GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER
Sevilla, 1836 - Madrid, 1870

   

   

Por José Antonio Molero  

  

  

  

AL MEDIADOS DEL siglo XIX, el movimiento romántico había empezado ya a dar señales de desgaste en sus manifestaciones literarias. Las formas de expresión y los temas románticos estaban empezando a cansar a los escritores y a los lectores. Era evidente que “el arte por el arte” ya no convencía a nadie y lo imaginativo, lo pasional o lo pintoresco empezaba a olvidarse en favor de una interpretación objetiva de la realidad. Fue así como, poco a poco, comienza a emerger en nuestra literatura una nueva tendencia de gustos literarios que, en su primera fase, recibió la denominación de Realismo. El gusto por la literatura realista había nacido en Francia hacia 1850 y va a desarrollar al gérmenes ya existentes en el Romanticismo, sobre todo aquellos relacionados con los aspectos costumbristas.

En lo que atañe a la poesía española durante el periodo romántico, conviene saber que, salvo contadas excepciones, había presentado el mismo tono e idéntica temática. Con todo, ya triunfante del Realismo, aparecen diversos grupos de poetas de viso romántico que difieren notablemente entre sí, de manera que la uniformidad que había imperado en la etapa estrictamente romántica va a quedar rota ahora con la aparición de diversas orientaciones. En efecto, en la poesía posromántica podemos apreciar los tres grupos siguientes: la poesía sentimental-subjetiva, prolongación, sin duda, de la lírica sentimental-intimista que el romanticismo había cultivado en las décadas anteriores; la poesía filosófica y la poesía regional.

Entre los poetas que todavía siguen escribiendo en tono romántico, y a quienes la crítica ha dado en llamar ‘románticos rezagados’, figuran Gustavo Adolfo Bécquer, el más profundo y espiritual de los poetas románticos españoles, cuya poesía intimista y sentimental influye notablemente en Carolina Coronado (1823-1911), autora de versos delicados y tenues de inspiración sentimental y religiosa, y Rosalía de Castro (1837-1885), que será autora de unos versos en los que refleja la melancólica ternura del paisaje gallego.

   
      

 

Bécquer con 19 años (1855).

   

A fines de siglo, la decadencia de la poesía romántica se acentúa, y algunos poetas de corte romántico, haciéndose intérpretes de la sociedad burguesa, escriben una poesía de carácter más objetivo que la romántica. Unos, como Ramón de Campoamor (1817-1901), escriben poemas ingeniosos y sencillos que gozaron de gran popularidad; en ellos analiza y juzga los sentimientos humanos para sacar una lección moral. Otros son autores políticamente comprometidos y se hacen solidarios de las inquietudes sociales cantando en tono de poetas cívicos, como Gaspar Núñez de Arce (1832-1903); no faltan los de espíritu filosófico, pesimista y escéptico como, por ejemplo, Joaquín María Bartrina (1850-1880), y el mismo Campoamor en algunos de sus poemas.

  

GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER

  

Aunque acostumbraba a firmar siempre con el segundo apellido paterno, su verdadero nombre era Gustavo Adolfo Domínguez Bastida y había nacido en Sevilla el 17 de febrero de 1836, en el número 9 de la calle Ancha de San Lorenzo (actualmente, Conde de Barajas). Sus padres fueron José Domínguez Insausti Bécquer y Joaquina Bastida y Vargas. El padre era pintor y descendía de una familia flamenca que se había establecido en Sevilla a fines del siglo XVI.

Los peores momentos de nuestras libertades políticas hace tres años que han quedado atrás, pero ahora la primera guerra carlista está bañando de sangre las tierras de España. La causa ha sido la derogación de la Ley Sálica por Fernando VII, en cuyo testamento ha nombrado heredera del trono de España a su hija Isabel, de sólo tres años de edad, en detrimento de su hermano Carlos. Durante la minoría de edad de la heredera, su madre, María Cristina de Nápoles, está al cargo de los designios de España y un Ministerio liberal moderado está al frente del Gobierno. Pero la rivalidad entre progresistas y moderados perturban esta Regencia, ocasionando frecuentes cambios de Gobierno.

