Ciencias de la Educación de esa misma Universidad.

   

   

GIBRALFARO. Revista de Creación Literaria y Humanidades. Publicación Trimestral de Cultura. Año XII. II Época. Número 79. Enero-Marzo 2013. ISSN 1696-9294. Director: José Antonio Molero Benavides. Copyright © 2013 Javier Jaime Sánchez. © Las imágenes, extraídas a través del buscador Google de diferentes sitios o digitalizadas expresamente por el autor, se usan exclusivamente como ilustraciones, y los derechos pertenecen a su(s) creador(es). Edición en CD: Maquetación: Antonio M. Flores Niebla. Depósito Legal MA-265-2010. © 2002-2013 Departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura. Facultad de Ciencias de la Educación. Universidad de Málaga.