N.º 74

NOVIEMBRE-DICIEMBRE 2011

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DIEGO DEL GASTOR

Arriate (Málaga), 1908 - Morón de la Frontera (Sevilla), 1973

   

Por Marina Muñoz Ruiz

   

   

   

«Porque eso, tu toque,

Diego, tu toque,

era como un fino cuchillo

que, con desgarrada fuerza,

abriendo un surco en el pecho,

hasta el corazón penetra.»

EL POETA DE ALCALÁ

 

 

 

E

n todas las facetas del arte hay figuras que, por su obra y por su personalidad, pasan a convertirse en mitos. Así ocurrió con Camarón o Antonio Mairena en el cante y con Niño Ricardo o Diego del Gastor en el toque. En el mundo de la guitarra flamenca, cuando alguien dice Diego, tampoco hace falta añadir más, todos entienden que se refiere a Diego del Gastor.

Diego del Gastor tenía una personalidad tan especial que hace que no podamos encasillarlo en ningún grupo; la independencia de su toque era tal que, al igual que su guitarra, le hace marginarse de su propia voluntad del mundo comercial del flamenco.

Diego del Gastor fue un tocaor pa cantar. Uno de los mejores tocaores pa cantar que se ha dado en toda la historia del flamenco. Y, por supuesto y sin discusión, el más personal, el que más sello propio tenía.

Infancia y juventud

Diego Flores Amaya, conocido como ‘Diego del Gastor’, nació en el malagueño pueblo de Arriate un 15 de marzo de 1908, en una posada que existía en la calle Ronda, número 22, frente a la antigua plaza de San Juan Bautista, conocida popularmente como La Plazoleta, y hoy llamada plaza de José Díaz Mena. Solía decir que su madre, Bárbara, empezó el parto en «caravana bajo las estrellas», y es que su padre, Juan, era tratante de ganado, oficio que le obligaba a ir con la familia de feria en feria, y, de camino a la feria de Ronda, pernoctando precisamente en Arriate, tuvo lugar el natalicio del pequeño Diego.

Según contaría luego el propio Diego, lo bautizaron en Ronda y su bautizo duró cinco días, pasados los cuales, y tras inscribir al niño en el registro civil de la ‘Ciudad del Tajo’ (por eso que en su DNI aparezca Ronda como su lugar de nacimiento), la familia Flores regresa a Arriate, donde vivía realmente.

     
     

  

Diego del Gastor y Joselero de Morón en una de sus intervenciones.

   

Hacia 1912, cuando el pequeño Diego contaba aún 4 años de edad, la familia se traslada a vivir a El Gastor, pueblo enclavado en la Serranía de Ronda pero perteneciente a la provincia de Cádiz, que, por su estratégico emplazamiento en un altozano, es conocido como el ‘Balcón de los Pueblos Blancos’. Aquí residen hasta que, en 1923, se mudan a Morón de la Frontera, en la provincia de Sevilla.

El padre era un tratante que se había ganado a pulso la buena reputación que tenía en la zona y su influencia en este tipo de mercadeo era de todos conocida por sus negocios siempre honestos, lo que, sin lugar a dudas, redundó a favor del bienestar de la familia, que gozaba de una buena posición económica.

Sus inicios con la guitarra

Durante la etapa de principios de los años 20, Diego, al igual que sus dos hermanos, vive dedicado a ayudar al padre en el negocio familiar. Fueron su padre y su hermano Pepe quienes lo inician en el mundillo de la guitarra, dándole durante tres años nociones de solfeo, pero, al final, abandona los estudios y continúa el aprendizaje de forma autodidacta. En una entrevista que le hicieron en la serie televisiva Rito y Geografía del Cante, que TVE emitió entre los años 1971-1973, el ya prestigioso guitarrista reconocía que esos estudios le sirvieron mucho, pero que el tocar flamenco iba por dentro, que la guitarra había que sentirla en el cuerpo y el alma, y eso no se adquiría con estudios.

En 1928, su padre le pudo costear el permiso que le libraría de la prestación del servicio militar obligatorio. Por los años 30, ya establecido definitivamente en Morón, empieza a introducirse de lleno en el mundo del flamenco de la mano del guitarrista José Naranjo como maestro y gracias a su amistad con cantaores reconocidos, como Perrate de Utrera y Joselero de Morón, casado este último con su hermana Amparo, a los que llega a tocarles en muchas ocasiones.

