ABRIL 2005

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JOSÉ MARÍA ESCRIVÁ DE BALAGUER

Bobastro (Huesca), 1902 - Roma, 1975

  

Por  José Antonio Molero

   

  

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osé María Escrivá de Balaguer, el Santo Enamorado de Dios, ../ como le definen sus seguidores, nació el 9 de enero de 1902 en Barbastro, Huesca, en el seno de una familia cristiana. Sus padres le llevaron a la pila bautismal el día 13 del mismo mes y año, y le trasmitieron los fundamentos de la fe y las virtudes cristianas: el amor a los sacramentos de la Confesión y la Comunión, el recurso confiado a la oración, la devoción a la Virgen Santísima y la ayuda a los más necesitados.

José María crece en un hogar alegre y, desde muy pronto, se manifiesta como un niño despierto, inteligente y sencillo. Segundo de seis hermanos, conoce muy tempranamente la experiencia del dolor con la muerte de tres hermanas entre 1910 y 1913 y la ruina económica de la familia en 1914, lo que le hace madurar y templar su carácter. Cursa sus primeros estudios en el colegio de los Escolapios de Barbastro y acaba el bachillerato en el Instituto Nacional de Logroño, adonde se había trasladado su familia en 1915, al encontrar su padre un empleo que le permitiría sostener a los suyos.

  

               

               

José María (a la izquierda), junto a sus hermanos Carmen (1899-1957) y Santiago (1919-1994).

  

Huellas en la nieve

En 1917 tiene lugar un acontecimiento que influirá decisivamente en el futuro del joven Escrivá de Balaguer. Durante esas Navidades había caído una intensa nevada sobre Logroño. Un día, mientras José María caminaba por la ciudad, ve algo en el suelo que atrae enormemente la atención: las huellas heladas de unos pies sobre la nieve, las pisadas de un religioso carmelita que caminaba descalzo por amor a Dios. Entonces, al ver los sacrificios que otros hacían por amor a Dios, entiende que Dios le llamaba a su servicio, y, de este modo, fiel a este presentimiento, José María decide hacerse sacerdote para así cumplir la voluntad divina.

En 1918 entra en el seminario diocesano de Logroño y, dos años después, en 1920, se traslada al seminario de Zaragoza, donde prosigue su formación religiosa hasta 1922, y, el 28 de marzo de 1925, es ordenado sacerdote.

Escrivá de Balaguer ejerce su primer ministerio como sacerdote en la parroquia de Perdiguera, pequeño pueblo de Zaragoza, y luego en la capital de la provincia. Pero una inusitada sensación de estar desaprovechando toda la capacidad de trabajo de que se sentía capaz le hizo que, al poco tiempo, en 1927, solicitara ser trasladado a Madrid para iniciar la preparación de su doctorado en Derecho. Allí se hace cargo de la Capellanía del Patronato de Enfermos, a la vez que atiende a los pobres, desvalidos y enfermos de algunos barrios extremos de la capital de España.

  

Fundación del Opus Dei

     

Fotografía de sus tiempos de seminarista en Logroño.

Durante su cotidiana labor en el Patronato, este inquieto capellán se percata del gran valor del trabajo como instrumento para la reafirmación de la fe, y así, el 2 de octubre de 1928, durante los periodos de reflexión que le propician unos ejercicios espirituales, concibe la idea (por inspiración divina, según sus biógrafos) de instituir una fundación ―revolucionaria en la historia de la Iglesia― que tuviese por principio abrir a todos fieles un nuevo camino de santificación en medio del mundo, a través del ejercicio del trabajo profesional ordinario y en el cumplimiento de los propios deberes personales, familiares y sociales, siendo así fermento de intensa vida cristiana en todos los ambientes, sin que ello implicara en modo alguno el aislamiento del mundo en rigurosa reclusión monástica ni el voto de castidad perpetua. El Opus Dei había nacido. No sabe este clérigo aragonés la trascendencia que llegaría a alcanzar en todos los ámbitos una decisión como la que había tomado.

Desde entonces, comienza a trabajar en la Fundación, al tiempo que sigue ejerciendo el ministerio sacerdotal. Además, estudia en la Universidad de Madrid y da clases para mantener a su familia.

  

Las mujeres en el Opus Dei

Pero José María llega más lejos en su propósito fundacional. Consciente del papel de la mujer en una sociedad moderna, a partir del 14 de febrero de 1930 comienza a implicar también en su apostolado a las mujeres, propuesta que se consolidará el 14 de febrero de 1943 con la fundación de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, inseparablemente unida al Opus Dei, entre cuyas atribuciones está también la ordenación de sacerdotes.