   

PRIMEROS AÑOS: ORFANDAD Y ESTUDIOS

  

Dos lamentables circunstancias van a ser constantes en la breve vida de este insigne poeta: la pobreza y el desengaño.

Cuando Gustavo Adolfo tiene cinco años de edad, queda huérfano de padre. Cursa sus primeros estudios en el Colegio de San Antonio Abad de Sevilla, tras los cuales, en 1846, comienza los estudios de Náutica en el Colegio de San Telmo, institución que recogía, en régimen de internado, a los huérfanos de familias de noble extirpe venidas a menos. En este colegio muestra afición por la lectura, hace algunas adaptaciones teatrales para ser representadas allí y compone algunos versos de escaso valor. Durante su estancia en esta institución es cuando conoce a Narciso Campillo, que será amigo suyo para siempre.

En 1847, muerta su madre y cerrado el Colegio de San Telmo, se hace cargo de Gustavo Adolfo su madrina, Manuela Monahay, dama de fino trato, de exquisita sensibilidad y muy aficionada a la lectura de los autores románticos. La madrina quiso que su ahijado fuese pintor, como lo había sido su padre y era su hermano Valeriano, a cuyo fin pone al joven Gustavo Adolfo bajo la dirección de Antonio Cabral y Bejarano. En 1852, pasa al taller de su tío Joaquín Domínguez Bécquer, donde su hermano Valeriano se abre ya paso en la labor pictórica. Pero Gustavo Adolfo da muestras de poca inclinación a la pintura; sin embargo, la gran afición por la poesía que se había dejado notar durante el tiempo que había estado estudiando en el Colegio de San Telmo es ya una evidencia.

  

PENURIA ECONÓMICA Y PRIMEROS ESCRITOS

  

Convencido de su vocación por las letras, en septiembre de 1854, contando con dieciocho años de edad, Gustavo Adolfo se traslada a Madrid en busca de la gloria literaria. Por ese tiempo, hacía muy poco que había tenido lugar el pronunciamiento del general O’Donnell en Vicálvaro contra la política de los moderados y acababa de iniciarse el bienio progresista (1854-56) con un Ministerio con Espartero como jefe del Gobierno.

   

      

Bécquer con 28 años (1864).

 
   

En Madrid, Bécquer va a sentir la dualidad desgarradora de los dos planos vitales: el de la idealidad y el la realidad, oposición que él resuelve mediante la fuga hacia la creación como recurso de evasión frente la realidad doméstica, laboral y cotidiana. La realidad es, en efecto, muy distinta de lo que el joven sevillano había soñado: comienzan para él las estrecheces y apuros económicos, que le acompañarán hasta el final de su vida.

Son años muy difíciles para el poeta. Obligado por la necesidad, Bécquer adapta obras teatrales, redacta biografías de diputados, escribe algunas obras intrascendentes y colabora en diversas revistas, tales como El Contemporáneo, El Nene, La Época, La Ilustración de Madrid y otras.

En 1858, con veintidós años recién cumplidos, se le diagnostica un brote de tuberculosis, que estuvo a punto de llevarlo a la tumba a no ser por la solícita atención que le prestan sus amigos. En el periódico La Crónica aparece “El caudillo de las manos rojas”, su primera leyenda

En 1860, empieza a trabajar en la Dirección de Bienes Nacionales, en calidad de escribiente fuera de plantilla, de donde es expulsado al sorprenderle el director dibujando y escribiendo poesías sobre los expedientes.

Buscando una estabilidad profesional, se dedica a la labor periodística. En El Contemporáneo publica, ese mismo año, “Cartas literarias a una mujer”, y en 1861 tiene publicadas ya siete de sus leyendas.

En 1861 llega a Madrid su hermano Valeriano, que había adquirido notable mérito como pintor. Los dos emprenden una serie de viajes por las ciudades de España, en afán de admirar el arte.

