FEBRERO 2004 

PAG. 7

  

   

   

  

 
     
   

   

  

MADRE TERESA DE CALCUTA

Skopje (Macedonia), 1910 - Calcuta (India), 1997

  

  

Por  José Antonio Molero

   

  

«De sangre, soy albanesa; de ciudadanía india; por fe,

soy católica; por vocación, pertenezco al mundo y,

por corazón, pertenezco totalmente al Corazón de Jesús.»

MADRE TERESA DE CALCUTA

  

  

Primeros años

Agnes Gonxha Bojaxhiu, auténtico nombre de la universalmente conocida con el nombre religioso de Madre Teresa de Calcuta, nació el 27 de agosto de 1910 en Skopje, hoy capital de la actual república de Macedonia, que en aquel entonces era una pequeña ciudad de unos veinte mil habitantes perteneciente a Albania, todavía bajo el dominio del Imperio turco.

En 1912, cuando Gonxha tenía sólo dos años, Skopje logró liberarse del dominio Otomano, aunque pocos años después volvió a caer, sucesivamente, bajo el poder de Serbia, Grecia y Bulgaria, durante las sangrientas guerras que caracterizaron la historia de la primera mitad del siglo XX de los pueblos balcánicos.

Sus padres, Nikoll y Drane Bojaxhiu, pertenecían a ese tipo de burguesía acomodada y de firmes convicciones católicas, y tuvo dos hermanos mayores, Age y Lázaro, con quienes se llevó siempre muy bien. Como relata Lázaro, que murió en 1981, «a nuestra familia no le faltaba nada porque mi padre tenía un negocio de materiales de construcción, en sociedad con un italiano, y poseía dos casas con jardín».

En la zona balcánica, los conflictos étnicos eran incesantes. La pasión ideológica del padre, políticamente comprometido con la independencia de Albania, desembocó, al parecer, en su propia muerte. Se sabe que Nikoll Bojaxhiu viajó en 1919 a Belgrado para participar en una reunión convocada por los nacionalistas albaneses. Esa misma noche, al regresar a casa, dijo a Drana, su mujer, que se sentía mal. De madrugada, lo llevaron a un hospital con una grave hemorragia interna, falleciendo al día siguiente mientras lo operaban. La familia guardó siempre la sospecha de que el padre de familia había sido envenenado. La desgracia terminó con la prosperidad familiar. El socio italiano liquidó la sociedad y la Madre hubo de hacer frente a los gastos que supone una familia.

Mientras que la Madre de Gonxha afrontaba con dignidad un pesado trabajo para sobrevivir, su religiosidad se intensificó. En efecto, el ambiente religioso familiar, pero sobre todo la intensa religiosidad de su Madre, Drana, hubo de influir en que se despertase en aquella niña, cuando tan sólo contaba con 12 años, una intensa vocación por la vida religiosa. «No había cumplido aún 12 años cuando sentí el deseo de ser misionera», contaría más tarde la Madre Teresa.

Drana asistía con sus hijos al santuario mariano de la Virgen de Letnice. Fue ahí donde ella notó que a la más pequeña —Teresa— le gustaba quedarse sola durante los oficios religiosos y que propendía a permanecer durante horas en silencio.  Como vivían al lado de la parroquia del Sagrado Corazón, participaban a diario en la actividad de la iglesia. El párroco, el jesuita Frnajo Jambrekovic, también se percató de que a Gonxha le gustaba mucho leer las historias de los misioneros, un género literario-religioso entonces muy cultivado. Además, era asidua lectora de las crónicas que dos entusiasmados jesuitas de Skopje enviaban para dar noticias de su trabajo misionero en la India.

Siendo una niña todavía, Gonxha ingresa en la Congregación Mariana de las Hijas de María, que tenía una filial en su parroquia. Los más pobres acudían a la iglesia y también a la casa de Drana, donde «nuestra madre nunca los mandaba de vuelta con las manos vacías», contaba Lázaro. Gonxha sentía que su vocación crecía junto a aquella actividad de asistencia. «A los pies de la Virgen de Letnice, escuché un día la llamada divina, que me convencía de servir a Dios», diría muchos años después la Madre Teresa, quien confesó descubrir la intensidad del llamado gracias «a una gran alegría interior».

  

 

 

 

«A los pies de la Virgen de Letnice, escuché un día la llamada divina, que me convencía de servir a Dios.»

 

  

Viaje a la India y profesión religiosa

El 25 de septiembre de 1928, cumplidos los 18 años, el llamado a la vocación religiosa se hizo irresistible para Gonxha, que partió para siempre de Skopje, rumbo a Rathfarnham (Irlanda), donde se encontraba la casa general del Instituto de la Bienaventurada Virgen María (IBVM), conocido por las Hermanas de Nuestra Señora de Loreto, en España como las Madres Irlandesas y en el mundo como “Loreto Sisters”, congregación fundada el siglo XVII por la misionera Mary Ward.

Tras un largo viaje, la futura religiosa llegó a la casa de las Madres Irlandesas. La acogida fue afectuosa, pero su estancia en Rathfarnham fue sólo momentánea: Gonxha quería ser una misionera activa. El padre Jambrekovic le informó de que, en el Estado de Bengala, en la India, las monjas de esa congregación estaban llevando a cabo una excelente labor de ayuda a los necesitados, noticia que la aspirante a monja acogió con mucho entusiasmo. En diciembre de ese mismo año, embarcó rumbo a Bengala, adonde, tras de 37 días en alta mar, llegó el 6 de enero 1929. La joven Gonxha pasó una primera semana en Calcuta, pero enseguida emprendió un nuevo traslado de otros 51 días de viaje para arribar a Darjeeling.

