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BULLAS DE BENTEVEO

   

Por Raquel Piñeiro Mongiello

   

   

   

BULLAS DE BENTEVEO

     Narraciones curiosas

vienen a contar los aires de confidencias

que traen los ojos de la tarde.

     Y así, entre bulla de benteveos,

andan enderezándose entre sus butacas cotidianas,

porque todavía quieren existir,

aunque más no sea

en el mandato de imágenes.

     Por eso hacen un sumario al olvido,

transitan calles de ayer y, mirándose,

ven hipotecas no canceladas.

     Y vaya a saber por qué,

andan bailando su danza entre recuerdos alborotados,

y siguen pidiendo con el alma entre las manos

por una embriaguez de palabras,

donde puedan jugar un solitario menos.

  
  
                                                                                             
  
  

ABOLLADURAS

     Subo descalza por mis vocales

y veo relieves mostrándome

mohines distraídos,

que no quieren lavar

las líneas oscuras

que ponen abolladuras

a la vida.

     Y no sé por qué, si afuera

blando el día revolotea

entre trinos de calandrias

y versos que escribo;

 

     mientras observo

cómo las horas jamás

suicidan la quietud,

ni borran dígitos del mundo,

ni callan nocturnos

en los gestos de la noche.

     Y vaya a saber por qué

si solo quieren amamantar

esa melodía de coros

nunca postergados.

  
  
  
                                                                                             
  
  

ACÚSTICA

     En qué trama estoy bordando hoy

los hilos de la esperanza,

si ni siquiera consigo colocar

una puntada exacta

                         [dentro de mis dudas.

En qué papel dibujaré la palabra justa

para poder quitar

              [de esta humedad de los días

los siempre convalecientes dolores

de un cotidiano devenir de cosas

que no puedo enviar al exilio.

     En qué lugar encontraré

 

menos muecas llenas de voltajes,

calles inmoladas de rabias

y bocanadas de humo negro,

manchando los mañanas

de películas que no quiero mirar.

     En qué hueco propio podré estar,

abrir vientres, hasta borrar

tableros de caras patéticas.

     No sé, mis sentidos me paran.

Acaso ¿soy también una de ellas?

     Ahora, de tanto andar a la intemperie,

siento que soy rehén de los miedos.

  
  
                                                                                             
  
  

CON LO QUE AÚN QUEDA

     Mañana, cuando vuelva del hoy,

pondré en cada puerto del día

todo el hastío de esta piel

atardecida de tibiezas,

que busca aún su grito desnudo.

     Mañana, cuando vuelva del hoy

y alguien pregunte por mí,

diré que aún no sé mi nombre,

porque estoy perdida

en el esbozo de un yo olvidado.

 

     Mañana, cuando vuelva del hoy

después de tanto andar

por  distancias recorridas,

daré un golpe a la memoria

y le clamaré por mi lado inocente.

     Mañana, cuando vuelva del hoy

y la tarde descosa intimidades

en el silencio de los pájaros,

yo me he de parir de nuevo

con todo lo que aún queda.

  
  
                                                                                             
  
  

DE UNA GALERA

     Puedo decir que he suicidado despojos

o los dejé en el plumaje de otras musas,

donde recorté rincones

y guardé rostros infinitos.

     Puedo hablar por el reflejo elemental

de todas las variaciones de mis venas

y acariciar mariposas

que saqué de una galera,

mientras tomo alguna taza de café.

     Puedo rasgar cielos de memorias,

sostener utopías

 

y, en algún rinconcito, estar de pie

con este esqueleto desordenado.

     Puedo jurar por todas las ternuras

envueltas en una guitarra

llena de nostalgias

y por los pies descalzos

que ya no cuestionan sus andanzas.

     Puedo tironear de la noche,

amar mis propios sueños,

y ser la mujer que solo quiere

ovillarse en poemas.

  
  
                                                                                             
  
  

BOSTEZO

     Un hechizo de árboles

desmadeja hojas

con un no sé qué

de cosas ínfimas,

que escribe modales al paisaje,

y deja en el patio una lluvia tenue

     que golpea en mi ventana,

que me habla de sus cosas,

y va dejando rumores,

mientras yo me cubro de saudades,

miro desde la nada toda la brevedad

     que me abraza

y trato de comprender

la instintiva necesidad de un bostezo.