Para entonces, ya había aparecido la primera edición de su libro capital, Camino, que se editó en 1934 con el título de Consideraciones espirituales, obra central y síntesis del pensamiento de Escrivá de Balaguer, que tuvo gran aceptación, como lo evidencia el haberse vendido más de cuatro millones de ejemplares y haber sido traducida a 38 idiomas.

  

El obstáculo de la Guerra Civil

  

     

Primer Centro de mujeres del Opus Dei, donde José María fundó la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz el 14 de febrero de 1943.

  

Pero la Guerra Civil que estalla en España supone un serio contratiempo para la difusión del Opus Dei. La política anticlerical que había adoptado la II República desde su primer Gobierno (abril de 1931), degenera luego en una terrible y cruenta persecución religiosa al producirse la insurrección militar liderada por el general Francisco Franco el 17 de julio de 1936, arrojando un saldo de centenares de sacerdotes asesinados y el saqueo e incendio de miles de iglesias, conventos, colegios y edificios de instituciones religiosas.

Temiendo por su vida, Escrivá de Balaguer se ve obligado a huir de Madrid y de la zona republicana, fugándose a Francia en una penosa marcha a pie a través de los Pirineos. Pero el fundador de la Obra no se arredra ante los desastres de la guerra, y así, aun a riesgo de su vida, regresa a España antes de que concluyese aquel lamentable enfrentamiento entre españoles. Provisionalmente, se establece en Burgos, capital de la zona que estaba bajo control del ejército acaudillado por el general insurrecto, donde permanece hasta la conclusión de la contienda.

  

Los problemas de la posguerra

A partir de 1940, el Opus Dei comienza a extenderse por toda España. Fueron años de gran actividad para la Obra, pero también de sufrimientos para el fundador, ya que, desde muchos sectores de la sociedad, e incluso de la misma Iglesia, su persona comienza a ser criticada y el sentido de su fundación, incomprendido. A pesar de esta oposición, el fundador, al decir de sus biógrafos, supo sobrellevar siempre estos problemas con buen humor.

Ese mismo año, junto con sus hermanos Santiago y Carmen, solicita incluir «de Balaguer» tras el primer apellido, para identificar la procedencia de su rama familiar. Esta decisión ―inocua en principio― fue uno de los objetivos de las críticas de que el cura de Barbastro fue objeto.

  

               

               

Escrivá de Balaguer, en una de sus múltiples reuniones con los jóvenes.

  

Expansión mundial de la Obra

Escrivá de Balaguer entiende que donde mejor puede servir a su Fundación es en Roma. Y así, en 1946, se traslada a vivir a la Ciudad Eterna. Obtiene el doctorado en Teología por la Universidad Lateranense y es nombrado consultor de dos Congregaciones vaticanas, miembro honorario de la Pontificia Academia de Teología y prelado de honor de Su Santidad.

Entre 1946 y 1950, la Obra recibe las aprobaciones pontificias, que le permitirán trabajar al servicio de la Iglesia Universal. Durante estos años, la vida de José María ha tomado un ritmo vertiginoso. En la década de los cincuenta, promueve la puesta en marcha de iniciativas que ayuden a resolver necesidades materiales y espirituales en diferentes países, naciendo así universidades, institutos, colegios, centros de formación profesional, hospitales, centros de acogida, etcétera.

Son años de innovaciones y clamores de renovación en el seno de la Iglesia. Los papas de los últimos tiempos habían tomado conciencia del desfase social en que vivía la Iglesia de entonces; habían asumido, por fin, que el espíritu evangélico vivía constreñido en la lánguida rutina que le impone el angosto y rutinario espacio que va del latín y la sotana al incienso y el canto gregoriano de los templos e iglesias. La Iglesia vivía de espaldas al mundo real y exigía a voces una reforma desde su mismo seno: se hacía necesaria una proyección evangélica al exterior, a la sociedad; era indispensable una nueva manera de entender y vivir los Evangelios. Y el 11 de octubre de 1962, tras el fallido intento ecumenista de mediados del siglo XIX, el papa Juan XXIII convocaba el II de los Concilios Ecuménicos celebrados.