En 1929 inicia el noviciado en la comunidad de Loreto, de Calcuta, en donde la pequeña postulante eslava se aplica con tesón y convencimiento a unos estudios orientados a la formación para la enseñanza, que era la especificidad misionera de las Madres Irlandesas. Profesó los hábitos el 24 de mayo de 1931, a los 21 años. «De acuerdo con las constituciones de la Congregación de Loreto, debía cambiar de nombre. Elegí llamarme Teresa», contó años después. «Pero no fue por la grande Teresa que elegí el nombre —dijo refiriéndose a la excelsa figura de Santa Teresa de Jesús—, sino por la pequeña». Gonxha había tomado el nombre de Teresa en honor de Santa Teresita de Lisieux.

En la India colonial británica, donde bullían las aspiraciones por la independencia y Mahatma Gandhi predicaba la no-violencia, la hermana Teresa fue destinada a la comunidad de Loreto Entally, en Calcuta, donde enseñó Historia y Geografía en el Saint Mary’s High School, único colegio de enseñanza secundaria para muchachas católicas que existía en aquella ciudad.

La escuela estaba reservada a las familias de clase media y alta; sin embargo, llegaba un fuerte olor de la miseria de los barrios de chabolas de Calcuta, la ciudad a cuyo nombre quedará para siempre ligado el de la religiosa. «Querida mamá: Me gustaría mucho estar contigo, Age y Lázaro, pero debo decirte que tu pequeña Gonxha es feliz... Ésta es una vida nueva. Soy profesora y el trabajo me gusta. Todos aquí nos queremos mucho», escribió a su Madre, a quien nunca más volvería a ver desde que se partió de Skopje. También, con estas palabras, la joven albanesa describía concretamente la segunda etapa de su vida, entre los 18 y 38 años de edad, cuando ya, con el nombre de Teresa, era religiosa de las Loreto Sisters en la India y profesora de Historia y Geografía, destinada, tan sólo en apariencia, a una vida tranquila.

Durante seis años confirmó tres veces sus votos de profesión, hasta que el 24 de mayo de 1937, en la fiesta de María Auxiliadora y en la Casa de Loreto en Calcuta, donde residía, Teresa Bojaxhiu tomó los hábitos definitivos convirtiéndose en la «esposa de Jesús para toda la eternidad», como ella misma dijo.

Pronto, su labor se multiplicó. El colegio Entally, de su congregación, donde sólo iban chicas pobres, estaba frente al del Saint Mary, y la hermana Teresa asumió también voluntariamente la educación de aquellas alumnas menos favorecidas. Iba y venía de uno a otro, trabajando noche y día, y luego, tras cumplir con sus obligaciones de directora del colegio, recorría las chabolas de aquellos desventurados ayudándolos en lo que podía.

  

 

Los niños fueron siempre la gran debilidad de la Madre Teresa: «Si no queréis esos bebés, yo sí los quiero. Traédmelos a mí».

  

Su trabajo era óptimo y las superioras de la Congregación la nombraron directora escolástica del Saint Mary’s High School. Sin embargo, por esta época comienza a vislumbrarse ya su inclinación por dedicarse a lo que habría de llenar toda su vida cuando le fue encargada la responsabilidad de dirigir la formación espiritual de las Hijas de Santa Ana, congregación religiosa filial de las monjas de Loreto de Calcuta, integrada exclusivamente por religiosas oriundas de Bengala, que cumplían con la regla jesuítica impuesta por la fundadora Mary Ward.

Las Hijas de Santa Ana vivían con las usanzas bengalíes y sin duda inspiraron mucho a Teresa en su posterior proyecto de fundar las Misioneras de la Caridad. Vestían el sari indio tejido en algodón pobre. Comían sentadas sobre la tierra, como en las aldeas de donde provenían, y lo hacía con las manos, de acuerdo con el estilo campesino. Rezaban y meditaban en la capilla sentadas en esterillas o arrodilladas sobre ellas. Durante todo ese tiempo, Teresa se impregnó profundamente de ese estilo sencillo y humilde de las monjas bengalíes, que ella transmitiría a sus monjas años más tarde, cuando fundó las Misioneras de la Caridad.

El momento crucial de su vida que la convertiría en la Madre Teresa de Calcuta, se produjo de improviso. Ella misma nos lo cuenta: «Ocurrió el 10 de septiembre de 1946, durante el viaje en tren que me llevaba al convento de Darjeeling para hacer los ejercicios espirituales. Mientras rezaba en silencio a nuestro Señor, advertí una llamada. El mensaje era muy claro: debía dejar el convento de Loreto y entregarme al servicio de los pobres, viviendo entre ellos». Según se cuenta en un libro, la Madre Teresa vio la cara de Jesús y decidió entregarse totalmente a Cristo ya que había visto en su rostro las caras de los desheredados de la tierra.

