N.º 75

ENERO-MARZO 2012

11

   

   

   

   

   

   

   

«EL CONDE DE MONTECRISTO».

APROXIMACIÓN CRÍTICA

   

Por Enrique Javier González Camacho

   

   

   

E

l pundonor, tanto temática como dramáticamente, fue muy atractivo para los dramaturgos españoles del Siglo de Oro. Lope de Vega, en su Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo (Madrid, 1609), poema sutilmente irónico, leído ante una academia literaria, había recomendado el uso del honor como un poderoso estímulo para el público:

  

Los casos de la honra son mejores,

porque mueven con fuerça a toda gente.

  

Pero fue Alejandro Dumas quien mejor materializó esta idea con su obra inmortal El Conde de Montecristo. Para dar una idea clara de cómo consiguió convertir esta novela en paradigma de la venganza, es necesario retrotraerse al contexto en que escribió este autor.

               

               

Alejandro Dumas (1802-1870), novelista y dramaturgo francés, es autor de muchas novelas, entre las que cabe mencionar, por su popularidad, Los Tres Mosqueteros (1844), El Conde de Montecristo (1845) y El Tulipán Negro (1850).

Dumas fue un escritor prolífico, aunque, para atender a la creciente demanda del público, tuvo que recurrir a la ayuda  notoria de ‘colaboradores’, entre los que destacó Auguste Maquet (1839-1851), quien intervino en la confección de varias de sus novelas, entre ellas Los tres mosqueteros (1844) y El Conde de Montecristo (1845). La discusión en torno a este tema ha concluido gracias la aparición de las notas en las que, de manera autógrafa, consta que fue él quien encontró las Memorias de D´Artagnan, obra de Gatien Courtilz de Sandras (editada por Emecé en 1961), base argumental de su famosa novela. Así, mientras Auguste Maquet investigó el trasfondo histórico de la trama, fue Alejandro Dumas el encargado de darle forma narrada.

Maquet publicaría poco después su propia versión, pero tanto ésta como la de Gatien no han llegado a la trascendencia literaria de la obra de Alejandro Dumas, la cual es muy ágil y divertida. Sus novelas históricas, llenas de vivacidad, gozaron del beneplácito del público, propiciadas por su publicación folletinesca por entrega en los periódicos.

Publicación

El Conde de Montecristo fue publicado originalmente en Journal Des Débats en dieciocho partes. La publicación funcionó del 28 de agosto de 1844 hasta el 15 de enero de 1846. Primero fue publicado en París por Pétion en 18 volúmenes (1844-5). Las versiones completas de la novela en el francés original fueron publicadas durante el siglo XIX.

La traducción inglesa más extendida fue publicada originariamente en 1846 por Chapman y Pasillo. La mayoría de las ediciones inglesas íntegras de la novela, incluyendo las ediciones de Modern Library y Oxford Worlds Classics, utilizan esta traducción, aunque Penguin Classics publicó una nueva traducción de Robin Buss en 1996.

La traducción de Buss puso al día la lengua, que hizo más accesible a los lectores modernos, y recuperó el contenido modificado en la traducción de 1846, debido a las restricciones sociales de la Inglaterra victoriana (por ejemplo, las referencias a los rasgos lésbicos y al comportamiento de Eugénie) a la publicación real de Dumas. Existen otras traducciones inglesas del trabajo íntegro, pero se tienen en cuenta rara vez para la impresión y toman prestado más de la traducción anónima de 1846. Las varias traducciones abreviadas de la novela son comunes, debido, sobre todo, al gran tamaño del libro en su forma íntegra.

Alejandro Dumas escribió un conjunto de tres obras que contaban la historia de El Conde de Montecristo: Montecristo (1848), El Conde de Morcef (1851) y Villfort (1851). La historia inspiró la trama para una amplia variedad de novelas: Ben-Hur, de Lew Wallace (1880), el relato de ciencia ficción The Stars My Destination, de Alfred Bester (1956), y la contemporánea The Stars Tennis Balls, de Stephen Fry (2000).

