N.º 77

JULIO-SEPTIEMBRE 2012

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ELENA FORTÚN

Madrid, 1886 - 1952

   

Por María del Mar Antón Cabello & José Antonio Molero

   

   

   

L

a literatura infantil y juvenil española de la primera mitad del siglo XX tuvo en Elena Fortún a una de sus figuras más relevantes. En ella tiene lugar la simbiosis de tres personajes: el de Encarnación Aragoneses Urquijo, nombre real de la escritora; el de Elena Fortún, pseudónimo que utiliza en su creación literaria, y el de Celia, personaje de ficción, su personaje. Elena Fortún comprendió como nadie la psicología de los niños y de los jóvenes de su época, y primero con Celia, la heroína que tan buenos ratos hizo pasar a los niños de la década de los 30 y 40, y después con Cuchifritín y Matonkikí, consiguió la identificación de sus pequeños lectores con estos personajes, nutriendo las fantasías de una infancia ingenua con unas historias en las que entrelaza, con una pericia magistral, lo cotidiano, poético, simbólico, histórico y moral.

Infancia y juventud

Encarnación Aragoneses Urquijo, conocida luego por el pseudónimo de Elena Fortún, nació en la calle Bailén de Madrid el 18 de noviembre de 1886, y fue bautizada con el nombre de María de la Encarnación Gertrudis Jacoba. Fueron sus padres Leocadio Aragoneses Esteban, nacido en Abades (Segovia), y Manuela Urquijo Ribacova, natural de Álava. El matrimonio se había celebrado en Madrid, lugar de residencia de ambos, adonde el padre se había trasladado al conseguir el puesto de alabardero de Palacio, y en donde ya residía la madre, tras enviudar de un primer matrimonio.

De la infancia de esta escritora se sabe que fue criada por un ama, pues la madre, al igual que le ocurriría a Encarna, nunca gozó de buena salud, y que fue un tiempo de su vida en el que estuvo muy vinculada a Abades, donde pasaba los veranos en casa de sus abuelos paternos; por otra parte, el hecho de que el matrimonio no tuviese más hijos motivó que la niña creciera en un ambiente caracterizado por un excesivo proteccionismo de parte de la madre y el cariño y la complicidad del padre, al que siempre estuvo muy unida.

Cuando la niña tenía cuatro años, Leocadio deja su puesto de alabardero y pasa a desempeñar el cargo de administrador de un edificio en la calle Huertas, número 41, propiedad de un primo de su mujer, en cuyo primer piso se instala la familia. Encarna comienza a ir entonces a un colegio cercano a su nuevo domicilio, el de la calle Amor de Dios, pero la madre, que siempre había presumido de pertenecer a la aristocracia vasca, no lo consideraba apropiado para su hija y no la dejaba jugar con los niños del barrio.

La frágil salud de Encarna y la obsesiva actitud de su madre de apartarla de los niños que no consideraba de su clase fueron conformando en ella una personalidad solitaria, soñadora e hipersensible, que halla su cauce en una especial afición por la lectura de cuentos maravillosos, a las premoniciones y a los avisos del más allá.

  
              

              
 

Foto de la Primera Comunión de Encarna.

 
  

Para satisfacción de la madre, en septiembre de 1900, la familia se traslada de la calle Huertas a la calle Villanueva, cambio que supone una considerable mejoría de ambiente. Por esta fecha, Encarna cuenta con catorce años y ya había abandonado el colegio para —como era costumbre de la época— iniciar una educación típicamente femenina con el fin exclusivo del matrimonio1.

Sin embargo, no fue mucho el tiempo que permanecieron en la nueva residencia. Lamentablemente, en 1904, la desgracia se abate sobre la familia y fallece Leocadio. Al no poder hacer frente a un alquiler tan elevado, Encarna y su madre ocupan una vivienda más modesta en el número 17 de la misma calle.

La muerte del padre supuso un terrible golpe para Encarna, dolor que pondrá luego en boca de Celia en la novela Celia madrecita, cuando escribe: «Lloré sobre mis catorce años, que habían sido felices hasta la muerte de mi madre (padre) […] y los pájaros de mi cabeza, que aleteaban moribundos…».

Encarna y Eusebio de Gorbea

Es entonces cuando Encarna puede comprobar en primera persona el duro y cruel realismo que subyacía en lo que tantas veces le había repetido su madre, que, para una joven de dieciocho años, sin padre, sin dinero, que hubo de abandonar el colegio siendo todavía una niña, no quedaba más salida que el matrimonio.