Por eso, de vuelta a la comodidad del Saint Mary, su conciencia es presa de una angustia e intranquilidad inusitadas. Fue entonces, en ese año de 1946, cuando la hermana Teresa, con sus 36 años recién cumplidos, toma la decisión de abandonar la dirección de la escuela conventual para trabajar, en los arrabales de la ciudad, dedicada por completo a los más pobres de los pobres. Y así fue como se despierta en ella, después de 17 años dedicada a la educación en los distintos colegios que las Loreto Sisters tenían en Calcuta, una segunda vocación: vivir entre los más humildes y desfavorecidos.

Era la época del hambre en Bengala y, en aquellos años de miseria extrema, mucha gente se había marchado de Calcuta, quedando en la ciudad sólo los más miserables. Aquella llamada, aquella iluminación interior, que Teresa consideró de inspiración sobrenatural, le presentó de inmediato el gran problema de cómo llevarla a cabo. Faltaban aún dos años, pero se iniciaba ya para la hermana Teresa el tránsito final hacia su nueva, hacia su definitiva vida.

Debía obtener el permiso del arzobispo católico de Calcuta, Ferdinand Periers, para poder abandonar las Irlandesas, pero monseñor Periers no estaba muy convencido de las posibilidades iniciáticas de aquella monja que venía de los Balcanes. Según recuerda la agencia France-Presse, se le atribuyen estas palabras: «Conozco a esa mujer. Es una novicia que no sabría siquiera encender correctamente un cirio en una capilla».

Pero, a principios de 1948, con el apoyo de su superiora y del propio Papa, que tenían mejor opinión de ella que el arzobispo, es autorizada a abandonar la orden y a trasladarse a París, al convento de las Misioneras Médicas Americanas, donde pasa tres meses ampliando sus estudios de enfermería.

Ese mismo año, ya de nuevo en Calcuta, solicita permiso de la Santa Sede para abrir una escuela dedicada a la atención y cuidado de los niños desvalidos, que le fue concedido. El gobierno indio le cedió 34 acres de terreno en el que ella levantó su primera misión, la  Shanti Nagar (la Ciudad de la Paz). Luego, una casa hogar adonde llevar a los moribundos de las calles para que pudieran morir en paz y con dignidad. No se olvida de socorrer a los hambrientos y de visitar a los enfermos.

Pronto se le unieron unas cuantas jóvenes, que también querían luchar contra aquella pobreza que les gritaba desde cada esquina de la misérrima Calcuta, con cuya ayuda abre un orfanato.

La Madre Teresa había unido su vida a Calcuta y a la India, por eso que se decidiera, en 1949, por solicitar la nacionalidad de este país, que le fue concedida sin problema alguno.

  

 

 

 

La Madre Teresa, apartada en reflexiva meditación.

 

  

Nacen las Misioneras de la Caridad

El 7 de octubre de 1950, aquella monja de Calcuta recibió la aprobación oficial del papa Pío XII para la fundación de una nueva congregación religiosa con el nombre de Misioneras de la Caridad. Era una congregación especial, como su fundadora, que se dedicaría a servir a los más necesitados. La nueva congregación añadía a los clásicos votos de pobreza, castidad y obediencia, el de entregar su vida exclusivamente a los más pobres y no aceptar recompensa material alguna por su trabajo. Y así, la hermana Teresa cambia el hábito de las Hermanas de Loreto por el sari blanco con ribetes azules de las mujeres bengalíes.

¿Por dónde empezar? Por los más débiles e indefensos. Lo primero que hacen las Hermanas de la Caridad es recoger a los recién nacidos abandonados en las calles, en los vertederos o en las cunetas... Y de los niños pasan a los moribundos cuando en 1952 la Madre Teresa encuentra abandonada en la calle a una joven gravemente herida, con los pies roídos por las ratas. Para los moribundos, la Madre Teresa abre la Nirmal Hridaya (la Casa del Corazón Puro, pero más conocida en Calcuta por la Casa de los Moribundos) en unos cobertizos, a pocos metros de un templo dedicado a la diosa Kali, curiosamente la diosa de la muerte para los hindúes. Los sacerdotes del templo, intrigados por el continuo ir y venir de enfermos y harapientos, se acercan para comprobar qué pasa. Uno de ellos vuelve diciendo: «En el templo de la diosa Kali he visto a una diosa viva: la Madre Teresa». Desde la fundación de Nirmal Hridaya, las Misioneras de la Caridad han recogido sólo en Calcuta a más de 30 000 personas que se estaban muriendo en las calles. «Han vivido como animales, al menos que mueran como personas», solía decir la Madre Teresa.

Poco a poco, sus casas florecen y se extienden por toda la India: Sishu Bhavan, residencia que acoge permanentemente a cientos de niños, que luego son adoptados (a menudo por matrimonios extranjeros); Shantinagar, la primera leprosería, y luego otros muchos centros de acogida. Mientras tanto, las casas de la congregación van extendiéndose por todo el mundo, desde Venezuela (la primera fundación fuera de la India) hasta Estados Unidos, donde se ha abierto recientemente un centro para enfermos del SIDA, Colombia, Perú, y también en África y los países del Este. Todas las naciones le abrieron sus puertas, incluyendo China, Cuba y la Unión Soviética. Una vez, refiriéndose a las actividades de su congregación en América Latina, la Madre Teresa contaba que «mis monjas, dada la escasez de sacerdotes, predican, dirigen la oración, dan la comunión. Lo único que no hacen es decir misa. Incluso confiesan, si bien no pueden dar la absolución».