        
     

     
  

El castillo de If está edificado en una de las islas del archipiélago de las Frouil, y fue mandado construir en 1524 por el rey Francisco I para proteger la ciudad de Marsella de ataques desde el mar. En el siglo XVII fue reconvertido en prisión estatal. En él sitúa Alejandro Dumas el cautiverio que hubo de sufrir Edmundo Dantés.

( © Imagen tomada de WhoTalking.com)

 
     

Paralelismos con la realidad

Ya el título vincula a la obra con la realidad, porque hubo un conde de Montecristo llamado Jean-Paul Bendit (1751-1785). Un noble francés que, en 1789, defendió los principios de la Revolución y colaboró notablemente en la redacción de la Constitución de 1791, aunque luego sería detenido en 1792 y acusado de traición. Al no encontrarse pruebas, fue puesto en libertad y asesinado posteriormente con ácido sulfúrico, bajo el pretexto de una limpieza bucal, un método frecuente en la época, de lo que se deduce que él no intentó escapar de la muerte.

De hecho, a lo largo de la novela, encontramos más elementos procedentes de la vida real. En efecto; la trama de El Conde de Montecristo fue extraída por Alejandro Dumas del diario del archivista de policía francés Jacques Peuchet. Aunque sus trabajos no se publicaron hasta su muerte, una misteriosa historia recopilada de los expedientes policiales, en sus días al servicio de la policía, fue publicada más adelante bajo su nombre.

Ésta relata la vida de Pierre Picaud, un zapatero de Nimes comprometido con una mujer rica, quien, en la Francia de 1807, había sido acusado de ser espía inglés por cuatro amigos celosos y, como consecuencia, condenado a siete años de prisión. Durante el cautiverio, su compañero de celda le revela, antes de morir, la ubicación de un tesoro escondido en Milán. Una vez en libertad en 1814, Picaud vuelve a París bajo otro nombre y dedica diez años de su vida a vengarse de aquellos que, por envidia, lo habían traicionado. Aunque, finalmente, es secuestrado y asesinado.

También, El Conde de Montecristo es, en principio, la historia de una venganza. El marino Edmundo Dantés es ascendido a capitán de El Faraón y está a punto de casarse con Mercedes. Sin embargo, el ingenuo Dantés no es consciente de cómo su buena fortuna repercute en las vidas de su círculo de allegados. Danglars, jefe de cargamento de El Faraón, que envidia su ascenso, y Fernando, que ama a su prima Mercedes, denuncian falsamente a Edmundo Dantés de agente bonapartista. Y, aunque el fiscal Villefort está a punto de liberar a Dantés de los cargos de los que es objeto, la vinculación del caso en cuestión con su propio padre Noirtier, un partidario bonapartista a ultranza, le impelen a salvaguardar su carrera enviando en secreto a Edmundo Dantés al Catillo de If.

Durante su permanencia en prisión, el protagonista entra en posesión de los conocimientos teóricos y prácticos más avanzados de su tiempo gracias al abate Faria. Cuando se fuga de prisión, por vía novelesca, se convierte en uno de los hombres más ricos de la tierra. Su venganza, por tanto, no será ya sólo la venganza de un hombre agraviado, ni la venganza de ‘un intelectual agraviado’, sino la del dueño de un capital, de una fuerza de producción que habrá de invertir o dilapidar de una u otra manera.

        
     

     
  

El abate Faria (magistralmente interpretado por Richard Harris), entregado a su propósito de excavar un agujero hacia el muro del castillo que le sirve de prisión y escapar de su interminable cautiverio.

(Imagen correspondiente a un fotograma de la película «La Venganza del Conde de Montecristo», dirigida por Kevin Reynolds en 2002, quizá la más atractiva e interesante de todas las versiones conocidas.)