Así, ese mismo año de 1904, cuando Encarna tenía dieciocho años recién cumplidos, apareció en su vida Eusebio de Gorbea Lemmi, un primo segundo, teniente de Infantería y aficionado a la escritura. Dos años más tarde se casaron. Tuvieron dos hijos: Luis, que vino al mundo en 1908, y Manuel, que nació en 1909, y al que familiarmente llamaban “Bolín”.

Al ser los hijos todavía de muy corta edad, el matrimonio se ve obligado a soportar frecuentes separaciones con los primeros destinos de Eusebio. Encarna permanece en Madrid en casa de su madre, desde donde llevaba a los niños a tomar el sol al parque de El Retiro, como tantas otras madres. Allí, era una ávida espectadora de las ocurrencias de los pequeñuelos, de sus juegos, de sus charlas, de sus risas, detalles ingenuos que ella iba anotando en unos cuadernos escolares. Es aquí donde germina su vocación de escritora, en estos cuadernillos escolares es donde se gesta Elena Fortún, si bien sus publicaciones se harán esperar aún unos años.

Encarna y el mundo de la cultura

A finales de 1919, la familia se instaló en el número 19 de la calle Ponzano, en cuyo segundo piso vivía Santiago Regidor, un catedrático de dibujo y colaborador en la revista semanal Blanco y Negro, con el que la familia entabla una estrecha  amistad. Para entonces, Eusebio de Gorbea había escrito ya varias obras y, en las tertulias que organizaban en una u otra casa, Encarna comienza a conocer a ciertas figuras relevantes de la intelectualidad madrileña de la época.

Por estos años, Encarna va a conocer a tres de sus grandes amigas, María Rodrigo, María Martos de Baeza y María Lejárraga de Martínez Sierra. Esta última fue quien animaría a Encarna a publicar el contenido de todos aquellos cuadernillos escritos en El Retiro. Además de estas, Encarna había forjado una estrecha amistad, que llegaría hasta el final de sus días, con la tinerfeña Mercedes Hernández, la esposa del militar Eduardo Díez del Corral, compañero y amigo de su marido, familia que inspirarían sus principales personajes.

Fallecimiento de “Bolín” y traslado a Tenerife

En 1920, cuando parecía que Encarna empezaba a salir de su ostracismo, recibe el golpe más fuerte de su vida, del que nunca se recuperaría: la muerte, con tan solo diez años, de su hijo “Bolín”. Con el nuevo destino a Tenerife de Eusebio en 1922, la vida le ofrece a Encarna una tabla de salvación, pues podrá estar cerca de su amiga Mercedes, cuyas cartas de apoyo y cariño habían sido el principal  soporte desde que murió “Bolín”.

Los dos años que los Gorbea pasaron en Canarias fueron para Encarna como un cuento de hadas. El contacto con una familia de verdad, seria, amable y con tantos miembros, el intercambio de sensaciones que ello supuso frente a la soledad de su niñez resultó una fuente de inspiración, de la que nacerían los principales personajes de sus cuentos. Y así, Florinda, la hija Mercedes, esa  niña de grandes ojos claros que nunca se cansaba de oír sus cuentos, se convertiría en Celia, su personaje más famoso. Félix, el hermanito de Florinda, ese niño bueno, incomprendido por los mayores, encarnará a Cuchifritín, y la hermana de Mercedes se convertirá en la tía Cecilia. Estos personajes reales fueron la simiente de toda la saga de los Gálvez.

  
              

              
 

Las familias De Gorbea y Díez del Corral en Tenerife (Año 1922)

En primera fila: Eduardito, Félix, Florinda, Encarna (Elena Fortún), Mercedes, Rafaelito Martín de la Escalera y la tata. En segunda fila: Cecilia, su marido, Luis de Gorbea y Eusebio. Detrás de Cecilia: Merceditas.

 
  

Los años en Tenerife solo se vieron ensombrecidos por la pérdida de visión de un ojo que sufrió su hijo Luis como consecuencia de un accidente de escopeta; por lo demás, es aquí donde publica sus primeros artículos en el periódico La Prensa y donde tiene lugar un verdadero resurgimiento tanto físico como espiritual de la que ya empezaba a sentirse escritora.