Es evidente que la tradición guitarrista que había en Morón, dejada por ‘tocaores’ como José María Álvarez (Niño de Morón), Pepe Mesa y Pepe Naranjo, ejercieron una notable influencia en Diego del Gastor. Esta tradición, enriquecida con el natural talento musical que aportaba Diego, daría lugar a la llamada «Escuela de Morón», que se caracterizó por la simpleza técnica de su toque, basada en el pulgar y el alzapúas.

Cuando tiene lugar el Alzamiento Nacional protagonizado por el general Franco en 1936, el joven guitarrista es detenido por las fuerzas nacionales, si bien es puesto en libertad sin cargos a los veinte días.

Con posterioridad a este incidente, Diego estuvo haciendo una pequeña gira artística con Manuel Vallejo, pero las continuas discusiones entre ambos desembocaron en su interrupción.

Trayectoria artística

Desde los primeros años de su vida artística, Diego seguía las actuaciones de los grandes guitarristas de la época; en especial, seguía con adoración a dos figuras: Niño Ricardo y Ramón Montoya eran sus ídolos en el manejo artísticos de la guitarra. Los escuchaba con adoración, y se empapaba como una esponja de los acordes de sus guitarras. Sin embargo,  y paradójicamente, nunca se atrevió a dirigirse a ellos: tal era su timidez y tal era la adoración que sentía por el arte de estos guitarristas.

La trayectoria artística de Diego del Gastor no la encontramos en grandes festivales ni en grandes teatros. Su arte se desarrolla principalmente en reuniones de cabales, y sus actuaciones en público son esporádicas y por razones de compromiso. Sin embargo, todos los que se acercaron a su obra coinciden en señalar que creó una escuela de toque profundamente jonda, intuitiva y personalísima; ciertamente un poco limitada en su repertorio, pero siempre pletórica de desbordante inspiración.

     

     

Diego no tocaba para bailar en un típico cuadro flamenco de local y, menos, para dar un recital de una hora. Lo que a él le gustaba era esa intimidad de los cabales, donde la magia del arte flamenco florece espontáneamente.

 
   

Diego no tocaba para bailar en un típico cuadro flamenco de local y, menos, para dar un recital de una hora. Lo que a él le gustaba era esa intimidad de los cabales, donde la magia del arte flamenco florece espontáneamente, donde el olor a puchero y a mosto se impregnaba en la ropa y donde pasaban dos noches enteras antes de salir. En ese ambiente no cabe el engaño; solo la entrega, el toque, el cante y el baile por derecho.

En esas reuniones le tocaría a muchos cantaores, como a Perrate y Joselero, o a su gran amiga Fernanda de Utrera, la cual, en el número 72 de la revista El Candil, diría de él que «Diego y yo formábamos la pareja que mejor se han compenetrado en el flamenco. Cada uno estaba enamorado del arte del otro. Yo era las cuerdas de su guitarra y él la queja de mi voz. Nadie ha sabido arrancar lo que yo llevo dentro como Diego el del Gastor. ¡Viva Dios y Diego del Gastor!».

El arte jondo que nacía de sus dedos

El toque de Diego no se basaba en la rapidez, su toque no era comercial; era un toque primitivo que expresaba lo jondo que nacía de sus dedos de manera espontánea y que acompañaba al cantaor convirtiéndose ambos en una sola cosa. Así lo detalla el flamencólogo Francisco Ayala: «El toque de Diego contiene más alma —más duende— que el toque de cualquier otro guitarrista flamenco hoy día. Diego no se adhiere a la corriente moderna de la velocidad y el lucimiento personal, admitidamente necesario para aquellos que deben competir en el ambiente comercial del flamenco. Por el contrario, retiene tenazmente la sencillez de los tiempos pasados, antes de que la guitarra flamenca se convirtiera en un instrumento de virtuosismo, cuando todavía era fundamentalmente un medio genuino y primitivo de expresar lo hondo […]. Otras facetas que contribuyen a la grandeza del toque de Diego son su exquisito talento para acompañar el cante y el hecho de que mucho del material que toca es de su propia creación, el cual, en la actualidad, forma el núcleo de una auténtica escuela y estilo […]. Diego posee el corazón y el talento de convertir, incluso la falseta más anodina, en una red que va tejiendo, hasta capturar la más pura expresión de un arte, que no es simplemente un aluvión de notas, sino una expresiva combinación de música y alma».

Se cuenta de él que ese carácter tímido que lo caracterizaba afloraba irremediablemente cuando, al final de las pocas actuaciones en público que hizo, todo el público asistente se levantaba para aplaudir; como siempre ocurría, daba la impresión de que se ocultaba detrás de su guitarra, como queriendo dar a entender que él solo hacía lo que la guitarra le decía.