  

AMORES Y DESENGAÑOS

  

Su primer gran amor fue Julia Espí, hija del organista real y profesor del Conservatorio, a quien conoce en 1858 y de la que se enamora calladamente, y fue la fuente de inspiración de algunas de sus rimas. Su primera rima, “Tu pupila azul”, publicada en El Nene, en 1859, parece tener ese origen sentimental. Bécquer va a dedicar 1860 a la composición de unas poesías llenas de júbilo y optimismo, en el trasfondo de cuyos versos late el nombre de una mujer.

Ese mismo año, conoce a Casta Esteban, hija del médico soriano que le está tratando la enfermedad, con la que Bécquer contrae matrimonio unos meses más tarde, en 1861. Este matrimonio no fue un enlace feliz, no sólo por apresurado, sino también porque Casta no era la mujer más adecuada para un hombre de la sensibilidad de Bécquer. No obstante, en sus primeros años de vida conyugal tienen dos hijos, y Bécquer logra mantener el hogar ejerciendo el periodismo.

A finales de 1863, se ve obligado a instalarse con su familia en Veruela (Soria), al pie del Moncayo, para tratar de nuevo su enfermedad, que se le ha reproducido. En el reposo de su famoso monasterio escribirá sus celebradas “Cartas desde mi celda”, que El Contemporáneo publica el año siguiente, en 1864, seguidas de “La rosa de Pasión”, que será su última leyenda.

Durante el verano de 1868, la crisis conyugal alcanza su cima. Estando en Noviescas (Soria), tras una larga discusión a causa de un sospechoso tercer embarazo de Casta, el poeta abandona a su mujer y se traslada a Madrid.

  

BÉCQUER Y LA POLÍTICA

  

      

 

Julia Espí, el amor imposible del poeta, su amor romántico.

   

En política, Bécquer había adoptado una actitud moderada. Pero los últimos años del reinado de Isabel II fueron particularmente agitados.

A la caída del Gobierno de la Unión Liberal en 1863, se suceden varios ministerios moderados que hubieron de hacer frente a frecuentes motines y conspiraciones. Para acabar con tanta turbulencia política, Isabel II encarga, en 1866, el Gobierno al general Ramón María de Narváez, jefe del Partido Moderado, que desarrolla una política de violenta reacción. Esto hizo que liberales radicalizasen su postura y conspirasen contra el régimen.

La reina sólo contaba con el apoyo de los moderados y con Narváez, pero, a la muerte éste en abril de 1868, toma el poder Luis González Bravo, ahora político conservador y antes fogoso izquierdista, que creyó impedir la revolución desterrando varios generales, pero sólo consiguió precipitarla. El 18 de septiembre de 1868, los generales Juan Prim y Francisco Serrano, y el almirante Juan B. Topete se sublevan en Cádiz, apoyados por otros generales desterrados, y llevan a cabo con éxito un golpe revolucionario, conocido como “La Gloriosa”, que obliga a la reina a exiliarse en Francia. Los militares sublevados constituyen entonces en Madrid un Gobierno Provisional, cuya presidencia asume el general Serrano, el cual convoca elecciones a Cortes.

En 1864, Bécquer había asumido la dirección de El Contemporáneo, cargo que hubo de abandonar en febrero del año siguiente por desacuerdo con las continuas críticas del periódico contra el Gobierno del general Narváez. Pero a finales de 1864, cuando todavía era director de El Contemporáneo, el ministro González Bravo, amigo del poeta, nombra a Bécquer censor de novelas, cuya remuneración logra estabilizar su situación económica, desempeñando el cargo hasta la caída de este Ministerio, en junio de 1865, al que vuelve otra vez en julio de 1866, cuando Narváez toma de nuevo el poder por encargo de la reina. En septiembre de 1868, al triunfar la sublevación militar, Bécquer lo pierde definitivamente, y, temiendo quizá represalias del Gobierno progresista, se traslada a Toledo.