Desde el inicio del Concilio Vaticano II hasta su culminación en 1965, mantuvo estrechos contactos con los padres conciliares, sobre quienes el cura aragonés hubo de influir de alguna manera, pues dos de los principios doctrinales que han singularizado las novedosas y revolucionarias conclusiones conciliares, la llamada universal a la santidad y la función de los laicos en la misión de la Iglesia, son de evidente orientación opusdeiana, lo que pone de manifiesto que las ideas de Escrivá de Balaguer no habían pasado inadvertidas entre las altas jerarquías de la Iglesia, pues, como subrayaría años más tarde su sucesor al frente del Opus Dei, el también fallecido Álvaro del Portillo, esos puntos ya los predicaba Escrivá de Balaguer desde 1928, y, por ello, no dudó en considerarle un precursor del Concilio que cambió a la Iglesia.

Desde Roma comienza a impulsar la Obra por todo el mundo, lo que le lleva a viajar por decenas de países de Europa, y, en 1970, a México, para impulsar el establecimiento y consolidación del Opus Dei en esos lugares. Ese mismo objetivo le lleva a realizar, en 1974 y en 1975, dos largos viajes por América Central y América del Sur, donde el Opus Dei logra echar sólidas y fecundas raíces, y donde, además, celebra reuniones de catequesis con grupos numerosos de personas.

Escrivá de Balaguer no cesa de viajar por el mundo dando a conocer y fortaleciendo los principios de su Fundación, empresa que lo tiene ocupado hasta pocos meses antes de su muerte, que le acaece en Roma, el 26 de junio de 1975.

A su muerte, el Opus Dei  contaba ya con 60.000 miembros, repartidos por los cinco continentes. Hoy son casi 85.000. En 1982, Juan Pablo II concedió a la Obra el rango de Prelatura. Un año antes, en 1981, ante la fervorosa solicitud de más de seis mil fieles de todo el mundo, el Papa declara abierta la Causa de canonización. Fue beatificado el 17 de mayo de 1992 en la plaza de San Pedro del Vaticano ante más de 200.000 personas.

  

               

               

Una instantánea del fundador del Opus Dei.

  

Obras de Escrivá de Balaguer

Además de Camino, Escrivá de Balaguer publicó también Santo Rosario (1934), La Abadesa de las Huelgas (1944), Conversaciones con Monseñor Escrivá de Balaguer (1968) y Es Cristo que pasa (1973). Como obras póstumas, se han editado Amigos de Dios (1977), Via Crucis (1981), Surco (1986), Amar a la Iglesia (1986) y Forja (1987). Todas ellas se caracterizan por su gran valor catequístico y doctrinal, muy en la línea que se había marcado cuando, en 1927, opta por abandonar su humilde parroquia de Perdiguera.

  

Camino hacia la Santidad

El proceso de canonización de José María Escrivá de Balaguer comenzó en 1981, a los seis años de su muerte y uno después del tiempo mínimo que exige el Vaticano, y ha durado casi 21 años.

Desde la muerte del fundador del Opus Dei en junio de 1975, habían comenzado a llegar a la Obra numerosos testimonios de personas de todo el mundo: unas hablaban del amable trato que tuvieron con el cura aragonés fundador del Opus Dei y otras narraban favores conseguidos gracias a la intercesión del futuro santo.

La Postulación informó de que se habían recibido más de 6.000 cartas procedentes de 100 países, pidiendo el inicio de la Causa. De esas personas, 69 eran cardenales, 241 arzobispos, 987 obispos y 41 superiores de órdenes religiosas. Ante ello, la Postulación de la Causa, en conformidad con las normas de la Congregación para la Causa de los Santos, solicitó la apertura del proceso, al que da comienzo en 1981, tras el visto bueno del Vaticano.

  

               

               

Última fotografía de José María. Está tomada el 26 de junio de 1975 en el Colegio Romano de Santa María, una hora y media antes de su fallecimiento.

  

Riguroso proceso

Para el estudio de los méritos de Escrivá de Balaguer a su canonización, la Postulación constituyó dos tribunales, uno en Roma y otro en Madrid, y, entre los dos procesos, se celebraron un total de 982 sesiones y prestaron declaración 92 testigos, todos ellos, personas que habían tratado personalmente a Escrivá de Balaguer durante muchos años y que, por consiguiente, lo conocían directamente. Las declaraciones de ese casi centenar de testigos constituyen un sumario de 22 volúmenes, con un total de casi 11.000 páginas. Entre esos testigos, declararon cuatro cardenales, cuatro arzobispos, siete obispos, veintiocho sacerdotes y cinco religiosos; también prestaron declaración por escrito un centenar de personas seglares.

