N.º 51

SEPTIEMBRE-OCTUBRE 2007

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EL ECLIPSE DEL TIEMPO

 

 

Por Luis A. López Álvarez

  

  

  

E

n una etapa de mi vida escuché muchas veces decir: “Los tiempos son importantes”. Nada tiene ya que ver mi vida con aquella época del pasado. Y ahora, cuando los recuerdos de aquel ayer se desdibujan en la memoria de mis intereses, justamente ahora que ya no tengo nada que ver con ese mundo de codicia, ambición y poder, ahora que en lugar de en ese mundo vivo en otro mejor, de entrega, es cuando esas palabras han cobrado sentido. Sólo en el amor he descubierto la crudeza de la realidad que contiene esa afirmación.

Tu reloj y el mío no marcan la misma hora. Tú vives en otoño y yo en verano. Yo vivo el verano de la alegría de las flores aún abiertas mostrando todos los colores de la escala conocida por el ojo humano. Tú vives la caída de las hojas de los árboles y, aunque luches por mantenerlas, nada puedes hacer, las hojas siguen cayendo para seguir su destino. Un destino que no depende de nadie, ni siquiera de ti o de mí, porque, por mucho que intente darte mi calor de verano y mi colorido, tus hojas siguen cayendo; porque, por mucho que vea tus hojas caer, mi sangre sigue alterada por la estación en la que vivo. Tú vives el momento del día en que empieza a oscurecer y quieres mantener la luz del día, pero el Sol que hoy lucía radiante se oculta y se marcha para dejar paso al nuevo Sol que aparezca mañana. Un mañana más cercano o lejano. Pero un mañana que ya no es hoy. Yo vivo en la madrugada. Mi color y mi calor quedan para mí. Sólo yo los conservo. ¿Hasta cuándo? Hasta que el frío nocturno que me rodea los haya absorbido por completo. Llegará el otoño para mí y también caerán mis hojas. Después, llegará mi invierno. No sufras. Nada puedes hacer, no te culpes. No sufras. Nada puedo hacer, no me culpes.

Algún relojero programó nuestros calendarios de modo distinto. Algún relojero pensó que el Sol y la Luna no pueden darse la mano. Algún relojero hizo que esos dos astros, Luna y  Sol, estuvieran destinados a encontrarse el uno en la zona opuesta del mundo de donde se hallara el otro.

Ese relojero bien podría haber tomado el nombre de Cupido, pero ni tú eres Dafne ni yo soy Apolo, y mucho tiempo ha transcurrido desde que Ovidio nos regalara sus metamorfosis.

¡Gracias, relojero! Gracias porque no nos olvidaste por completo: permitiste los eclipses. Ese eclipse en el que el Sol se llenó de Luna. Ese eclipse en el que la blanca Luna fue arropada por el Sol. Ese eclipse en que tu tiempo y el mío coincidieron.

  

  

  

    

    

  

LUIS ANTONIO LÓPEZ ÁLVAREZ (Algeciras, Cádiz, 1972) cursó la Educación General Básica en los Colegios Públicos “Virgen del Pilar” y “Bahía de Algeciras”. Posteriormente, realizó estudios de B.U.P. y C.O.U. en el “Instituto de Bachillerato Mixto N.º 2” de Algeciras y en el “Instituto Columela” de Cádiz. También, obtuvo la titulación de Técnico Especialista de Laboratorio en la Escuela Universitaria “Salus Infirmorum” de Cádiz. Actualmente, estudia 3.º de Magisterio (especialidad de Lengua Extranjera) en la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Málaga.

    

    

  

GIBRALFARO. Revista Digital de Creación Literaria y Humanidades. Año VII. Número 53. Enero-Febrero 2008. ISSN 1696-9294. Director: José Antonio Molero Benavides. Copyright © 2008 Luis Antonio López Álvarez. © 2002-2008 EdiJambia & Departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura. Facultad de Ciencias de la Educación. Universidad de Málaga.

    

    

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