  

ÚLTIMOS AÑOS DEL POETA

  

Bécquer había entregado el original de sus ‘rimas’ a González Bravo para que las prologase y se encargase de su publicación, pero, al producirse el movimiento revolucionario, el manuscrito se perdió a causa del saqueo de que fue objeto la casa del ministro. En Toledo, el poeta se ve obligado a recomponer de memoria sus rimas y las introduce en “El libro de los Gorriones”, que había comenzado unos meses antes.

En 1869, se disuelve el Gobierno Provisional y las nuevas Cortes votan la monarquía como forma de Gobierno, y, en tanto se busca un rey, constituyen un nuevo Consejo de Regencia, cuya presidencia se entrega al general Serrano y la jefatura del Gobierno, al general Prim.

Calmadas ya las crispaciones políticas, Bécquer decide, en diciembre de ese año, regresar a Madrid y reemprender su labor periodística. En 1870 se funda La Ilustración de Madrid y Bécquer es nombrado director literario. En septiembre sufre el dolor inmenso de perder a su hermano Valeriano. Por este tiempo, Casta y Bécquer se reconcilian. En diciembre es nombrado director de El Entreacto, revista cómico-teatral. Pero el 22 de ese mes de diciembre, minado por una enfermedad que no lo había abandonado en ningún momento, muere el poeta. Murió joven, como casi todo los poetas románticos más sutiles. Él mismo parece haberlo presentido así cuando, en el prólogo a una proyectada edición de sus “Rimas”, escribía: “Tal vez pronto tendré que hacer la maleta para el gran viaje”.

   

      

Bécquer con 33 años (1869).

 
   

Precisamente, cinco días después, el 27 de diciembre 1870, el general Prim caería asesinado a balazos en la calle del Turco (hoy Marqués de Cubas) cuando se dirigía del Congreso al Ministerio de la Guerra.

Triste es decirlo, pero la verdad es que la muerte de Bécquer pasó casi inadvertida. Pocos se acordaron del poeta desaparecido. Sólo unas brevísimas reseñas aparecieron en las revistas de la época. Lo había predicho el poeta:

  

¿Quién, en fin, al otro día

cuando el sol vuelva a brillar,

de que pasé por el mundo,

quién se acordará?

  

El día después del entierro, sus amigos de siempre, Rodríguez Correa, Augusto Ferrán y Narciso Campillo, acordaron recopilar, ordenar y publicar toda su obra, que aparecería con el título de “Obras” y prologada por Rodríguez Correa, en dos tomos, impresos en la imprenta Fortanet, de Madrid, en 1871.

Cuando esto ocurría, Amadeo I de Saboya, duque de Aosta e hijo del rey de Italia Víctor Manuel II, era ya rey de España, trono que había ocupado el 2 de enero de ese mismo año.

Conocí la pasión por la lectura romántica en una de mis crisis de adolescente. Un poeta amigo, ya fallecido, puso en mis manos las obras completas de Bécquer. Terapéutica iniciativa. Desde entonces, no he sabido sustraerme a las sirenas de su encanto. Todavía fiel a la lectura de su obra, me gusta recordar a este desdichado poeta como una sombra amiga, como un fiel compañero que asiste con extraña vida al decurso de la mía desde el fondo de aquel entrañable lienzo de su hermano Valeriano, al tiempo que repito sus versos:

  

No digáis que, agotado su tesoro

de asuntos falta, enmudeció la lira;

podrá no haber poetas, pero siempre

habrá poesía.

  

OBRAS

  

La obra literaria de Bécquer abarca tanto la poesía como la prosa. Aunque ha pasado a la historia de la literatura por el lirismo de sus ‘rimas’, su prosa es también de extraordinaria calidad poética, hasta el punto de que en más una ocasión se la ha considerado ‘poesía prosificada’.

  

OBRAS EN VERSO: LAS “RIMAS”

  

Bécquer desarrolla su obra creativa en pleno auge del realismo, pero la poesía de esta época, prosaica e intrascendente, plagada de tópicos sentimentales y pseudofilosóficos, daba poco margen al intimismo lírico.