No fue fácil el camino de José María hacia la santidad. Quizás porque la mayor parte de las declaraciones favorables provenía de personas que estaban vinculadas más o menos estrechamente a la Obra o que habían sido favorecidas por ella, lo cierto es que, desde el primer momento del inicio del proceso, se levantaron en contra no pocas críticas; primero, por voces procedentes del interior de la Iglesia, y luego, de ambientes más laicales, alegando su falta de rigor religioso por tendencioso y condicionado. Este estado de cosas motivó que el Postulador de la Causa, el sacerdote italiano Flavio Capucci, realizase más indagaciones de las que son habituales en casos similares, hasta el punto de que llegó a decir que la vida de Escrivá de Balaguer fue pasada por el microscopio y que fue un proceso ejemplar, con total rigor, poniendo de manifiesto que tales acusaciones carecían de todo fundamento.

  

Instantáneas del momento de la Canonización de José María Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei. En ambas aparece la gran imagen que se veía colgada en la fachada de la basílica de San Pedro.

  

La Beatificación: la curación de sor Concepción de Boullón

Como resultas de las pesquisas llevadas a cabo por ambos tribunales, el 19 de septiembre de 1989 fueron aprobadas las llamadas “virtudes heroicas” de Escrivá de Balaguer, primer paso hacia el reconocimiento de su santidad. Pero la Postulación de la Causa era más exigente aún: hacía falta un milagro.

Veinte fueron los casos portentosos que se atestiguaron ante la Postulación de la Causa; sin embargo, el milagro que tuvo lugar por su intercesión y que lo llevaría a la beatificación se produjo en la persona de sor Concepción de Boullón, una monja carmelita de la Caridad, que sufría de un cáncer en fase terminal y que se curó de manera repentina una noche de junio de 1976.

Sor Concepción de Boullón padecía unas formaciones tumorales muy dolorosas en el hombro izquierdo, el pie izquierdo y en la mano derecha, alguna del tamaño de una naranja. En pocos meses, sufrió una disminución de peso, pasando de 82 a 42 kilos. Tras una noche agitada, cuando los médicos la había desahuciado ya, sor Concepción se levanta totalmente curada: los tumores había desaparecido sin dejar rastro alguno. Lo sorprendente del caso es que sor Concepción no rezó nunca por su curación, ni tampoco se inclinó a hacerlo la Comunidad, porque era tal el temple de la enferma y tal su conformidad con la voluntad de Dios, que edificaba con su comportamiento. Fueron las hermanas de sor Concepción quienes rezaron por ella, a través de la intercesión de monseñor Escrivá de Balaguer, desde los últimos meses de 1975. Es interesante tener este detalle en cuenta porque así queda excluida toda posible influencia del subconsciente en la curación de la enferma.

 Tras numerosas investigaciones, la denominada Consulta Médica determinó, en 1990, que la curación de la monja no era explicable para la ciencia médica. El 6 de julio de 1991, Juan Pablo II promulgó el decreto que reconocía el milagro y que daba luz verde a la beatificación.

Y, por fin, el 17 de mayo de 1992, el papa Juan Pablo II proclama Beato a José María Escrivá de Balaguer en una ceremonia celebrada en la plaza de San Pedro del Vaticano, a la que asistieron más de 200.000 personas procedentes de todos los continentes.

  

El milagro del médico de Almendralejo

Un año después, en 1993, la Postulación tiene noticias de la curación milagrosa de un médico cirujano español, Manuel Nevado Rey, de 70 años, que vive en Almendralejo, pueblo de Badajoz. Este médico extremeño alegó que había pedido a Dios su curación mediante la intercesión del beato.

Está constatado que Manuel Nevado Rey padecía de radiodermitis crónica, un cáncer incurable, que le había obligado a abandonar su trabajo y contra el que había tomado la firme decisión de no luchar con medicamentos, visto que estaba en su fase terminal. A finales de 1992, pocos meses después de la beatificación, un amigo suyo le sugirió que encomendara su curación a José María Escrivá de Balaguer y le dio una estampa del beato. El médico no era devoto del ahora santo ni tenía contactos con la Obra, y metió la estampa en su cartera sin mayor interés. Días más tarde, durante un viaje que realizaba con su esposa a Viena, notó cómo en Austria era mucha la devoción al beato. Convencido entonces de que un milagro sería posible, comenzó a rezar y pedir su intercesión. A los pocos días curó. El 20 de diciembre del pasado 2001, el Papa firmó el decreto por el que se reconocía ese milagro y, a principios de ese año, se fijó la fecha de la santificación.