© Sus Productores, UK, 2002

 
     

Otras fuentes de la vida real

En otra de las Historias verdaderas, Peuchet describe la intoxicación de una familia. Esta historia, también citada en la edición de Pleiade, obviamente ha servido de modelo para el capítulo de los asesinatos en la familia Villefort.

La introducción a la edición de la Pleiade menciona otras fuentes de la vida real. Así, el abate Faria existió y murió en 1819, después de una vida muy similar a la del Faria de la novela.

En cuanto a Dantés, su destino es bastante diferente de su modelo en el libro de Peuchet, ya que este último es asesinado por el ‘Caderousse’ de la trama. Pero Dantés tiene otros alter ego en algunas obras más de Dumas; tales son los casos de Pauline, de 1838, y más significativamente, Georges, desde 1843, cuando un hombre joven de ascendencia negra está maquinando una venganza contra la gente blanca que le había humillado.

Identificación con nuestra época

Y la prueba de que El Conde de Montecristo sigue tan vigente como cuando se publicó por primera vez en 1844, la podemos encontrar en ciertos capítulos de la novela misma. Así, hay un capítulo en el que Danglars reprocha a su mujer, no que tenga un amante, sino que los manejos de ese (inexistente) amante lo estén arruinando, y añade sus sospechas de una conspiración para llevarlo a la quiebra. Es decir, desde 1844, la llamada ‘sociedad moderna’ ha seguido fiel al culto del poder absoluto del dinero.

En otro capítulo muy curioso, Montecristo descubre que el éxito de Danglars en la especulación bursátil se debe al uso de información privilegiada, obtenida mediante el telégrafo óptico. He aquí un elemento de alta tecnología que erróneamente consideramos privativo de nuestros tiempos, porque, ya en el siglo XIX, existía una tecnología considerablemente avanzada en materia de comunicaciones.

        
     

     
  

Edmundo Dantés acaba de lograr la fuga de la olvidada celda en que estaba recluido. Su rostro es el fiel reflejo de la venganza que llevará a cabo con los causantes de su ruina.

(Imagen correspondiente a parte de un fotograma de la película ya citada, en la que el actor James Caviezel encarna magníficamente al traicionado marinero.)

© Sus Productores, UK, 2002

 
     

A raíz de esta circunstancia, el conde se presenta en una de esas estaciones de telégrafos, cerca de París, y soborna al telegrafista (con una renta vitalicia) para que transmita un mensaje falso hacia la capital. El mensaje, relacionado con el destino del rey de España, hizo perder una importante suma al banquero Danglars.

Es decir, también en aquella época, la tecnología y los medios de comunicación (ahora sería internet y el correo electrónico) jugaban un papel importante en la vida de la gente.

Crítica

Hasta nosotros ha llegado más vivo que nunca el personaje de Edmundo Dantés, una figura contradictoria. Porque si inicialmente resulta una figura trágica tras su encarcelamiento, posteriormente se nos mostrará inflexiblemente cruel, para, finalmente, mostrar su rostro más patético. Patético, ya que en su lucha contra el destino que cree que le ha impuesto Dios, acaba creyéndose por encima de Él, y, por tanto, capaz de desafiar sus reglas morales (Gramsci vio en el conde de Montecristo la figura del precursor del ‘Superhombre’ nietzscheano). Aunque acaba apartando de su mente estas ideas.

Percibimos la lucha interna entre la luz y la oscuridad que debe afrontar Dantés. Pero la novela también nos depara momentos míticos, como el regreso fantasmagórico del conde a Marsella, la sorpresa de volver a ver a El Faraón (el buque insignia de su antiguo armador), la enrevesada trama que envuelve a Danglars, Mondego y Villefort, etc.

En un comienzo he catalogado esta novela como un folletín novelesco; sin embargo, aunque en cierto modo no carece de fundamento tal afirmación, he de introducir unos matices en mi aserto.

