N.º 76

ABRIL-JUNIO 2012

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PROBAR LA PLUMA

O EL TECLADO DE UN ORDENADOR

   

Por Antonio García Velasco

   

   

  

L

ope de Vega (1562-1635) para probar una pluma escribe un soneto. Fantasea, crea imágenes hiperbólicas y, cuando acuerda, está al final de la estrofa y pide perdón porque sólo estaba probando el instrumento de la escritura:

  

     Lazos de plata, y de esmeralda rizos,

con la hierba y el agua forma un charco,

haciéndole moldura y verde marco

lirios morados, blancos y pajizos.

     Donde también los ánades castizos,

pardos y azules, con la pompa en arco,

y palas de los pies, parecen barco

en una selva, habitación de erizos.

     Hace en el agua el céfiro inquïeto

esponja de cristal la blanca espuma,

como que está diciendo algún secreto.

     En esta selva, en este charco, en suma...

Pero, por Dios, que se acabó el soneto.

Perdona, Fabio, que probé la pluma.

   

     
     

  

Félix Lope de Vega (1562-1635)

   

El encontrarse (o el fingimiento de encontrarse) en un momento distendido justifica la interrupción del discurso y la solemnidad de las imágenes para un motivo trivial: un charco forma lazos de plata y rizos de esmeralda con la hierba y el agua, en un marco verde de lirios de colores; los ánades parecen barcos en la selva o habitación de erizos; el viento céfiro levanta espuma en el agua como diciendo un secreto... ¿Qué va a ocurrir, qué puede ocurrir en escenario tan deslumbrante? Nos lo va a relatar, pero, «por Dios, que se acabó el soneto. Perdona, Fabio...». Sólo estaba probando la pluma. Como lectores, aceptamos la broma. Como críticos, podemos aludir al viejo refrán «mucho ruido y pocas nueces». Como estudiosos de la literatura, comenzamos a dar explicaciones sobre las características del estilo manierista: la propia escritura como tema literario, la actitud burlesca ante el hecho de escribir y ante la literatura anterior, etc. Como poetas, valoramos el ejercicio de estilo por el ejercicio en sí, sin plantearnos si tal esfuerzo servirá después o no. Como profesores o participantes de un curso de escritura creativa, podemos ponerlo de ejemplo... Un simple soneto puede dar lugar a un tratado sobre la escritura: cómo el deseo de probar los rasgos y borrajos de una pluma da lugar a tal soneto. Y el juego sigue.

Un día, en clase de informática, los alumnos aprendieron los primeros pasos para el manejo de un procesador de texto. El ejercicio era escribir una página y, para probar la nueva pluma, unos copiaron la lección de literatura, otros hicieron el resumen de una tema de física, otros... Los que ocupaban el quinto ordenador comenzaron un relato fantástico en el que los superhéroes se encontraban en el bosque con Caperucita Roja, ayudaban a los enanitos de Blancanieves en las tareas cotidianas, salvaban a la princesa de las garras del Ogro, irrumpían en pleno examen de cualquier materia y salvaban así a los “pobres” estudiantes, ayudaban en la extinción de un incendio forestal provocado con catorce frentes, en un día de cuarenta grados y un viento terral de mil infiernos... El relato terminaba: «... y mañana seguirá la historia que hoy ya ha tocado la sirena y nos vamos todos, los superhéroes incluidos, a otra clase».

La facilidad para escribir que tenía Lope de Vega queda expresada en aquellos versos

   

...y más de cien, en horas veinticuatro,

pasaron de las musas al teatro

   

y confirmada en sus 1800 comedias, 400 autos sacramentales, y novelas y cientos de poemas y... ¿Qué hubiese pasado si en vez de una pluma de ave, que tenía que mojar cada dos por tres y afilar con cuchillas cada cierto tiempo, hubiese usado una estilográfica o un simple bolígrafo? Un paso más: en vez de pluma, lo imaginamos con una máquina de escribir, un dactilógrafo o máquina dactilográfica, tal como empezaron a llamarse semejantes inventos: ¿qué hubiese escrito entonces? ¿Y con una moderna máquina de escribir electrónica? Sus suaves pulsaciones: una caricia, un carácter, un leve roce del dedo y una letra... Pero, vamos a pensar que Lope coge un ordenador actual, con un versátil procesador de texto, ¿cuántas obras hubiese escrito? ¿Mejores o peores? Sus ejercicios manieristas para probar el nuevo instrumento de escritura hubiesen dado líneas memorables. ¿O no?