Por eso, él y otros poetas más eluden esa actitud. Tampoco les gusta la poesía de Espronceda, tan exaltada y grandilocuente; les atrae muchísimo la lírica alemana, preferentemente la de Heinrich Heine, que leen en traducciones. Heine encarna un lirismo intimista, sencillo de forma y parco de ornamento, para que resalte más el sentir del poeta. En este modelo del romanticismo tardío alemán se inspirarán Bécquer y Rosalía de Castro, nuestros románticos rezagados.

     
      

 

Víctima de una tuberculosis crónica, Bécquer fallecía en Madrid el 22 de diciembre 1870.

   

El término ‘rimas’ lo empleó Bécquer para llamar a sus ochenta y cuatro poemas, normalmente de corta extensión, de dos, tres o cuatro estrofas por lo general y casi siempre con rima en asonante.

Bécquer había ido publicando sus rimas en diversas revistas, como El Nene, El Contemporáneo, El Correo de la Moda, El Museo Universal, etc., por lo general, sin firma. En 1868, con vistas a su publicación, el poeta las recopila en un cuaderno, que entrega a su protector, el ministro González Bravo, para su prólogo y edición, pero al estallar la revolución del 68, la mansión del político fue saqueada y el manuscrito del poeta se perdió, como hemos adelantado al hablar de su vida.

Como también queda dicho, durante su estancia en Toledo a partir de septiembre de ese año, Bécquer emplea gran parte de su tiempo en reconstruirlas de memoria, y las inserta en un cuaderno de trabajos literarios, al que da el título de “Libro de los Gorriones”, hoy conservado en la Biblioteca Nacional.

Y con el título de “Rimas” fueron incluidas en la edición que de sus “Obras” hizo un grupo de amigos, en 1871, tras la muerte del poeta. En ellas radica la importancia que Bécquer tiene en nuestra literatura.

Las ‘rimas’ de Bécquer constituyen la poesía más intimista y subjetiva de todo el siglo XIX. Poesía tenue, alada, hecha de “suspiros y risas, colores y notas”, como el mismo autor nos dice en la primera que constituye el conjunto. Por su temática y fórmulas expresivas, no sólo se le considera el poeta más subjetivo e intimista del romanticismo, sino también el lírico más excelso de todo el siglo XIX.

  

OBRA EN PROSA

La crítica ha mostrado muy claramente la evolución de la poética del joven Bécquer, desde que llega a Madrid hasta que, hacia 1859, encuentra su propia voz. De manera semejante cabe observar una evolución muy notable de la prosa, desde sus primeros escritos hasta las “Leyendas”.

Progresivamente, lo largo de su colaboración en la Historia de los Templos de España, su lengua se va descargando de cierto retoricismo y haciendo cada vez más plástica y efectiva en sus descripciones.

A partir de aquí —hacia 1860— se pueden distinguir con bastante precisión cronológica dos períodos: uno, el que se corresponden con su colaboración en El Contemporáneo, el período más importante, en que escribió las leyendas y narraciones, su pieza crítica de “La soledad”, “Cartas literarias a una mujer” y “Cartas desde mi celda”; y el otro, el que coincide con sus colaboraciones en El Museo Universal y La Ilustración de Madrid, en que el poeta vuelve a su orientación, paisajes, tipos y costumbres.

   

LAS “LEYENDAS”

La ‘leyenda’ es un género muy típicamente romántico, muy frecuentado en España cuando aparece “El caudillo de las manos rojas” (1858), primera de las dieciocho leyendas que la crítica considera típicamente relatos legendarios, y que Bécquer escribe para su publicación en La Crónica de los dos Mundos. Culminará esta serie con “La rosa de Pasión”, publicada en 1864 en El Contemporáneo.

   

    

Portada manuscrita de "El Libro de los Gorriones" (1858).

