«SOBRE mi carne pasa, grave de amor, la misma lengua que silba

en mi vejez y me despierto

envuelto en coágulos de sombra

y se desprende de la noche

una flor negra y húmeda.»

ANTONIO GAMONEDA, de “Arden las pérdidas”, en Esta luz. Poesía reunida (1947-2004), Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2004; p. 424.

AL SUR DE LA REALIDAD

En aquellos días en que dejé

de ahogar las penas en alcohol porque ya flotaban,

me entretenía escuchando

el sonido de las gotas en el asfalto mojado

y en esquivar a los caracoles,

aprender a dormir sin soñar

a mirar al hombre de la piel encallecida

que lleva años sin sentir,

pensar en el árbol que heredó la fortuna de Tolstói,

ver películas en sepia,

observar a las mujeres tras un cristal empañado,

señalar con el dedo otros dedos,

imaginar a una diosa griega haciendo

                                    el amor con un dios nórdico.

Cuando alguna pena intenta nadar

en vasos que contienen trozos de almas,

me propongo buscar todas las posibilidades

                                                de la realidad

                              y, a veces, inventar otras.

IBUPROFENO, FILOSOFÍA Y MIEDOS

Sé que hablo con los relojes idiomas muertos

y me da cierto pudor.

La impaciencia, la obsesión

nos hacen creer que perdemos en todo.

El oxígeno y el alcanfor alientan

la sensación de perseguir a veces

lo que viene, lo que fue, en resentimientos.

Acción. Fuerza. Lucha. Esclavos de esperanzas.

¿No es triste y relajante vivir en esperanzas?

Si la causa de una causa llevó a otra causa

y la casualidad violó una causa,

¿yo soy causas sin pausas o fui una causa casual?

Una advertencia post mortem:

                 Quien lloró en el vientre de su madre

no debería preguntar lo que todo el mundo calla

Una frustración ad nauseam:

Y si no hubiera ocurrido…

              yo hubiera sido…

DÍAS DE LÁGRIMAS

Los amaneceres se inventaron para todas las criaturas,

excepto para los seres deshumanos:

si los contemplas es porque tus ojos durmieron abiertos

(eso advierte de una vida aburrida de insomnio

y morriña madrugadora)

o porque vas a visitar revenidos sueños eróticos tardíos

(fruto de embriaguez taciturna

junto a uniones ilícitas con la sobrina-nieta del tercero).

                       El atardecer,

cuyo ocaso solar por el este

                 solo ocurre cuando nacemos viejos,

trae la noche de tormentas de hachas y arenas

y aullidos fúnebres de los últimos perros

           que enseñorean su pedigrí: Cave canem!

Otros días llueve y podemos gozar de la dicha.

OTRA INFORMACIÓN

Nunca leo los periódicos.

Hoy he almorzado potaje de garbanzos

con dos víctimas mortales en las carreteras

husmeadas por un perro bituerto que llevaba,

ahuyentado por los guardias,

la suela del zapato de uno de ellos recogida en la cuneta.

                                    Para el segundo plato,

el cólera y el tifus azota una isla de ministros

huidos en helicópteros del ejército

con bigotes perfilados y trajes recién planchados

por una joven mulata de manoseado trasero.

¡Excelentes estos tacos de buey confitados

con paté de oca al picante suave del roquefort!

En los postres determiné tomar

tarta de queso helada con arándanos hidrogenados,

mas los cuerpos atléticos, enmonados de dopaje,

me hicieron sentir mal

                    por mi kilo cuatrocientos cinco de más

y pedí un café con sacarina,

            la cuenta, una copa.

LA NINFA DE LA CORTE DE METEOS

La ninfa de la corte de Meteos

anuncia nubes y levante

(recuerdo el temor del antiguo consejo por miedo

a ahorcamientos masivos por los pies).

Suena la máquina registradora.

                                                            En un vacío blanco,

por no decírselo a la señora esposa del que está a mi lado,

me miro en el culo del vaso.

Cualquier afán de pensar en construir un mundo

se me refuta por otro pensamiento o por ninguno,

no consigo llegar a una meta,

ni siquiera me regocijo en el proceso,

siempre sobrevivo por esperanzas amargas.

                             ¿Cómo pagaré todo esto?