Dispuestas a defender la vida, la congregación se ha movilizado en más de una ocasión en defensa de los derechos de los pobres, contra el aborto y la eutanasia. Estaba frontalmente opuesta a toda forma de contracepción y solía proclamar: «Si no queréis esos bebés, yo sí los quiero. Traédmelos a mí».

Las Hermanas de la Caridad son casi 4 000, repartidas en 424 casas establecidas en 95 países de todo el mundo. A pesar de la vida tan austera que se han impuesto, y en plena época de sequía vocacional, las monjas de la Madre Teresa aumentan sin cesar. Cada hermana sólo tiene tres saris (el que lleva puesto, el que lava y el que se está secando), un par de sandalias, una jofaina y una esterilla de paja, y esa misma vida de austeridad y de pobreza que observaban las jóvenes novicias la llevó siempre la propia Madre Teresa, que residía en la casa matriz de Lower Circular Road, en el corazón de Calcuta.

  

 

 
 

Y mucha veces dijo también: «Queremos que sientan que se les quiere. Si vamos a ellos con una cara triste, se sentirán aún más deprimidos».

 

  

Reconocimientos y galardones

Pablo VI le concedió en los años 60 un pasaporte diplomático del Vaticano para una mediación humanitaria que la Madre Teresa realizó en Pakistán. Y el gobierno de Estados Unidos la honró de una manera absolutamente excepcional, concediendo a esta religiosa de origen eslavo la nacionalidad estadounidense, como símbolo de la emigración y de la universalidad durante toda su vida entre la Macedonia turca, Irlanda y la India.

No sólo el papa actual expresó una especial admiración a la valiente misionera, sino que anteriores pontífices también le manifestaron su máximo respeto. Pablo VI la visitó personalmente en la India en 1974 y en 1986 lo hizo Juan Pablo II, que había incluido en su programa de viaje una visita a la Nirmal Hridaya.

Con el paso de los años, la Madre Teresa alcanza renombre mundial y le empiezan a llover los premios y todo tipo de reconocimientos. Así, en 1971 el papa Pablo VI le otorga el Premio Internacional de la Paz Juan XXIII y la Fundación Kennedy la distingue con el premio de la institución. Ese mismo año, la primera ministra india Indira Gandhi le concede el título de «Padanshi» (Loto Hermoso) y en 1972 el Gobierno de la India la nomina para el premio Jawahartal Nehru para el Entendimiento Internacional. En 1978, el entonces presidente de la República de Italia, Sandro Pertini, le entrega el Premio Balzan. El Premio Nobel de la Paz le fue otorgado en 1979, cuando ya había asumido que nunca lo obtendría porque pensaba que el jurado estaba dominado por protestantes y que una concepción de la moral católica tan tradicional como la suya no era bien vista en estos sectores cristianos. En 1980 es galardonada con el «Bharat Ratna», la más alta condecoración que se concede a un civil en la India y en 1983 recibe la Orden de Mérito de la Reina Isabel II en Nueva Delhi.

Aunque la culminación de todos los honores fue, sin duda, la concesión del Premio Nobel, ella lo aceptó con la misma humildad con la que siempre recibió los múltiples homenajes que se le concedieron, logrando convencer a los organizadores de la ceremonia de que renunciasen a organizar la clásica recepción y le entregasen en efectivo la suma ahorrada, que ella destinó a sus pobres, a los que también destinaría los casi 12 000 dólares del galardón.

En Oslo, la gente salió a recibirla a la calle en una gigantesca procesión de antorchas. Al recibir el Premio, sólo dijo: «Personalmente, no lo merezco. Sólo he procurado ser una gota de esperanza en un océano de sufrimiento. Pero si esta gota no existiese, el mar la echaría en falta».

  

 

 

 

La Madre Teresa en su entre-vista con Juan Pablo II.

 

  

El Rolls Royce del Papa

Siempre se las ingeniaba para arrancar algún dinero a todos los que podían darlo. En una ocasión pidió a Juan XXIII, con ese inocente descaro que la caracterizaba, que le diese parte de las riquezas del Vaticano para poderlas dedicar a sus pobres. El Papa le regaló entonces su Rolls Royce, y ella organizó una subasta para venderlo, obteniendo varias veces el valor de su precio en el mercado automovilístico.

Convertida en una estrella, agasajada por príncipes y banqueros, reyes y altos mandatarios, papas y artistas, aquella monjita venida de los Balcanes, pobre, humilde y de exigua estatura, se había convertido en el símbolo por excelencia de una santa viva, ante la que se postró el mismísimo papa Juan Pablo II.

Quizá, por eso, surgen las primeras críticas hacia la Madre Teresa y hacia su labor, particularmente de parte de los sectores más progresistas de la Iglesia, que la acusan de dedicarse simplemente a hacer caridad, sin luchar por la implantación de la justicia, y, también, desde ciertos ámbitos de la sociedad inglesa, donde se la acusa de fundamentalista en el ámbito moral y de haber aceptado sin remilgos las ayudas que le ofrecieron personajes de reputación un tanto dudosa, como fue el caso del dictador Jean-Claude Duvalier, o de individuos corruptos, como Robert Maxwell. Ella, como siempre, lo aceptaba todo y de todo, sin pararse a valorar la índole de su procedencia, con tal de poder aliviar las miserias de los desheredados. Y ese fundamentalismo de que se le acusaba cedía ante el enorme sentido práctico de la monja, que la llevaba a pasar su tiempo negociando con todos, desde el Ayuntamiento de Calcuta, controlado por los comunistas, hasta los más poderosos gobiernos occidentales. Era la manera más eficaz que ella conocía para lograr el caudal de medios necesario para una obra en constante expansión.