  
  
                                                                                             
  
  

CUIDADO, VIENE EL SILENCIO

 

Cuidado, viene el silencio y se nota

porque germina en las sombras

y se agota entre mis brazos.

     Cuidado, no trae zapatos, ni palabras,

sólo el goce de estar errante

en la transparencia de la noche.

     Cuidado, tiene sonidos imperceptibles

 que desmenuza en soledad

y los vuelve espectro cuando quiere.

     Cuidado, va errante, persigue sentidos

y se arremolina con sus nanas

sobre la ruta de su sangre.

 

     Cuidado, tiene accesos ocultos

y fantasías que gotean

dentro de su simbolismo.

     Cuidado, si es lógico

o terriblemente loco

y deja librada su imaginación.

     Cuidado si nada le importa

y abulta demasiado

con todos sus rostros.

     Cuidado, si dentro de sus sensibilidades,

rompe esquemas, sacude horizontes

y te espera en alguna parte.

  
  
                                                                                             
  
  

CURAR TRISTEZAS

     Golpean misterios de colores

en yemas de ramas,

y una gravidez de fruto

pone en su apogeo

la tibieza descalza,

la sangre nonata viene

a cubrir necesidades.

     Lázaro, cruza los dedos,

disuelve partituras oscuras,

 

se levanta el grito,

viene a curar tristezas.

     Todo está en su sitio,

un reflejo amamanta la luz

y cuida autorretratos

que guardan miradas

de vocales y consonantes,

buscando el sabor inesperado.

  

  
  
                                                                                             
  
  

En la demencia de esta tarde gris

     En la demencia de esta tarde gris

me contaron cómo de pronto

un oboe probaba suspiros

entre follajes abiertos de luz,

     después algo tembló

desbordado de rocío,

o quizás tan solo fue

una hoja olvidada del invierno.

  

  

  

   

   

     

   

   

Raquel Piñeiro Mongiello (Rosario, provincia de Santa Fe, Argentina) reside actualmente en Funes.

Ha participado en diversos encuentros de poetas y escritores celebrados en Argentina (Buenos Aires, Rosario y Córdoba), Cuba, Chile, Uruguay y México.

Entre otros títulos, cuenta en su haber con poemarios como Rincones de Herencias y Oficios (1988), De voces Ilesas (1985), A Modo de Amor (1997), Horas de Arena (2008) y Lenguaje de Pan (2000). En 1980 apareció su primera obra en obra, Mi tiempo de Retorno.

Ha publicado (y continúa todavía haciéndolo con asiduidad) en sitios de Internet, revistas literarias y antologías y participa habitualmente en talleres de escuelas.

Su labor creativa ha sido reconocida con distintos premios como el Primer Premio de Poesía de Colonia de Sacramento (Uruguay, 1980), Segundo Premio de los Juegos Florales de Inriville (Córdoba, Argentina, 1992), Segundo Premio del Certamen Literario Filomena Rossi (Colonia Caroya, Córdoba, 1992), Segundo Premio Concurso Nacional Poesía «César Vallejo» (Hurlingham, Buenos Aires, 1993); Primer Premio Concurso Literario Rondin (Rosario, Santa Fe, 1995); Tercer Premio Poesía Concurso (Tucumán, 1997) y Primer Premio Concurso Nacional de Poesía (Hurlingham, Buenos Aires, 1998), entre muchos otros.

    

    

GIBRALFARO. Revista de Creación Literaria y Humanidades. Publicación Trimestral de Cultura. Sección 2. Página 7. Paisajes Interiores (III). Año XII. II Época. Número 81. Julio-Septiembre 2013. ISSN 1696-9294. Director: José Antonio Molero Benavides. Copyright © 2013 Raquel Piñeiro Mongiello. © Las imágenes, extraídas a través del buscador Google de diferentes sitios o digitalizadas expresamente por el autor, se usan exclusivamente como ilustraciones, y los derechos pertenecen a sus creadores. Depósito Legal MA-265-2010. © 2002-2013 Departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura. Facultad de Ciencias de la Educación. Universidad de Málaga.