Efectivamente, el diccionario de la RAE define el ‘folletín novelesco’ como «tipo de relato propio de las novelas por entregas, emocionante y poco verosímil». En consecuencia, estas novelas pueden parecernos desfasadas, simplistas y carentes de mensaje para nuestros tiempos. Pero si profundizamos en dicha literatura, nos hayamos con que más allá de sus características (ritmo intenso de producción, argumento poco verosímil y simplicidad psicológica), en las llamadas novelas populares subyacen unas claves ocultas que le dan profundidad y valor social a un aparente divertimento de masas.

Por su parte, Umberto Eco ubica esta novela dentro de la literatura popular y ve en ella un éxito comercial que, no obstante su fórmula de edición, no acaba en la simple narratividad degradada.

Al final, la novela nos deja un mensaje imperecedero que nos sirve de consuelo:

«En cuanto a vos, Morrel, he aquí el secreto de mi conducta. No hay ventura ni desgracia en el mundo, sino la comparación de un estado con otro, he ahí todo. Sólo el que ha experimentado el colmo del infortunio puede sentir la felicidad suprema. Es preciso haber querido morir, amigo mío, para saber cuán buena y hermosa es la vida. Vivid, pues, y sed dichosos, hijos queridos de mi corazón, y no olvidéis nunca que hasta el día en que Dios se digne descifrar el porvenir al hombre, toda la sabiduría humana estará resumida en dos palabras: ¡Confiar y esperar!»

        
     

     
  

Imagen correspondiente a la citada película, en la que aparece el Conde de Montecristo hablando cortésmente con Mercedes, la que fue su novia antes de ser traicionado y recluido en una olvidada mazmorra del castillo de If. Contrastan notablemente la pérfida mirada de Fernando Mondego, Conde de Morcert, y el gesto complaciente del joven Alberto, hijo de Fernando y Mercedes.

© Sus Productores, UK, 2002

 
     

   

   

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

«El Conde de Montecristo», en WIKIPEDIA [En línea]. Disponible en web: <http://es. wikipedia.org/wiki/El_Conde_de_Montecristo>. (Consulta de 9 de Abril de 2012).

«Folletín», en WIKIPEDIA [En línea]. Disponible en web: <http://es.wikipedia.org/ wiki/Follet%C3%ADn>. (Consulta de 10 de Abril de 2012).

«Folletín», en RAE [En línea]. Disponible en web: <http://buscon.rae.es/draeI/ SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=folletín>. (Consulta de 10 de Abril de 2012).

DUMAS, Alejandro (1845): El Conde de Montecristo. 1ª ed. con trad. esp. de Pollux  Hernúñez y José María González Holguera, Ed. Anaya, Madrid, 2008.

DE VEGA, Lope (1609): Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo. Edición de Enrique García Santo-Tomás, 1.ª ed. en la Col. Letras Hispánicas, Ed. Cátedra, Madrid, 2006.

   

   

ENRIQUE JAVIER GONZÁLEZ CAMACHO (Málaga, 1985). Diplomado en Maestro en Educación Infantil por la Universidad de Málaga. Ha cursado los estudios de Magisterio en la Facultad de Ciencias de la Educación de esta universidad.

   

   

GIBRALFARO. Revista de Creación Literaria y Humanidades. Publicación Trimestral de Cultura. II Época. Año XI. Número 75. Enero-Marzo 2012. ISSN 1696-9294. Director: José Antonio Molero Benavides. Copyright © 2012 Enrique Javier González Camacho. Edición en CD: Director: Antonio García Velasco. Diseño Gráfico y Maquetación: Antonio M. Flores Niebla. Depósito Legal MA-265-2010. © Las imágenes, extraídas a través del buscador Google de diferentes sitios o digitalizadas expresamente por el autor, se usan exclusivamente como ilustraciones, y los derechos pertenecen a su(s) creador(es). © 2002-2012 Departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura. Facultad de Ciencias de la Educación. Universidad de Málaga.