  

 

 
 

«A mí no me interesan las estructuras sociales. No tengo tiempo para pensar en grandes programas. Nuestra misión es el hombre individual que nos necesita ahora», dijo la madre Teresa.

 

  

Los nuevos mitos

La Madre Teresa no escondía su respeto a los valores más tradicionales de la Iglesia. En una ocasión confesó a un periodista que, de haber vivido en tiempos de Galileo Galilei, habría dado la razón a la Iglesia frente a sus postulados científicos. Y a los que la acusaban de utilizar un método demasiado ingenuo para cambiar el mundo y prestar un peligroso servicio a los culpables de la miseria social, la Madre Teresa respondía: «A mí no me interesan las estructuras sociales. No tengo tiempo para pensar en grandes programas. Nuestra misión es el hombre individual que nos necesita ahora».

Quizá por eso, hace unos años, la Madre Teresa se convirtió en centro de debate y de polémica en la India sobre la situación de los intocables bautizados en el catolicismo. La Madre Teresa participó en una amplia campaña de oración en favor de los católicos cuya pertenencia a la casta inferior, los intocables, seguía siendo causa de que se les colocara, en la propia comunidad católica, en una posición tan discriminada que, incluso en misa, se veían obligados a ocupar bancos distintos de los de sus correligionarios de castas superiores.

No es, pues, de extrañar que, a pesar de esa peculiar y aparentemente contradictoria actitud suya (socorrer a los pobres sin denunciar a los ricos), el mito de la monja más célebre del mundo continúe y perdure vivo aun después de su muerte. Y es que, como dice el teólogo jesuita francés Paul Valadier, «los tiempos han cambiado y, con ellos, también las figuras carismáticas dominantes: Helder Cámara ha sido sustituido por la Madre Teresa. Uno y otra son figuras excepcionales, pero mientras el primero es un denunciador vigoroso de los responsables de las injusticias, la segunda se nos presenta como devorada por el socorro inmediato».

  

 

 
 

Madre Teresa, con Nirmala Joshi, que la sucederá.

 

  

Entrega, fama y pesadumbre

La Madre Teresa nunca se paró ante las dificultades, ni las críticas que se vertieron contra su persona lograron arredrarla en lo que ella creía prioritario: defender a los más desgraciados. Una defensa a ultranza que siempre hizo con alegría y tenacidad, no en vano repetía constantemente a sus hijas que el espíritu de su obra es de «entrega, confianza y alegría». Y mucha veces dijo también: «Queremos que sientan que se les quiere. Si vamos a ellos con una cara triste, se sentirán aún más deprimidos».

Ninguna congregación, ninguna orden ha tenido tanto éxito en la Iglesia durante este siglo como la de la Madre Teresa. Los poderosos de este mundo hacían cola para fotografiarse junto a aquella frágil religiosa con fama de santidad. Una fama que, quizá, la haya hecho acreedora a ser canonizada en el breve lapso de tiempo después de su fallecimiento.

Pero sus últimos años no fueron fáciles, no sólo por los extremos sufrimientos de sus dolencias, sino por la agria polémica que suscitó el rodaje de una película sobre su vida, realizada para la televisión, con guión del escritor francés Dominique Lapierre, al que la religiosa había otorgado su visto bueno en un principio, pero que luego le retiró. No obstante, el proyecto continuó su curso, lo cual fue motivo, según afirman sus más próximos, de que se sintiese «muy contrariada».

La Madre Teresa murió en vísperas del funeral y entierro de Lady Diana Spencer en Londres. Estas dos mujeres, que parecían estar en las antípodas en cuanto a cualquier consideración social y personal de la vida y de sus valores, se conocieron hacía cinco años en Roma, congeniaron de inmediato porque compartían una devoción muy marcada por la ayuda a los necesitados, y la Madre Teresa nunca cuestionó los motivos de la princesa británica.

Una portavoz de la congregación había anunciado que Madre Teresa no podría asistir, debido a su mala salud, a las honras fúnebres en Londres, a las que había sido invitada. En las horas posteriores al accidente del domingo en París por la princesa Diana de Gales, y antes de conocerse su muerte, se informó de que la religiosa de Calcuta había estado rezando por ella.

  

          

          

 

Las hermanas del IBVM y las Misioneras de la Caridad velaron su cadáver día y noche durante una semana.

 

  

Adiós, Madre Teresa

La Madre Teresa llevaba varios años aquejada de crecientes problemas de salud, que comenzaron a agravarse a partir de 1989. A la monja le había sido implantado un marcapasos en 1983. Su corazón, a pesar de la magnitud de su grandeza, hacía tiempo que presentaba síntomas evidentes de cansancio y debilidad, y la religiosa contemplaba ya la posibilidad de jubilarse, pero fue retrasando una y otra vez la fecha de su retiro. Finalmente, en marzo de 1997, como un acto premonitorio de un fin cercano, abandona su puesto a la cabeza de las Misioneras de la Caridad, la congregación por ella fundada hacía casi medio siglo. Seis meses más tarde, la Madre Teresa fallecía el viernes 5 de septiembre, víctima de un paro cardíaco.  Contaba 87 años de edad.