Su personalidad

Sin embargo, esa especial timidez suya contrastaba con un carácter fuerte, muy personal, de tal manera que si alguien o algo no le agradaba en alguna ocasión, simplemente se iba y no tocaba.

Diego no era un hombre de negocios. Él solo necesitaba lo imprescindible para la comida, el vino y el flamenco. Así, cuando en 1941 muere el padre, es Diego quien queda encargado de cuidar de la hacienda familiar. Pero su poca habilidad para el negocio hace que el dinero de la familia empiece a menguar y solo puedan ser salvados mediante la venta de algunas propiedades inmobiliarias de la familia.

Grabaciones

Desde sus comienzos, Diego no gustaba del aplauso y del ruido; él y su arte solo pertenecían al silencio; no le seducían los estudios de grabación y la servidumbre que suponían, de ahí que en España no se disponga de una discografía catalogada, como corresponde a un artista de su sensibilidad.

Con todo, al final, el ruido pudo más y se impuso sobre aquel tímido artista, y son incalculables las cintas que se grabaron durante sus intervenciones en reuniones privadas, realizadas principalmente durante la época en que colaboró con el norteamericano Pohren, como veremos más adelante.

Estas grabaciones realizadas con magnetófonos particulares traspasaron nuestras fronteras y se esparcieron por todo el mundo en forma de copias ilegales, las más veces de poca calidad, y vendidas a precios desorbitados, ya que eran consideradas como únicas.

     
     

  

En la ‘Finca El Espartero’, además de hospedaje, se daban clases de guitarra y, de camino, se abría el paso a continuas fiestas flamencas para amigos, compañeros y paisanos suyos.

   

Con Diego del Gastor ocurrió, pues, lo que con muchos otros españoles de cualquier época. Se dio la paradoja de que mientras en Estados Unidos se escuchaban con adoración los ecos de su guitarra, en España era un desconocido para el gran público.

No obstante, y aunque no existe una compilación antológica cuidadamente fiel de su arte, en España se ha realizado relativamente reciente una edición de su toque, con una selección de intervenciones recogidas de un disco sencillo de vinilo publicado anteriormente con el título de Evocaciones, y lo que se ha podido recuperar de sus actuaciones gracias a las grabaciones caseras esparcidas por medio mundo. Hay que citar igualmente su inclusión en los dos discos de flamenco de Fernanda y Bernarda de Utrera, publicados en el año 2000 con título de Cantes Inéditos.

Un maestro de guitarristas

Desde 1953, la base aérea de Morón de la Frontera es base militar compartida por el Ejército del Aire de España y por la Fuerza Aérea de Estados Unidos. La gran proximidad entre la población y el recinto militar, bien adobada con la natural simpatía y hospitalidad de ser andaluz, propició que muchos estadounidenses se establecieran y habitaran en el pueblo sevillano.

Uno de ellos, Don E. Pohren, que trabajaba como administrativo en la base, sintió arder en sus adentros la llama del flamenco la primera vez que tuvo la oportunidad de escuchar una copla, y, sin saber cómo, se dejó arrastrar pletórico de entusiasmo hacia ese mundo. Llevado por una avidez extrema de conocer y palpar la esencia misma del flamenco, leyó todo cuanto caía en sus manos, asistía a todas reuniones flamencas que pudo e incluso se inició en el arte, aprendiendo a tocar, y bien, la guitarra.

En 1961, tiene lugar un hecho decisivo en la vida de nuestro biografiado: el encuentro entre Diego y Pohren, un encuentro que marcaría la vida del guitarrista andaluz y que sería la causa inmediata de que fuese conocido universalmente. El evento tuvo lugar como sigue: Pohren, atraído por la magia del flamenco, acudió a la celebración del «V Potaje de Utrera». Allí, Diego acompañaba en el toque los cantes de Fernanda y Bernarda de Utrera. La soleá de Fernanda, acompañada por los acordes de Diego, en esa simbiosis que los convertían en un solo ser, impresionó tanto al norteamericano que, dos días después, fue a buscarlo a Morón.

La afición de Pohren por el flamenco era singular, tanto que, en 1964, le había llevado a fundar en Madrid el ‘Club de Estudios Flamencos’, que funcionaba en los bajos de ‘Los Gabrieles’. Y, en 1965, contando con el aplauso amistoso de Diego y otros artistas, decide abrir, a las afueras de Morón, una pensión a la que puso el típico nombre de ‘Finca El Espartero’, donde, además de hospedaje, se daban clases de guitarra y, de camino, se abría el paso a continuas fiestas flamencas para amigos, compañeros y paisanos suyos. Muchos fueron los jóvenes americanos que se dejaron ver por aquella pensión, atraídos por el tipismo andaluz que allí se respiraba. De la organización de estas ‘reuniones’ se encargó, en muchas ocasiones, Diego, con ayuda de sus sobrinos Juan y Paco.