Nace la Elena Fortún, nace Celia

La Encarna que vuelve a Madrid en 1924 es una mujer nueva. Ahora es una mujer que sabe lo que quiere, que parece haber encontrado su camino. Enseguida, se gana la amistad de ese grupo de mujeres cultas e inteligentes que constituían la asociación Mujeres Amigas de los Ciegos, por cuya mediación es nombrada secretaria y donde estudia Braille para poder ayudar con más eficiencia a los miembros de la misma. Entra a formar parte de la Sociedad Teosófica de Madrid y, para completar su formación, estudia Biblioteconomía en el Instituto Internacional de Boston en Madrid. También, fue miembro del Lyceum Club, la primera asociación femenina para la defensa de los derechos de la mujer, entre cuyas integrantes se encontraban María de Maeztu, Zenobia Camprubí y Victoria Kent, entre otras.

Los primeros trabajos literarios firmados por Elena Fortún, aparecen como colaboraciones periodísticas en la revista La Moda Práctica. Posteriormente, y a través de su círculo de amigas, conoció a Torcuato Luca de Tena, director de ABC, y, a partir de aquí, comienzan sus publicaciones en Gente Menuda, suplemento infantil del dominical Blanco y Negro. Aunque al principio escribía con diferentes pseudónimos, pronto adoptaría el que la haría famosa, Elena Fortún, sacado del título de la novela de su marido, Los mil años de Elena Fortún, publicada en 1922.

La primera colaboración data del 24 de junio de 1928, Celia dice, que comienza así:

  

«Celia ha cumplido siete años. La edad de la razón. Así lo dicen el Catecismo y las personas mayores.

Celia es rubia; tiene el cabello de ese rubio tostado que, con los años, va obscureciéndose hasta parecer negro. Tiene los ojos claros y la boca grande. Es guapa. Mamá se lo ha dicho a papá en secreto, pero ella lo ha oído.

[…]».

   

Había nacido, en Blanco y Negro, la serie: Celia, lo que dice, pequeñas escenas dialogadas de la niña Celia Gálvez de Montalbán, que, con una imaginación desbordante, rodeada de unos adultos a los que no comprende, discurre sus días por los cauces propios de la burguesía del Madrid de los años 20, diálogos, que luego se incluirán como capítulos en sus libros.

El éxito no se hizo esperar, y de una manera puntual, cada domingo aparecen las colaboraciones de Elena Fortún. De  junio a diciembre de 1928, publicó diecinueve artículos, de los cuales cuatro fueron cuentos. Casi al mismo tiempo, la escritora colabora en Cosmópolis, Crónica, Estampa, Semana, Macaco, El Perro, El Ratón y el Gato y otros.

La Editorial Aguilar adquirió los derechos de publicación de los libros de Celia, cuya serie «Celia y su Mundo» estará formada por once títulos, los seis primeros sacados de sus publicaciones semanales en Gente Menuda. El primero que se publica es Celia, lo que dice (1929), al que siguen Celia en el colegio (1932), Celia novelista y Celia en el mundo (1934), conforme la escritora va publicando anticipos en Gente Menuda. Luego, continuará con la serie, con la protagonista Celia, que va a ir creciendo y madurando en la ficción.

Para la feria del libro de 1935, se había comprometido a entregar cuatro libros, Celia y sus amigos, con ilustraciones de Gory Muñoz; Cuchifritín, el hermano de Celia, el primero de Cuchifritín, que estaba dedicado a Félix, el niño que lo inspiró; El bazar de todas las cosas y uno de comedias infantiles, Teatro para niños. Las ganancias de esta feria sirvieron para cubrir los gastos de la boda de su hijo Luis, que, tras acabar la carrera de Derecho y aprobar las oposiciones a Inspector del Estado de Ferrocarriles, contrae matrimonio con Ana María, una joven suiza, y se establece en Albacete.

En lo que queda de 1935, aparecen dos títulos más de Cuchifritín, Cuchifritín y sus primos y Cuchifritín en casa del abuelo. En 1936 aparece Cuchifritín y Paquito, que completa los cuatro títulos de la serie de Cuchifritín. Sobre Matonkikí publicó dos títulos: Matonkikí y sus hermanas y Las travesuras de Matonkikí, que también aparecen 1936.

En 1934, publica también, junto a María Rodrigo, Canciones Infantiles, donde, según declara en el prologo, trata de recuperar las bellas canciones infantiles, próximas a perderse para siempre. Además de este ingente trabajo, dirigía un consultorio «La Quiromancia al alcance de todos», en la revista Crónica (1935).