Se fue la Madre Teresa de Calcuta. Y se fue luchando contra su propia muerte y contra su viejo corazón, cansado de latir y de ver y socorrer tanto dolor, miseria y sufrimiento. Pero el legado de esta misionera, que intentó convertir el infierno de Calcuta en una casa con calor de hogar, permanecerá en la conciencia de la Humanidad como un aldabonazo de solidaridad y amor hacia los más desfavorecidos. Y aquel rostro sembrado de profundas arrugas, aquel aspecto suyo menudo y frágil, eternamente enfundado en su sari blanco con franjas azules, ha quedado grabado para siempre en la retina, en el subconsciente, en los corazones de millones de personas en todo el mundo.

  

          

          

 

Al morir, la Madre Teresa volvió por propio deseo a su querida casa de Loreto de Calcuta.

 

  

El sepelio

Al morir, la Madre Teresa volvió por propio deseo a su querida casa de Loreto de Calcuta, reposando en la iglesia de Santo Tomás. Allí, las hermanas del IBVM y las Misioneras de la Caridad velaron su cadáver día y noche durante una semana. Y volvió a Loreto porque todas sintieron que era justo que la última despedida de la Madre Teresa tuviera lugar en la misma casa y en la misma iglesia donde ella había empezado su caminar misionero y donde, a su vez, el IBVM había iniciado su andadura misionera en la India en 1841. Miles de personas de todo el mundo se congregaron formando largas filas en la Iglesia de Santo Tomás para despedirse de la Madre Teresa. El día 13, en medio de una sobrecogedora emoción, recibió sepultura en el convento de las Misioneras de la Caridad, la orden que ella había fundado en esta ciudad nororiental de la India.

Una sencilla lápida de color blanco cubría los restos mortales de la santa de los pobres. En una placa en la cabecera de la lápida se leía: «Amaos los unos a los otros como yo os he amado. San Juan 15:12», y unas líneas más abajo: «Mother M. Teresa M. C. Nuestra querida Madre, fundadora de las Misioneras de la Caridad».

La tumba estaba en la planta baja del convento, en una estancia que hasta entonces había sido la clase de las novicias. Ante los numerosos periodistas y ciudadanos de toda índole que deseaban entrar en el convento para visitar la tumba de la monja benefactora, la policía colocó a la entrada un pequeño número de guardias para tratar de poner orden, ya que aquella primera mañana se habían registrado algunos incidentes derivados de la aglomeración de personas.

El entierro de la Madre Teresa en la casa madre de las Misioneras de la Caridad en Calcuta había sido motivo de polémica ante el temor popular de que se impidiera la visita a la tumba. Esto dio lugar a que el arzobispo de la diócesis, Henry Sebastián Da Souza, declarase que la Madre Teresa iba a ser enterrada en su convento porque, en los últimos tiempos, se habían registrado muchos casos de profanación de tumbas cristianas en la capital bengalí. Por su parte, la hermana Nirmala, que había sucedido a la Madre Teresa como superiora general de la orden, explicó que «Éste era el sitio en el que la Madre Teresa quería estar», y aclaró que su tumba se podría visitar una vez que se hicieran los arreglos necesarios.

  

 

 
 

Nirmala Joshi

 

  

Su sucesora: la hermana Nirmala

En marzo de 1997, la hermana Nirmala había sucedido a la Madre Teresa como superiora de las Misioneras de la Caridad. Su nombre es Nirmala Joshi y proviene de una familia brahmana. Hija de un oficial del ejército indio, la hermana Nirmala Joshi nació en 1934 en Ranchi, al Este del estado de Bihar, India, adonde sus padres habían emigrado desde Nepal. Recibió enseñanza de misioneros cristianos en la ciudad oriental de Patna, India, pero continuaba siendo hindú, hasta que, con los 24 años, sabedora de la obra que la Madre Teresa estaba llevando a cabo, decide su conversión al catolicismo.

La hermana Nirmala había cursado estudios de Ciencias Políticas y Derecho en una universidad de la India y fue una de las primeras monjas que encabezó una misión extranjera cuando fue a Panamá, América Central. Más adelante, poco antes de que la eligieran sucesora de la Madre Teresa, había encabezado misiones en Europa y Washington.

  

Juan Pablo II y Teresa de Calcuta

El domingo 7 de septiembre de 1997, a dos días de su fallecimiento, el Papa Juan Pablo II, amigo personal de la religiosa, dedicó el rezo dominical del Ángelus en la Plaza de San Pedro de Roma a la Madre Teresa, de quien dijo, entre otras cosas, frases lapidarias como las siguientes:

«Sigue viva en mi memoria su diminuta figura, doblada por una existencia transcurrida al servicio de los más pobres entre los pobres, pero siempre cargada de una inagotable energía interior: la energía del amor de Cristo.»

«La querida religiosa, reconocida universalmente como la Madre de los Pobres, nos deja un ejemplo elocuente para todos, creyentes y no creyentes. Nos deja el testimonio del amor de Dios. Las obras por ella realizadas hablan por si mismas y ponen de manifiesto ante los hombres de nuestro tiempo el alto significado que tiene la vida.»

