N.º 79

ENERO-FEBRERO 2013

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LA HIERBA ROJA

   

Por Fernando Yacamán Neri

   

   

  

L

os pájaros trinan y con sus alas golpean las rejas de las jaulas. En las fotografías solo queda el trazo de los ojos de Antonio y me observan. La vecina está de fiesta, su música cimbra en mi apartamento y en cualquier momento se derrumbarán las cajas de cartón. Yo no quiero morir aquí. Quiero morir en el campo: Clarito recuerdo la tarde en que perdiste el control del automóvil. Al abrirse la puerta, saliste hasta caer sobre la hierba roja. Abandonaste tu cuerpo y escapaste hasta perderte en el horizonte. Deseaba seguirte, pero mi cuerpo no respondía, mis ojos quedaron abiertos y fui testigo de un atardecer en que la puesta de sol semejaba una pintura fresca que se escurría sobre la hierba, las aves en el cielo centellaban luz, el viento revolvía el paisaje y mi cabello, por instantes, cubría mis ojos. Al amanecer, mis piernas respondieron, pero no te alcancé ¿Quedaste atrapado en ese atardecer? ¿Adónde te llevó?

Los pájaros se avientan contra las jaulas y revolotean plumas. La vecina ha repetido la misma canción no sé cuántas veces, otra vez ya debe estar borracha. ¿Cuánto tiempo llevo aquí tirada? ¡No tengo ni fuerza para quitarme este vestido embarrado de mierda! Intentaré llegar hasta la habitación del fondo para agarrar el teléfono. Le llamaré a la vecina del piso de abajo, que siempre está dispuesta a ayudarme... Creo que mis piernas se me quedaron sobre la cama porque no las siento. Por primera vez comprendo que el tiempo no es números, es cuerpos, y el mío es un ancla que se aferra a desentrañar tierra.

En las fotografías, los ojos de Antonio se han desdibujado: Si supieras que yo perdí mi mirada en el momento en que desapareciste en el horizonte y nació en mí el presentimiento de que regresarías… Vagamente aún lo tengo. Tu cuerpo inerte sobre la hierba y los demonios que en la noche te devoraban, me hacían pensar que vivía dentro de un sueño, del que hasta el día de hoy creo no he podido despertar. «No eran demonios, señora, seguramente eran buitres. Es un milagro que, después de descalabrarse, siga viva para contarlo». El doctor me explicó una teoría y las razones de mis alucinaciones, pero él nunca entendió que yo le hablé con la verdad: «No había buitres, sólo un paisaje destrozado y el olor fresco de la muerte».

  
                             
 

...mis ojos quedaron abiertos y fui testigo de un atardecer en que la puesta de sol semejaba una pintura fresca que se escurría sobre la hierba, las aves en el cielo centellaban luz, el viento revolvía el paisaje y mi cabello, por instantes, cubría mis ojos.

 
  

Creo que mi pecho se quedó en el pasillo, porque el aliento se me escapa. El teléfono suena. ¡Es absurdo no poder alcanzarlo a tan corta distancia! La vecina canta desentonada y a todo pulmón. ¿Cómo puede aguantar el volumen tan alto? El sonido provoca que la mesita de noche brinque. Esa que tanto te gustaba. Sobre ella prendías una vela y tu sombra se proyectaba contra la pared. Leías en silencio y, por instantes, se te escapaban palabras en voz alta. ¡Cuántas madrugadas me ha despertado tu voz!

El teléfono no para de sonar. ¡No puedo controlar mis manos! Siento que ya no me pertenecen, pero ya casi lo logro…

—¿Se encontrará la señora Amalia? Hablamos del Banco de México, para informarle sobre el proceso de embargo, ya que usted debe…

—¡Vengan y llévense todo! Pero si vienen, traigan una grúa, para que arranquen mi apartamento íntegro y puedan metérselo por el culo.

Has desaparecido de las fotografías. Tu imagen se ha esfumado del mundo, sólo ha quedado bajo mis párpados y te encuentro de pie, sonriendo, en medio de la hierba roja…

Los vecinos lograron derribar la puerta y apenas pudieron soportar el fétido olor. Sobre la mesa encontraron filas de trastes con residuos de guisos y panes duros. El piso, cubierto de polvo y de basura. Cucarachas y moscas disfrutaban del espacio. Cajas de cartón enmohecidas se encontraban apiladas, fotografías antiguas que colgaban en las paredes dibujaban un laberinto. Los vecinos, al abrir la puerta de la habitación, cubrieron sus rostros con los brazos porque los pájaros salieron disparados. El piso estaba cubierto de alpiste y, en medio de la habitación, se encontraba una cama distendida. Salieron y se dirigieron a la habitación del fondo, donde hallaron el cuerpo de Amalita y el auricular del teléfono en su oído. Cuando un vecino levantó la bocina, escuchó el sonido de aves y de viento. Cerró los ojos y, por un instante, sintió que se encontraba en la pradera.

   

   

Miguel Fernando Yacamán Neri (México, D.F., 1985). Licenciado en Letras Hispánicas. Ha cursado estudios en la Escuela Dinámica de Escritores, dirigida por Mario Bellatin. Editor de contenido y corrección de estilo en el estudio de diseño «azulgris.com». Es docente de lengua española desde hace  tres años.

Su obra narrativa se ha publicado en cuatro antologías por parte de la Universidad Autónoma de Aguascalientes. Ha colaborado también con obras de creación en diversas revistas, como «Picnic», «Crítica», «Parteaguas», «Tierra Baldía» y «Punto de Partida», entre otras. Ha participado en diferentes talleres de creación literaria con maestros, como Salvador Gallardo, Mario Bellatin, Daniel Sada, Alberto Chimal y en la Universidad del Claustro de Sor Juana en Creación Literaria y Redacción. Con el apoyo del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes 2010, ha terminado su novela corta Los ángeles del último sueño.

Ha sido distinguido, en 2009, con el segundo Premio de la sección de Narrativa en el certamen Punto de Partida, patrocinado por la UNAM y con el premio Elena Poniatowska, en 2009, convocado por la Universidad Autónoma de Aguascalientes.

    

    

GIBRALFARO. Revista de Creación Literaria y Humanidades. Publicación Trimestral de Cultura. Año XII. II Época. Número 79. Enero-Marzo 2013. ISSN 1696-9294. Director: José Antonio Molero Benavides. Copyright © 2013 Fernando Yacamán Neri. © Las imágenes, extraídas a través del buscador Google de diferentes sitios o digitalizadas expresamente por el autor, se usan exclusivamente como ilustraciones, y los derechos pertenecen a sus creadores. Diseño Gráfico y Maquetación de la edición en CD: Antonio M. Flores Niebla. Depósito Legal MA-265-2010. © 2002-2013 Departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura. Facultad de Ciencias de la Educación. Universidad de Málaga.