Que cada uno es hijo de su tiempo y de los instrumentos de su tiempo es algo que nadie discute. Dicen que, cuando a Marcelino Menéndez Pelayo su discípulo Ramón Menéndez Pidal le mostró el nuevo invento, la pluma estilográfica, el maestro la despreció con un «¡Bah, cosas de señoritas!». Y todavía, muchos de nuestros poetas, muchos de nuestros escritores se niegan con rotundidad a usar los nuevos instrumentos de escritura. Alegan que son medios o artefactos “fríos”, en contraste con el calor humano y sentimental del poema; alegan que son máquinas, frente al “humanismo” del arte poético. Ignoran las ventajas de la tecnología y que también las máquinas son creaciones humanas y para el uso humano. No se exponen a los inconvenientes de tal tecnología: un apagón y se borran de la memoria los líneas que estaba escribiendo, una rotura de los cabezales de lectura del disco duro y los últimos trabajos quedan en el olvido, un virus infecta los programas y destroza toda la información (a menos que tenga hechas las copias de seguridad recomendadas)...

     
     

  

Como son las palabras, en el ingenio de cada uno, con independencia del medio instrumental, las que dan la literaturidad a la obra escrita.

   

Cierto que las obras literarias no son mejores por estar escritas con pluma, lápiz, bolígrafo, rotulador, máquina, ordenador, o con el pincel chino, o con el cincel de escultor babilónico. Cierto que cada uno utiliza los medios que mejor domina de entre los que tiene a su alcance. Cierto que, para toda creación poética, hay un instrumento común, antes y ahora, la palabra, con independencia del medio que se utilice para dejarla plasmada en una sucesión escrita, en un texto.

Cuenta Francisco Ayala que su “personaje”, un obligado “topo” de la postguerra española del 36, se entretenía escribiendo, con una letra minúscula en un cuaderno, relatos con palabras inusuales que rebuscaba en el diccionario: dipneo, gurdo, baltra... Aunque sus palabras eran castellanas, su escrito resultaba poesía pura, absurdo, ininteligible. Sus casi nueve años de esfuerzo resultaban inútiles. Eran las palabras y no la letra la que conferían tales características a la obra. Como son las palabras, en el ingenio de cada uno, con independencia del medio instrumental, las que dan la literaturidad a la obra escrita. Lope de Vega, pues, en el supuesto de probar un ordenador actual, es posible que hubiese escrito un soneto, el mismo, con rimas diferentes en los tercetos para que la última palabra fuese, a la altura de las circunstancias, ordenador.

Y, perdona, Fabio, he estado probando una nueva versión de mi procesador de textos.

   

   

     

     

 

ANTONIO GARCÍA VELASCO (Fuente Piedra, Málaga). Licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad de Oviedo y Doctor en Filosofía y Letras (Sección de Filología Hispánica) por la Universidad de Málaga. Es Profesor Titular de Universidad, adscrito al Departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura e imparte clases en la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Málaga.

Entre sus obras de creación poética y narrativa, cabe citar: Fuego sordo (1975); Marchamar andalusí (1977); Se rompe hasta la vida cotidiana (1980); Des(h)echa la ciudad (1980); Ulises desangrado (1982); Demonolatrías (1985); Amor compiuter (1987); El libro olvidado (Ed. Mondadori, 1988); Escritos dadaístas o la eficacia y operatividad del lenguaje C (1990); Un libro para el gozo (1994); Inter-nos (1994); Lejano siglo XX (1997); Psilocibina (1998); Un príncipe encantador (Cuento para niños y niñas de hasta 99 años), que incluye un disco con programa de actividades y pasatiempos (1998); Las heridas de amor (1999); Altos vuelos (2000); Una carta de amor (2002); Infinito mar que es el vivir (2003); Hojas ustibles (2005) y otros. Con otros autores, Poesía en los barrios (2001), Alcazaba I Muestra de poesía actual en Málaga incluye CD con Bajel navegando por la poesía actual en Málaga (2005); Poemas escritos a la vera del mar (2004) entre otros títulos.