1936. La Guerra Civil: «Celia y la revolución»

Cuando la serie dedicada al personaje Matonkikí aparecía en las páginas de Gente Menuda, el 18 de julio de 1936 interrumpió esta publicación. El día anterior, el general Franco, en connivencia con otros altos mando del Ejército de la península, había sublevado desde las Canarias al Ejército del Norte de África en contra del Gobierno de la II República.

     
          

  

El contacto con la familia Díez del Corral supuso para Encarna una fuente de inspiración, de la que nacerían los principales personajes de sus cuentos. En la foto, Florinda, la hija Mercedes, esa  niña de grandes ojos claros que nunca se cansaba de oír sus cuentos, se convertiría en Celia, su personaje más famoso.

   

Elena Fortún, sin pertenecer a ningún partido político, luchó por mejorar las condiciones de la mujer desde el Lyceum Club2 y creyó en la Republica porque confiaba en que potenciaría el papel de la mujer y de la educación. Eusebio de Gorbea, que ya estaba retirado, pidió la vuelta al servicio activo y le concedieron la dirección de la Escuela de Automovilismo de Aviación de Barcelona. Con su hijo Luis destinado en Albacete y Eusebio en Barcelona, Elena se encontraba sola en Madrid y continuó su colaboración con la revista Crónica.

Pero la autora no podía asistir impasible a los horrores de la guerra y decide dedicar todo su empeño personal a los niños como víctimas más desprotegidas. Así, el 16 de agosto de 1936, escribía un artículo sobre los hijos de los que luchaban en el frente, titulado «Un albergue de niños en la escuela plurilingüe», en el que se hacía eco del llamamiento del Ayuntamiento de Chamartín3 para acoger a los hijos de cientos de familias obreras que, tras semanas de enfrentamientos, ya no tenían alimentos. La evacuación y asistencia a los pequeños queda reflejada en el artículo titulado «Mujeres y niños», de 18 de octubre de 1936, referente a las víctimas inocentes de la guerra. Entre tanta tragedia humana, no se olvida de los animales domésticos, y así lo refleja en su artículo «Pequeños dramas al margen de la gran tragedia» (1937), pues aparecían perros, gatos, canarios, abandonados por las calles. Pero la locura adulta de la guerra, la pone de manifiesto Elena a través de los ojos de Celia en una primera redacción de Celia y la Revolución, en la que su visión de los desastres de la guerra cobra tintes dramáticos4.

En 1938, Elena empieza a pasar por dificultades económicas y contacta con varios editores a quienes comenta su necesidad de escribir como medio de subsistencia. Su solicitud de ayuda halla eco de inmediato. Manuel Aguilar, director de la Editorial Aguilar, le demandaba más libros de Celia, sabiendo que ya tenían el mercado hecho, a cuya labor se entre la escritora.

Trabaja también como corresponsal de Crónica, por lo que viaja con frecuencia a Valencia y, desde allí, aprovecha la proximidad geográfica para desplazarse hasta Albacete y visitar a su hijo y a su nuera. En una de estas visitas pudo comprobar el gran riesgo que corría Luis si no abandonaba pronto esta ciudad, de forma que,  haciendo uso de sus influencias, consiguió que fuera destinado a la sección de Europa del Ministerio del Estado en Barcelona. Allí estaría ella para recibirles, además de su padre.

A comienzos de 1939, residiendo ya en Barcelona, una nueva obra sale de su pluma, Celia madrecita, pero, al desplazarse ella a Madrid para entregarla personalmente a la editorial, el ejército de Franco logra rodear la capital del país y apoderarse de Barcelona: Elena queda aislada y separada de sus seres más queridos. Luis y Ana María salieron para Perpiñán y Eusebio atravesó los Pirineos a pie con sus soldados, y es internado en el campo de refugiados de Le Boulou, de donde es liberado por el Gobierno francés, gracias a la solvencia de los padres de su nuera. Primero estuvo en París y luego en Suiza.

Elena se hallaba sola en Madrid y ansiaba trasladarse al lado de su familia. Pero, por un lado, las infidelidades de Eusebio en Suiza y, por otro, la presión del editor, que no quería dejarla marchar, la hicieron dudar. Al final, decide marcharse. El 18 de marzo de 1939, embarca en Valencia en un viejo barco de cabotaje con dirección a Francia. Una terrible tormenta deja el barco a la deriva, sufriendo todo tipo de calamidades, hasta que son remolcados por un barco inglés hasta Italia. Desde allí, los pasajeros son trasladados al puerto francés de Sète y acogidos por voluntarios, hasta que, a los pocos días, se reúne con su marido en París.