«Misionera de la Caridad, su misión comenzaba todos los días antes del amanecer, delante de la Eucaristía. En el silencio de la contemplación, Madre Teresa de Calcuta escuchaba el grito de Jesús en la cruz: “Tengo sed”. Ese grito la empujaba hacia las calles de Calcuta y de todas las periferias del mundo, a la búsqueda de Jesús en el pobre, el abandonado, el moribundo.»

«Misionera de la Caridad, dando un ejemplo tan arrollador, que atrajo a muchas personas, dispuestas a dejar todo por servir a Cristo, presente en los jóvenes.»

«Ella sabía por experiencia que la vida adquiere todo su valor cuando encuentra el amor y siguiendo el Evangelio fue el buen samaritano de las personas que encontró, de toda existencia en crisis y despreciada.»

«Con su ejemplo, ella inspiró un vasto movimiento de trabajo social y caritativo dirigido a los más pobres.»

  

        

      

 

El ataúd de la Madre Teresa, portado a hombros por soldados del ejército indio.

 

  

Inicio del proceso de beatificación

La muerte de la Madre Teresa promovió un movimiento internacional a favor de su declaración inmediata como «bienaventurada», incluso en países no católicos y en los ambientes más plurales. Se puede decir que, tras su fallecimiento, surgió espontáneamente una aclamación popular y universal de declaración de los valores de santidad de la monja de los Balcanes, un procedimiento del que se hizo uso en la Iglesia hasta el 1588, y que pasa por encima de cualquier milagro.

La Madre Teresa había muerto el 5 de septiembre de 1997 y, en circunstancias normales, el Derecho Canónico establece que proceso de beatificación sólo puede iniciarse cinco años después de la muerte del candidato a esa condición. No obstante, el Papa, dando muestras de su gran afecto por aquella misionera benefactora, argumentó la sólida fama de santidad de que la monja gozaba ya en vida y en todo en mundo para eliminar el tradicional periodo de espera, permitiendo que el trabajo para su posible canonización comenzara en 1999.

La primera parte del proceso incluía recolectar las evidencias y datos de las diócesis locales, empezando por Calcuta, sobre las virtudes de la Madre Teresa, así como la confirmación de un milagro atribuido a su intercesión. Para la canonización se requerían dos milagros oficiales más.

El primer milagro formal atribuido a la monja había ocurrido en 1998 y la beneficiada era Mónica Besra, mujer de 32 años de Raiganj, al Este del estado de Bengala, India, madre de cinco hijos y de religión animista, que se curó, de manera inexplicable para la ciencia, de un tumor maligno en el estómago gracias a la intercesión de la religiosa, a quien la enferma se había encomendado.

El cierre formal de las investigaciones se llevó a cabo el 15 de agosto de 2002, día de la Asunción de la Virgen, proceso que culminó con un decreto promulgado y firmado por Juan Pablo II el 20 de diciembre, en que se confirmaban las excelsas virtudes humanas y espirituales de la Madre Teresa; asimismo, estableció que la fiesta de la Madre Teresa sea el 5 de septiembre, fecha en que murió.

El reconocimiento del Papa, el espontáneo movimiento de aclamación popular a favor de su beatificación y la argumentación del primer milagro, despejaban el camino al Vaticano para la canonización de la mujer que dedicó su vida a ayudar a los más pobres entre los pobres, cuya fecha quedó fijada para el 19 de octubre del 2003 en Roma. Tras la beatificación, se convertirá en santa después de que le fuese atribuido un segundo milagro. Normalmente, el requisito de un segundo milagro puede demorar varios años la causa, pero en el caso de la Madre Teresa el proceso avanzó inusualmente rápido. En efecto, el segundo milagro no se hizo esperar. Quedó atestiguado que una joven palestina que sufría de cáncer había quedado curada cuando la Madre Teresa se le apareció en sueños y le dijo: «Niña, estás curada».

El padre Brian Kolodiejchuk, que promocionó la causa por la beatificación de la Madre Teresa, dijo que la fecha del 19 de octubre de 2003 era bastante significativa, porque ese día no sólo era el Domingo de Misiones, sino también el domingo más cercano al 25.º aniversario del pontificado del Papa Juan Pablo II. «Estoy seguro de que la Madre Teresa está muy feliz de que esto se efectúe de esa manera y en esa fecha», dijo Kolodiejchuk a Reuters Televisión. «Ella tenía un amor especial por el santo Padre».

  

  

 

En la fachada principal de la basílica de San Pedro y en medio de la emoción fue descubierto un retrato de tamaño gigante de la nueva beata, en la que se veía a la Madre Teresa sonriendo, con las manos unidas.

  

Proceso de beatificación de la Madre Teresa

El 26 de julio de 2003 comenzó oficialmente en Calcuta el proceso de beatificación de la Madre Teresa de Calcuta. El arzobispo de Calcuta, monseñor Da Souza, afirmó que las Misioneras de la Caridad ya le había hecho entrega del material biográfico necesario para iniciar la fase diocesana de la causa, etapa que podría durar tres o cuatro meses.

El arzobispo de Calcuta también informó que, de manera simultánea, en Roma y Nueva York se escucharán otros testimonios sobre la vida y obras de la religiosa. Asimismo, indicó que después de recopilarse toda la información documentada, ésta sería entregada a la Congregación para la Causa de los Santos, donde una comisión de teólogos evaluará si la Madre Teresa «vivió las virtudes teologales de fe, esperanza y caridad en grado heroico».