Además del descrito, Flavio Capucci puso de manifiesto que, desde 1992, año de la beatificación, fueron presentados 24 milagros más debidos a la intercesión del beato, y que si la Postulación de la Causa eligió este caso como milagro ejemplar, se debía a que era el más significativo: la ciencia actual no conoce tumores de ese tipo que hayan remitido.

  

Dos perspectivas del grandioso aspecto de asistentes que presentaba la plaza de San Pedro el día de la Canonización de José María Escrivá de Balaguer.

  

El Papa proclama Santo al fundador del Opus Dei

Por fin, una soleada mañana de otoño, el domingo 6 de octubre de 2002, más de 300.000 personas abarrotaban la plaza de San Pedro del Vaticano y sus calles adyacentes para asistir a la canonización del español fundador del Opus Dei, José María Escrivá de Balaguer, ceremonia que fue oficiada por Juan Pablo II en presencia de 16 delegaciones oficiales, encabezadas por España e Italia.

Fieles y seguidores del nuevo santo, procedentes de 84 países, desbordaron los límites habituales de las ceremonias en la explanada vaticana y llenaron la Via della Conciliazione hasta llegar, en línea recta, a las márgenes del río Tíber. Cerca de dos kilómetros separaban al último grupo de peregrinos del altar levantado bajo la fachada de San Pedro, donde el Papa ofició el acto litúrgico, flanqueado por medio centenar de cardenales, obispos y representantes de las delegaciones oficiales.

En la tribuna instalada a la derecha del Pontífice se situaron los prelados llegados de todo el mundo ―entre ellos medio centenar pertenecientes a la Conferencia Episcopal Española― y los miembros de la Curia, y en la de la izquierda, tomaron asiento las 16 delegaciones oficiales, de las que dos, España e Italia, tuvieron rango de misión especial, al ser los países donde el Santo había nacido y donde había pasado la mayor parte de su vida. Unos 85.000 españoles acudieron a la cita.

  

La canonización de José María Escrivá de Balaguer

Con la canonización de José María Escrivá de Balaguer se daba cumplimiento a lo aprobado por el consistorio de cardenales, presididos por el Papa Juan Pablo II, en reunión celebrada al efecto en la Sala Clementina del Vaticano el anterior 2 de febrero.

Cabe decir, por último, que ese mismo 2 de febrero, el Consistorio había aprobado también la canonización del beato español Alonso de Orozco y la de tres latinoamericanos: el indio mexicano Juan Diego, proclamación que se celebró el 30 de julio en México, a la que asistió personalmente Papa; el beato guatemalteco Pedro de Betancur, celebrada en Guatemala el 31 de julio, en presencia también de Juan Pablo II, y la monja brasileña Paulina del Corazón Agonizante de Jesús, que, curiosamente, será la primera Santa del país con mayor número de católicos del mundo. El Consistorio decidió también la fecha en la que serían proclamados Santos el capuchino italiano Pío da Pietrelcina ―el famoso fraile de los estigmas y la bilocación, venerado por millones de personas―, que se celebró el 16 de junio pasado, y los beatos italianos Ignazio da Santhia, Umile da Bisignano y Benedetta Cambiagio Frassinello, que fueron igualmente canonizados en la plaza del Vaticano el 19 de mayo, junto a Orozco y la monja brasileña.

  

               

               

  

BIBLIOGRAFÍA

José María Escrivá de Balaguer. Fundador del Opus Dei, Editado por la Postulación General del Opus Dei, Edición Conmemorativa, Roma, 1992.

SASTRE, Ana (1989): Tiempo de caminar. Editorial Rialp, Madrid.

VÁZQUEZ DE PRADA, Andrés (1983): El Fundador del Opus Dei. Editorial Rialp, Madrid.

  

  

JOSÉ ANTONIO MOLERO BENAVIDES (Cuevas de San Marcos, Málaga) ha cursado los estudios de Magisterio y Filología Románica en la Universidad de Málaga, en donde ejerce en la actualidad como profesor de Lengua, Literatura y sus Didácticas en la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Málaga.

  

  

GIBRALFARO. Revista de Creación Literaria y Humanidades. Año IV. Número 29. Abril 2005. Director: José Antonio Molero Benavides. ISSN 1696-9294. Copyright © 2005 José Antonio Molero Benavides. © 2002-2005 Departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura. Facultad de Ciencias de la Educación. Universidad de Málaga.