  
                             
 

Elena Fortún, fotografiada al dorso de una de las primeras páginas de su libro Celia, institutriz en América, publicado en el número 266 de la colección 'Crisol' de la Editorial Aguilar en 1960.

 
  

El exilio: «Celia, institutriz en América»

Su hijo Luis y su nuera deciden por abandonar Europa y trasladarse a Nueva York. Por su parte, los consuegros suizos, de buena posición social, ofrecieron su ayuda a Elena y su marido, pero estos llegaron a la conclusión de que era mejor marcharse a Buenos Aires, donde tantos amigos se habían instalado ya. Y así, el 19 de octubre de 1939, el matrimonio embarca en el puerto de La Rochelle-Palisse, en la zona central del litoral atlántico francés, a bordo del Massilia, buque de bandera francesa, junto a otros 147 españoles republicanos.

El primer destino debía ser irremediablemente Santiago de Chile, pues, aunque en los primeros momentos el gobierno argentino permitía la entrada de refugiados políticos, al percatarse de que se trataba de una inmigración masiva, impuso severas medidas restrictivas. El Massilia atracó el 5 de noviembre de 1939 en Buenos Aires, pero carecían de permiso para desembarcar, por lo que de allí debían ser trasladados en tren a Santiago de Chile. Gracias a la ayuda providencial del intelectual uruguayo Natalio Botana, director del diario bonaerense Crítica, que puso una elevada suma de dinero al servicio de los refugiados españoles, consiguió, tras muchas negociaciones, el permiso gubernamental para el desembarco y asentamiento en Argentina de los españoles exiliados.

El primer trabajo remunerado que tiene Elena Fortún en Buenos Aires consiste en unas colaboraciones semanales en el diario Crítica, que trataban sobre los conquistadores y fundadores de América. De 1943 data el borrador de su libro Celia y la revolución, que Elena había escrito en Madrid durante la Guerra Civil y que permanecerá inédito hasta finales de la década de los ochenta. Posteriormente, trabaja en el Registro Civil. El 10 de agosto de 1945 renuncia a su trabajo en el Registro, para trabajar en la Biblioteca Municipal, labor que compagina con la de contar cuentos a los niños de las otras bibliotecas. Tenía un sueldo digno. Eusebio no corrió la misma suerte y se dedicó a trabajar como traductor de francés.

Al principio, se sentía desconcertada en la sociedad argentina, no lograba acomodarse a su nuevo lugar de residencia, pero cuando la Editorial Aguilar abrió casa en Argentina, Elena se sintió más arropada. En 1944, publica Celia, institutriz en América. El texto está enmarcado en las dificultades del cambio de vida: Celia, hija de un militar republicano, acompaña a su padre en su huida, y está exiliada en Argentina, donde debe ganarse la vida trabajando de institutriz de dos niñas ricas. La censura del régimen franquista prohibió la publicación de la obra en España.

En Buenos Aires, Elena conoce a una mujer que va a influir profundamente en ella. Se llama Inés Field5, una maestra de gran religiosidad, que despierta en nuestra escritora una suerte de “renacimiento espiritual” que la lleva a abrazar una religión más auténtica y más pura, muy diferente de la que conoció en España. De esta época es el Cuaderno de Celia. (Primera Comunión), escrito en 1947 durante una estancia en los Estados Unidos de visita a su hijo Luis, pero publicado en Madrid. El libro trata de la primera comunión de la niña. Este mismo año, el Instituto Cultural Joaquín González publica El arte de contar cuentos a los niños.

Fin del exilio

Elena, convencida de que el nuevo régimen nada podía achacarles, ni a ella ni a su esposo, por carecer ambos de filiación política manifiesta por ningún partido, deciden regresar a España. Primero, en abril de 1948, embarca ella sola con el objetivo de gestionar el regreso de Eusebio. El marido se queda en Buenos Aires aguardándola. Ya en Madrid, el 17 de noviembre, recibe la tan esperada contestación del Tribunal Militar de que Eusebio ha sido amnistiado y se le ha reconocido su antiguo empleo y sueldo de comandante. La noticia les llena de alegría y, a través de cartas en uno y otro sentido, comienzan los preparativos para la vuelta.