Libros sobre temas de enseñanza de la lengua y la literatura, o de lengua o literatura: Método de comentario de textos y Comentario a “Los pedazos del sonido”, poema de Francisco Peralto (1978); Método de Comentario de textos. Teoría y práctica (1986); Enunciado, estructura, reescritura y función (1994); Estudios filológicos con procedimientos informáticos: desarrollo, aplicabilidad y rendimiento de programas en ordenadores personales (1996); Poética (1994); Propuestas metodológicas para el conocimiento de la obra literaria (Ensayos sobre literatura española actual) (1996); Análisis de la Poesía de Antonia López García (con procedimientos de estilísticas computacional) (1998); Las cien mil palabras de la poesía de Lorca (1999); Búhos del 98. Sobre ideas y literatura de la Generación del 98 (1999); La mujer en la literatura medieval española (2000); La poesía de Emilio Prados. Estudio y valoración (2000); Estudio y reflexiones sobre la Educación social (Coordinador y autor de un capítulo) (2004); La poesía de Luis Cernuda. Estudio y valoración ante su Centenario (2005); El lenguaje de los cuentos infantiles (2005); 30 poetas andaluces actuales. Vocabulario y Recursos (2005). Coautor de Poesía andaluza en libertad (una aproximación antológica a los poetas andaluces del último cuarto de siglo) (2001).

Como profesor, ha presentado numerosas comunicaciones y ponencias en diferentes congresos nacionales e internacionales, publicadas en las actas correspondientes. Es autor también de unos doscientos artículos o ensayos de temas de literatura, crítica literaria, lengua o didáctica, publicados en suplementos literarios, prensa o revistas especializadas. Ha desarrollado programas de ordenador para la enseñanza de la lengua y la literatura, como auxiliares de estudios filológicos y como instrumentos de talleres de escritura creativa: Analizador, Métrica, Cuentos para cuentos, Poética, Adivina adivinanza, 12 viñetas, Atril-E, Secuencias, Atril2-E, Hescrea (Herramientas de Escritura Creativa), Comentario, CreaEjercicios, CreaDominós, SopaLetras, Bajel, entre otros. Bajel Navegando por la Literatura actual en Andalucía como instrumento tecnológico para la enseñanza de la literatura, mereció el segundo «Premio Joaquín Guichot» a proyectos educativos.

Colabora habitualmente con una columna de opinión en Diario La Torre y en Papel Literario Digital, con artículos de crítica literaria. Durante varios años consecutivos, hasta su cierre, estuvo colaborando con el rotativo Diario Málaga.

Es miembro de la «Asociación Andaluza de Críticos Literarios».

   

   

    

    

GIBRALFARO. Revista de Creación Literaria y Humanidades. Publicación Trimestral de Cultura. Año XI. II Época. Número 76. Abril-Junio 2012. ISSN 1696-9294. Director: José Antonio Molero Benavides. Copyright © 2012 Antonio García Velasco. © Las imágenes, extraídas a través del buscador Google de diferentes sitios o digitalizadas expresamente por el autor, se usan exclusivamente como ilustraciones, y los derechos pertenecen a sus creadores. Edición en CD: Director: Antonio García Velasco. Diseño Gráfico y Maquetación: Antonio M. Flores Niebla. Diseño Gráfico y Maquetación: Antonio M. Flores Niebla. Depósito Legal MA-265-2010. © 2002-2012 Departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura. Facultad de Ciencias de la Educación. Universidad de Málaga.