Una vez terminada esta fase, habría que esperar a que se declarase la heroicidad de virtudes de la religiosa, con lo que recibiría el título de «venerable», al tiempo que una comisión de médicos se encargaría de verificar que las curaciones atribuidas a la intercesión de la misionera eran inexplicables desde la ciencia. Si todo este proceso culminaba exitosamente, la religiosa sería declarada Beata.

Y, por fin, el 19 de octubre de 2003, tres días después del 25.º aniversario del Pontífice Juan Pable II como máximo responsable de la Iglesia Católica, tuvo lugar la ceremonia de beatificación. La nueva beata fue proclamada a las 10.15 horas, mientras los presentes en la plaza de San Pedro y las calles y plazas adyacentes rompieron en aplausos que duraron varios minutos y sonaba música sacra.

Más de 300 mil personas, católicas y no católicas, se congregaron en la plaza de San Pedro para la misa de beatificación; entre ellas, tres mil pobres, un centenar de cardenales y 700 clérigos más entre obispos y sacerdotes que dieron la comunión, llenando la amplia Via della Conciliazione, que se extiende desde el Vaticano hasta las riberas del Tíber. Entre la vasta multitud, destacaban muchas de sus monjas, con sus saris blancos y azules, y, cerca del elevado altar donde el Papa ofició la misa de beatificación, había sido reservada una sección especial para esos miles de desposeídos y desamparados de Roma. Jóvenes indias danzaron ante el Papa el «Arati», un bello y colorista baile que inundó de espíritu indio el recinto vaticano. Entre los asistentes se encontraban sor Nirmala Josri, la sucesora de la Madre Teresa, y Mónica Besra, la mujer curada por intercesión de la nueva beata.

En la fachada principal de la basílica de San Pedro y en medio de la emoción fue descubierto un retrato de tamaño gigante de la nueva beata, en la que se veía a la Madre Teresa sonriendo, con las manos unidas, y que quedó reconocida como tal con estas palabras del Pontífice: «Con nuestra autoridad apostólica anunciamos que la venerable sierva madre Teresa de Calcuta de ahora en adelante debe ser llamada beata».

  

  

 

«Estuvo en todas partes sirviendo a Cristo en los más pobres entre los pobres. Ni siquiera los conflictos y las guerras lograron detenerla», dijo el Papa en su homilía. Hoy la Madre Teresa está con Aquel por quien hizo todo.

  

La «Santa de los Pobres» en la homilía papal

Aunque redactada por él, la homilía no fue leída por Juan Pablo II, que presentaba un aspecto cansado y con la voz débil, en algunos momentos inaudible, cediendo la lectura al «número tres» del Vaticano, el arzobispo argentino Leonardo Sandri, y al cardenal de Bombay, Ivan Dias.

La homilía fue una exaltación de la figura de la monja. El Obispo de Roma subrayó la vida misionera, precisando que su «estilo» fue «emblemático» y que la imagen que deja entre nosotros es la de una mujer que con una mano aprieta la de un niño y con la otra reza el rosario. «Estoy personalmente muy agradecido —dijo el Santo Padre— a esta mujer decidida, que siempre he sentido a mi lado.» Destacó que fue la «gran sierva de los pobres», la madre de los pobres y de los que sufren, que dedicó su vida al servicio de los menesterosos y que la grandeza de su vida está en su capacidad de darlo todo sin exigir nada a cambio: «Estuvo en todas partes sirviendo a Cristo en los más pobres entre los pobres. Ni siquiera los conflictos y las guerras lograron detenerla».

A final, sin embargo, leyó, aunque con gran esfuerzo, el Ángelus y saludó a los presentes en inglés, macedonio, albanés e italiano.

  

  

REFERENCIAS WEBGRÁFICAS Y BIBLIOGRÁFICAS

Este trabajo ha sido elaborado a partir de los datos aparecidos en los diarios ABC, LA RAZÓN, EL PAÍS, EL MUNDO, SUR y LA OPINIÓN DE MÁLAGA en su edición del lunes, día 20 de octubre de 2003.

  

  

     
       

José Antonio Molero Benavides (Cuevas de San Marcos, Málaga, 1946). Diplomado en Maestro de Enseñanza Primaria y licenciado en Filología Románica por la Universidad de Málaga. Es profesor de Lengua, Literatura y sus Didácticas en la Facultad de Ciencias de la Educación de la UMA. Desde que apareció su primer número, está al frente de la dirección y edición (en su versión web) de GIBRALFARO, revista digital de publicación trimestral patrocinada por el Departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura de la Universidad de Málaga.

   

   

GIBRALFARO. Revista de Creación Literaria y Humanidades. Publicación Mensual de Cultura. Página 7. Año III. Número 17. Febrero 2004. ISSN 1696-9294. Director: José Antonio Molero Benavides. Copyright © 2004 José Antonio Molero Benavides. © Las imágenes, extraídas a través del buscador Google de diferentes sitios o digitalizadas expresamente por el autor, se usan exclusivamente como ilustraciones, y los derechos pertenecen a su(s) creador(es). © 2002-2004 Departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura. Facultad de Ciencias de la Educación. Universidad de Málaga.