A pesar de estas alegrías, el reencuentro con el Madrid del momento fue desgarrador. Los amigos, la casa, el ambiente, todo había cambiado y ella no había sido participe de ese cambio.

En estos momentos de reencuentros, de alegrías y nostalgias en Madrid, Elena pasa por un gran dolor, al recibir la terrible noticia de que Eusebio se había suicidado en Buenos Aires el 18 de diciembre. Ni ella ni su hijo podrán apartar jamás de sus respectivas vidas un gran sentimiento de culpa; ella por haberlo dejado solo tan lejos y Luis por haber escrito a su padre unas cartas humillantes y vejatorias en las que le instaba a no volver, a ser un hombre, un auténtico militar republicano, a no olvidar las humillaciones inferidas por los que ahora gobernaban España.

En 1949, Elena regresa otra vez a Argentina para solucionar la cuestión testamentaria. Cuando llega a Buenos Aires, recibe el encargo de terminar tres libros para Aguilar, La hermana de Celia (Mila y Piolín); Mila, Piolín y el burro y Celia se casa. (Cuenta Mila), que ven la luz ese mismo año.

Elena, en Nueva York

Entretanto, su hijo no ceja en su insistencia de que debía abandonar definitivamente España y trasladar su residencia a Estados Unidos para vivir con ellos, para vivir junto a su única familia. En noviembre de 1949, embarca desde Buenos Aires rumbo a Nueva York, pero la estancia junto a su hijo duraría tan solo seis meses. Desde las primeras semanas pudo comprobar fehacientemente que su presencia molestaba a su nuera, e incluso a su propio hijo, que estaba lleno de rencor y prejuicios hacia todo lo que le recordara a España; además, aquel abigarrado ambiente cosmopolita neoyorkino no estaba en consonancia con su estado de ánimo, bastante apesadumbrado a sus años.

  
              

              
 

Monolito de piedra dedicado a la memoria de Elena Fortún, obra del escultor José Planes, por iniciativa de Círculo de Bellas Artes y sufragado por suscripción popular, inaugurado el 17 de junio de 1957 en el Parque del Oeste de Madrid.

 
  

Desde Nueva York, envía los dos capítulos que le faltaban para completar Celia se casa y comenzó la segunda parte de Mila y Piolín. Elena planea la vuelta a España como una liberación, pero esta vez no quiere regresar a Madrid, su ciudad. Madrid guarda para ella demasiados recuerdos, demasiado dolor. Se  instalará en Barcelona. Y, el 28 de mayo de 1950, después de un viaje agotador desde Estados Unidos, desembarca en Barcelona y se instala en el número 91 de la calle Roger de Lauria, en una habitación alquilada pero limpia y elegante, donde vuelve a sentirse libre.

Comienza a escribir Celia y Miguelín. Mientras, en Buenos Aires sale a la luz otra de sus creaciones, San Martín, niño. (La infancia imaginaria del libertador). Su situación económica mejora. Publica Los cuentos que Celia cuenta a las niñas y Los cuentos que Celia cuenta a los niños, ambos en 1950. Además, su libro, el que lamentablemente va a ser su último libro, Patita y Mila, estudiantes, publicado también ese año, resulta un éxito rotundo.

Pero su salud, afectada de hace un tiempo por una afección pulmonar, se resiente. Ingresa  en el sanatorio Puig D’Olena, en la provincia de Barcelona, donde tan solo logra alargar su aliento durante muy poco tiempo. Ya, en la última fase de su enfermedad, se traslada a Madrid, a su Madrid, a la Clínica de Santa Justa, donde fallece el 8 de mayo de 1952. Tenía 66 años. Su hijo no estuvo presente en el entierro.

El 17 de junio de 1957 se inauguró en Madrid, en el Parque del Oeste, un monolito de piedra, obra del escultor José Planes, por iniciativa de Círculo de Bellas Artes y sufragado por suscripción popular, dedicado a la memoria de Encarnación Aragoneses, más conocida como Elena Fortún.

  

  

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NOTAS

1. En las publicaciones de Carmen Bravo-Villasante se dice que Encarnación Aragoneses era licenciada en Filosofía y Letras. Sin embargo, en la biografía que sobre ella escribe Marisol Dorao se afirma que carecía de formación universitaria. Consultados los archivos de la Universidad Complutense, así como los de la Facultad de Filología, se ha constatado que no existe constancia alguna de que hubiese estado matriculada en dicha Universidad.