     

     

La soleá de Fernanda, acompañada por los acordes de Diego, en esa simbiosis que los convertían en un solo ser, impresionó tanto al norteamericano que, dos días después, fue a buscarlo a Morón.

 
   

Es en esas fiestas de amigos en las que se hicieron las grabaciones privadas de las que antes hemos hablado. Desde luego, mucho contribuyó a ello Pohren, quien, eclipsado por Diego y el flamenco, escribe dos libros sobre el tema; el primero, The Art of Flamenco, no solo tuvo un gran éxito en Estados Unidos, sino también en Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Japón, Inglaterra y Francia; y el segundo, Lives and Legends of Flamenco, tuvo aún más repercusión.

Tal fue el fervor que se suscitó por lo flamenco que, a finales de los 60, venían a Morón guitarristas de todas partes para aprender la magia de la guitarra de Diego. Sus grabaciones eran comercializadas a precio de coleccionista. Con este reconocimiento universal, el toque de Diego empieza a influir en el mundo de la música, no solo en el flamenco, sino que músicos especialistas en otras modalidades musicales beberán del arte de Diego; sobre todo, de su capacidad de improvisación.

En 1971, tenía lugar su aparición quizás más mediática en la serie televisiva Rito y Geografías del Cante, donde se recogería en vivo al guitarrista y donde también el propio Diego habló de su vida.

Conviene saber que en los conservatorios de música de Japón se estudia el estilo de Diego del Gastor como paradigma del buen toque y que, en Nueva York, existe una escuela de guitarra que estudia sus formas y modelos artísticos.

Muerte de Diego del Gastor

El 7 de julio del año 1973, cuando se le preparaba un homenaje en el «XI Gazpacho Andaluz» de Morón de la Frontera, festival flamenco en el que participó en todas sus ediciones, quizás porque en Morón se sentía como en casa, Diego del Gastor se pone malo, siente que se le va la vida, y fallece. La comisión organizadora decide suspender la celebración del festival en señal de duelo.

Precisamente, ese mismo año, la Cátedra de Flamencología y Estudios Folclóricos Andaluces de Jerez de la Frontera le había otorgado el Premio Nacional de Flamenco en reconocimiento de sus enseñanzas y maestría, pero él no acudió a recogerlo. Quizá Diego presentía ya que la muerte lo estaba aguardando con letal avidez.

Su fallecimiento conmocionó el mundo del flamenco, en su Morón de la Frontera se rotuló una calle con su nombre y el 16 de julio de ese mismo año, en la Alameda, se inauguró un monumento con su nombre, acto que contó con la presencia de muchísimos cantaores y representante de peñas flamencas.

Dicen que la noche antes de su muerte estuvo tocando hasta las tres de la madrugada en el barrio de Santa María, simplemente porque una vecina se lo había pedido: «Diego de mi alma, tócame un poquito». Así era Diego del Gastor.

   

   

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Páginas Webs consultadas:

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Libro:

BLAS VEGA, José y Manuel RÍOS RUIZ (1988): Diccionario Enciclopédico Ilustrado del Flamenco. 2. ª ed., Ed. Cinterco, Madrid.

  

  

Marina Muñoz Ruiz (Málaga, 1986). Cursó sus primeros estudios en el C.E.I.P. ‘Alegría de la Huerta’ y en el I.E.S. ‘Sierra Bermeja’ de su ciudad natal. Licenciada en Filología Inglesa por la Universidad de Málaga. Actualmente estudia 3.º de Magisterio (especialidad de Maestro en Lengua Extranjera) en la misma universidad.

   

   

GIBRALFARO. Revista de Creación Literaria y Humanidades. Publicación Bimestral de Cultura. Año X. II Época. Número 74. Noviembre-Diciembre 2011. ISSN 1696-9294. Director: José Antonio Molero Benavides. Copyright © 2011 Marina Muñoz Ruiz. © Las imágenes, extraídas a través del buscador Google de diferentes sitios o digitalizadas expresamente por el autor, se usan exclusivamente como ilustraciones, y los derechos pertenecen a su(s) creador(es). Edición en CD: Director: Antonio García Velasco. Diseño Gráfico y Maquetación: Antonio M. Flores Niebla. Depósito Legal MA-265-2010. © 2002-2011 Departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura. Facultad de Ciencias de la Educación. Universidad de Málaga.