NOCTURNO Y ORACIÓN*

Por Carlos Zamora 

   

   

EL MERCADER

Listos a prescindir están mis cuerpos, que en la memoria han debido nacer y yacen solos, a merced de los  mundos, como bestias de cambio.

Pero es uno el corazón, el resto espejos que dibujarán la muerte si son desconocidos.

Venga el tajo...

Pobre mercader si el corazón no canta.

  
                                                                                           
  

APRENDIZ

Sorbo a sorbo la vida me descubre

el último traspiés como un espejo:

heridas que a mi espalda envejecieron

se avecinan al rostro como un lunes.

 

Sin fe vuelvo a morir en la emboscada

que advirtiera la víspera mi olfato;

me postro al cazador, tenso yo el arco

decidido a ser rostro de la diana.

 

Pero apunta a mi cuerpo no la flecha:

sangro para mi sed, aunque me duela;

donde la cicatriz silba el camino.

 

Y al espejo que torpe me descuido,

con el tajo celoso del cuchillo

invoco la disculpa de la mueca.

  
                                                                                           
  

EL NÁUFRAGO O EL INGENUO

En el pellizco de tierra donde anclara la suerte,

cultivó un huerto grande como un sueño

y conoció cada acre como su piel.

Había envejecido contra la hierba

y creía que la floración

era una prueba de amor irrenunciable.

  
                                                                                           
  

NOCTURNO Y ORACIÓN

La noche se deshace en finas hebras

que trenzan con el polvo sus descuidos,

yo las calzo al pasar y, de algún modo,

soy penumbra y mantel, tierra de nadie.

 

No sabré si me aguarda la tormenta

hasta que el rayo duela en mi costado,

paciencia del futuro: sangre y luz

que habrán de poseerme sin lascivia.

 

Noche mía que escampa en el desvelo:

expulsa a los bufones, alza el puente,

no sea que proscriban tus palabras

 

y yo no pueda más que desearte,

lodo y salutación: cuerpo deforme,

indigno de tu abrazo y tu memoria.

  
                                                                                           
  

AMANTES

Deportados a oscuros menesteres de ofidio.

En la sombra del aire;

como pulpos erráticos de absorbida violencia.

Voluntarios.

Ciegos.

De una sed.

     

     

*De su poemario Estación de las sombras (2001).

   

  

                      

                      

   

  

   

CARLOS L. ZAMORA RODRÍGUEZ (Matanzas, Cuba, 1962) es licenciado en Filología por la Universidad Central de Las Villas (1985). Poeta, narrador e investigador, es miembro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y su producción en este campo ha sido incluida en diversas antologías y compilaciones cubanas y extranjeras. Entre sus obras publicadas cabe citar: Fábula del cántaro roto (poesía) y Decires (poesía para niños), en 1991, y Estación de las sombras (2001), que fuera Mención en el Concurso Internacional de poesía “Nicolás Guillén” (México, 1999). Ha sido finalista del Concurso internacional ARTÍFICE, de poesía (Loja, Granada, España) en 2005 y Mención especial en la II y V ediciones de ese propio certamen (2002 y 2006, respectivamente). Entre otros muchos galardones, ha recibido el Premio del Concurso Nacional Cuentos de Amor (2000) y el Premio Décima joven de Cuba (1996). Actualmente trabaja en la Biblioteca Nacional de Cuba.

    

    

    

GIBRALFARO. Revista Digital de Creación Literaria y Humanidades. Año VII. Número 54. Marzo-Abril 2008. ISSN 1696-9294. Director: José Antonio Molero Benavides. Copyright © 2008 Carlos L. Zamora Rodríguez. © 2002-2008 EdiJambia & Departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura. Facultad de Ciencias de la Educación. Universidad de Málaga.

    

    

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