2. El nuevo régimen establecido por Franco incautaría los locales del Lyceum Club femenino para convertirlos poco después en la sede del Circulo Medina, lugar de reunión de la Sección Femenina de Falange Española.

3. Ayuntamiento de Chamartín. Se refiere al Ayuntamiento de Chamartín de la Rosa, que se hallaba donde actualmente se encuentra el distrito de Chamartín y que fue absorbido por el Ayuntamiento de Madrid.

4. «Celia y la revolución» se publica en 1987 por la Editorial Aguilar en 1987, en la colección «Celia y su mundo», con ilustraciones de Asun Balzola. Tiene 300 páginas y XXVIII capítulos. En el prólogo, Marisol Dorao manifiesta haber obtenido el manuscrito de manos de la nuera, ya viuda de Luis, hijo de Elena Fortún, que reside en EE UU. El manuscrito estaba a lápiz y sin corregir, por lo que la profesora Marisol Dorao tuvo que interpretar algunas palabras y corregir puntuación.

5. Las cartas de Inés Field han sido fundamentales a la hora de conocer los años que Elena Fortún vivió en el exilio.

  

   

   

REFERENCIAS WEBGRÁFICAS Y BIBLIOGRÁFICAS

WEBGRAFÍA:

«Elena Fortún en el parque del Oeste de Madrid», en MADRID A FONDO [En línea]. Disponible en web: <Madridafondo.blogspot.com.es/2011/04/elena-fortun-en-el-parque-del-oeste-de.html>. (Consulta del 15 de mayo de 2012).

«Elena Fortún (1886-1952)», en La WEB de las BIOGRAFÍAS [En línea]. Disponible en web: <http://www. mcnbiografias. com/ app-bio/ do/ show? key= fortun- Elena>. (Consulta de 15 de mayo de 2012).

«Elena Fortún», en WIKIPEDIA [En línea]. Disponible en web: <http://es.wikipedia. org/ wiki/ Elena_Fort% C3%BAn>. (Consulta de 15 de mayo de 2012).

ROMERO, Kika: «Elena a través de Celia», en Lyceum Club Femenino [En línea]. Disponible en web: <http:// lyceum club femenino. com/ 2012/ 10/ 08/ 145/>. (Consulta de 15 de mayo de 2012).

  

BIBLIOGRAFÍA:

BRAVO-VILLASANTE, Carmen, Inés FIELD, Manuel F. GARCÍA, Jaime GARCÍA PADRINO (1986): Elena Fortún (1886-1952). Asociación Española de Amigos del IBBY, Madrid.

DORAO, Marisol (1999): Los mil sueños de Elena Fortún. Universidad de Cádiz, Cádiz.

  

  

MARÍA DEL MAR ANTÓN CABELLO (Madrid 1991). Diplomada en Maestro en  Lengua Extranjera por la Universidad de Málaga. Estudiante de Estudios Superiores de Música (LOGSE) en el Conservatorio Superior de Málaga, en la especialidad de violín.

JOSÉ ANTONIO MOLERO BENAVIDES (Cuevas de San Marcos, Málaga, 1946). Diplomado en Maestro de Enseñanza Primaria y licenciado en Filología Románica por la Universidad de Málaga. Es profesor de Lengua, Literatura y sus Didácticas en la Facultad de Ciencias de la Educación de la UMA. Desde que apareció su primer número, está al frente de la dirección y edición (en su versión web) de GIBRALFARO, revista digital de publicación bimestral patrocinada por el Departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura de la Universidad de Málaga.

   

   

GIBRALFARO. Revista de Creación Literaria y Humanidades. Publicación Trimestral de Cultura. Año XI. II Época. Número 77. Julio-Septiembre 2012. ISSN 1696-9294. Director: José Antonio Molero Benavides. Copyright © 2012 María del Mar Antón Cabello & José Antonio Molero Benavides. © Las imágenes, extraídas a través del buscador Google de diferentes sitios o digitalizadas expresamente por el autor, se usan exclusivamente como ilustraciones, y los derechos pertenecen a su(s) creador(es). Edición en CD: Director: Antonio García Velasco. Diseño Gráfico y Maquetación: Antonio M. Flores Niebla. Depósito Legal MA-265-2010. © 2002-2012 Departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura. Facultad de Ciencias de la Educación. Universidad de Málaga.