 
   

Aparte “La Creación”, de cierta intención filosófica, las restantes desarrollan un tema preferentemente religioso o amoroso, con el que el autor da vida a una tradición dentro de los recursos del género. Caso excepcional es “La ajorca de oro”, en la que lo religioso y lo amoroso se superponen. Así, sobre cualquiera de esos dos temas fundamentales, se dan variantes temáticas secundarias, como el embrujamiento y la hechicería en “Los ojos verdes” y “La corza blanca”; lo misterioso y sobrenatural en “Maese Pérez el organista”, “El monte de las ánimas”, “La ajorca de oro”, “El rayo de luna” y “El Miserere”; lo exótico en “El caudillo de las manos rojas” y “La rosa de Pasión”; lo religioso en “El Cristo de la calavera” y “Creed en Dios”; etcétera.

La producción de sus “Leyendas”, según se ha indicado más arriba, se sitúa característicamente en los años centrales de su colaboración en El Contemporáneo. Posteriormente se ha añadido “La voz del silencio”, dada a conocer por Iglesias Figueroa, que se supone de 1862, y quizá habría que tomar en cuenta, además, las narraciones de brujas contenidas en “Cartas desde mi celda”.

Es, indudablemente, interesante subrayar el hecho de que su atracción por este género quede reducida solamente a este periodo de escasamente cinco años. Los años más fecundos son precisamente los años 1861, 1862 y 1863.

Frente a la funcionalidad de la prosa realista, Bécquer escribe sus “Leyendas” con admirable calidad poética, de ahí que la crítica considere al autor sevillano como uno de los prosistas más prestigiosos del siglo XIX.

     

LAS “CARTAS DESDE MI CELDA”

  

Durante su permanencia en el monasterio de Veruela, adonde había ido para restablecerse de su enfermedad del pecho, Bécquer escribió una serie de crónicas en estilo ameno y expresivo y con una forma lingüística correcta y fluida, que tituló “Cartas desde mi celda”, en las que expone sus ideas literarias y que fueron publicadas en 1864 en El Contemporáneo.

  

  

PARA SABER MÁS:

BALBÍN LUCAS, Rafael de: “Bécquer, fiscal de novelas”, en Revista de Bibliografía Nacional, III, Madrid, 1942; pp. 133-165.

BÉCQUER, Gustavo Adolfo: Leyendas. Edición de Pascual Izquierdo. Eds. Cátedra, Madrid, 1998.

――: Obras. Edición e introducción de Cristóbal Cuevas y Salvador Montesa. Ed. Arguval, Málaga, 1993.

—―: Obras.Prólogo de Ramón Rodríguez Correa. Ed. Fortanet, Madrid.

――: Bécquer y Madrid. Artes Gráficas Municipales, Madrid, 1963.

DÍAZ, José Pedro: Gustavo Adolfo Bécquer. Vida y poesía. Ed. Gredos, Madrid, 1971.

GULLÓN, Ricardo: “Bécquer, Gustavo Adolfo”, en Diccionario de Literatura Española e Hispanoamericana (I). Alianza Ed., Madrid, 1993; pp. 154-157.

MONTESINOS, Rafael: Bécquer. Biografía e imagen. Eds. R. M., Barcelona, 1977.

RICO, Eduardo G.: La vida y la época de Isabel II. Ed. Planeta, Barcelona, 1999.

SAÍNZ DE ROBLES, Federico Carlos: “Bécquer y Madrid”, en Mundo Hispánico, 272, Madrid, 1970; pp. 16-19.

   

   

  

JOSÉ ANTONIO MOLERO BENAVIDES (Cuevas de San Marcos, Málaga) ha cursado los estudios de Magisterio y Filología Románica en la Universidad de Málaga, en donde ejerce en la actualidad como profesor de Lengua, Literatura y sus Didácticas. Desde que apareció su primer número, está al frente de la dirección de GIBRALFARO, revista digital de publicación bimestral patrocinada por el Departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura de la Universidad de Málaga.

  

  

  

GIBRALFARO. Revista de Creación Literaria y Humanidades. Año VII. Número 53. Enero-Febrero 2008. Director: José Antonio Molero Benavides. ISSN 1696-9294. Copyright © 2008 José Antonio Molero Benavides. © 2002-2008 EdiJambia & Departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura. Facultad de Ciencias de la Educación. Universidad de Málaga.